Las estrellas titilan en el cielo, las luces alumbran la noche, las aguas están calmas, hay flores en el camino, un largo pasillo, un velo y un silencio sepulcral.

Baja, desciende y entonces se pierde en el mar y miles de ilusiones fugaces vuelan; vuelan hasta ella y al tocarla la encienden como la más grande estrella que siempre ha sido. La encienden y la iluminan hasta que en el fondo del abismo se desprende y vuela. Vuela como siempre supo hacerlo, incluso sin alas.

Él no está ahí porque no puede, porque no se lo permitirán, porque no lo ha pedido, porque no tiene a quien hacerlo, porque nadie a ido a verle, porque sabe que no les interesa.

Él no está ahí porque no se atreverá a mirarla por última vez, no está ahí porque sabe el daño que le ha causado, no está ahí porque aunque quiera no sería capaz de mantenerse firme, no está ahí porque debe cuidar su orgullo, que es lo único que tiene, no está ahí porque algo en su interior le impide verse doblegado por aquellos sentimientos, que cree, le hacen débil.

No está ahí, no estará y ya nunca podrá hablarle. No está ahí y lo último que le dio fue un insulto, un rechazo. No está ahí pero sabe lo que pasa antes que se lo confirmen, lo presiente cuando nadie a ido a verle.

No está ahí; porque una parte del espera que si no lo ve, no será real. No está ahí, porque desea que todo sea un sueño y que la culpa que lo carcome desaparezca. No está ahí porque aún la necesita y no puede decirle adiós. Porque a pesar del dolor, a pesar de todo Frigga siempre será su madre.