DISCLAIMER: Como siempre, los personajes pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales.
Cualquier semejanza con otra historia ya sea real o ficticia es mera coincidencia o plagio hacia mí. Yo escribo textos originales salvo cuando se indique lo contrario expresamente.
© Stear's Girl
¡Hola, queridas lectoras! Hoy les traigo un micro-fic que sólo tendrá dos capítulos y que tal vez no será del agrado de todas, pero este personaje es también uno de mis galanes favoritos y hay muy poquitos fics sobre él. Siento que lo merecía, ahora lo que me tendrá en ascuas es saber si Él lo considerará a su altura, porque como otras historias, nació de uno o dos instantes de inspiración.
Es sólo una pequeña fantasía que no corresponde al 100% con la historia que conocemos.
Por lo pronto, las invito a leer y a dejarme sus reviews. Gracias de antemano por animarme a seguir expresando las locas ideas que salen de mi cabeza.
Para mi "Malote Sentimental" (ya se darán cuenta de a quién llamo así), y a mi amiga BlackCat2010, a ver qué te parece... XD
,.
20 de Octubre
Amadísimo Esposo:
Amor mío de mi vida, llevo meses, desde el día de tu cumpleaños, intentando escribirte esta carta. Me dijiste que querías recibir de mí un regalo especial, que llevase parte de mi propio ser y que no te importaba esperar. Pues bien, aquí lo tienes: una carta escrita con toda mi alma y firmada con mi propia sangre. La misma sangre que está dando vida a un nuevo ser creado por nuestro cariño mutuo.
En efecto: espero un hijo tuyo. Un hijo engendrado con el intenso amor que nos profesamos. La feliz culminación del azaroso camino en el que otros nos han estado obligando a arrastrarnos durante años.
No era un misterio para nadie que a pesar de ser un hombre muy atractivo jamás me habías gustado. Tú nunca habías hecho nada por ganarte mi simpatía o mi afecto, al contrario: disfrutabas haciéndome daño o provocando que otros me perjudicaran con ayuda de tus allegados. Desde que aparecí en tu vida no obtuve de ti más que agresiones y desprecios, aunque admito que yo tampoco hice nada para perdonarte o reconstruir nuestra convivencia para hacer más llevaderos nuestros encuentros en familia.
¿Cómo esperaba que no fuera una sorpresa lo que pasó entre nosotros? Si para todos eras el cobarde, mentiroso e inútil de la familia a quien además yo odiaba con toda mi alma y nunca me corté a la hora de expresarlo abiertamente. Aunque tú tampoco escatimaste insultos y malas caras hacia mí, esta recogida de baja condición que lo mismo cuidó caballos, fregaba suelos o ejercía de enfermera.
Sin embargo, cuando salí contigo obligada por la Tía Abuela, descubrí que esa capa de dureza esconde a un hermoso ser herido y sensible. Nadie te había enseñado ni dado la oportunidad de ser tierno y protector, y yo te animé a comenzar a hacerlo desde que empezaste a cortejarme en serio, después de ese accidentado y torpe primer intento tuyo cuando teníamos dieciocho o diecinueve años. Quizás porque yo también soy en distinta forma un ángel caído con varios fracasos y heridas en el alma (cada uno sabe la cruz que lleva a cuestas) empecé a verte con otros ojos; así que finalmente acepté casarme contigo a pesar de la oposición de todo el mundo, hasta de tu propia gente. Fuimos novios cuatro largos años debido a tus estudios, y afortunadamente aceptaste que me fuera ese tiempo al Hogar de Pony para no estar en Lakewood o en Chicago soportando malas caras de familiares y amigos.
Desde nuestro noviazgo, y más ahora estando casados, he descubierto en ti a todo un personaje que me vuelve loca, más rico en matices de lo que pareces: tienes una altivez, un descaro y un cinismo muy atractivos, no te echas para atrás, utilizas sin pudor los recursos a tu alcance para lograr tus objetivos y, para mi sorpresa, pude ver que no eres exactamente malvado pues la mayoría de las fechorías que cometiste contra mí fueron influencia de otras personas o de una deliciosamente retorcida forma de querer llamar la atención de tu dama de establo. Eres muy culto e inteligente, con un agudo sentido del humor y me encanta que me tengas la suficiente confianza para contarme cosas "de hombres" -negocios, política- e incluso animarme a opinar de ello. Para ti no soy una pequeña dama, sino una mujer con ideas propias a la que te gusta hablar de frente y sin tapujos sobre cualquier tema.
