"Al igual que cuando a veces, por la noche, deseas tener frío solo para envolverte con las mantas y acurrucarte como, también hay veces en que simplemente deseas sufrir y estar triste para que los demás se preocupen por ti. Aunque, con ciertas personas, ni siquiera eso parece surtir efecto."
"Es como cuando vas paseando por un precioso bosque donde todo es bello, pero esos estúpidos árboles talados lo estropean del todo. Puedes estar completamente loco por la forma de ser dulce e independiente de una persona, pero su maldita superioridad lo echa todo a perder."
En ese preciso instante, y totalmente coordinados, en dos camarotes diferentes del Going Merry, dos personas estornudaron.
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Hacía apenas unas horas que el sol se había alzado inseguro en el cielo, pero la eternamente efímera calma del Going Merry se veía turbada de nuevo por la misma cantinela de todas las mañanas.
-Sanji… tengo hambre… prepara el desayuno andaaaa… ¡Porfa Sanji! ¡Venga que quiero comer! ¡Sanji! ¡SANJI! –Luffy se había despertado de su "cárnico mundo de ensueño" creyendo que en pocos instantes su estómago comenzaría a comerse a sí mismo (puesto que ya llevaba por lo menos tres horas sin probar bocado), y con la preocupación reflejada en su dulce carita de niño, intentaba urgentemente despertar al cocinero -¡SANJI JOBA! ¡DESPIÉRTATE YA QUE ME MUERO!
Pero el subconsciente de Sanji parecía haber decidido que el sueño en que se hallaba sumido era más importante que los trastornos alimenticio-psicológicos de su capitán, y no parecía muy dispuesto a despertarse.
-Hmgnfg… claro que sí, Nami-chan, por donde tú quieras…
Luffy, cabreado y poniendo morritos, se decidió por tapar la nariz del rubio, que dormía acurrucado abrazado a sí mismo, y esperar a que la falta de oxígeno hiciera su trabajo.
-¡¡¡PERO QUÉ HACES ANIMAL! El cocinero se despertó al fin, tan cabreado con Luffy por la original forma de despertarlo, como por haberlo privado del magnífico sueño que estaba teniendo, y soltó un bramido que ayudó a todos sus compañeros a hacer lo mismo, todavía recobrando el aliento.
-Sanji… ¿me preparas el desayuno?
El cocinero parecía dispuesto a arrearle la patada de su vida, pero viendo la cara del moreno (que había recurrido a la ancestral técnica de los ojitos de cordero) acabó por levantarse a preparar el de todos. Al fin y al cabo, ya no podría seguir durmiendo con los gritos de todos esos histéricos a su alrededor.
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Nadie parecía especialmente despejado aquella mañana. Al parecer, ninguno de ellos había tenido una noche demasiado confortable.
Seguían sin llegar a tierra, y las perspectivas matinales no iban más allá del relax general.
Hacía un día soleado. Alguna que otra nubecilla solitaria se atrevía a aventurarse por el inmenso cielo azul profundo, y la temperatura no podía ser más apetecible para una tranquila mañana de bronceado, como Nami no tardó en apreciar.
Una vez terminado el desayuno, cada uno se dispuso a sus respectivas actividades, puesto que no había nada que hacer en el barco.
Nami salió a cubierta, ataviada simplemente por un escueto bikini blanco y sus gafas de sol, y se echó en la tumbona, tras haberle pedido a Sanji que le preparase un refresco para tan cálida mañana, sin más intención que la de tomar el sol y ponerse algo morena.
Era, en verdad, un día apacible. Sorprendentemente, reinaba la calma en el Going Merry, y esto inquietaba a alguno de sus inquilinos.
Nami tomaba el sol en cubierta, Chopper, Luffy y Usopp jugaban a las cartas en la mesa de la cocina. Robin se encontraba inmersa en una nueva historia de reciente adquisición, y Sanji hacía su guardia en el puesto de vigía. Y Zoro, aparentemente dormido recostado contra la barandilla como de costumbre, daba vueltas a aquellos extraños pensamientos que la noche anterior rondaban por su cabeza.
"No puedo negar que me atrae… y a decir verdad mucho, aunque eso no me hace pizca de gracia. Es todo ese enigmático halo de misterio y por así decirlo tabú que la rodea… Sin apenas planteárselo, con un ápice de su mirada, puede llegar a ser tan sexy…
Pero también hay algo que no soporto en ella. Tiene el maldito don de aparecer siempre en el momento y lugar menos oportunos. Y sus comentarios despectivos, con ese tonillo de superioridad en la voz… ¡Es algo que me desquicia! ¿Por qué disfruta dejándome quedar mal?
Aunque… por otra parte… hay algo en su forma de moverse, su voz… son infinitamente sensuales…
Tan solo con imaginarme… -Una sonrisa torcida apareció en la cara del espadachín, quien rápidamente cambió su expresión al darse cuenta de lo que estaba pensando.-
¡No!
