El felino feroz y el canario de fuego

Capítulo 1

La llegada a Zaofu

Disclaimer: Ninguno de los personajes, lugares o nombres aquí mencionados me pertenecen, ya quisiera yo, son propiedad de Nickelodeon, Dante Dimartino y Bryan Konietzko. Basados en la Leyenda de Korra (Si tuviera una máquina del tiempo viajaría al pasado para ser yo quien los inventara pero no la tengo).

Resumen:

El padre de Asami decide enviarla a trabajar en un proyecto conjunto con Zaofu para la construcción de un tren que comunique a Ciudad República con esa ciudad. Al llegar conoce al antipático capitán de la guardia y a su mejor amigo e ingeniero de proyecto quienes le harán la vida imposible en su estancia en aquel lugar.

"Odiamos a alguien cuando realmente queremos amarle, pero que no podemos amar. Tal vez él mismo no lo permite. El odio es una forma disfrazada de amor."

Sri Chinmoy

Dicen que todas las cosas suceden por algo, yo definitivamente no sabia porque me sucedían estas cosas a mí. Mi padre había decidido que la mejor manera de aprender para mí era en la práctica, el decía que yo era muy buena en la teoría y plasmando ideas en mis proyectos de diseño desde el restirador o mi escritorio pero que me hacia falta conocer como era la vida de un ingeniero en una obra en proceso.

Todos los problemas que venían cuando algo no salía como se había planeado y la forma en que debías resolverlo con los medios de los que disponías, sin teorizar, solo por instinto. Sinceramente yo creía que mi padre me estaba castigando al enviarme lejos de casa a un lugar perdido de la mano de los espíritus, en donde la gente era bastante complicada y muy difícil de tratar, al menos lo era la encargada del proyecto a donde mi querido padre me envió.

Desde el primer día, el primer momento en que mis pies tocaron el suelo en esta tierra plagada de montañas y zonas boscosas y pantanosas, que eran la pesadilla de cualquier ingeniero, ella se dedicó a hacerme la vida imposible. Todo un suplicio tener que soportarla.

Era casi mediodía cuando llegue a Zaofu, el transporte tradicional desde Ciudad República era en dirigible, bastante tardado a mi parecer. Esa era la razón por la cual la ciudad más importante del norte del Reino Tierra, proveedora principal de metal para todo el mundo, debía unirse a la ciudad más próspera y rica de la República Unida. Se necesitaba un transporte más ágil y que pudiera unir ambas ciudades para facilitar el comercio y el tránsito de las personas de una ciudad a otra. Por eso Industrias Futuro se había unido a Zaofu Inc para construir el primer tren ligero de alta velocidad.

Había ayudado a mi padre realizando bocetos y algunos planos para la construcción de la estación del tren y el tirado de la línea. Sin embargo, ahora me enviaba a supervisar la obra y cuidar que todos los aspectos estéticos y técnicos coincidieran con sus ideas.

Llegué a Zaofu, la ciudad, y quedé maravillada por su fabulosa arquitectura. La ciudad entera semejaba un campo de flores de loto floreciendo en el valle del mismo nombre. Las montañas alrededor le daban una protección natural de las inclemencias climáticas del norte ártico y de las tormentas que pudieran llegar del sur más caluroso. El clima era templado a frío, ligeramente más helado por la mañana y la madrugada. Era un pequeño paraíso, una joya en medio del paisaje. Sus enormes cúpulas metálicas eran famosas, hechas completamente de platino, imbatibles, majestuosas e imponentes. Ya quería observar el espectáculo que era verlas cerrar en la noche y abrirse por la mañana.

La gente en la ciudad era conocida por ser de las más cultas e inteligentes de todo el reino. La matriarca que gobernaba, Suyin Beifong, era aficionada a las artes y las ciencias, promovía animosamente cualquier actividad que estuviera relacionada con estos temas. Con ella, la ciudad había tenido un auge sin precedente, pasando de un aguerrido pueblo de montañeses belicosos a la metrópoli más avanzada tecnológicamente hablando y la cuna de nuevos artistas de renombre.

Su esposo, Baatar Sr, era el arquitecto más importante del mundo, el había diseñado la actual ciudad y junto a su esposa dio forma a todo lo que mis ojos veían. Las calles, las casas, los edificios, incluso las ropas que vestían, todo había sido obra suya, para enaltecer el orgullo de ser de Zaofu.

