Capítulo 1
Lo recordaba. Recordaba perfectamente el momento exacto en el que dejó de intentar no sentir nada por él. Solo sabía que desde ese día ya no quería luchar más contra ese sentimiento. Se le antojaba como una tortura porque había miles de cosas de él que no soportaba en absoluto.
Era arrogante, engreído, terco, pensaba que era el ombligo del mundo, todos tenían que estar a sus pies y su estilo de vida en el colegio era algo que tenía que ser aceptado porque simplemente era él.
Siempre que la veía viniera al caso o no terminaba diciéndole que acabaría enamorándose de él. Lo peor de todo, lo que más le molestaba, era que al final tarde o temprano el se daría cuenta que tenía razón y saldría ganando como siempre había predicho. Esa era una de las cosas que más la sacaban de quicio. Ella que siempre se había mantenido firme y directa respecto al tema ahora debía tragarse su orgullo y aceptar que le gustaba.
Hacía ya casi dos meses, una tarde de sábado del mes de noviembre, Hagrid el guardabosques de Hogwarts, la había invitado a tomar el té en su cabaña. Ella; que sentía un especial cariño por las personas menos favorecidas; había aceptado encantada.
La verdad es que le gustaban mucho esos días en los que las labores como alumna ejemplar, le daban un respiro y le permitían aprovechar una tarde entera para ella misma.
Cuando llegó a la cabaña, se dio cuenta de que no era la única invitada. James Potter; de pelo oscuro y enmarañado; estaba sentado en uno de los enormes butacones con las piernas estiradas y apoyadas en una silla. Sirius Black; tan atractivo y a la vez distante; estaba sentado al lado de su mejor amigo mientras que Remus Lupin y Peter Pettigrew se encontraban sentados en sillas y apoyaban los brazos en la mesa. Hagrid daba vueltas alrededor de la tetera que empezaba a emitir un ruido ensordecedor.
- Vaya... hola Evans. - James se levantó de un salto para cederle el sitio.
- Eh, hola –saludó la chica algo contrariada-. Gracias pero prefiero sentarme aquí con Remus si a él no le importa. –Dijo en tono cortante.
- Como prefieras –contestó él- y la miró por el rabillo del ojo antes de espatarrarse de nuevo en el enorme sillón.
Lupin movió su silla para hacerle un hueco entre él y Peter.
La tarde transcurrió de forma agradable. Para su sorpresa, James no le dirigió la palabra aunque interceptó algunas miradas que no supo interpretar. Sirius y él, parecían consternados por algo y cuchicheaban entre sí la mayor parte del tiempo. Peter charlaba animadamente con Hagrid y ella se dedicó a hablar con Remus – el único al que tenía verdadero aprecio de ese grupito.- sobre las clases y lo pesadas que se hacían por la cercanía de la navidad.
En un momento de la tarde, se había metido tanto en su conversación con Lupin, que no había notado que tanto Peter como Sirius y el mismo James ya no estaban. Hagrid les explicó que tenían algo que hacer en el campo de quidditch y Remus puso cara de preocupación al instante. Lily se percató de ello por lo que se inventó que tenían unos deberes muy importantes que terminar para poder irse sin hacer sentir mal a Hagrid por su corta visita.
Lupin, ponía excusas tontas para que ella no acudiera al lugar donde estaban sus amigos. Decía que había malinterpretado su gesto y que no había nada por lo que preocuparse pero Lily podía ser de todo menos idiota.
A lo lejos vieron que James estaba solo empuñando su varita –no había rastro de Sirius o Peter- y frente a él había una silueta aunque no lograba averiguar quien era debido a la oscuridad que de repente se había cernido sobre ellos.
Un rayo de luz le pasó rozando y aunque se defendió tirando a su oponente al suelo, éste, aún sin levantarse, le lanzó una maldición que le dio de lleno en la cara y le hizo caer de espaldas contra la húmeda hierba.
Comenzó a llover con fuerza.
Remus tenía la cara más blanca que nunca y parecía que le habían caído 10 años encima de un plumazo. En ese momento y por primera vez Lily sintió por James algo que no había sentido antes. Una especie de pinchazo en el estómago que no supo interpretar y a la vez miedo. Miedo a que le pasara algo, algo realmente grave. No quería pensarlo ni por un instante –jamás le desearía nada malo aunque se llevaran tan mal- y salió corriendo para ver como estaba.
