A: Angela.

Temperance Brennan caminaba por el parque Anacostia, en Washington. Caminar rodeada de naturaleza la ayudaba a desconectar del estrés y la cargaba de energías, aunque fuera un día ventoso, como ese. Obviamente ella no podía cargarse, debido a que ella no era un dispositivo electrónico, aunque sí podía cargarse de electricidad estática si se diera el caso. Temperance era una reputada antropóloga forense que había publicado numerosos artículos científicos y varias novelas. Acababa de entrar a trabajar en el Instituto Jeffersonian, un templo del saber y de la ciencia y ella se sentía muy orgullosa de trabajar allí.

Miró su reloj de pulsera y vio que eran las 8:30 am. Hora de volver a casa, ducharse y salir para el trabajo. Cuando se giró vio a una mujer joven, más o menos de su edad, que ponía algunos cuadros en unos caballetes. En ese momento hubo una racha de viento que arrancó el cuadro que la mujer tenía en sus manos y lo tiró al suelo justo a los pies de Brennan. Ella se agachó y lo recogió.

-Ay, muchas gracias, menudo viento hace ¿eh?- sonrió la mujer estirando la mano para coger el cuadro.

Temperance estaba mirando el cuadro, asombrada por la similitud entre los rasgos del retrato con la forma de la cabeza. No le costaba nada imaginarse la calavera de la mujer retratada.

-Su estilo artístico es muy preciso. Podría ser una gran artista forense.

La mujer la miró asombrada. Su rostro era alargado y con unos grandes ojos marrones.

-¿Gracias?- sonrió ella- Me llamo Angela Montenegro.

-Temperance Brennan- dijo ella, tendiéndole la mano.

Mirando los cuadros de Angela, Temperance se dio cuenta que se encontraba ante una persona de gran talento.

-Tienes un gran talento- dijo Brennan- Pero no recuerdo haberte visto antes.

-Acabo de llegar a Washington después de estar una temporada en Paris- sonrió ella- Lo que más echo de menos de allí es el café.

-El mejor café del mundo es el colombiano, no el francés, debido a la manera en que tuestan el grano y luego lo muelen.

-También he probado el colombiano, cuando estuve allí unos meses visitando a mi novio.

Temperance sonrió y luego dijo:

-Ahora tengo que irme, me voy a trabajar.

-Vaya, me ha encantado conocerte, podríamos quedar otro día- dijo Angela.

-A mí también. ¿Mañana a la misma hora aquí? A lo mejor tengo una propuesta de trabajo que hacerte.