De melodías y letras es un conjunto de One-shots y Songfics a petición de los usuarios. Acepto todo tipo de peticiones de parejas, ya sean hetero, yuri o yaoi, e incluso las parejas más descabelladas que a alguien se le pueda pasar por la cabeza (adoro el crack). Hay parejas que, claro está, manejo mejor y otras que no tanto, pero me comprometo a intentar hacer todas y cada una de las peticiones. En caso de querer un Songfic, especificar tanto la canción como el cantante/grupo, por favor. Y también especificar si se quiere algo en concreto, como por ejemplo un D18 con temática navideña o un 5927 de simple amistad. No tengo ningún problema con ningún tipo de petición, por el simple hecho de que esto es un reto para mí misma y que no quiero ignorar los deseos de nadie, aunque aclaro desde ya que aunque no sea mi especialidad, puedo intentar hacer algo de lime, pero no escribo nada de Lemon. Ya lo he intentado en varias ocasiones, pero sólo han salido desastres -.-'
Aquí vamos con el primero: un 3396 dedicado a Aoi~
Título: Domingos
Autor: Black Cherry
Resumen: Todos los domingos Ryohei se pone a ver su película favorita en la mansión Vongola. Y aunque al principio todos se animan a verla con él, al final sólo hay una persona que está ahí semana tras semana. 3396.
Katekyo Hitman Reborn! no me pertenece y nunca lo hará~
~Domingos~
Ryohei sube el volumen del televisor, se acomoda en el sofá y le da al play. La película empieza a los pocos segundos inundando la sala de estar de la mansión Vongola en la que ahora viven. Es su película preferida, esa que ha visto millones de veces y que siempre logra que se quede quieto delante de la pantalla. Él, que es capaz de lanzar puños al aire hasta en sueños, se queda en el sitio tranquilo cuando la película empieza. Le dedica sus cinco sentidos cada vez que la ve. Lo hace una vez a la semana como tradición desde que era pequeño. Todos los domingos de cada mes, esa sala de estar con la mejor pantalla de la mansión, es suya. Hay que reconocer que, algunas veces, se la pone de fondo mientras boxea, sobre todo cuando no está de ánimos o necesita dedicarle aún más esfuerzo que de costumbre.
La primera vez que la vio fue de pequeño. Sus padres le llevaron al cine de casualidad y la película le conquistó. Consiguió que se la comprasen y durante varios meses, lo único que se oía en la casa de los Sasagawa era la banda sonora que Ryohei cantaba a gritos. A Kyoko le gustaba ver a su hermano tan entusiasta pero incluso ella llegó a un límite. Aún así, una vez al mes, se quedaba con su hermano toda la tarde para verla. Amor de hermana, sin duda.
Cuando se instalaron en Italia, Ryohei trató de juntar a todos para ver la película. Salvo por Hibari, quien le lanzó una tonfa sin apenas dejarle hablar, y un Mukuro que simplemente se rió de él, lo consiguió. La décima generación de los Vongola se reunió en la sala de estar un domingo cualquiera para visionar la película preferida del guardián del sol. Pero sólo fue esa vez. Cuando llegó el domingo siguiente, Ryohei intentó reunirlos de nuevo. El ataque de Hibari, las amenazas de Reborn y el mal humor de Gokudera eran algo previsible. Las chicas ya habían hecho planes en los que habían incluido a los niños, y Ryohei no iba a molestar a su querida hermana. Tsunayoshi, Dino y Yamamoto aguantaron valientemente todo un mes. Y así Ryohei se quedó solo esa tarde especial para él de la semana.
O así es como se supone que debería haber sido.
A la quinta visión de la película en la mansión italiana, Ryohei se encontró con alguien sentado en el sofá con palomitas en el regazo. Reconoció con algo de esfuerzo a la chica. Con un parche en el ojo y un peinado similar a una piña, Chrome se encontraba esperando para ver la película con él. Ryohei prácticamente se abalanzó sobre ella agradeciéndole que estuviese allí. Era la primera vez que estaban juntos solos y, aunque ni hablasen, encontraron una buena compañía en el otro.