Cuando llegó, él ya se estaba levantando. La mejilla le sangraba mucho, tanto que se volvió a asustar. Cuando miró hacia atrás lo que sintió fue como un mazazo emocional para ella. Severus Snape colgado bocabajo; gracias a un hechizo de Lupin que no esperaba; le gritaba una sarta de improperios a James mientras sonreía complacido por el daño ocasionado a su cara.
Lily se puso frente a él y lo miró como nunca antes había hecho. Era una mezcla entre decepción, tristeza y profundo asco y él le contestó como ella ya había imaginado que haría:
- ¡Maldita sangre sucia traidora! ¡Jamás debí acercarme a ti amiga de licántropos y traidores a la sangre!
Lily no supo como pasó exactamente pero James, devolvió a Snape a su postura normal y le propinó un puñetazo al más puro estilo muggle, dejándolo tumbado en la hierba mojada, lleno de barro y con el labio sangrando. Entonces cogió a Lily de la mano y arrancó a andar en dirección al castillo, calado hasta los huesos y dejando a Lupin petrificado en el césped.
Le apretaba tanto la muñeca que le hacía daño; aunque al fin y al cabo, eso no le dolía tanto como las palabras que habían salido de la boca de quien había sido su mejor amigo tiempo atrás. Entre lágrimas que no pudo evitar gimoteó:
- James, por favor, me estás haciendo daño.
Lily sabía que el chico no se había percatado de que ella lloraba ni de la fuerza con la que le apretaba la mano. - James se dio la vuelta bruscamente pero se vino abajo en cuanto la miró-. Al igual que él, estaba empapada y las lágrimas se confundían con la lluvia que resbalaba por sus mejillas, tenía los ojos rojos y la expresión abatida.
Lupin los alcanzó pero James le hizo un gesto para que los dejara solos, así que, éste siguió adelante sin mirar atrás. Lily pensó que Remus tenía una charla pendiente con Sirius y Peter; que seguro estaban esperando en la sala común ansiosos de noticias.
- No llores Evans, por favor, él no lo merece. Ese estúpido de Quejicus no tenía derecho a hablarte así.
Lily pudo apreciar la sinceridad en el tono de él. Estaba preocupado por ella al igual que ella lo había estado minutos antes por él.
- No te preocupes por mí ya estoy acostumbrada. Vamos a la enfermería; no me gusta nada ese corte. ¿Cómo te lo ha hecho? ¿Y que hacíais en el campo de quidditch los dos solos? –Dijo con tono inquisitivo.
- Eh, nada que te incumba –se pasó la mano por el pelo- será mejor que sigamos adelante –la tenía demasiado cerca y lo miraba con tal intensidad que se puso nervioso.
- ¿Eres tan estúpido que te estabas batiendo en duelo con él? ¿Es que tu elevado amor propio, te hizo pensar, que se quedaría quieto esperando a que lo tumbases Potter? – La tensión acumulada por el susto afloraba en ese momento.
- Ya estamos. No puedes ni por un segundo dejar de juzgarme. Ya te he dicho que lo que hacíamos ahí no es asunto tuyo.
- Eres un completo idiota ¿Sabes el susto que me has dado? ¡No claro que no! Porque el gran James Potter no sabe preocuparse por nadie que no sea él mismo. ¡Pueden expulsarte por esto!
- ¡Déjalo ya! ¿Vale? –subía el tono por momentos- ¡Lo que pase o deje de pasar es asunto mío y de nadie más! ¡Auch! –Había gesticulado demasiado por lo que la herida le dolía aún más.
- De acuerdo, tu mismo...
Zafándose por fin de su mano, hizo el intento de adelantarlo pero éste volvió a detenerla y de nuevo su tono de voz fue dulce y amable:
- En serio Evans, ese tipo no merece la pena y... siento haberte preocupado.
Ella volvió a notar el mismo pinchazo de antes en el estómago, y sin saber porqué, le dio la mano y lo acompañó a la enfermería.
