Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin pertenecen a su respectivo dueño.
Advertencia: AU, temas sensibles.
El desayuno se estaba enfriando. Frieda apretó los labios, preocupada, su hermana no parecía muy interesada en alimentarse.
Ajena a las preocupaciones de su pariente, Historia observaba el plato con un aburrimiento evidente. De repente, el olor grasoso de los huevos fritos provocó una oleada de náuseas que la obligaron a taparse la boca con las manos.
—¿Te encuentras bien? —Frieda preguntó con preocupación.
Historia asintió rápido con la cabeza.
—Fue sólo un mareo, ya se me pasará.
—¿Segura? Deberías quedarte en cama, tu salud es más importante que la universidad.
—Estoy bien, no quiero faltar a clases —Historia murmuró.
Frieda guardó silencio, su hermana estaba actuando muy extraño. Prefirió no insistir más, ya encontraría el momento adecuado para hablar con ella.
—Se me hace tarde. Adiós —la menor salió de la habitación lo más rápido que pudo.
En su limusina, Historia se permitió suspirar pero sabía que era un alivio temporal. Frieda estaba sospechando. No podía permitirse bajar la guardia. Unos segundos después, escondió el rostro entre sus manos y soltó un gemido lastimero. Estaba en grandes problemas, ¿qué podía hacer?
Rod Reiss, su padre, solía decir que las mentes frías siempre solucionaban los problemas. Un consejo sabio pero ella era incapaz de aplicarlo. Su cabeza era un revoltijo y no podía pensar claramente. Lo único que podía hacer era mentir, un talento que ella dominaba a la perfección. Sin embargo, las mentiras no suelen ser eternas y eso, Historia lo sabía bien.
—Ya llegamos, señorita —la voz alegre del chofer rompió los pensamientos de Historia. Era el momento de empezar con el acto.
—Gracias por el aviso —su voz sonó tan dulce como la miel. Con mucha gracia, salió de la limusina y se enfrentó al mundo exterior.
En cuanto sus delicados zapatos se posaron sobre el suelo, un grupo de chicas y chicos la rodeó, como siempre. El ambiente se llenó de sus bulliciosas voces.
—Buenos días, Historia, ¿dormiste bien?
—¿Quieres sentarte conmigo en la clase de sociología?
—Hoy tu piel se ve tan tersa y luminosa, ¿cuál es tu secreto?
Historia se limitó a regalarles una sonrisa educada y atravesó la multitud mientras ignoraba la punzada de dolor que atravesó su vientre.
Sí, todo estaba bien. Su mundo era perfecto, como siempre. Entonces, los vio.
Armin y Mikasa. Ambos caminaban por el enorme jardín del campus universitario.
La perfecta expresión de Historia se rompió durante unos segundos pero se recompuso al instante. Sin perder el tiempo, se acercó a ellos.
—Buenos días —ella saludó cortésmente.
Armin y Mikasa intercambiaron miradas confundidas. Historia Reiss, la muchacha más popular de la universidad, les estaba hablando. Ella nunca mostró interés en relacionarse con ellos. Sin embargo, Armin recuperó la compostura y le devolvió el saludo. Mikasa se limitó a mirarla con cautela.
—Siento molestarlos tan temprano pero ¿han visto a Eren?
Armin levantó las cejas, extrañado.
—No está en la ciudad —respondió con suavidad.
Ante esa respuesta, una corriente helada atravesó el cuerpo de Historia.
—Entiendo. Hasta luego —entonces, se alejó del par.
El rubio entrecerró los ojos, ¿por qué Historia estaba buscando a Eren?
Mikasa, en cambio, bajó la mirada.
—Se nos hace tarde —ella murmuró mientras empezaba a caminar.
Armin asintió mientras observaba a su amiga. En situaciones normales, Mikasa ya hubiera adoptado una actitud defensiva hacia Historia, después de todo era muy protectora con su hermano adoptivo. Sin embargo, ella prefirió dejar pasar la situación. Algo no estaba bien.
Las semillas de la sospecha se plantaron en su aguda mente.
Mikasa deslizaba la punta de su lápiz sobre la superficie de su cuaderno, creando formas extrañas y descuidadas. Para sus oídos, las palabras del profesor eran ecos lejanos. Su mente estaba atrapada en una escena que presenció meses atrás y, aun así, no podía olvidarla.
Eren e Historia, entrando a una habitación.
La conclusión era obvia.
El agarre sobre el lápiz aumentó. Mikasa se mordió el labio inferior con fuerza, era injusto. Ella siempre estuvo a su lado, sin embargo, Eren nunca la vio como mujer.
Sintió una suave presión sobre su hombro izquierdo. Se trataba de Armin.
—La clase ya terminó, Mikasa.
—Sí —ella respondió, inexpresiva.
Los dos amigos se mezclaron con la multitud de estudiantes que salían del salón.
Mikasa se detuvo de repente, lívida.
—Olvidé entregar mi ensayo.
Armin la miró alarmado.
—El profesor todavía no salió, tienes tiempo, ¡apresúrate!
Mikasa volvió a entrar en el salón mientras hurgaba su mochila, en búsqueda de sus valiosos papeles.
Soltó un suspiro de alivio en cuanto vio a su profesor, borrando el pizarrón.
—Disculpe.
El hombre se detuvo.
—¿Qué quieres, señorita Ackerman?
Mikasa no se vio afectada por aquella pregunta tosca, ya estaba acostumbrada a la personalidad grosera del docente.
Sin decir nada y con una expresión avergonzada, Mikasa colocó su ensayo sobre el escritorio.
El profesor miró los papeles con molestia, luego chasqueó la lengua.
—Última vez —dijo con tono severo.
Contenta, Mikasa, sin pensar, hizo una pequeña reverencia.
—Muchas gracias, señor Levi.
El docente se encogió de hombros y se dedicó a seguir limpiando el pizarrón. Gracias al movimiento, algo brilló en su mano.
—¿Un anillo? —Mikasa susurró para sí misma mientras salía del lugar. Jamás imaginó que ese docente estricto estuviese casado. Sintió pena por la pobre mujer.
Armin la estaba esperando en la puerta.
—¿Cómo te fue?
—Lo aceptó —ella respondió con un tinte de alegría en su voz.
Su amigo sonrío pero de inmediato su expresión cambió a una más sombría.
—¿Lograste contactarte con él?
Mikasa negó con la cabeza.
—Desde que se fue a Marley, Carla no pudo contactarlo, no sabemos nada de él —dijo con voz entrecortada.
Armin frunció el ceño. Eren no era el tipo de personas que simplemente desaparecía, algo no estaba bien.
—Deberíamos llamar a la policía.
—Carla ya lo hizo, ellos se lavaron las manos, piensan que es una simple fuga adolescente —Mikasa empezó a sollozar.
—No te preocupes, ya pensaremos en algo, todo saldrá bien.
Ella sólo asintió mientras se limpiaba las lágrimas con sus manos.
A pesar de sus palabras, un atibo de miedo floreció en la mente de Armin.
Notas finales: Sólo quería escribir algo angustioso.
