Existen ciertos elementos que me deberían bastar como evidencia para que el resto de personas ilusas se entere de que lo que ellos conocen como "amor" no es más que una reacción bioquímica en relación a algo que resulta relativamente atractivo a nuestros sentidos, principalmente en lo concerniente a la obtención de placer en cualquiera de sus manifestaciones.
Por ende, yo hubiese podido alegar que "amo" mis parches de nicotina porque me producen placer.
Hubiese podido hacerlo hasta antes de verla.
Antes de conocerla.
Ella es más que pulsaciones aceleradas y pupilas dilatadas. Ella es peligro, es meticulosidad, es pasión y frialdad a la vez. Ella es "La Mujer".
Es algo que pensé no encontrar jamás. No es mi némesis, sino todo lo contrario. Y pensar en ello me produce un torbellino de sensaciones que me fascina y aterra a la vez.
La observo y sólo puedo verla. Me enfoco en descubrir qué piensa y termino develando con mis ojos lo que jamás dirían mis labios.
Presumo íntimamente cada vez que uno de sus mensajes llega.
Porque sé que soy el único.
Porque sé que ella es la única.
Sé que su inteligencia es pasmosa y su envoltura es exuberantemente pecaminosa.
Huyó del mundo, aunque sé que regresará.
Pero no conmigo.
Y la perseguiré sólo para dejarla ir.
Porque así está bien.
