Título: Nothing to Remember.

Pareja: Santana/Brittany.

Resumen: Pero entonces caes en cuenta, te miran porque fuiste tú, esa voz que no reconociste fue tuya. Tú te has ofrecido como tributo en su lugar. Vas a ocupar el lugar de una chica que ni siquiera te conoce.

Disclaimer: Glee y Los Juegos del Hambre no me pertenecen y todo eso que todos sabemos xD.

N/A: En realidad no debería estar escribiendo esto porque tengo un montón de cosas sin terminar (algún día, lo prometo...), pero Bulletproof Force me lo lleva pidiendo hace un rato y decidí que no perdía nada además su cumpleaños se acerca, así que ¡Feliz Cumpleaños, anciano!, además que hace tiempo que no escribía y lo echaba de menos XD.

Esto sólo tendrá 3 o a lo mucho 4 capítulos, que es muy seguro que tengan la misma extensión que este, es decir, no muy largos. Lo errores son míos y las críticas son siempre bien recibidas.


Nothing to Remember.

1: La cosecha.


Despiertas por culpa de un fuerte ruido, desorientada te sientas en la cama y a tientas, con los ojos entrecerrados, cansados y somnolientos, buscas el cuchillo con el que sales a cazar.

Maldices en voz baja, una parte de tu cabeza te dice que debiste dormir más, que con cuatro horas de sueño no serás capaz de atacar a nadie y eres sólo un blanco fácil para quién sea haya entrado a este lugar sucio y pobre, al que te gusta llamar casa.

La otra parte de tu cerebro, la racional y la que ya ha despertado se burla de ti, no tienes idea de porque piensas que alguien podría venir a atacarte, eres solamente una chica huérfana del Distrito 12, vives en la Veta y a penas tienes contacto con la gente del distrito, quiénes sólo te conocen por ser un desperdicio de espacio, por tu mala reputación y básicamente por ser una vergüenza andante.

Muchos dicen que hubiese sido mejor para ti y la memoria de tus padres, que hubieses muerto con ellos en el accidente de la mina, siendo digna o lo que sea. Tú sabes que es sólo basura, morir en un sospechoso accidente donde se rumorea que la personas fallecidas eran las que quería formar una rebelión en contra el capitolio no es digno en absoluto.

Tus padres murieron bajo el estigma de ser traidores y no ves de qué forma eso puede ser digno, pero a estas alturas de tu vida ya te has dado cuenta que la gente del distrito no suelen ser coherentes y ya poca importancia tiene lo que ha pasado.

Parpadeas varias veces intentando despejar tu vista, sólo para toparte con la sonrisa burlona de tu único amigo, Noah Puckerman.

− ¿De verdad piensas que alguien vendría a atacarte? − Pregunta con tono burlón. Él también sabe que nadie gastaría energía en ti –en ustedes- no son valiosos y a pesar de su conducta que dicen es inmoral, no suelen molestar a nadie y proveen a los agentes de la paz con carne fresca, por lo que de cierta manera están protegidos.

− Nah, esperaba rebanarte el cuello y fingir que fue en defensa propia.− Te cuadras de hombros imitando su tono socarrón, él suelta una risa divertida porque tu jamás has matado a nadie y no vas a empezar con la única persona que se preocupa por tu bienestar, por la única persona que consideras familia. − ¿Qué haces aquí? Creí que hoy no iríamos a cazar por ser el día de la cosecha o lo que sea. − Murmuras con desinterés, ignorando el nudo que se forma en tu estómago.

La cosecha. Los juegos del hambre. Las posibilidades de que tu nombre salga son bastante altas y sinceramente la perspectiva de formar parte de aquella masacre es tan atractiva como besar a Puck.

− Mi último año. − Susurra él incrédulo, si su no nombre no sale, se ha salvado de formar parte de esto y no tendrá que preocuparse por dejar sola a su hermana y madre. No tendrá que preocuparse hasta que la más pequeña de los Puckerman cumpla los doce años y para eso faltan al menos seis años. Tú en cambio tienes diecisiete y muchas razones para creer que tu nombre saldrá.

