El arte de abandonar es único, existen diversas formas de practicarlo y para perfeccionarlo es necesario abandonar sempiternamente cada proyecto que se te presente en la vida, cada idea que creas genial en su momento y que el día siguiente resulta, por naturaleza, inútil, nostálgica, bella.
Para abandonar se necesita tener, porque si no se tiene, no se deja nada. Aunque a veces –debo confesarlo por más patético que suene –cuando no se tiene nada y se quiere abandonar, es preciso imaginarse la cosa en cuestión, por ejemplo, a mí me gusta pensar que un día fui talentosa (ese día que no sé cuándo) pero como el talento me exigía una responsabilidad, decidí abandonarlo a su suerte.
Es parte de nuestra naturaleza, no lo podemos negar. Cuando la curiosidad se va, cuando las cosas se vuelven demasiado fáciles, cuando las cosas se vuelven demasiado complicadas; abandonamos. Porque soy menor de edad, porque tengo 18 años, porque no sé, porque no quiero saber. Motivos, circunstancias, personas, pretextos sobran pero se necesitan, la conciencia, como parte de su plan macabro por hacernos seres socialmente adaptables, decide atormentarnos hasta que encontramos un pretexto con el cual calmarla y calmarnos, aceptar que abandonamos porque/cuando/a quien era necesario.
Para abandonar se necesitan huevos (y no hablo del producto de gallina) o todo lo contrario. Porque lo que para uno es un acto de valentía, de ética, tal vez de sinceridad, otro podría decir: "más vale aquí corrió que aquí quedó" y nuevamente volvemos a esa idea tan subjetivamente mía (aunque suene a pleonasmo): lo natural es el abandono, las hojas que abandonan arboles en otoño, las mariposas que abandonan Canadá, las personas que abandonan la vida día con día. Abandonar implica desde el miedo hasta la valentía pasando por todas esas cosas que nos hacen adultos con traumas infantiles.
Abandonar no es un problema, en realidad es bueno, como es bueno viajar, cambiarse de casa, entrar a una nueva escuela o renovar el acomodo de tu cuarto cada semana. El problema aquí es que seguramente abandonaré esto, como los papeles que deje sobre la mesa ayer o la pluma que olvidé, casi intencionalmente, bajo la banca.