La minería era su principal fuente de ingresos, generaban más de la mitad del metal consumido en el mundo, además de otras piedras preciosas y metales exóticos como el platino y habían desarrollado el acero al carbón refinado y el acero inoxidable que se uso y se sigue usando para edificar Ciudad República.

Aunque la ciudad fuera magnífica, no quería decir que el resto de los habitantes de los alrededores de Zaofu fueran iguales. Los pequeños pueblos que vivían a las afueras y en las faldas de las montañas, no tenían nada que ver con el moderno estilo de vida que se llevaba allí. Ellos aún se regían bajo la vieja usanza. Eran más belicosos, fríos y hasta algo brutos, si es que era la palabra apropiada, y nadie representaba mejor ese concepto que ella, Kuvira, la favorita de la matriarca Beifong.

El dirigible aterrizó en una gran explanada metálica. Fuimos recibidos por una pequeña comitiva encabezada por Suyin y su asesor principal como supe después, un tipo bastante particular, por sus características físicas se notaba que era un sureño, alguien del desierto, y una mujer joven, quizás algo mayor que yo pero no por mucho, que vestía un uniforme militar típico de las fuerzas armadas de la ciudad. Su porte erguido, su semblante frío y severo, además de sus ojos verdes tan pesados me dejaron pasmada. De inmediato sentí antipatía por ella.

—¡Bienvenida a Zaofu! —fueron las primeras palabras que la gobernante me dio—. Espero que su viaje haya transcurrido sin problemas —sonrió de forma amable y me senti reconfortada al verla—, permiteme presentarme y presentarte a mi gente de confianza. Suyin Beifong, matriarca de esta ciudad —sostuvo mi mano alegremente y le devolvi la muestra de afecto—, este hombre de aquí es el concejal principal de la ciudad, Aiwey —extendí la mano pero el hombre solo hizo una reverencia y no supe como actuar, la mujer joven se rió de mí y eso me incomodo—, no se preocupe, es costumbre de su tribu saludar de esa forma —Suyin intentó restarle importancia, pero ya estaba algo molesta por la actitud de la otra mujer—. Ella es Kuvira, jefa de la guardia y también será su compañera de trabajo en la construcción del tren —la mujer joven estrechó mi mano, con fuerza excesiva para mi gusto, pero tuve que aguantar al ver esa estúpida sonrisa de autosuficiencia en su cara—, tendrás que tener un poco de paciencia con ella —me dijo la matriarca en voz baja solo para mí, me concedió su lado derecho y nos conminó a caminar con ella por el hangar—, es una pena que su padre no haya venido con usted, señorita Sato, deseaba platicar con él de algunos asuntos que tendrán que esperar por el momento.

—Mi padre le envía saludos y lamenta no haber podido acompañarme para visitarla, matriarca —la mujer mayor toco mi hombro de forma afable—, pero ha tenido que atender algunos problemas con el presidente Raiko en Ciudad República.

—¡Oh si! Me enteré de eso, están en plena remodelación del puerto comercial. Solo por eso lo justifico —apretó su agarré en mi hombro y nos detuvimos frente a un carrito montado en una vía, un monoriel—, pero me alegra que haya enviado a su más preciosa posesión.

Palmeó mi espalda y entramos al vehículo. El viaje del hangar hasta la casa de los Beifong, pasando por el centro de la ciudad, fue agradable. La charla amena de la mujer de metal, como algunos la llamaban, era fluida y pasaba de temas tan rápido que tenía que poner atención a cada una de sus palabras.

No obstante, no pude evitar sentirme incómoda cuando me percaté de la persistente mirada de la mujer más joven que la acompañaba. Los penetrantes ojos verde pálido de su jefa de la guardia me resultaban bastante molestos y ni que decir de ese lunar en su mejilla, ¿qué diablos era? ¿Una mosca? No disimulaba ni un poco cuando volteaba a mirarla y ella solo torcía la boca en esa desagradable sonrisa socarrona. Más de una vez mis ojos fueron a dar en los suyos y aunque fruncia el ceño ella parecía divertirse aún más con mi disgusto.

Agradecí a los espíritus internamente, que al fin hubiéramos llegado a la mansión de los Beifong. Eso dio un pretexto para que esa mujer se retirara a hacer otros pendientes, como los había llamado, y Suyin me dio un pequeño recorrido por su majestuosa casa.

