Los personajes de Candy Candy no los creé yo, pero los amo. Pertenecen a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi, y sólo pretendo entretener con ellos nuestras imaginativas mentes…un abrazo.
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TAN CERCA Y TAN LEJOS
Capítulo 1: ¿Qué Nos Pasa?
Eran cerca de las doce de la noche, Candy ya había acostado hace tres horas a los niños, comió sola, y sin mayor esperanza se calzó el pijama de franela para disponerse a dormir. Carente del bullicio del día, la mansión se sentía aún más enorme, los ruidos habituales podrían asustar a cualquiera, pero así era su casa, desde hace años crujía por todas partes, así que ella había aprendido a identificar cada una de las pisadas nocturnas: las de sus dos bebés cuando iban a su habitación para que los ayudase a ir al baño, las de la Tía Elroy, apenas imperceptibles dado lo lejana de su ubicación, y las de su adorado esposo, tan sigilosas como lentas, temiendo despertarla cuando llegaba tarde.
Sumergida estaba en sus cavilaciones, cuando de improviso sintió que abrían la puerta, entrando un olor inconfundible a madera y pino a la habitación. Era Albert, que despacio había comenzado a desabotonar su chaqueta, además de desanudar su corbata.
Lo miró desde la cama, tapada hasta la nariz, fingiendo que dormía. La oscuridad era su aliada, así es que pudo ver su largo porte varonil mientras se sacaba la ropa e iba a bañarse. Pensó en seguirlo, pero ¿de qué serviría? Ya otras veces lo había hecho y él inventando algún pretexto la devolvía a la cama, tapándola como si fuese otro de sus hijos.
¿Qué demonios pasaba? ¿Por qué, si sentía que ése era el hombre de su vida, al que amaba con el alma, no podían comunicarse? ¿Desde cuándo había empezado esta monotonía rutinaria, que los alejaba cada vez más? ¿La querría aún? ¿Acaso habría otra mujer?
Candy no aguantó más y se acercó cautelosa al baño, donde Albert ya se encontraba dentro de la ducha. Se desvistió y de improviso movió la puerta corredera. Albert se quedó de una pieza, la miró y tragó saliva, tratando de salir del encanto que sus curvas le provocaban.
̶ ¡Mi amor, no pensé que estarías despierta tan tarde! ¿Así que has decidido bañarte conmigo? ̶ sonrió ladinamente, abrazándola en una clara invitación a entrar con él.
"¡Por fin! hace tanto no siento tu piel amor mío", pensó Candy entrando rápidamente a la regadera.
Albert comenzó a recorrer su cuerpo con pequeños besos, y ella sintió que se desvanecería allí mismo. Sin embargo, todo cambió rápidamente cuando su esposo, ansioso por concretar el encuentro, pegó a ella su parte baja e intentó levantarla de las nalgas, a lo que Candy respondió empujando fuertemente su torso con ambas manos.
̶ ¡Por qué todo tienes que hacerlo tan robótico! ¡No se trata de un simple trámite Albert! Se supone que nos demos nuestro tiempo, ¡No todo debe ser tan apurado! ̶ dijo Candy mirándolo con ojos de furia.
Albert se llevó una mano hacia el flequillo y echándolo hacia atrás cerró los ojos, meditando si hablar o no para no empeorar la situación. No entendía nada, hace menos de un minuto todo era fogosidad y ahora sentía un kilo de reproches caerle encima.
̶ Candy, no te entiendo, viniste a mí, te deseo, me deseas, ¿Cuál es tu problema? Sabes bien que en cualquier momento puede despertar alguno de los niños, ven aquí…terminemos lo que empezamos̶ le dijo con una mirada lujuriosa levantando una ceja.
̶ Ya no quiero terminar nada Albert, estoy harta de que todo sea así, te busco, te espero, pero tú pareces estar en otro mundo, donde cada cosa que haces es una obligación. ¡Pues yo no lo seré! Soy tu compañera, te guste o no, no soy una hija más ¿Me has escuchado? ̶ Mientras decía esto, salió de la ducha poniendo una toalla alrededor de su cuerpo, dando así por terminada la sesión de pasión.