Te levantas de la cama o más bien un montón de mantas raídas y desteñidas que amontonas para que sirvan de colchón. Puck no dice nada cuando lo dejas sólo en la habitación, él sabe que tienes razones para estar preocupada y te entiende.

Puck es consciente de que tu nombre suena fuerte este año. Veintiocho veces si son exactos ¿por qué tantas? Ni siquiera tienes el estómago para recordar todas las veces que has sido débil y pedido ayuda. Te avergüenzas y ese número de papeletas no es nada más que un indicador de lo patética que eres.

Si te llegan a escoger, no sabes en que te transformarás en la arena y eso te aterra. ¿Serás la presa fácil o la difícil? ¿Asesinarás por gusto o por necesidad? ¿Serás como aquellos chicos de los distritos más ricos e intimidarás al resto con bravuconería y falsa seguridad? ¿O serás de los chicos que se mantienen al margen y mueren por causas naturales?

Sinceramente, ninguna de aquellas alternativas parecen muy atractivas.

Eres imprudente, desvergonzada, indomable, luchadora y una cazadora decente, pero por sobre todas las cosas eres una sobreviviente y eso nadie puede negarlo. Has soportados los maltratos del orfanato durante años y sola has sido capaz de luchar contra la hambruna. No tienes familia ni amigos, aparte de Puck, en quienes apoyarte.

Si llegas a ser escogida sabes que, al menos, tienes la posibilidad de vivir un poco en la arena y demostrarle a la gente de tu distrito, aquellos que te miran como si fuesen mejores que tú, que después de todo, la pobre y patética Santana López si vale algo.

Sueltas un suspiro y sacudes la cabeza, intentando borrar los pensamientos negativos que te invaden.

Cuando estas lista, vas dónde está Puck, él te da una media sonrisa y se levanta con falsa alegría, intentan pretender que es otro día normal de caza, que sólo tienen que atrapar unas ardillas, capturar un par de conejos para la cena de la noche y lo que no sirva de comida venderlo en el Quemador. Bromean y se ríen, ignorando las siempre mal intencionadas miradas de algunos entrometidos, intentan aparentar que es un día más, que la cosecha y Los Juegos del Hambre ni siquiera los preocupa.

Sin embargo ambos están rezando en silencio para que el otro no sea escogido este año.

Pero nadie lo nota, todo lo que ven es a un par de niños engreídos.


/

La caza no fue muy productiva, no es que te sorprenda mucho el desenlace de la mañana, ambos están pensando en la cosecha y no lograron concentrarse lo suficiente para atrapar nada que valga la pena, asustaron a todas las posibles presas y ahora no tienen nada que puedan vender en el Quemador. Afortunadamente la pesca fue más fructífera y la familia Puckerman tendrá carne para la cena, tú por el contrario te conformas con un par de frutos y unos huevos de algún ave que dejó su nido sin protección.

Te sientas en el piso y le haces señas a Puck para que te acompañe, se quedan en silencio mirando el hermoso paisaje, piensas en cómo sería la vida fuera del distrito, como sería la vida lejos de las reglas del Capitolio.

¿Cómo sería la vida sin los juegos? Piensas y fantaseas con un mundo perfecto en la cual todos son libres y felices, imaginas a tus padres a tu lado (aunque no puedes recordar con exactitud cómo eran sus caras), quizá uno o dos hermanos pequeños que juguetean a tu alrededor, amigos que te acompañan con gusto, gente que se preocupa sinceramente por ti. Te ves sonriendo como nunca lo has hecho, te ves feliz como nunca lo has sido y nunca lo serás.

Bufas en voz baja, odiándote por desear esas cosas. El ruido llama la atención de tu amigo.

− ¿Quieres volver? − Te pregunta sin mirarte, sacudes la cabeza desganada. Por la posición del sol deduces que es cerca del mediodía y tienen que prepararse para estar a las dos en la plaza frente al Palacio de Justicia, si no llegan a aparecer tendrán serios problemas con los agentes de la paz y es lo último que necesitan.

Después de media hora se dirigen a la cerca y caminan con paso lento por la Veta. No hay nadie transitando las calles, sólo se escucha el cantar de los pájaros, una melodía triste, como si ellos estuvieran compadeciéndose de ustedes, los pobres cazadores serán los cazados. Te ríes un poco por ese pensamiento y respiras el tenso ambiente que se ha formado. El miedo es palpable, Puck te mira de reojo y ven como algunos empiezan a salir.

