MUSUBI
Dragon Ball es de Akira Toriyama
Sinopsis: No hay manera de que nos encontramos. Pero..., hay una cosa que es segura. Sí ambos nos vemos, ¡sí ambos nos vemos!, nos reconoceremos de inmediato. Tú eres parte de mí. Yo soy parte de ti.
Nota de la autora: Inspirado fuertemente en la película Kimi no na wa (Your Name o Tu nombre) traigo esta historia de Gohan y Videl que espero que trascienda el tiempo tal y como muestra la película. Iba a ser solo un one-shot, pero se ha convertido en una historia corta, espero les guste.
Sin más que decir, comencemos.
Prólogo
Ese día se despertó agotado, por primera vez en su vida estaba acabado por la edad. Carcajeó con pena, no podía quejarse. Rozaba los cien años (próximos a cumplir en un par de semanas) y los médicos alababan su espléndido estado de salud: ninguna enfermedad típica de la vejez residía en él. Buenos órganos, buena vista y huesos sin dolor eran una victoria a su edad.
Daba gracias a sus genes del espacio. Sin embargo, ese día se había despertado cansado y fue un detalle que no pasó desapercibido el resto del día. Incluso se lo comentó a Goten cuando habló con él mientras iban a dejarle flores a sus padres (su padre había muerto hacia medio siglo peleando en el espacio al sentir su muerte aproximándose y su madre lo siguió cinco años después). Su hermano había señalado que él también se sentía cansado, pese a tener diez años menos.
—Igual no podemos quejarnos, hemos vivido bien. Creo que demasiado inclusive —rezongó Goten con una voz avejentada. Atrás había quedado su tono jovial y alegre que tanto lo caracterizaba en la niñez—. ¡Por todos los cielos, hermano! Tienes casi cien años y yo estoy rozando los noventa. Ningún humano vive tanto tiempo sin sufrir al menos una enfermedad o algo. Nosotros somos unos casos excepcionales.
—Eso es gracias a los entrenamientos y a la sangre de saiyajin —objetó Gohan.
—Sí, pero, papá murió con menos de setenta años y nosotros seguimos aquí. Se que papá tuvo un exceso de peleas, pero…, ¿no crees que ya es hora de irnos? —se cuestionó Goten con sorna, amargamente también—. Mi esposa se fue hace veinte años, mis hijos son abuelos o bisabuelos, no lo sé. No quiero ser como el Maestro Roshi, un viejo verde que vive leyendo revistas de señoritas desnudas —Goten alzó la vista el cielo—. ¡Quiero morir y reencarnar, ser joven de nuevo y poder combatir como hace más de cincuenta años!
—¿Reencarnar? —cuestionó el antiguo Gran Saiyaman, tomando detalle especial en esa palabra.
—Sí, hermano. Tal como hizo Uub, creo que podemos volver a vivir de una forma u otra.
—Tienes razón, no estaría mal vivir de nuevo. Incluso no seriamos saiyajines y podríamos vivir normalmente…
—¡Ay, no eso no! Si reencarno quiero ser devuelta hijo de Goku y Milk, ser hermano tuyo y bueno… ¡estar todos juntos!, ¿entiendes? Además, estamos conectados y no creo que nos separen.
—Claro, ¿por qué no? —preguntó con una sonrisa. La idea de la resurrección era perfecta, casi utópica. No soportaría vivir su nueva vida junto a otras personas que no fueran su familia. Es decir, quería que su madre fuera la misma, así con su padre y hermano. Incluso que su esposa e hija fueran las mismas. A otras personas no las aceptaría—. Solo espero que Edma Daio-sama escuche nuestras plegarias. Quisiera ver a todos de nuevo, pero…
—Sí, quisieras ver a Videl de nuevo, especialmente —Goten apoyó una mano en su hombro apretando con compresión. Entendía su cambio de ánimo, era hacerlo acordarse de un evento doloroso—. Hermano, ella no te odia.
—Eso quiero creer —murmuró, amargamente.
El solo recuerdo era estremecedor. Solo tenía unos setenta años cuando recibió una convocatoria de su antigua universidad para hablar a unos graduados. En ese tiempo, Videl estaba muy enferma a causa de una severa pulmonía y solo él estaba para cuidarla. No quería causar molestia a su hija que estaba de vacaciones y sus nietos tenían otras cosas por hacer en vez de cuidar a su esposa.
—Solo ve, estaré bien. Tengo las medicinas a mano…—le insistía.
—Videl, llamare a Piccolo o no iré. No es necesario inclusive que vaya, llamare el director y se lo diré —Gohan tenía una sensación, una extraña sensación de que irse no sería lo correcto. Una opresión en el pecho estaba presente, latente—. Videl…
—Gohan sino vas, te pateare el trasero —recriminó con severidad pese a su deslucida voz. Todavía tenía ese tono característico de sus años de justiciera—. Ve, yo estaré bien.
Su esposo le sonrió tiernamente. Los años podrían haber hecho estragos en su cuerpo, pero ese carácter regio y valiente todavía continuaba vivo tal como el primer día. El antiguo Gran Saiyaman accedió a ir, no sin antes comunicarle a su maestro de la situación de su esposa. En el recinto todo había salido bien.
Lastima que no fuera así en su casa.
Al llegar, vio a todos los guerreros Z (todavía con vida en esa época) afuera de su casa. Solo le vasto una mirada de su hermano y su hija para comprender la situación. Videl había muerto tal y como temía.
Y él no se había podido despedirse adecuadamente.
—¿Crees que me perdone? —indagó a su hermano. El recuerdo volvía a quedar arrinconado en su mente y la actualidad era importante ahora, una actualidad que comenzaba pesarle. Estaba cansado—. ¿Tú crees que lo haga?
—Es seguro que lo hará, y sabes… —Goten se acostó en el césped. Espalda apoyada contra la tumba de su padre, aquel que había dado parte de su esencia para que él existirá tras su deceso durante la batalla contra Cell—. Por ahora, quiero dormir.
Su rostro deslumbró una pena absoluta. En los brazos de la muerte, rozando la brecha que conectaba los dos mundos; la inocencia residía en él. ¿Qué tenía sueño? No, su cuerpo se estaba desprendiendo su alma. Estaba muriendo.
—Te acompaño, Goten. Siempre juntos, ¿recuerdas? —conmemoró mientras se apoyaba en la tumba de su madre; por un instante, tuvo la sensación de su madre arropándolo, con ternura. De Goten no obtuvo respuesta, tampoco la esperaba—. Sí, siempre juntos…—y cerró los ojos.
