Quizás podría amarlo
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R Martin.
Este fic corresponde al topic "Desafíos: pedidos de fics" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Desafío lanzado por Lucy.
Pareja: Tyrion & Sansa.
—¿No le complazco, mi dulce señora?
Como todas las noches desde que han unido sus vidas ante la luz de los Siete, Tyrion llega borracho a su lecho. Desde que se han visto obligados a convivir como marido y mujer, él ha comenzado a beber de más pero nunca hasta el punto de obligarla a consumar el matrimonio. Y como todas las noches, Sansa finge estar dormida cuando él cierra la puerta de una patada.
—¿Es por qué soy un enano? Lo he sido desde que tengo memoria y lo seguiré siendo por el resto de mis días. A menos que los Siete decidan tener piedad con esta pequeña criatura y le otorguen un metro del altura. Pero seamos sinceros, ¿posibilidad de qué eso suceda? Ninguna. No han sido misericordiosos conmigo nunca y no lo serán ahora.
Tyrion se quita las botas y las arroja a cualquier parte de la habitación. Sansa tiene los ojos cerrados pero puede percibir sus movimientos. Él se está sirviendo una copa del vino dulce que la doncella ha dejado esa misma noche.
—No se equivoque, mi preciosa dama del norte. No gana nada pensando que soy una abominación de la naturaleza. Desde luego que usted tiene razón pero eso no le va a sacar de este calvario en el que vive desde que su señor padre fue decapitado. De cierto modo debe estar agradecida de que la hayan casado conmigo, antes que con Joffrey. Puedo ser calculador y a veces jugar sucio, pero jamás le obligaría a hacer algo que usted no desea y mucho menos a golpearla. Usted está a salvo conmigo.
Sansa aprieta más los ojos cuando siente el calor del pequeño cuerpo a su lado. Sabe que su esposo tiene razón. Él la trata con una dulzura inusitada, algo que no podría esperar casada con Joffrey. Pero, ¿hasta qué punto está a salvo? Hasta que los Lannister decidan que ya no la necesitan más, ni siquiera casada con el gnomo, y quieran enviarla con su padre.
—Sé que usted no está dormida y que solamente finge hacerlo para evitar la convivencia entre nosotros —el aliento húmedo le choca contra el lóbulo de la oreja—. ¿Estaría dispuesta a amarme si le digo que en dos días nos pondremos rumbo a Invernalia?
Ella se voltea y se encuentra con los ojos de diferentes colores del enano y la cicatriz que cubre su rostro. Sabe que puede tratarse de una broma, un engaño más, pero no puede evitar que una esperanza nazca en su interior.
—¿Está burlándose de mí?
—En absoluto, volverá a su hogar. No es necesario darme las gracias, con que ya no me mire con desprecio me es suficiente.
Sansa besa su mejilla.
—Quizás si podría amarlo.