El mayor de los hermanos Sasagawa se encontró mirando a la chica de reojo y observando agradablemente como la chica miraba la pantalla con atención, incluso con interés. Sonrío; en el fondo, se alegraba de no quedarse solo cada domingo. No fue la única sorpresa agradable para el chico. Segundos después, sus manos chocaron con las de la chica en el bol de palomitas y Ryohei se olvidó momentáneamente de la película. Sus mejillas adquirieron un suave tono carmín y le sonrío a Chrome con timidez. A su lado, la guardiana estaba igual o más sonrojada que él.
Cuando acabó la película, y Chrome prácticamente huyó de allí, Ryohei la detuvo agarrándole del brazo en un ágil movimiento.
– ¿Vendrás el domingo que viene? – deshizo al instante el agarre por la vergüenza –. Eso sería extremo.
Y la chica le contestó con una sonrisa preciosa que combinaba con el sonrojo que cruzaba su rostro.
Desde aquel día, las obsesiones de Ryohei fueron tres: el boxeo, aquella película y la guardiana de la niebla. La miraba de reojo, intentaba saludarla; el chico se encontraba sonriendo de la nada por Chrome, pese a lo diferentes que eran. Porque la chica era tranquila y pequeñita, como una muñeca que el peliblanco quería proteger, que anhelaba cuidar. Él, en cambio, era como el sol, siempre brillando con alegría. Y aún así, cuando miraba de reojo a Chrome y esta le pillaba, el sonrojo de sus mejillas era visible en ambos. Sin embargo, la timidez del chico le hizo incapaz de nunca decirle nada. A Chrome le ocurrió lo mismo. Aunque ambos se conformaban con esas tardes de domingo especiales para ambos.
Con caricias cuando accidentalmente sus manos se encontraban en aquel bol de palomitas y miradas furtivas que compartían desde la cercanía de aquel sofá, Ryohei era feliz. Se encontró con que la película había pasado a segundo plano para que lo principal de aquellos días fuese el gozo de estar con la ilusionista. Y Chrome nunca faltaba a esas pequeñas citas. Volviese de una misión o tuviese mucho papeleo, estaba a la hora en el sofá esperándole con una leve sonrisa. A veces incluso se quedaba dormida. Viniendo de otra persona, Ryohei hubiese hecho una escena digna de un idiota como él. Pero con Chrome era diferente, sólo se quedaba quieto al sentir la cabeza femenina durmiendo en su hombro. Aprovechaba la cercanía, la dulce melodía que era oírla respirar; disfrutaba de poder estar ahí un domingo más con ella. Con el tiempo, Ryohei empezó a volverse valiente y cuando Chrome dormía, se atrevía a posar sus labios sobre los femeninos. Le robaba besos castos tan puros como el amor que le profesaba a la chica.
Pero sus momentos preferidos eran cuando la película acababa, lo recogían todo y, antes de marcharse, Ryohei le preguntaba a la chica si volvería el siguiente domingo. Siempre obtenía un sí como respuesta y, a veces, era la chica la que se avanzaba a él.
– Hasta el domingo que viene, Ryohei-san.
Y sin excepción alguna, una sonrisa cruzaba el rostro de ambos al despedirse.
Es la música de los créditos la que saca de golpe a Ryohei de su ensoñación. Se había perdido en sus pensamientos hasta el punto en el que las palomitas permanecen intactas. Por primera vez, no le ha hecho ni el mínimo caso a su película preferida. Es un domingo vacío para él, y Chrome no está.
Andando con cierta pesadez, de una manera impropia de él, Ryohei se dirige a la puerta. Pero de golpe, esta se abre revelando una figura femenina que reconoce al momento.
– ¿Y-ya ha acabado la película? – Ryohei asiente bajo la atenta mirada de Chrome.
– La podemos ver otra vez. ¡Aún quedan palomitas al extremo!
Al escuchar esos gritos tan familiares, Chrome ríe por lo bajo. Ryohei siente que su auto-control se pierde ante la risa femenina y, en un arrebato de valentía, se inclina para besarla. Es una caricia dulce y suave, como los miles de besos que le ha dado a escondidas, aunque apenas dura unos instantes. La chica se sonroja de cabeza a pies; él, de igual manera, esboza una tímida sonrisa.
Definitivamente, los domingos no son lo mismo sin Chrome.
Muchas gracias por todo. Estaré encantada de recibir cualquier tipo de petición y/o crítica~