Así que al fin, más de diez años después de nuestro primer encuentro, lograste tu objetivo y me tienes rendida a tus benditos pies.
En nuestra época de novios y comprometidos no sabes con qué ilusión esperaba tus cartas, en las que me escribías desde tus actividades cotidianas hasta ardientes frases en las que me contabas lo que yo te provocaba y lo que querías hacerme... Pero tras casarnos has hecho conmigo cosas mil veces más apasionadas que lo dicho en las misivas. Y me encanta.
Cada día que hemos compartido como marido y mujer me has demostrado que no me equivoqué al elegirte como mi compañero. Eres un hombre trabajador, responsable, sin vicios, muy serio y dedicado... que me tratas en público con exquisita educación pero por la noche o cuando podemos estar solos te transformas en el caliente hombre al que gusta hacerme el amor dominando, mirándome apasionadamente cuando el campo visual te alcanza, siempre a los ojos con esa mirada fuerte e increíblemente sensual y masculina que tienes.
No me pides permiso ni perdón por entrar en cualquier cavidad de mi cuerpo ni por causarme a veces un poquito de dolor con tu frenesí amatorio porque no está en tu naturaleza el disculparte por nada ni por nadie. Ya puedo esperar sentada si quiero una disculpa tuya por esos motivos.
Llevas tu propio compás en la cama, pero con tus dedos y lengua te aseguras de que yo disfrute y esté muy caliente para ti antes de dignarte a penetrar en mi interior. En esos deliciosos encuentros jamás me has dicho cosas lindas ni un "te amo", pero me haces el amor de una manera tan intensa y con un deje de ternura que en ese dulce y salvaje momento sin que digas una palabra me lo dices todo con tus besos, tus caricias que empiezan bruscas y conforme avanza el encuentro se vuelven más tiernas y entregadas, tus embestidas cada vez más rápidas y profundas, y sobre todo en el sublime instante que me regalas una intensa mirada felina y llena de amor justo cuando te dejas ir derramando tu esencia masculina dentro de mí.
En esos segundos mirándome con tus hermosos ojos ambarinos sin decir nada me confiesas tantas cosas: tus miedos, tus deseos, tus gustos, pero sobre todo... Que me amas.
Y yo te amo como nunca pensé que amaría a nadie. Me rompes y luego a golpe de intensas caricias moldeas mi cuerpo a tu antojo por dentro y por fuera. Te has apropiado de todo mi ser y yo te lo permito porque ya no soy dueña de mí misma: te pertenezco por completo. Te he entregado mi cuerpo y mi corazón sin reservas, aunque de poco habría valido mi consentimiento porque tú me habrías arrebatado todo de todas formas. No estás acostumbrado a pedir: tomas lo que quieres, y quemas hasta las cenizas.
Para muchos de nuestros familiares y conocidos eres un hombre dominante, despiadado, endemoniadamente difícil, negociante feroz... pero la verdad es que me amas y te adoro. Me proteges, me cuidas, en privado eres tierno conmigo y veneras mi cuerpo con esa forma tan ardiente de amarme. Te gusta llevarme a acontecimientos sociales y presumir de mujer bailando todo tiempo conmigo o charlar con la gente mientras me abrazas por la cintura como si quisieras dejar claro a todos que soy Tu mujer.
Jamás me has faltado al respeto maltratándome, nunca me has golpeado y tampoco me has sido infiel. En este mundo tan "moderno", en pleno siglo XX, es muy común que los caballeros con posibles dejen a sus insípidas esposas en casa mientras ellos se dirigen a selectas mancebías en donde se encuentran con las voluptuosas pupilas de esos lugares. Con ellas se encierran para dar rienda suelta a las pasiones y fantasías que los consumen y que no pueden cumplir con sus esposas porque han sido educadas para no disfrutar en la cama.
