Manus in mano

En sus fantasías, ella no es una niña pequeña, porta su espada y es lo suficientemente habilidosa como para salvar la vida de Teresa. Se despierta con la angustia del anhelo de una agradecida caricia sobre el hombro y la sensación de que solo vale la pena seguir viva para arrancarle la cabeza a aquel monstruo que se lo robó todo.

Están a oscuras, pero la sangre del yoma (y el Dios de Rabona, también Teresa ayuda a su modo) hace que puedan verse.

Si es necesario. Incluso la lujuria de Irene es didáctica. Le pregunta a Clare si lo ha hecho antes. Hay un pequeño resplandor en sus ojos amargos.

La boca de Clare se curva en una media sonrisa, cuando los labios de Irene buscan entre sus piernas. Aún le duelen las heridas infringidas por Ophelia y se estremece al recordar sus dedos, abriéndole y penetrándole. Pero han sanado. Y aunque Irene haya declinado sus insinuaciones de las primeras noches, ha cedido a sus besos.

Clare aferra las sábanas y se muerde hasta que sus labios sangran. No quiere pronunciar el nombre de aquella mujer que le devolvió la vida. Porque ahora ella es lo más cercano a Teresa que existe en la tierra.

Se ha metido en su carne. Ha llenado sus venas y entrado en su corazón, literalmente. Y eso es lo único importante.

La lengua de Irene es como su espada y Clare por los ojos en blanco, contra la almohada. Lo mejor que ha sentido en lo que parecen meses, cuando solo son días. Porque Ophelia era cruel, asustaba e indignaba, pero despertaba el deseo allá abajo, en donde salvando lo anatómico, las Claymores no eran muy diferentes a las versiones masculinas.

La carne tiembla bajo los dedos y se parte con la espada. El deseo debe ser satisfecho, a pesar de la gran humillación.

No había mucho más que hacer bajo los cuidados de Irene. Deshacerse en sus besos, que parecían medidos en alguna parte fría de su mente.

-Aunque no haya cambiado nada, ha sido tiempo.-Parece excusarse, pero no hay culpa en su voz. Y Clare sabe que de ser Teresa, habría caricias en su espalda, cegando cualquier dolor. Irene es muy sobria en ese aspecto.

Clare siente que podría hacer todo lo que ella le pidiera, aunque le saliera mal al principio. Que puede seguir esa voz hasta el final porque parece muchas cosas, pero ilógica no es una y repetir su nombre una y otra vez hasta invocar el orgasmo, es casi una ley que no vale la pena desobedecer.

***