Probablemente todas las familias estén pasando por sus rituales privados antes de ir a la cosecha, deseando como tú, no ser los tributos de este año.

− Nos vemos en la plaza, López.− Te dice con una mueca que pretende ser una sonrisa, te ríes un poco ante su incapacidad de fingir y con un gesto con la mano te diriges a tu casa.

Dejaste –o más bien te echaron– el orfanato hace unos tres años después de una golpiza que casi acaba con tu vida, tu actitud y la manera como los desafiabas los ponía de un humor de perros y un día simplemente no se controlaron. Los encargados prefirieron dejarte ir antes de que las cosas se pusiesen peor y saliese a la luz como era realmente la vida en ese lugar, como si fuese un secreto para el distrito, pero no te ibas a quejar, lo único que querías era salir de ahí y no soportarías hasta tener la edad suficiente.

Meses después descubriste que fueron amenazados por algunos agentes de la paz, aquellos a los que provees de carne fresca y necesitan de tus servicios dieron la cara por ti, recuerdas haberte sentido un poco protegida en ese entonces. Al menos, aunque haya sido por razones egoístas, había alguien que te defendía.

Un año después esos mismos agentes murieron en un extraño incidente que, obviamente, el Capitolio ocultó al resto de Panem. Ese día murió la sensación de seguridad a la que te aferrabas, menos mal que para ese entonces ya tenías a Puck.

Dejas las cosas en una mesa coja que fabricaste y te cambias a una ropa más… festiva y que no demuestre lo que has hecho durante la mañana. Por alguna razón que desconoces, toda la gente se viste con sus mejores trajes para ir a la cosecha (que no son muy agraciados como los del Capitolio, teniendo en cuenta que tu distrito es muy pobre), como si fuese un evento que celebrar.

Luego recuerdas que el Capitolio los obliga a disfrutar de Los Juegos del Hambre como si fuesen un evento deportivo. ¡Vaya deporte!, piensas burlona.

Una vez que ya estás lista, te encaminas hacía la plaza como mucha gente de la Veta, todos con expresiones sombrías, como si alguien fuese a morir y si lo piensas, eso es lo que ocurre. Eligen a alguien para ir a morir, porque nadie del Distrito 12 ha ganado en años y con los profesionales que hay en los otros distritos, es poco probable que este año sea la excepción.

Te formas en la fila, detrás de tres rubias. Ni siquiera tienes que mirarlas mucho para saber quiénes son. La de cabellos cortos y más baja es la hija menor del alcalde Fabray, Lucy Quinn Fabray, mayor que tú un año y demasiado perfecta para tu gusto, este es su último año en la cosecha y no debe estar muy preocupada, ¿cuál es la posibilidad de que la hija del alcalde salga como tributo? Nunca has escuchado que pase.

La otra es Brittany Pierce, hija mayor de los boticarios y mejor amiga de la niña Fabray. También es mayor que tú, recuerdas que en el colegio muchas personas la saludaban y felicitaban por su cumpleaños y porque este sería su último año en la cosecha, por alguna razón esta chica es muy querida en el distrito y nadie quiere que sea un tributo al que tendrán que ver morir. Tal vez sea porque ella tiene la amabilidad y el carisma del cual tú careces con creces, sin mencionar que sus padres son muy afables con todos, incluso lo han sido contigo y eso es mucho decir (sería correcto decir que la familia Pierce es mucho más querida que la familia Fabray).

La última chica es mucho más joven que tú, tal vez trece años y si no mal recuerdas es la hija menor de los Pierce, no recuerdas su nombre pero como su hermana, es una chica encantadora y alegre, querida por todo el mundo.

Yo también sería alegre y encantadora si no tuviese que preocuparme por morir de hambre. Piensas con amargura, aunque en el fondo sabes que no tienes nada en contra de esas dos familias. Sólo te fastidia la injusticia en la que vives tú y gran parte del distrito.

A los que odias son a los idiotas del Capitolio, por culpa de ellos pasa todo y te gustaría mucho hacer algo para joderlos, pero estás muy consciente de que para esa gente eres una hormiga entre miles, inofensiva y débil. Exterminable.