Lo sé porque yo misma recibí esa pacata y temerosa educación, y porque he escuchado los amargos lamentos de mis amigas casadas, empezando con Annie. Pero tú has sido mi maestro en los más exquisitos placeres sensuales. Un profesor estricto que me ha enseñado a traducir las necesidades y sensaciones de cada uno de los rincones de mi piel y de la tuya. Me has obligado a romper mis tabúes, a no reprimir nunca lo que siento en la cama, a aceptarme y exigirte lo que quiero que me hagas; y a darte lo que tú me exiges sin negarte nada. Las ardientes lecciones que me has impartido usando nuestros cuerpos como trémulos lienzos bañados en sudor son las mejores que he recibido jamás. Cada nuevo aprendizaje ha quedado impreso en mi piel y mi corazón como una deliciosa pincelada permanente. De tu mano he descubierto prácticas y sensaciones que ni siquiera sabía que existieran y que me hacen perder el juicio cuando las comparto contigo.
Ese instante en que siento morirme porque me estás elevando al cielo haciéndome el amor es justo cuando me siento más viva que nunca. Vaya contradicción.
Recuerdo bien una vez que, después de haber retozado como dementes durante varias horas, en un arranque de insólita sinceridad me abrazaste y mirándome a los ojos susurraste con tu varonil y sensual voz que estabas convencido de que te enamoraste de mí desde que llegué a tu casa, desde que me espiaste cambiándome de ropa en la miserable habitación que tu madre dispuso para mí; aunque nunca supiste cómo llegarme y además siempre te sentiste desplazado por otros: los Cornwell, Anthony, Terry o Albert. Durante años, eso te quemó por dentro, pero estoy segura que nunca admitiste lo que sentías por mí hasta aquel día en que tuviste el accidente y me buscaste en el hospital para ordenarme que saliera contigo.
¿Qué podías hacer con tanta frustración? Hacerte el malote y urdir toda clase de trácalas para llamar mi atención... aunque sea de mala manera.
Lo más romántico que te he oído decir es que me preferiste siempre sobre todas las demás, incluso sobre Daisy Dillman, esa rica heredera que tanto agradaba a tu madre. Atesoro como una de mis posesiones más preciadas cada una de las palabras que dijiste con tu masculino timbre de voz:
"Pensar en ti te devuelve el alma. Eres mucho más que una planta decorativa."
Juntos hemos cambiado poco a poco estos meses al mismo tiempo, tal vez a fuerza de tanto friccionar nuestros cuerpos frenéticamente y compartir fluidos corporales, todo ello aderezado con una excitante mezcla de jadeos, palabras soeces y dulces frases: yo me he fortalecido adquiriendo más seguridad y orgullo, mientras que tú has dulcificado un poco carácter... aunque todavía no me has dicho un "Te Amo" porque sigues siendo demasiado pedante y orgulloso como para admitir de viva voz que me amas.
Una sola vez me dijiste que me amabas, pero fue en el apartamento de Chicago y te rechacé. Supongo que el golpe a tu orgullo fue tan duro que no has querido volver a pronunciar la bendita frase aunque ya sea tu mujer. Te confieso que bien podría aceptar la muerte a cambio de escucharte decir de nuevo un "Te Amo".
Yo ya no te amo, lo mío es más que eso, mi Neal, bien que lo sabes. Y te gusta. Creo que te conozco más que tú mismo: sé que en cuanto leas esta misiva dejarás lo que estás haciendo y vendrás a mí, a marcar mi cuerpo con el hierro de tus caricias ardientes. Te espero caliente y dispuesta en nuestra cama que ha sido el mudo testigo de tantas cosas maravillosas que sólo pueden darse entre dos seres que se aman por encima de todo convencionalismo.
Tuya por siempre y para siempre
Candice, la madre de tu futuro hijo.
,.
Continuará...
..,
,.
Ahora sí que espero un linchamiento masivo, pero Él lo vale :D