—¿Y bien? ¿Cómo es? —un joven de lentes y cuidada barba en el mentón preguntó con insistencia en cuanto vio a Kuvira cruzar el umbral de la puerta de su bungalow personal.

—¿En serio? ¿Qué diablos es lo que le ven a la chica? —se sentó molesta en uno de los sofás de piel de la estancia.

—A mi me da igual, pero ya sabes como es mi madre, no va a perder el tiempo buscándome una posible pretendienta —dijo el chico colocándose su casaca como miembro de la familia Beifong.

—Baatar, la chica es como cualquier otra, quizás excesivamente maquillada, como los de la nación del fuego, y seguramente será una tonta que llegó a ese lugar por influencias de su padre —comentó algo irritada mientras se quitaba una pelusa de su traje—. ¿Qué? —su amigo la veía con sus ojos entrecerrados y ella solo atino a alzar los hombros restandole importancia—. Mejor hablemos de otra cosa.

—Esta bien —dijo de mala gana—, ¿cuándo es que partiremos?

—Mañana mismo, tengo cosas pendientes que arreglar y no puedo seguir postergandolas —se levantó del sofa—, y seguramente la niña rica me va a retrasar el trabajo.

—¿Asami? Según tengo entendido ella diseño la mayor parte de los planos —se unió a ella levantándose también y ambos se dirigieron a la nave principal de la casa— y no les vi el problema.

—Ese es el problema —se exasperó Kuvira—, en el plano están bien, pero en la práctica es un desastre.

—No exageres —el joven ingeniero se reía por eso, dando gracias que él no fuera encargado de hacer ese trabajo—, es complicado, pero no tan grave.

—¡¿Que no es grave?! —gritó exaltada —. Ya lo veras mañana cuando intentemos abrirnos paso por las montañas. No es lo mismo la composición de la tierra en Zaofu que en Ciudad República. Los pantanos me darán dolor de cabeza. ¡Por los espíritus! Esa tierra se traga lo que no y escupe lo que debería quedar al fondo y así no puedo hacer los cimientos para las vías —Baatar sonrió con lo apasionado de su discurso, pocas veces veía a su amiga tan fuera de sus cabales—. Ya ni hablemos de cuando tengamos que construir ese puente sobre el rio Norte.

—Kuv, ya estoy trabajando en eso —el joven Beifong se llevó las manos a la espalda sacando el pecho orgulloso de su idea— y creo que tengo la solución a tu predicamento. Ya resolveremos los problemas que Industrias Futuro no contempló —sentia satisfacción cuando podía resolver algo que a Kuvira se le complicará pues de esa forma se ganaba su respeto y atención.

–Espero que así sea —dijo algo más aliviada.

Los dos entraron a la sala y vieron reunida a la familia Beifong charlando animadamente.

—Asami —la llamó la matriarca—, este es mi hijo mayor, Baatar Jr —la mujer hizo una seña y el chico que era igual a su padre pero en una versión más joven se acercó a ella—, arquitecto e ingeniero, estará contigo en la obra.

—Mucho gusto —el chico me ofreció una sonrisa jovial y me pareció agradable al igual que su padre—, me alegra saber que estarás con nosotros, mi padre me hablo mucho de ti.

—¡Oh si! Lo conocí cuando estuvo aquí para hacer el levantamiento para el proyecto, soy un gran admirador de su trabajo, sus libros sobre ingeniería me han ayudado mucho —Suyin se retiró en silencio sutilmente dejándolos charlar a solas—. Aunque creo, sin ánimo de ofender, que usted debería retomar algunos de sus consejos a la hora del diseño —las mejillas de Asami adquirieron un color rojo ante la observación—, hemos tenido algunos detalles serios con sus planos y me parece excelente que su padre, el señor Hiroshi, la haya mandado para que conozca lo difícil del terreno y lo complicado de la obra —el chico le sonreía pero ya no de forma amable, sino con esa sonrisa estúpida que le hizo recordar a la jefa de la guardia—, claro si es que logra soportar las condiciones de trabajo a las que estamos acostumbrados aquí en Zaofu.

La joven Sato estaba tratando de contenerse para no contestarle de forma descortés pero le resultaba humillante que el chico frente a ella la menospreciara de esa manera.

