Yo seguía esperándolo cada noche, después de que él se despedía con una melancólica sonrisa entre los labios y saltando entre los tejados, lo miraba hasta que su silueta se confundía con el negro de la noche, perdiéndose de vista… cada vez era más doloroso separarnos, los "te amo", los "buenas noches" y los "te veo mañana" duraban casi una hora, entre juegos, besos y cosquillas y sus indudables "no me quiero ir".

Deje de contar las veces que me decía "un último beso y me voy", afortunadamente nunca fue el último. Cuando la noche se convertía en madrugada y las despedidas se convirtieron en cargas pesadas me atreví a preguntar "¿Cuándo ya no te irás?", eso fue el detonante para imaginar y dejarnos llevar al futuro, "Pronto" se volvió nuestra promesa.

Un lugar al que llamar hogar, en dónde nos esperaríamos eternamente, en dónde nunca tendríamos que despedirnos de nuevo y jamás estar solos, pero fue así como transcurrían nuestras vidas: escuela, trabajos, pelear contra el mal y amarnos; juré que esta era la más grande historia de amor de todos los tiempos, pero que sólo cuatro la conocíamos.

Reíamos de todas las veces que nuestra ceguera impidió reconocernos: de todas las veces que "era tan obvio", de los "casi te descubro" y de todas las migajas de pan que habíamos dejado en el camino; nos correteábamos entre los tejados de las casas, las galerías y restaurantes, y veíamos tantas películas… Aún recuerdo sus labios con sabor a palomitas de mantequilla. Paris es el mejor lugar para enamorarse.

Con forme pasaron los días… las noches comenzaron a volverse más frías, más oscuras y más solitarias, nunca me bastaba el número de cobertores, ya sólo podía abrigarme el calor de su piel, tan único y especial.

Comprendí que el amor tiene planes pero el destino tiene otros. Se podía decir que habíamos encontrado nuestro "… y vivieron felices para siempre", pero no fue así.

Pudimos derrotar a innumerables villanos, vencimos cada obstáculo que su padre planeo e incluso superamos cuando descubrimos que él era Hawk Moth, a pesar de la terrible tristeza que eso le trajo a Adrien, él sabía que ya tenía una familia y un hogar al que llegar. Siempre consideré como un milagro que su vida nunca se hubiera llenado de odio, rencor y temor, al contrario, él desarrollo un enorme valor y sabiduría para enfrentar lo que se presentará, pero jamás lo haría solo.

Para ambos, Francia significaba toda nuestra vida e incluso más, pasamos toda clase de cosas, más de las que cualquiera intentaría hacer. A ratos fue un camino largo y difícil, pero me alegro de que fuera largo y difícil porque si no hubiera sido un infierno llegar, la lección podría no haber sido tan clara.

Justo en el momento que lo conocí, lo supe "Tengo que amarlo tanto como pueda, el tiempo que pueda y nunca podré dejar de amarlo, ni siquiera un segundo", he tenido presente esa lección en cada pelea estúpida que hemos tenido, a las cinco de la mañana de cada Navidad, cada soñolienta tarde de domingo, en cada ataque de celos o aburrimiento o inseguridad que nos salió al paso… he tenido presenta esa lección.

Y la tuve presente cuando se enfermó, incluso allí, cuando solo se podría llamar el peor de los tiempos, todo lo que podía hacer era agradecerle a Dios, agradecerle a todos los dioses que hay, hubo o habrá y a todo el universo y a cualquier otra persona que se me ocurra, de que vi a ese chico de dulces ojos verdes y de que tuve las agallas para levantarme, caminar hacia él, tocarle el hombro, abrir mi boca y hablar.