Pasas por la misma rutina de todos los años sin decir palabra, luego vas al grupo con los demás de tu edad y esperas a que empiece la fiesta.

Cuando el alcalde Fabray se acerca al podio y empieza a recitar el mismo discurso de todos los años, tu mirada empieza a vagar por la plaza. Buscas a Puck y cuando lo encuentras, te das cuenta de que el también te ha estado mirando. Se sonríen cuando sus ojos hacen contacto y él comienza a hacer morisquetas imitando al alcalde de forma exagerada, logra sacarte un par de risitas. Sabes que son cosas que hace para relajarse y para tranquilizarte.

Se lo agradeces moviendo tus labios, esperando que lo entienda y lo hace porque te levanta ambos pulgares como diciendo no hay problema.

Sientes una mirada quemarte la nuca, te giras buscando al responsable de eso y en pocos segundos te topas con la mirada avellana de Quinn Fabray llena de desaprobación, a su lado está la chica Pierce que mira el piso nerviosa.

Mueves las cejas con una sonrisa burlona, ella te responde poniendo los ojos en blanco para luego volver su atención al alcalde.

Una vez que termina el discurso obligatorio, la acompañante del Distrito 12, de la cual no recuerdas el nombre, está vestida con las extravagantes modas del Capitolio, con el cabello verde brillante, camina hacia el podio dando pequeños y ridículos saltitos, parece demasiado emocionada para tu gusto y el odio hacia el Capitolio incrementa considerablemente. ¿Cómo alguien puede divertirse con esto?, piensas indignada.

Sientes escalofríos al ver esa sonrisa dentada, falsa y enorme que les regala.

− ¡Felices Juegos del Hambre! − Chilla encantada y notas que muchos se estremecen ante el sonido inhumano de su voz o tal vez son los nervios por lo que se avecina, no estás segura y sinceramente no parece ser muy importante tampoco. − ¡Y que la suerte este siempre de su lado!− Termina haciendo gestos exagerados con las manos.

El sorteo comienza y como siempre, tal como dice la mujer, las damas van primero. Te frotas las manos sudorosas, ni siquiera te habías dado cuenta de la humedad hasta ahora, tu estómago se aprieta y contienes la respiración cuando la estrafalaria mujer abre la papeleta con la pobre desdichada que será la mujer tributo del distrito.

Que no sea mi nombre, no mi nombre, no mi nombre, por favor… ruegas y al parecer eres escuchada, porque lo que sale de esos labios verde pálido no suena nada como tú nombre.

− ¡…Ashley Pierce! − Dice y por un segundo sientes como el alivio y la euforia te invaden. Inmediatamente miras en la dirección de Puck y él te regala una enorme sonrisa, ahora sólo queda esperar a que él no salga y podrán vivir tranquilos hasta el próximo año, tal y como querías está mañana.

Entonces algo te golpea, una sensación de vacío y miedo, tardas unos momentos en saber porqué. Ashley Pierce, la niña de trece años, hija de los boticarios. Escuchas el jadeo ahogado de alguien que se encuentra atrás tuyo, no necesitas girarte para ver que se trata de Brittany, quién se ha quedado sin palabras y se ahoga con sus propias lagrimas.

Quiere decir algo, lo sabes, pero es incapaz de formular palabras y no la culpas. Si fueses tú en su lugar, si tuvieses una hermana o la hermana de Puck quién hubiese sido escogida, estás segura de que no sabrías que hacer.

Todo está en silencio, nadie puede creerlo, una chica rica ha sido la desafortunada, la hija de los boticarios ha sido la sorteada.

Lo único que se escucha es el ataque de pánico de la niña mayor de los Pierce, quién lucha con las palabras y contra Quinn quién la sujeta con la misma expresión de miedo, estás segura de que los ruidos incoherentes que salen de su boca son las palabras voluntaria y me ofrezco, pero dudas que alguien la entienda y si no lo hacen, no es válido.

Buscas a la otra niña rubia, no te es difícil encontrarla. Los agentes de la paz están rodeándola, la toman de un brazo y tu corazón se rompe al ver su mirada aterrada mientras es empujada hacía el escenario.

