Sus ojos dolían y sus labios temblaban.
La imagen le lastimo el alma, aquel hombre yacía en suelo, su cuerpo lleno de los diferentes tonos de rojo. Su nariz tan pequeña y respingada, sus dulces ojos y su piel, cual lienzo de golpes .
Él era el hombre que amaba y su muerte le enveneno el alma.
¿Qué sabría él que cuando besó a su amado había sido observado?, ¿qué él sería el blanco de una sociedad podrida?, ¿acaso tenía el amar a alguien era despreciable e incorrecto?.
No, no era incorrecto ni despreciable, ellos se amaban, sus corazones sentían y veían la vida en colores brillantes, pero, aquellos ojos llenos de veneno los seguían, ojos que ven oscuridad en la luz.
Su amado murió en una tarde llena de sonrisas y de besos azucarados a manos crueles que juegan a ser Dios, que creen poder juzgar y quitarle la vida a quien les plazca.
—Ellos no merecen ser llamados humanos, pues los hombres somos capaces de sentir, de ser empaticos.
Ellos no saben nada, no son más que unos estúpidos ignorantes, sus almas sucias y rotas recibirán los peores castigos.
Pero tú, mi amor, recobraras la gloria que te es merecida, ¿a quién le importa si mancho mis manos de sangre podrida?.
Ellos morirán por ti, te amo.— pronunció el hombre que lloraba desconsolado y soltó el cuerpo de su amado.
