Cullen estaba tumbado sobre su catre, solo con el ligero pantalón que usaba para dormir. Miraba a través de una de las ventanas de los aposentos de los templarios, una de las lunas, moverse lentamente en la bóveda celeste. Desde que ingresó en la orden del temple, sus instructores le habían enseñado que no se podía confiar en los magos, que siempre debías mantenerte alerta ante cualquier atisbo de rebeldía, que no podías dejarte influenciar por su palabrería. Y así un interminable catalogo de avisos, para evitar que usaran magia contra uno mismo, ya fuera regulada o prohibida.

Entonces la vio. Solona Amell, una jovencita que trajeron cuando apenas era una niña. Él no estaba aún entre los templarios de la torre de Ferelden, pero imaginó que estaría asustada cuando llegó, separada de su familia, por poseer la maldición de la magia. Era la principal diferencia de los magos en contra de los templarios. Ellos ingresaban en la orden por voluntad propia, los magos eran obligados a venir, y en caso de negación, las órdenes eran claras.

Cuando se percató de su presencia solo era una maga más. 'Joven e ingenua' pensaba para si. Pero con el tiempo comenzó a sentir algo. Cuando veía su suave rostro sentía calor en su pecho. La miraba en los aposentos de los aprendices cuando se peinaba su liso y castaño claro cabello. La túnica dejaba entrever algo de su estilizada figura, sus caderas, su sugerente pecho. Cuando se quiso dar cuenta, la vigilaba más que a cualquier otro aprendiz. Se maldijo a si mismo por su torpeza. Se había dejado engatusar por solo el Hacedor sabia que artes arcanas. O al menos eso pensaba él. Sus enseñanzas pesaban mucho, y la influencia de los caballeros Lucia y Danse era intensa.

Viendo los archivos de ingreso averiguó que se llamaba Solona, un nombre tan bello como todo en ella. Era de origen noble y de Kirkwall. Se preguntó como acabó allí en el circulo de Ferelden. Quizás su familia prefería mantenerla lejos para que fuera más fácil olvidarla.

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Solona solo tenia seis años cuando su magia hizo acto de presencia. Revka, su madre, estaba en la cocina cuando ella sin querer y sin saber como congeló una silla. Su madre, lo temía. Su familia llevaba el estigma de la magia en su sangre. Si hijo mayor ya con nueve años no mostró indicio alguno de magia y eso la consolaba. Pero seguía temiendo la posibilidad de que su pequeña Solona la tuviera. Y aquello se lo confirmó.

Intercedió ante el caballero comandante de Kirkwall, a pesar de las reticencias de su segunda, la Teniente Meredith. Con la promesa de una gran donación a la capilla consiguió que la llevaran al circulo de Ferelden. No quería que se criara en aquella prisión convenientemente transformada en circulo para los magos.

En su último día, Solona se despidió de su madre, padre y hermano con lágrimas en los ojos. El viaje hasta Gwaren fue largo, y los templarios que la escoltaban esperaban cualquier atisbo de magia. Sabían que los jóvenes, eran incapaces de controlarse sobre todo si estaban asustados.

Durante los siguientes años, aprendió los entresijos para controlar su magia. Se interesó especialmente por la magia de hielo para defensa, y la curación. Con los años, y a base de leer y aprender deseaba ayudar a la humanidad con su magia. A pesar de las diferencias internas sobre su influencia, ella era feliz en la torre. Entonces lo vio. Un nuevo Templario que llegaba. Con un suave rostro marcado por una ligera perilla que rodeaba su boca. Un corto cabello rubio que le daba un aire radiante. Preguntó a sus compañeros aprendices y consiguió averiguar su nombre. Cullen. Era hermoso, al menos pensaba ella. Sabia por historias y cuchicheos, que en ocasiones un mago o maga se relacionaba clandestinamente con un miembro del temple. Incluso se sabia de hijos que se daban en adopción a la capilla producto de aquellas relaciones.

Ella soñaba con él, que compartían lecho juntos. Que tenían hijos. Su mente normalmente atenta al estudio, cuando lo veía pasar se desviaba a otra parte, imaginando como sus cuerpos se entrelazaban en un apasionado acercamiento.