Trece años, sólo trece años. Una niña que nunca ha luchado por nada en su vida, que no ha pasado nunca hambre gracias a su posición privilegiada, una niña que no sabe nada de supervivencia. Un tributo que será asesinado en el comienzo de los juegos.

− Me presento voluntaria. − Dice alguien con voz trémula.

Pasan varios segundos, antes de que te des cuenta de que todos te están mirando a ti. ¿Por qué? te preguntas confundida y quieres gritarles que dejen de hacerlo, que hay una niña de trece años que será sacrificada en unas semanas, quieres decirles que si tanto quieren a los Pierce que alguien haga algo por ellos ahora.

Pero entonces caes en cuenta, te miran porque fuiste tú, esa voz que no reconociste fue tuya. Tú te has ofrecido como tributo en lugar de Ashley Pierce.

− Me presento voluntaria como Tributo. – Repites más fuerte, llamando la atención de las personas en el escenario. Estás demasiado concentrada en no retractarte para medir las reacciones de las autoridades.

¿Una voluntaria en el Distrito 12? Una verdadera novedad.

Puck debe estar mirándote sin saber que decir, probablemente esté muy enojado contigo. Y no lo culpas, tú también lo estarías si los papeles fuesen invertidos. Después de haberte zafado te ofreces por una niña rica, ¿en qué diablos estás pensando Santana? Escuchas su voz enojada en tu cabeza.

Sin embargo las palabras salieron de tu boca precipitadamente, no tuviste tiempo de pensarlo. Nadie entiende porque tú, Santana López, se ofrece de voluntaria en lugar de la niña Pierce, y si eres sincera, tú tampoco lo sabes.

Sólo sabes que tienes que hacerlo.

La mujer de verde está maravillada con el desarrollo de los acontecimientos, los agentes de la paz dejan libre a Ashley quién corre hacía su hermana, no obstante te mira agradecida, como si fueses de otro mundo.

Es posible que lo sea, piensas con humor y te sales de tu fila lentamente. Subes al escenario y la mujer, cualquiera que sea su nombre, se acerca a ti sonriente.

− ¡Qué valiente jovencita! – Exclama con ese tono afectado tan característico del Capitolio. Le lanzas una mirada llena de desprecio, pero no se da por aludida. − ¿Cuál es tu nombre?

− Santana López. − Contestas escuetamente.

− Bueno, bueno ¿puedes decirnos por qué te ofreciste de voluntaria?− Sus ojos brillan emocionados y debe estar muy contenta de que finalmente haya algo de acción en el pobre y olvidado Distrito 12. – Quiero decir, ella no es tu hermana ni parte de tu familia ¿Es familia de alguna amiga tuya o tu cuñada tal vez? − Eso último te dan ganas de reír, dios, si supiera lo que está implicando no diría esas tonteras.

Te aclaras la garganta y notas que todos parecen interesados en tu respuesta. Desearías tenerla, de verdad. Te encantaría saber porque diablos están en un escenario de forma voluntaria, cuando hace menos de una hora lo único que querías era no estar precisamente ahí.

− No es de tu incumbencia. − Gruñes casi como un animal, ella te mira asustada y disgustada. Los modales son muy importantes en el Capitolio y tú no tienes nada de esos.

Escuchas que dice algo para justificar tu comportamiento deplorable y se prepara para elegir al tributo masculino.

No prestas atención, estás perdida en una bruma extraña de sensaciones, ¿por qué lo hiciste? ¿qué te importaba a ti si Ashley o Brittany Pierce iban como tributos? Nunca has sido cercana a ellas y dudas que las rubias te hubiesen reconocido en la calle si alguna vez se hubiesen topado. ¿Por qué te has arriesgado? Quieres saber la respuesta tanto como las personas que siguen mirándote con curiosidad.

Lo siguiente que sabes es que estás estrechando la mano de Dave Karofsky, el hijo de un minero de tu edad y que a veces cazaba solo en los bosques, este es el otro tributo que en la arena te va a querer matar y considerando lo pequeña que te ves a su lado, no parece que le vaya a ser muy difícil lograrlo.