Albert por su parte no comprendía lo ocurrido. Llegaba cansado cada noche por trabajar horas extras para brindarles el mejor futuro posible a sus tres amores. Se desvivía por Candy, William y Anthony. Ellos eran su mundo y francamente, lo descomponía que al llegar su mujer fingiera estar dormida, o que al tratar de acercarse fuese rechazado intempestivamente como recién había ocurrido.
Sencillamente, no percibía lo que pasaba por la mente de su esposa, pero también estaba harto, así es que cerró la puerta de la ducha, esperando que estuviese dormida al salir del baño.
̶ ¡Qué!, ¿acaso no dirás nada Berth? ̶ dijo Candy desde la puerta.
̶ Te conozco tanto Candy, que cualquier cosa que ahora diga o haga vas a usarla en mi contra, no quiero tener una pelea a las doce de la noche, estoy cansado y mañana me espera un largo día, así es que si me disculpas terminaré de bañarme ̶ replicó el rubio haciendo ademán de enjuagarse.
̶ Qué bien que me conozcas, porque lo que es yo, te desconozco completamente. ¿Dónde está tu pasión Albert? ¿Tus ganas locas de vivir? Antes era tu sol y tu luna, ahora soy las sobras del día. ¡Ya no aguanto esto me entiendes! ¡No somos ancianos! ¡Estamos en la plenitud de nuestras vidas! No podemos sólo criar y trabajar, qué es esto ¿un matricidio? ̶ Los ojos de Candy se habían humedecido, así es que se retiró del baño antes de esperar cualquier respuesta y se cubrió con la colcha de la cama.
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̶ Albert ¿Dónde tienes la cabeza? ̶ increpó George a su compañero en la junta de accionistas ̶ Edward acaba de pedirte el resumen mensual de las cifras globales, haz el favor de entregárselas.
̶ Lo siento, no lo escuché ̶. La verdad es que el Presidente del Consorcio Andrew no había podido conciliar el sueño durante el resto de la noche y su estado era catatónico.
̶ Por favor William, podemos continuar sin ti, sería mejor que te fueras a casa, pareces muy cansado, tal vez hasta estés enfermo ̶ señaló George con cara de preocupación ̶ Te acompaño a la puerta.
Cuando ambos se encontraban fuera del salón de juntas, Albert bajó los hombros abatido. Mirando al suelo consultó a su fiel amigo y mentor:
̶ George, ¿crees posible que Candy haya dejado de amarme?
̶ De qué hablas William, tienen dos hijos preciosos, llevan casados cinco años, están en la plenitud de su vida, ambos lucharon para estar juntos, no hables idioteces ̶ le dijo palmoteándole la espalda fraternalmente.
̶ No sé qué pasa, siento que cada día se aleja un poco más de mí, la estoy perdiendo George, y no sé qué hacer. He tratado de ser el mejor de los padres, un buen marido, ella me pide lo imposible… ̶ dijo Albert mirando al suelo. No soy un superhombre, me siento en un callejón sin salida, no encuentro cómo llegar a ella.
… …
Como cada mañana desde que se casó, Candy fue a cumplir su turno de enfermera al Hospital de Chicago. Los primeros años viajaba con Albert a la ciudad, él la pasaba a dejar y luego a buscar. Con la llegada de los niños ella decidió reducir su jornada a medio tiempo, quedando desocupada mucho antes que Albert, por ello, desde hace rato cada uno partía a su trabajo en autos separados.
Candy preparaba unas dosis de píldoras para los pacientes del segundo piso, cuando su amiga Flamy la zamarreó por la espalda.
̶ ¡Candice! ¡Te equivocaste en toda la fila anterior! Las pastillas azules van en la parte de abajo ¡Concéntrate mujer!
̶ ¡Perdón Flamy! ̶ dijo la pecosa poniéndose una mano sobre su cabeza ̶ ¡Creo que siempre seguiré siendo una cabeza dura! Jajaja.
̶ Por más que trates de hacerte la alegre, te conozco desde hace años Candice, sé que no estás bien, y sabes de sobra que puedes confiar en mí. De todas maneras, los pacientes no tienen la culpa de tus problemas personales, ¡así es que no te descuides!