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Jowan le estaba explicando algo, pero apenas le atendía. Miraba a su caballero rubio de reojo. Él aún no se había percatado de ello.

"¿Solona? ¿Me estás escuchando?"

"Hmm..."

Cullen se giró, tras recibir las órdenes. Sus miradas entonces se cruzaron. No apartó la mirada de inmediato, como solía hacer. Se quedaron mirándose y estudiándose durante un buen rato, haciendo que todo el sonido a su alrededor se apagara por completo. Casi eran capaces de escuchar el latido del corazón del otro, los pensamientos del otro. Entonces su temple apareció y Cullen se giró de nuevo.

Solona suspiró de la emoción.

"Estás loca. ¿Un templario? ¡Bah!"

"Es lo que tiene el amor, Jowan. Es inesperado."

"Si el primer encantador Irving o el Caballero Comandante Gregor te descubrieran, te harían encerrar."

"¿Eso crees? Yo no lo creo. Ni siquiera hemos cruzado más que un par de palabras. Ya sea por sus creencias o por propia personalidad, es muy tímido."

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Cullen se levantó, era ya noche cerrada y las dos grandes lunas del cielo estaban en conjunción con Draconis. Con el más absoluto silencio a pesar de su pesada armadura se acercó a la que era su cama y zarandeándola con suavidad la despertó.

Cuando abrió los ojos y vio a su caballero rubio ante ella casi le da un vuelco el corazón, si no fuera por que le tapó la boca con su frio guantelete habría gritado de la emoción.

"Shhhh. No alcéis la voz. Vuestros compañeros aún duermen. Es la hora. Levantaos y vestíos."

La angustia. Aquel ritual para saber si un mago es capaz de sobrevivir a la tentación de poder que supone un demonio. En caso contrario se convertiría en una abominación, un remanente de algo que fue humano. Cullen fue nombrado como el caballero que debía dar el estoque final en caso de que aquello ocurriera.

Para sorpresa de todos, aquel ritual fue de los más rápidos que se recordaban. Se sabía por los estudios realizados que el tiempo en el velo era diferente. Un día en el mundo, podían ser años en el velo.

Cullen se alegró, pues no sabia si seria capaz de matar a la que era su dama soñada, aunque nadie lo sabía.

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Solona se dirigía a los aposentos de Irving, pues como mandaba la tradición ya era una maga y no una aprendiz. Se cruzó con su caballero, que parecía nervioso al verla, más incluso de lo habitual.

"Buenos días Cullen. ¿Os ocurre algo?"

"Eh, eh. Bu-buenos días, milady."

"Por favor, Cullen. Llamadme Solona. Al fin y al cabo llevamos mucho tiempo viéndonos, aunque no mucho hablándonos."

El hecho de que ella mostrara aquella afabilidad, y lo dijera con tal facilidad le puso algo más nervioso, pero debía decirle algo, se sentía apesadumbrado y necesitaba deshacerse de aquella carga.

"¿Os ocurre algo Cullen? ¿Os veo tembloroso? ¿Puedo ayudaros? Conozco algunas artes mágicas para ayudaros."

"N-no, milady. Os quería confesar..."

"Decidme."

"Yo... yo..."

"Comprendo. Erais el encargado de matarme en caso de no pasar la prueba. No os aflijáis. En caso de que hubiera sido así no os habría guardado rencor alguno."

"Lo... ¿lo decís en serio?"

"Claro Cullen. Yo tiempo ha, acepté que la magia existe. Ya sea una maldición o bendición del Hacedor. Y creo firmemente en las enseñanzas de la profetisa Andraste. La magia debe usarse para ayudar, no para dominar a la humanidad."

Cullen no esperaba aquello. Sus conocimientos decían otra cosa. Aquella joven profesaba con su mismo ardor lo que la Capilla enseñaba.

Entonces ocurrió algo inesperado. Entre algunos hermanos se murmuraba que había magos que realizaban hechizos prohibidos de magia de sangre. En concreto se sabía de uno casi seguro. Jowan, el amigo tan cercano de Solona.