—Asami, veo que ya conociste al idiota de mi hermano —Opal se aproximó hasta ellos dos e interrumpió la platica antes de que la chica de labios rojos le replicara su grosería, los habia estado lirando y creyo prudente intervenir—, no lo tomes tan a pecho, es la influencia de Kuvira hablando. ¿Por cierto donde dejaste a tu dueña? ¿Te soltó la correa? —le dijo para hacerlo enojar y que desviara su atención de Asami.

El rostro del chico cambio a uno de molestia y apretó los dientes antes de dejarlas a solas.

—Gracias —pronunció Asami—, en serio gracias —detestaba tener que ser descortés pero el chico se lo estaba ganando y no quería dar una mala impresión el primer día.

—No te preocupes, mi hermano y Kuvira son muy unidos y por la forma en que te trató puedo adivinar que Kuvira será todavía peor —la joven de cabello corto rodó los ojos y se la llevo de la sala yendo al comedor donde el resto ya se encaminaba—, pero me tienes a mi para darles su merecido si intentan molestarte.

—Tu madre y tú son muy amables, ¿por que ellos actúan de esa manera? —Asami no podía entender como es que siendo de la misma familia, Baatar que parecía tan buen chico, resultará un patán.

—Y eso que aún no conoces a los gemelos destructores y al "artista" de la familia —hizo el gesto de unas comillas con los dedos—, a veces pienso que soy la única cuerda en esta casa —llegaron al comedor y Opal le ofreció un asiento junto al suyo—, o quizás es que heredé el carácter de la abuela... Humm... Aunque no lo creo, no soy tan gruñona, al menos no aún —soltó una pequeña risa y con eso ambas se relajaron.

—¿Y donde están el resto de tus hermanos? —preguntó curiosa pero pronto fue respondida cuando un escándalo por el pasillo llego hasta el comedor.

—Ellos dos son los gemelos destructores —la chica señaló en dirección de un par de chicos de peinado en copete que le hicieron recordar a su amigo Bolin— y detrás de ellos, el artista conceptual de mamá —otro chico más apareció y su forma de vestir y su corte de cabello se le hicieron bastante extravagantes incluso para un lugar como Zaofu—. Wing y Wei —los gemelos la saludaron peleándose por ser el primero en sostener su mano—, Huan —la saludo con menos ánimo y más ¿tristeza? No sabía cómo definir el carácter del chico—, ignoralos —fue el consejo final que le diera Opal.

—Mucho gusto —le dijo a los tres que siguieron derecho a saludar a su madre y se sentaron a la gran mesa.

Baatar y Kuvira entraron al comedor también y se sentaron justo frente a ellas dos. Ambos estaban enfrascados en una fuerte conversación por lo que podía observar. De pronto la mirada verde de Kuvira se posó en ella y Asami trató rápidamente de apartarla. Todo en ella le resultaba irritante.

La cena transcurrió de forma agradable. Los gemelos la hacian reír con sus ocurrencias y pronto se sintió interesada en ver ese famoso juego que habían inventado, el disco de poder, era toda una rareza ver a un metalbender usar sus habilidades para algo que no fuera ser un policía de Ciudad República. Sin embargo, en Zaofu los metalbenders abundaban. Quizás era natural que usarán sus dones para algo menos serio y más divertido.

Asami se despidió de la concurrencia y Opal se ofreció a acompañarla al bungalow de las visitas, que es donde se hospedaría hasta que partieran a la zona de la obra.

—Será mejor que descanses esta noche, Kuvira quiere salir muy temprano, casi de madrugada, y se pone de muy mal humor cuando las cosas no salen como ella quiere —le advirtió la chica—. Ya la iras conociendo.

—De acuerdo, estaré lista desde ahora —dijo en tono de broma—, nos vemos mañana y gracias por todo.

Opal se retiró y Asami se quedo sola. Busco entre las cosas que había traído desde casa y encontró lo que quería. Un radio comunicador. Abrió la ventana y colocó la antena allí tratando de llamar a su padre, sin embargo no tuvo éxito. En efecto, las cúpulas de la ciudad no permitían que las señales de radio salieran más allá. Con frustración volvió a guardarlo, ya intentaría llamarlo cuando estas estuvieran abiertas.

