Me siento sola
Un cálido día de verano, en el parque principal de Odaiba, sentada en una banca, se encontraba una jovencita de unos catorce años con ojos miel, que reflejaban evidente tristeza, y cabellos castaños. Se hallaba sola y así permaneció por varios minutos, hasta que un chico rubio con no más de doce años, se acercó a ella.
—Hola, ¿puedo sentarme? —preguntó.
—Claro... —susurró la muchacha.
—¿Te pasa algo?
La castaña guardó silencio.
—Contéstame
—No...
—¿No?
—Bueno, tal vez sí...
—¿Qué te ocurre?
—¿En verdad te importa?
—Eres mi amiga, claro que me importa.
—Sólo es una tontería.
—Al juzgar por tu mirada no creo que se trate de una tontería, pero si así lo fuere, igual me gustaría escucharte.
—Me odio... —murmuró ella.
—¿Perdón? ¿Quién te odia?
—Yo... me odio, ¡te juro que me odio! —exclamó Mimí, explotando en llanto.
—Espera, espera, por favor no llores —pidió él—. Vamos con calma, ¿por qué dices que te odias?
—Por todo...
—¿Todo qué?
—¿Qué no es obvio? Me odio porque soy tonta, fea y caprichosa. Tan inmadura e infantil, por eso nadie me quiere —se lamentó la Tachikawa, hundiendo el rostro en sus manos.
Takeru se acercó a ella.
—No creo que sea así, Mimí. Yo... pienso que eres inteligente, bonita y espontánea. También sincera, siempre dices lo que piensas y actúas como te parece. Si eso te hace inmadura, siéntete orgullosa.
Ella levantó la cabeza y desvió la mirada.
—Incluso si lo que dices fuera cierto, aún así… Yamato eligió a Sora. Y eso es porque ella es mejor que yo.
—Sora no es mejor que tú, ella simplemente es diferente. Más centrada y menos desenvuelta. Más como Yamato.
—…
—Además, ¿por qué te gusta mi hermano? Apenas si se hablan.
—No sé si me gusta, sólo lo encuentro lindo…
—¡Con más razón! No creo que esto tenga que ver con Yamato o Sora. Únicamente estás desconforme contigo misma, pero no te sientas mal. Todos pasamos por eso.
—Tienes razón, no debo llorar más —dijo Mimí, secando sus lágrimas.
—Otra cosa, por favor no vuelvas a decir que nadie te quiere. Eres una de las chicas más populares. Sin mencionar, que siempre nos tendrás a nosotros.
—¿De verdad lo dices?
—Por supuesto, nunca te mentiría —aseguró Takeru.
—Gracias... —musitó ella, acercándose al rubio para darle un fuerte abrazo.
—No tienes porque darlas, Onee-san. (1)
—¿Onee-san?
—Sabes que eres como mi hermana mayor.
Mimí sonrió.
—Gracias de nuevo, Otōto. (2)
Y sí, tenía que editar este fic. Me daba dolor de cabeza cada vez que lo leía xD. Debería hacer lo mismo con el resto de mis antiguas historias… cuando tenga tiempo.
También quise conservar la esencia de este drabble, por eso no modifiqué demasiadas cosas.
Mejor de lo que era, seguro =).
(1)= Onee-san: se refiere a un término informal que utilizan los japoneses para "hermana mayor".
(2)= Otōto: ídem, esta vez para "hermano menor".