Cuando este le confesó su amor por Lily, además de los rumores sobre su implicación con la magia prohibida no lo aceptó.

"Eres mi amiga. ¿Tu puedes enamorarte de un templario pero yo no puedo...?"

"¡Por el Hacedor Jowan! Es una hermana, no es lo mismo."

"Tu misma dijiste que el amor surge de manera inesperada. Ahora no me vengas con eso."

Solona no aceptó ayudarles. Fue mencionar que se querían fugar de la torre, y tuvo que ahogar su propia voz para no llamarle traidor. Al fin y al cabo era su amigo.

Se marchó enfurecida, sin contestar a la petición de Lily de no desvelar sus planes. No podía aceptarlo. Si, ella se había enamorado de un templario, pero apenas hablaban. Mientras caminaba por los pasillos pensativa, se cruzó de nuevo con Cullen.

"¿Os ocurre algo Solona?"

Que la llamara por su nombre tal y como le pidió era una señal.

"Debo hablar con el primer encantador. ¿Sabéis si está ocupado?"

"Ahora no, vengo de sus estudio. ¿Necesitáis algo?"

"Acompañadme, tengo graves noticias."

Cullen marchó junto a ella con el semblante preocupado. El hecho de que quisiera hablar con Irving, con aquellos rumores rondando...

Su confesión ante Irving parecía confirmar al menos algo de lo que pensaba. Al margen del romance con la hermana. ¿Qué otro motivo tendría para huir del circulo? Entonces se percató. Solona, a pesar de ser amiga de aquel aprendiz respetaba las normas de la Capilla. No quería ayudarlo.

"Los magos siempre querrán huir, mataros, buscaran usar magia prohibida. No os dejéis engañar por sus zalamerías, serán meras ilusiones para haceros caer en sus redes."

Aquellas palabras de la caballero Comandante Lucia sonaban como un susurro ahora. Si que sabia de magos que habían hecho lo que le enseñaron. Pero su Solona no deseaba nada de aquello. Aceptaba de buen grado las normas.

Irving instó a Solona a seguir un plan para que Jowan se desenmascarara a si mismo. Cullen lo desaprobaba. Irving le pidió discreción. Quería que si uno de sus aprendices acababa en la prisión de Aeonar, la hermana también, al fin y al cabo ambos habían violado sus obligaciones. Solo cuando Solona le pidió por favor ser discreto él aceptó.

Era peor de lo esperado. Jowan destruyó su filacteria, y usó la magia prohibida sobre Irving, Gregor y Solona al ser consciente de la traición de la que era su amiga.

"Has sido descuidado Irving, mira las consecuencias de tu plan."

"Y que esperabas que hiciera Gregor. ¿Dejar que tus hombres apresaran a Jowan y que Lily escapara impunemente? No, ambos han mancillado el buen nombre de la Capilla. Ambos debían pagar por ello."

"¿Y ella qué? No hace ni un día que se ha convertido en maga y ya ha desobedecido las normas. ¡Apresadla!"

"Caballero Comandante, deteneos. Solo seguía mis ordenes, puede que Jowan haya huido pero no es culpa suya. Si alguien debe pagar por lo ocurrido soy yo."

"¿Hay alguien más que interceda en nombre de esta maga?"

Cullen dio un paso al frente sabedor que era el momento. Siendo cauteloso con sus palabras explicó que Solona no sabía ni tenía conocimiento de las verdaderas intenciones de Jowan.

"Bien. Irving, si no fuera por los muchos años que nos conocemos."

"Lo sé viejo amigo. Si no fuera así, habría ido en tu busca al conocer los hechos."

Lily fue enviada a Aeonar. Una partida con los mejores templarios que contaba el círculo marchó para perseguir y en caso necesario matar a Jowan. Las noticias de Ostagar además no eran nada buenas. Si ocurría una ruina todo Thedas podría sucumbir.

"No te preocupes Cullen, los Guardas Grises, vencerán a la ruina como antaño."

Estaba junto a ella, en sus aposentos. Desde aquél encuentro se sentía algo menos nervioso junto a ella. Casi esperaba poder compartir algo más que la simple amistad que pensaba tenían.