Los hospitales son un lugar aterrador para muchos.

Lo único que ven es muerte en los quirófanos con salas frías y paredes blancas, junto con esa iluminación tétrica que hace que las malas noticias sean peores de lo que son.

Sin duda, un lugar triste para la mayoría.

Lo que muchos no toman en cuenta, es, tanto como las esperanzas se pierden, también se recuperan.

No todo es muerte y vida, a veces, hay una muerte por otra vida, y otras, una vida por una muerte.

¿De qué hablamos?

5 DE ENERO DEL 2015 (2:27 AM)

Una pelirroja de cabello rizado y de peculiares ojos azules sentada en la sala de espera del Hospital General Escoces. Sus ojos estaban hinchados y rojizos por las largas horas de falta de sueño y las lágrimas que salían constantemente. Su corazón se aceleraba cada que un médico salía de la sala del quirófano, donde su querido padre Fergus estaba siendo tratado de los riñones.

Nunca había tenido problemas en realidad, era muy sano. Su primera recaída sobre el alcohol había sido poco después de que Elinor, su esposa, había fallecido en un accidente automovilístico, del cual siempre se culpaba; sin embargo, Merida tuvo que lidiar con problemas de adolescente sola. No tenía una madre a quien consultar o para gritar, ni una que podría regañarla por sus atuendos o incluso por llegar tarde de las fiestas. Como envidiaba a las otras chicas. Ella solo tenia 16 años en ese momento, y ahora para sus 18, había sufrido más que nunca.

Merida mordía sus uñas y merodeaba por los pasillos, "por favor, no me dejes por favor".

Dos horas después, un médico se destapaba de su cubre bocas y se acercó a Merida con una sonrisa. Ella se levantó de inmediato.

-Estará bien querida- El médico le dio un abrazo que fue recibido con un jadeo y una calidez por parte de ella. Deberás estaba aliviada.

-¿Puedo verlo? ¿Cómo está?- Merida casi se soltó corriendo, hasta que el suave agarre del médico la detuvo.

-Podrás verlo mañana, ahora necesita descansar- Lo miro aliviada. –Estará como nuevo por la mañana-.

Ella soltó un fuerte suspiro de alegría y se tallo los ojos con dureza.

-Puedes ir a descansar, estará bien Merida, te lo prometo- Sonrió amablemente.

-Gracias- Dijo en voz baja y llena de agradecimiento.

El doctor disponía a retirarse pero se dio la vuelta.

-Por cierto, tu padre está en la habitación 412, piso 6-.

Ella asintió con calidez y se despidió del médico con amabilidad.

La adorable muchacha se sentó de nuevo en una de las sillas, regulando su respiración que había estado alterada durante 4 horas. Traía lo más cómodo que tenía y se había tomado los rizos en una coleta con unos ligeros rizos adornando su cara. Debería irse a casa y dormir, los chicos estaban al cuidado de los padres de su amiga de toda la vida, Rapunzel, quien la apoyaba en todo momento. Llamaría a sus hermanos por la mañana para visitar a papá después de la escuela.

-Qué día- Sonrió aliviada. Tomo su pequeña mochila y saco sus llaves, dispuesta a dormir bien por lo menos unas horas.

15 DE DICIEMBRE DEL 2015 (3:45 PM)

Valka manejaba a gran velocidad, pasando luces rojas mientras con su mayor "calma" le pedía a su hijo que se calmara, que todo estaría bien.

Todo estaba perfecto. Hacían compras navideñas cuando su hijo Hipo, de 21 años de edad, sacaba las compras del coche de su madre para llevarlas a su casa. Por lo regular, celebraban la navidad un año en casa de su madre y otro en la de Hipo y así sucesivamente, este año era su turno. Ella pensó que Hipo había dado un mal trago de agua, había empezado a toser, pero en un momento tenía la mano contra su pecho, que agarraba con brusco movimiento mientras caía al suelo. Valka pego un grito ahogado y tomo el auto lo más rápido que pudo.

El hospital quedaba cerca de la casa de su hijo ¡GRACIAS A DIOS!, por lo que urgencias pudo atenderlo de la manera más rápida posible.

Una cosa es que sus hijos pierdan a sus padres, pero un padre perder un hijo, es indescriptible. Él era su única familia, la única persona que le quedaba. Nunca tuvo más hijos y ella solo vivía para él. Rezo con todas su fuerzas.

Los paramédicos lo estabilizaron y pudieron hacer que su corazón respondiera de nuevo.

Valka entro cuidadosamente a la habitación de su hijo. Estaba recostado con los ojos ligeramente entre abiertos, cuando volteo a ver de la manera más sutil a su madre, parada enfrente de el con una gran sonrisa. Ella se acercó y acaricio su cabello mientras daba besos en su frente y él tomaba su mano con fuerza. Ambos tiraban lágrimas de preocupación y felicidad, hasta que se acercó el médico.

Tosió un poco para llamar la atención de ambos.

-¿Cómo te sientes, Hipo?- El doctor pregunto con amabilidad mientras se acercaba a su cama.

-Bueno, mucho mejor- Río junto con su padre mientras respiraba de manera lenta.

El torno su mirada a una más seria con el registro medico en sus manos –Hipo, tu corazón esta… no está muy bien-.

-¿Qué está diciendo?- Valka frunció su ceño. Él era un joven, ¿cómo podría tener esos problemas a su edad?.

Su corazón empezó a latir más rápido y con más fuerza, por lo que el medico puso una mascarilla respiratoria en el boca y nariz de Hipo para ayudarlo a tranquilizarse. El negaba con la cabeza, pues no podía creerlo.

-Son daños que no puedes repararse, pero te ayudaremos a controlarte lo más que podamos. Vas a tener una vida normal y larga, Hipo, lo prometo- El medico dio unas palmadas en el hombro del muchacho que solo pudo derramar una lagrima.