Reencarnación
Durante la bajada se había lastimado los codos, raspados en el asfalto. Tenía suerte de no haberse matado y por eso sonreía, a pesar de que se mordió la lengua y el gusto de la sangre imperaba en su boca. Sacudió la cabeza y pensó que se golpeó con una roca al irse por la grama, rodando. El camión casi la atropellaba, doblar en el último momento y que los frenos le traicionaran, perder el equilibrio y casi morir. Pero no. Jeanne estaba viva. Era un día de suerte. ¿El problema, la razón de que enfocara el cielo con aire preocupado? Volvió a verlo. A verlos. A verla. Sus ojos y cabello drenados de color, pero su ser entero todavía rehusándose a rendirse y convertirse en aquello que le imponían. La espada en alto. Las caminatas interminables en busca de un niño que cuidó alguna vez. Esas capas grises que las protegían del frío y tenían joyas de bajo valor por broches. Las preguntas que ella le hacía acerca de su rango y los motivos difusos que tenía para seguirla. Eran fugitivas por eso, pero no podían escapar en hipogrifo nada más como Sirius Black. Ellas mismas eran tan fuertes como la peor bestia mitológica. Y aún así, son recuerdos borrosos y que casi no le pertenecen. Casi.