̶ ¿Crees en el amor eterno Flamy? Es decir, ¿crees que alguien sea capaz de amarte durante toda una vida con la misma intensidad? A veces creo que mi matrimonio se está apagando, igual que una vela que se va consumiendo de a poco ̶ dijo esto último bajando la mirada, para que la castaña no pudiese entrever lo mojado que se habían vuelto sus verdes ojos.
̶ Hum…sabes que en estos temas no soy de mucha ayuda. Soy práctica, y creo que si estás con alguien es por una decisión racional. Amar, para mí, es una decisión diaria.
̶ ¿Cómo que una decisión? ̶ increpó Candy muy interesada en la respuesta de su interlocutora ̶ ¡Se supone que cuando amas lo sientes con el alma y de eso se trata! ¡No puedes decidir amar, sino sentir que amas!
̶ Para mí, ésa es una visión muy infantil del amor Candice. Amar implica no sólo un sentimiento, sino escoger a alguien a diario, permanecer al lado de alguien, defender esa relación ̶. Flamy hablaba mientras corregía la fila errada de pastillas de Candy.
̶ Pues no estoy de acuerdo, no se puede forzar lo que no se siente. Creo en el amor desbordante, apasionado, lleno de bríos e incontenible. Así amo, y así me gustaría ser amada por siempre, al menos, así creía que era lo nuestro ̶ dijo Candy con voz casi inaudible.
̶ Pues no sabía que te referías a tu relación en concreto ̶ dijo Flamy contrariada ̶. No tengo derecho a inmiscuirme en lo que pasa en un matrimonio, pero de verdad, si pensara en una imagen del amor, ustedes se me vendrían a la cabeza, no sé si eso te sirva.
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Esa tarde Candy se encontraba bañando a Anthony, cuando vio de improviso la silueta de su marido entrar en el cuarto de baño con William en brazos.
̶ Hola mi vida, hoy he salido más temprano, tal vez podamos hablar tranquilos una vez que acostemos a los pequeños ̶ le dijo Albert con ojos suplicantes.
El corazón de Candy saltaba de felicidad, ¡lo amaba tanto! Y al fin podrían aclarar ese tedioso ambiente que se había generado quizás desde cuándo entre ambos. Estaba segura de sus sentimientos, sólo necesitaba saber si los de él seguían siendo tan firmes y fuertes como los de ella. A veces la sacaban de quicio cosas que siempre amó de él, como su eterna calma, su capacidad de analizar las situaciones y manejar imprevistos. Todo eso ahora en varias ocasiones la hacía enfurecer, quisiera verlo en algún momento perder el control, gritar, pelear, impacientarse, sin embargo, siempre era ella la que quedaba discutiendo sola. Él se controlaba guardando quien sabe qué pensamientos para sí.
Se apuró al máximo para tener listo al pequeño William, pero cuando llegó al cuarto de los niños se encontró con la misma imagen que hace muchísimas veces le había tocado presenciar. Albert figuraba acostado al lado de Anthony, quien ya estaba metido en la cama. Ambos se abrazaban y dormían como dos infantes. Candy sólo atinó a acercarse y tapar a su marido con una cobija, mientras se retiraba de la habitación con el corazón nuevamente apretado y con tanto por decir.
"Maldito seas William Andrew, me enamoré de ti como una loca, y ahora no puedo sacarte de mi pecho, pero dueles. Te alejas de mí, cada día, me estoy secando por dentro". Pensó mientras cerraba la puerta y se dirigía su cuarto, sola nuevamente.
Continuará.
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¡Hola a todos! Espero les guste esta nueva historia, quise tomar como inspiración la vida actual con niños, pareja, trabajo y los problemas que cotidianamente enfrenta un matrimonio joven. También quería compartir con ustedes distintas visiones del amor. Veamos hacia donde nos lleva esta vez esta nueva aventura ¿Les parece? Acompáñenme, espero sus comentarios y aportes.
VIVA EL CANDYMUNDO Y LOS ALBERTFICS! Un abrazo
Cordovezza.