Sé perfectamente qué es lo que quiere. ¡Me
provoca para que me venga abajo y ser la primera en vencerme. Esa…
¡Arpía! ¡Agg! Pero no seré yo, ¡Oh,
no, no voy a caer.
¡No vas a ser tú, Nico Robin, la
que pueda con el espadachín Zoro Rolonoa!"
De repente, una extraña sensación de recorrió la espalda de arriba abajo. Era algo raro, algo parecido a lo que sentía en sus luchas, algo que le indicaba que debía estar alerta.
Abrió los ojos, con expresión desafiante y miró en torno a sí, para descubrir la mirada de Nami clavada en él. Ella rápidamente se percató e hizo lo que pudo para intentar disimularlo.
-Hum…
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Robin apartó el pelo de su cara. –Vaya, me he quedado dormida leyendo. ¡Pero si son las dos y media! Ya deben estar comiendo. Seguramente Sanji no les dejó despertarme. –Formó una sonrisa cariñosa, que embelleció aún más su rostro, y se fue directa a la cocina.
En efecto, al llegar allí todos estaban sentados a la mesa, aunque la comida no parecía demasiado avanzada.
Sanji la recibió con su típica expresión delirante y su ojo descubierto convertido en un palpitante corazoncito rosa.
-Robin-swaaaaan! ¡Que tal te has despertado, mi preciosa bella durmiente?
-Muy bien, Sanji, gracias. –Robin lo apartó con una de sus sonrisas, y se sentó al lado de Nami, quien hojeaba detenidamente un mapa.
La cara de Zoro se nubló ante el estúpido comentario del cocinero y los agradecimientos de ella, pero increíblemente no dijo nada, quizás por miedo a que sus compañeros pensasen algo que no era con respecto a sus sentimientos hacia Robin.
-Chicos, creo que en pocos días llegaremos a una isla –Proclamó la pelirroja. –Es pequeña y acogedora, y tiene un pequeño pueblo llamado Hollowstone. Es un lugar muy curioso. He estado leyendo un libro en el que dice que hay una enorme piedra que parece una montaña hueca llena de agujeros donde, por protección, se construyeron las casas.
-Es como… ¡Como el queso de los ratones pero con casitas en los agujeros! –Como no, era un emocionado Luffy el autor de ese ingenioso comentario.
-Eeehhh… :S sí, algo parecido… Pero no os emocionéis, porque aún tardaremos unos cuantos días en llegar.
-¡Bueno vale! El comentario de Luffy dio por zanjada la conversación, dando a entender que lo importante en aquel preciso momento era la comida.
Pronto apareció Sanji junto a ellos, con un perfectamente decorado plato de carne con guarnición en cada mano, que dejó enfrente a cada una de sus "damas"
-¡Eh, Sanji, ¿y nosotros que!
-¡Ya va, ya va! Pronto se dio la vuelta de nuevo, dejando en medio de la mesa una enorme fuente repleta de carne, de la cual todos se pusieron a zampar como si no fuesen a comer nada más en toda su vida.
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La tarde no fue mucho más ajetreada que aquella estúpidamente monótona mañana. Cada cual estaba inmerso en sus cosas, al igual que durante todo el día, sin nada en especial que hacer.
Nami estaba ocupada en sus mapas. Usopp ultimaba nuevas fórmulas para sus canicas. Robin seguía con su libro mientras hacía la guardia. Sanji preparaba un suculento tentempié pasa sus chicas, y Zoro abrillantaba sus espadas sentado junto al mascarón de proa.
El silencio reinante en aquel momento se vio roto de repente por unos gritos entremezclados con risas y sonido de pasos.
Luffy apareció corriendo por cubierta, seguido a corta distancia por Chopper, quien al parecer intentaba pillarlo, pero se veía vencido por las pequeñas trampitas de su capitán.
Zoro, que hasta el momento no se había dado cuenta de la aparición de esos dos, se sobresaltó cuando Luffy saltó de repelente por encima de él, y del susto soltó la espada que tenía en las manos, todavía envainada. La espada de Kuina.
Todo sucedió como a cámara lenta. El rostro del peliverde adoptó una expresión desencajada de horror e ira, al ver como su querida katana salía volando por encima de su cabeza dando vueltas por los aires, pasando la barandilla y en dirección, sin duda al mar.
Estaba a escasos centímetros del agua, y el espadachín, paralizado por el horror de ver como la espada de su amiga se caía al mar sin remedio, no puedo hacer nada en aquel instante. Pero la espada jamás llegó a tocar el agua…
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N.A: Bueno… aquí otro intento de fanfic que estoy intentando prolongar bastante más que todos los que llevo hechos
Espero que os guste y por favor, dejadme algun review!
En el proximo capitulo… chan chan chan ¿Qué pasara con la espada de Zoro? ¿Qué era esa mirada que Nami le dirigía? ¿Y Robin? ¿Qué se supone que pretende intentando provocar al espadachín? ¿Conseguirá Zoro aclarar sus sentimientos? Y lo más importante… ¿Saldrá Luffy vivo después de esto? Lo veremos en el proximo capítulo –risa malefica-