La cara del chico está pálida y te mira asustado, quizá se pregunta porque diablos te ofreciste como voluntaria para esto, porque dudas que te tenga miedo como contrincante.

La cosecha ha terminado y la suerte no ha estado contigo (gracias a mi boca que tiene vida propia, te recuerdas con humor).


/

Estás en una sala dentro del Palacio de Justicia, es un sitio muy lujoso y no recuerdas haber visto nada como esto en tu vida, pero debido a las circunstancias no eres capaz de apreciarlo como te gustaría.

Caminas en círculos, las consecuencias de tu impulsiva decisión están comenzando a pesar sobre tus hombros. ¿Por qué? ¿Por qué?

La puerta se abre y te sorprendes al ver a la familia Pierce ahí, el padre, la madre y la hija pequeña, mirándote con sus profundos ojos azules, con algo que no acostumbras ver. Gratitud.

− No sabes lo agradecidos que estamos por esto, Santana. − Dice el hombre, su voz está cargada de emoción genuina, sus ojos azules brillan con lagrimas de alivio.− No pretendo cuestionar tus motivos, pero quiero que sepas que siempre recordaremos esto.

− Sólo asegúrate de ganar, cariño. − Es el murmuro que escapa de los labios de la madre, suave y cálido. La expresión de afecto te toma por sorpresa, ¿Cuándo alguien te había llamado así? Te gusta pensar que tu madre lo hacía, pero no lo recuerdas y sabes que bien podría tratarse de sólo una ilusión.

Pero escucharlo, con ese tono de preocupación… sientes como las piernas te empiezan a fallar, algo se rompe y sólo quieres echarte a llorar por haberte puesto en esta posición.

Ahora es cuando el miedo empieza a domar tus acciones. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué?

− Lo intentaré. − Prometes temblorosa, sin querer pensar en que hay otros veintitrés tributos que poseen más habilidades que tú, que estarán contentos de acabar con tu existencia.

Ashley no dice nada, sólo te abraza y luego corre a esconderse detrás de su madre, tal vez está asustada. A lo mejor piensa que puedes retractarte y que ella será mandada al Capitolio como así el destino lo quería.

No sabes si eso es posible y si lo fuera ¿lo harías? ¿dirías que fue un acto de demencia, qué no quieres ser voluntaria? No. No lo harías por muchas dudas que tengas y por fuerte que sea el miedo que te paraliza.

Quieres tranquilizarla pero el nudo en la garganta te impide hablar. Entra un agente de la paz y dice que el tiempo se acaba, intercambian despedidas cordiales y estás sola nuevamente.

La siguiente en entrar no es otra que Brittany Pierce, más pálida de lo habitual y con los ojos rojos.

− ¿Por qué lo hiciste? – Pregunta directamente y el tono que usa no es uno que le hayas oído a ella antes. Es fuerte, decidido y hay algo más que no eres capaz de identificar.

− No lo sé. − Respondes sinceramente y te gustaría que ella o cualquier persona te diesen la respuesta.

− ¿Cómo no lo vas a saber? − Su tono se eleva y sus ojos brillan furiosos. No puedes evitar enojarte también, ¿qué importancia tiene ya? Tú vas a esos juegos malditos y su hermana estará sana y salvo por un año. ¿Por qué le importa que una huérfana de la Veta vaya en su lugar? En cuanto muera, nadie se acordará de tu nombre, nadie va a extrañar a la vergüenza del Distrito 12.

No hay ninguna familia que te vaya a extrañar, Puck va a estar demasiado ocupado tratando de alimentar a su madre y hermana para perder el tiempo con sentimentalismos.

− Bueno ¿qué querías que hiciera? ¿Qué, como tú, me quedara callada mientras una niña de trece años iba a ser tributo? Una niña que es tu hermana. − Le recuerdas con la voz cargada de veneno y saboreas como se estremece bajo tu acusación. – No tengo ningún motivo, más que la vergüenza que me da que tú, como su hermana no hayas hecho nada por intentar salvarla.

Es una mentira, porque sabes que esa era toda la intención que esta chica frente a ti tenía, quería salvarla pero el shock, el terror y la desesperación la llevaron al estado donde solo podía soltar gemidos y jadeos lastimeros.

No la culpas tampoco.