Como extrañaba su casa, no específicamente la mansión Sato, sino a sus amigos, Korra, Mako y Bolin. Este seria un trabajo bastante duro y no auspiciaba mejoría en el corto plazo con Baatar y sobretodo Kuvira como compañeros en la obra. Ya se estaba arrepintiendo de que su padre la enviara a ese rincón del mundo.

El sol no había salido, bueno no es como que se pudiera saber eso gracias a las cúpulas, pero por la hora en su reloj sabia que no había amanecido aún. Los fuertes golpes en su puerta la despertaron y con un poco de pereza se levantó a atender.

—¡Vamos niña rica arriba! —nada mejor que esa mujer gritándote en la madrugada para comenzar bien el día se dijo para sí—. No tengo tu tiempo, partimos en una hora estés o no lista.

Kuvira se dio la vuelta yéndose, ¿es qué acaso no había dormido nada? ¿o dormía con el uniforme puesto? Se preguntó Asami y dio un portazo. Tenía que apresurarse o no comería nada en el desayuno.

En tiempo récord se dio una ducha, se maquillo y dejo listo su equipaje antes de que un par de guardias llegarán a su puerta para llevárselo.

Salió del bungalow y se encontró de pronto desorientada, así que decidió seguir a los guardias que no estaban tan lejos. Apresuró el paso para alcanzarlos, ellos ya habían doblado una esquina, pues los perdería. Al dar la vuelta en dicha esquina se topó de golpe con otro cuerpo que iba caminando en dirección contraria.

—Será mejor que no corra, podría lastimarse y romperse una uña —allí estaba Kuvira de nuevo, sosteniendola de la cintura y burlándose de ella—. ¿Tiene mucha prisa?

—Iba al comedor —se apartó rápidamente pues sintió el fuego del enojo en su estómago surgir por su presencia y apartó su mano de su cintura donde había permanecido más tiempo del que consideraba prudente.

—En ese caso creo que va hacia el lado equivocado —le señaló a sus espaldas—, pero no creo que le de tiempo —miró el reloj en su bolsillo—, ya es un poco tarde.

—Pero... —no le dio tiempo de decir nada más cuando Kuvira ya la remolcaba del brazo hacia la estación del monoriel que los llevaría a las afueras de la ciudad.

La llevo hasta un puesto en el vehiculo y se sentó junto a ella impidiéndole salir del carro. Opal y Baatar llegaron poco después y tomaron asiento en el frente. Kuvira y Baatar comenzaron a hablar y Asami solo los ignoró, estaba enojada, desmañanada y con hambre.

Sin embargo su ánimo mejoró sustancialmente cuando pudo escuchar el sonido característico de las cúpulas moviéndose para dejar ver el cielo que ya comenzaba a clarear.

Volteó a mirar y el bello espectáculo de los rayos del sol iluminando poco a poco el interior de la ciudad era algo único de ver. A Asami le resultaba interesante el mecanismo que utilizaban para lograr mover esas pesadas placas, tenía que solicitarle a Suyin el permiso para conocer el engranaje que usaban para desplazarlas, tenía la idea de como funcionaba, pero otra cosa era verlo en vivo.

—Impresionante, ¿no es verdad? —comentó la mujer a su lado—. Es el tipo de cosas que no se ven en Ciudad República ni en un millón de años.

—Tiene razón —le replicó molesta—, no tenemos de esto en Ciudad República pero existen otro tipo de maravillas de las que se carecen en Zaofu, como los Satomóviles.

—Tenemos nuestra propia versión de ellos para todo terreno —Baatar intervino y Asami se sintió tonta al olvidar que aunque la ciudad no estaba diseñada para el tránsito automovilístico no quería decir que no los hubiera—, muy útiles para ir a la zona externa de la ciudad.

—¡Oh! No lo sabía —tuvo que admitir con un poco de verguenza—, pero me encantaría conocerlos —se mostró curiosa al respecto.

—Pues allí los tiene —el chico de gafas le mostró a lo lejos, donde estaban por llegar, una caravana de autos de diversos tamaños, además de máquinas para construcción—. Conozca su nuevo equipo de trabajo.

Llegaron a la plataforma del monoriel y descendieron. Asami quedo sorprendida de la avanzada tecnología que Zaofu utilizaba. Su padre no se había equivocado al decirle que en este viaje tendría que aprender mucho, a pesar de las adversidades.

Si tú sabes algo no digas nada...