− Tienes razón, yo debería estar aquí. − susurra avergonzada.

− Al parecer la suerte está de lado de tu familia. – Es tu vago intento de humor y ella sonríe a medias.

− Lo siento, Santana. − Tu nombre suena muy familiar viniendo de sus labios, como si lo hubiese usado muchas veces antes. Aunque dudas que sea el caso, ¿por qué lo iba a usar? ¿Por qué esta muchacha iba a querer hablar de ti con alguien más? Además estás segura de que ha aprendido cómo te llamas hoy.

− Da igual. − Te encojes de hombros. − Ahora tendrán que comprarle los conejos a Puck. − Añades sin saber porqué. El boticario siempre te ha comprado los conejos que le llevas, sin importar si los necesita o no, cada vez que le ofreces una presa te la compra con generosas cantidades de dinero que más de una vez te han salvado de morir de hambre.

Supones que esto puede ser tu agradecimiento, por las veces que él te dio de comer reemplazas a sus hijas en los juegos del hambre.

Una parte de tu cerebro te dice que eres una pésima comerciante, que este pago es injusto. Pero no le prestas mucha atención.

− Claro… Puck, tu novio. − Masculla ella con frialdad y quieres reírte en su cara porque ¿tú y Puck? Ni en un millón de años, no obstante guardas silencio y notas como ella se ha puesto tensa después de mencionar a tu mejor amigo.

Levantas las cejas ante esto, pero no le das demasiadas vueltas.

− Espero que no esté muy enfadado con nosotros por esto. − Dice entre dientes, sin mirarte a los ojos.

− No lo estará siempre y cuando le compren los conejos. − La rubia suelta un ruido incrédulo. – Así podrá mantener abastecida a su familia, ya sabes que no saca nada con enojarse con nuestro mejor comprador.

− De acuerdo. − Accede finalmente. − Compraremos todos los conejos, incluso las ardillas que ande trayendo. Nos encargaremos de que tu novio y su familia no pasen hambre. − Promete con voz hueca y sigues sin entender porque reacciona así, a pesar que debes reconocer que es un poco divertido.

No sabes si creerle aquella promesa, pero no te queda otra alternativa. Además si no lo hace, Puck encontrará sin problemas a alguien que los quiera. En el Quemador siempre hay alguien que quiere lo que ofreces.

− Intenta ganar. − Habla antes de que vengan a buscarla, su voz está cargada de emoción como si realmente estuviese preocupada por tu bienestar. Como si te fuese a extrañar si mueres en la arena.

− Haré lo que esté a mi alcance. − Es tu promesa y ella te da una genuina sonrisa antes de abrazarte con fuerza y cariño. No sabes porque tu corazón empieza a latir más rápido, ni porque tu cuerpo se calienta de esta manera o porque el dulce aroma de su perfume te hace sonreír.

Sólo sabes que sea lo que sea te gusta y si tienes que ir al infierno y regresar para volver a sentir esta sensación, lo harás.

Los agentes dicen que ya se ha acabado el tiempo. Ella duda, quiere decir algo pero se detiene y niega con la cabeza, te sonríe a medias y va caminando hacia la puerta.

− No es mi novio. − Ella se da vuelta y te lanza una mirada inquisidora. − Puck no es mi novio, nunca lo ha sido y nunca lo será. − No quieres morirte sin dejar en claro eso. Te sientas asqueada al pensar que alguien pueda creer semejante barbaridad. Tú y él es… un no rotundo aquí y en cualquier parte.

Brittany sonríe brillantemente antes de desaparecer por la puerta.

Esa sonrisa es algo que vas a atesorar en la arena, estás seguro de ello. Por patético que lo encuentras, ese puede ser el recuerdo más preciado que tienes.

El último en ir a verte es tu mejor amigo. Sonríes un poco cuando lo ves, el te devuelve el gesto a medias antes de atraparte en sus brazos. No parece enojado, sólo triste y es comprensible teniendo en cuenta que su mejor amiga tendrá que luchar por su vida, mientras el lo único que puede hacer es observar en la seguridad de su hogar.

− Tienes que ganar. − Dice apretándote más en sus brazos.

No puedes dejar de comparar lo que sientes cuando él te abraza, a cuando fuiste abrazada por Brittany. Los olores son diferentes y a pesar de que sus brazos son familiares y su calidez es reconfortante, sigues prefiriendo lo que la rubia te ofreció.

− Muchos de ellos son profesionales, Puck. − Le recuerdas y el gruñe en voz baja murmurando algo de la injusticia y lo ilegal.

− Tienes que intentarlo, Santana. − En otra ocasión te hubieses burlado de lo mimado que suena, pero no es el momento indicado y nunca lo será. No cuando es muy probable que no vuelvas a verlo.

Si tú estuvieses en su lugar le rogarías, no, le exigirías que ganara.

− Está bien, lo intentaré. − Asientes con la cabeza y te quieres convencer de que esto es lo que quieres. – Voy a volver y cuando lo haga seré tan rica que no tendremos que preocuparnos más por morir de hambre. – El sonríe ante la imagen de vida que le plantas en la cabeza.

Es una imagen bonita y feliz.

− ¿No me vas a preguntar por qué lo hice? − Cuestionas curiosa. Puck se ríe entre dientes y te suelta.

− Eres una idiota noble, López. Esa es la única respuesta que tengo y no creo que tú sepas tampoco porque lo hiciste, así que ¿qué caso tiene preguntarte? – Es verdad, no sabrías que responder y en silencio agradeces que te conozca tan bien como para no incomodarte.

− No sé si puedo matar a gente, Puck. – Admites finalmente.

− Es como cazar, Santana. – Responde y quieres decirle que tampoco eres una cazadora tan buena, que sólo consigues las presas porque él te ayuda, pero no puedes decir nada.

Es hora de que Puck abandone y la hora de que vayas al tren que te llevará al Capitolio.

− Te voy a extrañar, López. – Te besa la frente.− Más te vale volver o iré al mismo infierno a buscarte. – Es una amenaza vacía y te ríes mientras asientes y luego él se va cabizbajo, verlo marcharse te hace sentir una soledad abrumadora, él es el último visitante. Eso significa que en cuanto Dave Karofsky termine con su gente, será la hora de marcharse.

La cuenta regresiva comienza.

¿Cuántas horas te quedan de vida?


/

Caminas junto a Dave hacia la estación de trenes, ambos van en silencio y sin mirarse. Te parece bien, entre menos hablen y se conozcan, más fácil será cuando tengan que matarse en los juegos.

La estación está llena de periodistas hambrientos de información, mucho se dirigen a ti y te preguntan tus motivos para ofrecerte como tributo, al parecer tu acción ha despertado el interés colectivo de Panem. Es abrumador como te gritan mil preguntas a la vez, algunos sugieren que quieres gloria, otros que estás enamorada de algún miembro de la familia Pierce y que este es tu sacrifico por ese amor, algunos más audaces dicen que quieres ganar para restregárselo a todos los que te han hecho la vida imposible, por el estilo de vida que llevas.

Por mucho que suenen ridículas las excusas (y por mucho que te guste la última opción) no respondes nada. Que ellos saquen sus propias conclusiones y que publiquen las historias que les plazca.

Una sensación placentera te llena cuando sabes que ellos jamás tendrán la historia correcta.

(Todos te prestan atención a ti y nadie parece interesado en tu compañero, no sabes si eso es bueno o malo).

A pesar de la multitud, puedes localizar fácilmente un par de ojos azules que te miran con insistencia. Brittany Pierce te sonríe vacilante y te hace un gesto de despedida con la mano, le correspondes con la misma duda y tu saludo parece enloquecer más a los periodistas, quiénes comienzan a buscar frenéticamente al receptor de aquel gesto.

Te burlas en silencio y agradeces cuando las puertas de tu transporte se abren frente a ustedes, dándoles la perfecta oportunidad de escapar de esos locos.

Felices sexagésimo quinto juegos del hambre. Piensas amargamente antes de subir al tren.

Que la suerte este siempre de tu lado.


N/A2: El siguiente vendrá pronto en la perspectiva de ambas, porque las historias de un sólo lado se vuelven aburridas... creo.

En fin, críticas, tomatazos (aunque podría ser otra cosa, no me gustan los tomates...[?]) y todo eso, ya saben como dejarlo! (: