Todos los derechos de Sailor Moon y sus otros personajes son Propiedad de Naoko Takeuchi/Kodansha, TOEI Animation
Me ha tomado mucho hacer este Fanfic… muchos años a decir verdad que lo tenía en mente… cuando era una chiquitina…
Pero después de millones de modificaciones por fin pude darle forma. Espero que les agrade. Dedico este fic a mi novio y a un viejo amigo que se burlaba porque me gustaba ver Sailor Moon y aunque no me gustaba del todo ese Darien… y me encantaba Seiya siempre pensé la manera de Juntarlos XDD.
Espero que me den su opinión, así si les gusta tendré que ponerle más esfuerzos y seguir. Con el desarrollo del Fic se verá más la evolución del SyS.
Gracias por tomarse su tiempo y leer.
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"Las arenas del tiempo han cambiado" –contempló el horizonte, susurrándole suavemente a una jovencita a su lado–
"Siento fluir un misterioso suceso sobre el cosmos, algo que definitivamente no sólo corromperá nuestro futuro, sino que también el del universo entero" –su voz pasó de un ligero murmullo a macabros tintes de pesimismo –
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"No recuerdo si eran las dos o tres de la madrugada, lo único que recuerdo fue como el teléfono sonaba con un agrio temperamento. Mi padre me despertó unos minutos luego de esa llamada, pidiéndome que me vistiera y alistara un par de cambios de ropa. Cuando baje las escaleras vi a mi madre como nunca, desparramada en una silla de la cocina, estaba hecha un mar de tristeza, sus ojos inundados de lágrimas que escurrían por sus finas mejillas, mientras mi hermano, tras mío, me lanzaba unas miradas de duda para obtener respuestas. Yo no sabía lo que ocurría en aquel momento, hasta que mamá subió a su recamara y papá pudo darnos la noticia. Una hermana de ella había fallecido en un viaje de vacaciones, junto a su esposo y una de sus hijas. La noticia me impacto de lleno, muy a pesar del dolor, me conmocionaba cómo era posible que nunca supiera de esa tía.
El funeral se dio en las afueras de Tokio, en un pequeño pueblo. Toda la familia animaba a una desvalida muchacha, la única hija que sobrevivió al estruendoso accidente. Esa chica estaba de lo más seria, jamás había contemplado unos ojos tan callados, era como sí se apartaran del mundo para no sentir o no pensar en su dolor. Me recordaban a alguien, pero no sabía a quién y aunque intentaba una y otra vez colocar esa mirada aguamarina en alguien, la verdad no me pasaba por la mente."
Fueron las letras que la princesa de la luna anotó hace una semana, quizá menos, luego del fúnebre acontecimiento. La madre de Usagi no se miraba repuesta, dormitaba en ocasiones, quemaba la comida e inclusive no le importaban las notas de su hija. A pesar de ello, la rubia de coletas, llevaba guardada la renuente mirada de esa pobre chica. Sus amigas habían notado el abatimiento de días de la futura Neo Reina, y tratando de saber cuál era el motivo, la invitaron al restaurante que frecuentaban. Pidieron unos cuantos pasteles y sabrosas bebidas para alegrarla, ella sólo comía sin apetito, a forma de complacerlas. Hasta que la recia Rei no soportó tanto silencio de su parte y con aquel personal carácter comenzó a indagar.
"Usagi-chan, te estás portando de lo mas intolerable… ¿Por qué no nos dices que te pasa?"
"Es que no quería preocuparlas" –contestó sin ánimos la rubia, estremeciéndose de recordarlo–
"Te peleaste con Mamoru… seguro" – sus violáceos ojos se clavaron en los celestes de su decaída amiga, reprendiéndola de una manera aguda– ¿No puedes hacer nada bien? Usagi-Chan –con desazón meneó la pajilla en su jugo al oír la manera tan bruta con que era regañada por Sailor Mars–
"Cálmate Rei, solo la asustas" –Makoto se mostró calmada, enseguida de jalarle la mejilla a Rei y bajarle los humos–
"No, nada de eso, estoy bien con Mamo-Chan. Hace unos días murió una tía, que nunca había conocido, hermana de mamá. Ella… está inconsolable. Es que la última vez que vio a su hermana le dijo que la odiaba, que era una insensata al salir embarazada de un desconocido. Darles ese dolor a mis abuelos y de paso planear irse con él sin terminar sus estudios." –Sumió sus hombros en son desesperado, las demás jóvenes apoyaban sus manos, cálidamente, en los hombros de ella. Rei se sentía sumamente apenada, le pidió disculpas a multitud, hasta pagó el poco consumo de ella.
Esa tarde, de camino a su casa, Usagi ojeaba uno que otro aparador, pensando en lo que le recomendaron sus amigas. Comprarle un pastelito, una pulsera, subir sus notas, cualquier cosa que la pusiera de mejor humor. Entonces se detuvo en una tienda de obsequios y entró a echar una miradita. Entre tantas cosas lindas tropezó con un hermoso alhajero, era de color dorado, con adornitos de flores. Era perfecto, pues recordó que le hacía mucha falta para guardar esos aretes que le regaló la abuela, al tratar de tomarlo rosó su mano con otra, de aspecto masculino, eran suaves, delgadas y largas, como las de un pianista. Al instante que giró su cuerpo, pidió perdón inclinándose variadas veces. El hombre desahució una sonrisita, más que burla, sonaba en melodía dulce. La princesa viró su rostro hacia él. Un muchacho… ¡Guapísimo! , su mirada era tan cálida, esos luceros brillantes y verdes, parecía que destellaban la brisa del campo, su piel tostada, el cabello castaño claro en un vaivén de sofisticada rebeldía, vestía un saco blanco con una camisa del mismo color, un pantalón de mezclilla perla. Su porte era sereno. Su voz sutil se entretejió en los oídos de la muchacha.
"¡Disculpe señorita!, es toda suya" –dijo en tono cortes de realeza–
"No, no. ¡Qué vergüenza!" –El rostro de la rubia estaba de mil colores a razón del trato tan noble que estaba recibiendo– "Quizá sea para su novia y yo…"
"Soy soltero" –sonrió amenamente– "Lo quería para mi colección, pero no importa tómelo usted"
"Entonces, podría… es que lo quiero para que mi mamá se ponga contenta" –entre su ternura y candidez, reanudo su negativa en aceptarlo, pero el muchacho era persistente, dentro de su gallardo y lozano gesto. Bueno, ya que él decidió no adquirirlo, Usagi no perdió la oportunidad y lo llevó a sus manos con una dulce sonrisa– "¡Muchísimas gracias!" –se fue al mostrador, dando pequeños saltitos de felicidad a comprarlo. La cajera le dio el precio, pero rebasaba por mucho el presupuesto que tenía, su cara torno en una inestable depresión, cosa que notó el otro joven y se aproximo con su movimiento delicado a donde estaba la rubia de chongos y coletas risadas –
"Debería revisar el precio" –mostró sus cuentas blancas y entrecerró los ojos, amablemente en todo momento– "no creo que esto cueste más de lo que tiene en el monitor"
"Es lo que me aparece ahí, pero revisare de nuevo en la base de datos, con todo gusto señor" –la vendedora comenzó a teclear con cuidado y a mirar la lista–
"Señorita, ¿por qué no da una mirada en el lugar?, puede encontrar algo mejor" –sugirió con un cantico de gentileza a Usagi–
"Si, si… sería bueno" –en fingida sonrisa se dispuso a mirar por ahí, alejando su atención de aquél caballero, busco por un lado, por el otro, pero no localizó algo que satisficiera los gustos de su madre, luego regresó al mostrador, pero el muchacho ya no estaba, sin dar marcha atrás alargo sus pasos para irse, cruzando por las puertas de cristal de la tienda. Al menos estaba satisfecha de que sí ahorraba un poco más, tendría la posibilidad de comprarlo. En ese momento la muchacha tras la barra, corrió para alcanzarla–
"Señorita, olvida su alhajero"
"Es que no lo completo" –le ofrendó unas palabras inocentes, dulces y sinceras–
"Su amigo lo pago" –extendió su mano que sostenía una bolsa de papel café claro, con un diseño original y portaba el logotipo del negocio– "Con su permiso, señorita, tengo que atender mi puesto" –la mujer ingresó al establecimiento dejando en las manos de la joven el obsequio–
"¡Señor de blanco…!" –Gritó un llamado con esmero– "Señor de blanco, tengo que devolverle su dinero"
Era una situación confusa, volteó por todos lados para descubrir el paradero de ese joven, estaba propuesta a pagarle, aunque fuera una parte, pero no divisó nada en los contornos de las calles. No podía hacer nada para remediar tal caballerosidad. En ese momento emprendió la retirada a su hogar.
Tras la tienda salió el joven castaño, acompañado por otro, de exaltado cabello pelirrojo, largo hasta la cintura, que ataba con una coleta al final de su nuca, su piel era como la arena del desierto acentuando sus truhanescos ojos carmesí. Portaba una chamarra de cuero negro, playera rojo oscuro, pantalón de mezclilla negra, roto de las rodillas y unas botas ostentosas con algunas cadenas, este chico daba un tremendo contraste con él anterior.
"Siempre decayéndote con las niñas bobitas… si seguimos así tardaremos siglos y eso es lo que menos tenemos" –a punta de carcajada le dijo al refinado joven–
"Me lo dice el incurable seductor" –le azotó en la cara ese pequeño problemita dejándolo rabioso, por un momento se veía que el pelirrojo le contestaría a ese comentario, pero no lo hizo– No viste esos ojos azules, engalanados con un brillo plateado, parecía como si mirara la luna llena" –recitó sus ideas en verso poético– "Apostaría una melodía a que ella es la princesa...
"¡Patético!, esa niña es demasiado lerda. Hasta le gritó a la nada. –se paro en jarras a manera de regaño y dirigió sus globos oculares al cielo – Lo mismo dijiste de las últimas dos, a diferencia que una era la princesa del arcoíris y la otra de Venus. Date cuenta que el Príncipe de la Luz llegará en poco tiempo y aún no tenemos ningún paradero de las piezas. ¿Qué cuentas le rendiremos…? Sí sólo pierdes tiempo en banalidades." –Sus ojos rubí rebordeaban en ira al repasar los dorados de su contraparte, a la vez que recogía hacía atrás su agitada melena bermeja–
"¿No te emociona las maravillas de este peculiar planeta?" –Parecía demasiado curioso, fascinado hasta cierta medida, pero esas gemas escarlatas, clavadas hostilmente en él, no le permitieron ahondar en el tema, al retomar trote– "Si se trata de ponernos serios, ¿dime que has sabido del Príncipe de este planeta?"
"No mucho, estos seres primitivos –recalcó la palabra– se han mofado de mi, creyéndome loco… – cerniendo al caminar su sostenido engreimiento satírico– "Esto será más difícil de lo que creí. Sin embargo las otras Majestades van rumbo al planeta Kinmoku, para pedir audiencia a la Princesa Kakyuu y pedir la entrega de una de los protectores."
–––*
Un violín inundaba suavemente el departamento, manando en cada nota un romance trágico e imposible, parecía que algo le obligara a tocar esa pieza, dormida en su mente desde casi una semana. El aroma del cabello rubio cenizo recién lavado, de una joven que salía de la recamara, estaba siendo percibido por la intérprete de la melodía, quien paró al instante de escuchar provenir de la puerta el adornado timbre. Dejó sobre la mesa el arco y colocó el instrumento en un sillón a total equilibrio para disponerse a atender el llamado. Era la hora de la cita común, pero esta había sido convocada con extrema delicadeza. La puerta fue abierta para continuar con un intercambio de miradas y saludos. La mujer de mayor edad se adentro en la casa junto con la pequeña del cuarteto, ambas posaban caras de intranquilidad. En la mesa de la estancia descansaba una tetera de cerámica, a sus lados un juego de cuatro tazas del mismo material y color. Una bandeja tenia bocaditos y postres. Momentos después de acomodarse cada una en los amplios sillones, era hora del tomar el té, montando sobre las palabras que las recién llegadas tenían que decir.
"Temo por el futuro" –sirvió las cuatro tazas antes del ras, tomando una de ellas, hidrató su garganta seca con un sorbo del brebaje de menta– "Alguien más poderoso que yo ha cerrado las puertas del tiempo para que no pudiese mirar en ellas"
"¿Qué dices?" –perpetró con enojo una de las mujeres al mover su cuerpo y dejar escapar la briza de su humedecido cabello–
"Hasta ahora no sabemos quién ni cómo, pero es delicado, se ha filtrado sin que lo sospechemos" –afirmó con angustia la chiquilla, tratando de acomodarse en uno de los sofás sin mirar a ninguna del grupo–
"Esto es insubstancial" –azorada trataba de acomodar sus pensamientos de la misma manera que hacía con su violín en el estuche– "No puedo creerlo…"
"Créelo Michiru-San" –escuálidamente depositó sus opacos ojos cárdenos en la muchacha de cabello mar–
"Esto no puede llegar a oídos de las otras sailors" –cruzó sus brazos y sus piernas ansiosamente– "No hasta que estemos seguras"
"No es el momento de heroísmos, Haruka. La Princesa Serena ya no es una niña, ahora es el tiempo que comience a determinar lo que sus soldados han de hacer" –su tono era tan serio como la situación delicada–
"No quiero ser aguafiestas, pero ella es…" –recreó miles de palabras al llevarse una de sus manos al mentón, entre ellas inmadura, incapaz, distraída, tonta, hasta que encontró la correcta– "inexperta."
"Sabía lo que dirías… no tienes que retener el comentario real. Es el motivo principal de dar pie a que se convierta en lo que ha de ser, La Neoreina, nuestra princesa debe madurar, pero de nosotros depende que ella cobre conciencia de su posición" –Setsuna recargó su espalda al contorno del sillón, tratando de componer las frases correctas que le ayudarían a expresar lo que por meses había sido tela de juicio entre ella y la seria Hotaru– "Tendrá que prepararse, lo que está por venir es oscuro y recóndito. Solo dos meses, serán duros para nosotras, pero ella los necesita"
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Sus ojos comenzaron a entrecerrarse, sentía una fatiga enorme, pero entre esa pesadez recordó que no envolvió el regalo que tenía para su madre. Un espíritu de pendiente le recorrió por completo el cuerpo, entonces decidió ponerse en pie y buscar algo, entre sus pertenecías escolares de inicios del año. Cruzó la habitación rascándose la cabeza para tratar de recordar dónde puso ese papel. Encendió una lamparita cerca de una mesita. Busco en uno de sus cajones de su escritorio. Efectivamente aún descansaban el sueño de los esperezados aquellos enrollados pliegos de papel, los sacó con torpeza, tal que un pedazo de papel cayó al suelo. Después de dejar sobre su mesa de estudios esas hojas, estampadas con flores rosadas, agacho su cuerpo para levantar el pedazo de papel que cayó al suelo, su textura era gruesa y un leve resbalosa, se dio cuenta enseguida que ese fragmento era el de una fotografía, la miró al acercarla a la fuente de luz. Un retrato que tomó tiempo atrás en un festival escolar. Cuánto tiempo pasó que no lo veía. Su corazón se acelero repentinamente al tener de nuevo frente a sus luceros azul claro aquella figura masculina de ojos zafiro, cabello negro, piel blanca, ese rostro tan atractivo de facciones perfectas, su sonrisa chispéate, la actitud de estrella, no cabía duda que era Seiya. Tanto que no lo veía, ¿qué estaría haciendo en estos momentos?, ¿seguiría, él…? Pero que pensamientos tan tontos le rondaron por su cabeza, eso era lo que se decía a sí misma. Sacudió su cabeza para alejar de ella tantas interrogantes que no venían al caso y comenzó a envolver el obsequio. Entre sus lejanías retomo el tema sin darse cuenta
"Si que es muy guapo, quizá si lo hubiese conocido antes que Mamoru…" –suspiró hondamente dejando a sus mejillas un sutil rubor– "después de todo él es… mujer" –sonrió en sus adentros– "en todo caso sería imposible… yo soy la princesa de la luna y Mamoru de la tierra, ya estábamos destinados" –anudó el último listón al envoltorio, anotó algo en una tarjetita unas letras de ánimo, apagó la luz, enseguida se levantó para dirigirse a su cama y colocar en su buro la cajita cubierta. Se estiró un poco y se hecho en la cama–
"¿Qué haces despierta a estas horas Usagi-chan?" –preguntó la gata al sentir como la cama se movía, al resentir el peso de la rubia –
"Envolvía algo para mamá… a todas estas ¿hacía días que no te parabas por acá?" –el dejo de sus palabras sonaban a un posible romance– No andarás engañando al pobre Artemis ¿verdad?
"No seas tonta. Usagi-chan, note un ambiente extraño. Artemis y yo anduvimos investigando, pero no encontramos nada… ese nada es lo más raro" –su voz era de duda, una duda muy profunda, aunque anduvo varios días buscando de un lado a otro, junto a Artemis, no encontró respuestas, a pesar de todo el esfuerzo–
"Ya no seas tocada, Luna, no hay nada a que temer. Por eso se fue Mamoru al extranjero… –su cuerpo entulleció al recordar que su prometido partió casi enseguida del combate con Sailor Galaxia, su tema se inmiscuyo profundamente en sus sentimientos– no es que sea egoísta, pero él tenía que cumplir con sus sueños… quién soy yo para no dejarlo –bajó su faz mirando sus rodillas, reprendiéndose al recordar que ni le reprocho el hecho de irse–
"Ya duerme, es tarde, no te preocupes por Mamoru. Te ha llamado y escrito cartas, no tienes por qué preocuparte"
"Si, lo sé." –se metió bajo la manta y tomó una almohada para colocarla bajo su cabeza– "Seiya… es tan diferente a Mamo-chan… él no quería irse, lo vi en sus ojos… yo extraño mucho su compañía, era un gran amigo… ¿pero por qué es tan diferente que con las chicas? Seiya, ojalá pudiera volver a verte, me haces mucha falta."
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Los vasallos del catillos de la nación de Tankei terminaban los preparativos de un banquete, se mencionaba entre los sirvientes el recibimiento de unos invitados especiales. Minutos luego, los guardias hacían fila en a la entrada del palacio, destellando cordialidad, honor y pulcritud, cuando dos jóvenes y un niño arribaban desde el cielo. Uno de los escoltas era Sailor Star healer, quien les recibió en son de desconfianza. Era inusual que tales seres se vieran envueltos a dejar sus comodidades para andar por ahí. Aún así, la princesa les había pedido que los dejasen entrar al territorio, debido a ello tendría que calmar su idea de mantener una oposición. El más alto era de cabellos cortos, finos y color durazno, sus facciones exquisitas, ojos que deleitaban en miel, pero su semblante era sumamente varonil, quizá ostentase un poco a lo tosco, pero no por ello dejaba de verse atractivo, portaba una capa dorada que cubría el resto de su cuerpo. El que estaba a su izquierda portaba un báculo y una túnica blanca que marcaba monotonía con el tono de su cabello cano, que rosaba con singularidad el filo de sus mejillas, sus ojos permanecían cerrados, su piel, a contraste total de su atuendo, era morena. Finalmente el muchachito, de melena añil claro, corta con mechones largos que cubrían sus oídos, traía puesto unos pantalones abombados y una camisa asimétrica que llegaba a sus muslos en tono índigo.
"Bienvenidos sean a nuestro reino, Príncipes" –realizó una caravana mas por obligación que por ganas, dejando caer un mechón de su cabello grisáceo al trayecto–
"¡Vaya!, que Sailor mas extraña" –comentó inocentemente el jovencito más pequeño del grupo, surcando a la senshi de cabellos platinos con sus ojos negros– ¿Eres hombre o mujer? –Healer se molesto, pero continúo reclinada –
"No sea grosero, su majestad. Venimos solo por una cosa" –su voz fue dulce, pero reprendedora depositando su mano izquierda, de entre sus ropajes dorados, al hombro del niño–
"¡Vale!, ¡vale! Principe Hávarður. Pero me quedare con la curiosidad. –era un muchachito muy travieso e indagador, naturalmente como un torbellino–
"Levántate guerrera y encamínanos hacia dónde está tu honorable princesa" –no abrió sus ojos un solo segundo, esperando a que su suave petición fuera correspondida. Su actitud despegaba a lo insípido, pero rebosaba de tranquilidad, tal como su albo traje proyectaba–
"Por favor, síganme, Altezas" –los condujo dentro del palacio, recorriendo parte del, hasta llegar a un cuarto amplio, retocado con finos detalles. Al frente del mismo estaba la Princesa Kakyuu, radiando su armonía y belleza, sentada frente a una mesa llena de pequeños entremeses y bebidas frías– Helos aquí mi señora."
"Gracias Healer, puedes retirarte y dejarnos solos" –amainó su orden con una dulce sonrisa–
"Pero princes…" –el miedo de dejarla sola con los desconocidos le revolvía el estomago, sostuvo brevemente su mirada incrédula en la cara de la monarca, que a su vez esta le contestó con otra llena de tranquilidad, confirmándole que nada habría de pasar– "De acuerdo" –se retiró, cerró esa gran puerta, pero en su cabeza aun circundaba esas ideas de desconfianza–
Ellos aprontaron su cercanía, tomando asiento al momento que La princesa Kakyuu se los pidió.
"¿Qué les trae por aquí, sus Majestades?" –Espetó, al mismo instante que extendía sus suaves manos para ofrecerles los aperitivos–
"Princesa, disculpe nuestra descortesía, pero dado la situación iremos al tema principal. Hemos venido por una razón que usted ya conoce, hablamos del príncipe del sol –en ese soplo que decía la última frase, el hombre de traje dorado, notó como la mujer de cabellos naranjas se contrajo y sus manos temblaron al igual que su mirada, dando la impresión que le mencionaran al diablo, de tal manera que ella permaneció en total silencio– Las circunstancias son complejas. Yo mismo tuvo que cerrar las puertas del tiempo para que las Senshis de la vía láctea no metieran sus manos"
"El Principe Hávarður teme que ellas resulten lastimadas. –trató de suavizar el acto con una confesión protectora– Ha llegado nuestra soberana, de manera que no debería a un tiempo incompetente y en un lugar impreciso… Pero a final de cuentas está ante nosotros" –sostuvo en tintes amargos, que resolvían en tranquilidad, aquel que parecía monje con báculo en mano–
"Lo que ha dicho… es irreverente, esto debería ocurrir a dos generaciones. ¿Quién sería capaz de cambiar el futuro?" – un pensamiento agrio de la mujer giro por su cabeza; era amargo el contexto, pero de suma tristeza las consecuencias–
"Estamos ante el peor de los momentos, –el chiquillo calculaba mentalmente– incluso por el enemigo que es quinientos treinta y cinco punto treinta y ocho por ciento más poderoso que Sailor Galaxia, la que está dormida y dormirá por siglos. Irrefutablemente ya empezaron a buscar a nuestra señora. Esta es la última diligencia que aremos, el consejo ha hablado… el príncipe del sol vendrá con nosotros" –Si, era un niño, pero con una inteligencia excelsa y nata, sus cálculos eran de lo más exactos aunque no dejaba de ser un niño curioso– "¿Por qué sus Sailors son hombres y mujeres?"
"¡Reima…! ¡Su Majestad!, no es momento para eso –apenado suspiro Hávarður revolviendo el cabello del chiquillo en forma de reprimenda– Esta soberana ha venido del futuro, pero fuentes de información…" –interrumpió el chico de índigo–
"Más precisas del gran Principe Reima, las mías" –el chico presumía sus descubrimientos, al momento que cogía un dulce de la mesa– "encontré que no viene de dos generaciones… NO. Hablo inexcusablemente de esta, si es así como debe ocurrir, es imprescindible no obstruir el paso a su padre y a su madre–Aún mas pasmada tiritó la mujer, fue un choque total, su postura se encogió por un momento para retomar después sus tambaleantes ojos terracota, a la par que el pequeño se paraba para acercarse a ella– "No se asuste tanto princesa" – tomó las manos de la joven dama con ternura y le sonrió– "por eso pedimos su ayuda, préstenos a sus guerreras, sabemos que han llegado a ser superiores a su poder de combate… si se mueren las revivimos" –sin extremar ningún cuidado, soltó un comentario muy cierto, pero algo fuerte–
"¿Morir? ¿Qué has dicho?" –desenganchó las manitas del pequeño de las suyas–
"¡Reima…!" –miró al chiquillo con sus furiosos ojos ámbar, ya cansado de sus impertinencias contrarias a su aptitud intelectual–
"¡¿Qué?! No sé decir mentiras, no quiero decir mentiras… nos llevaremos al príncipe del sol a la Tierra… –se mostró aburro al mencionar tal planeta– Tendría que nacer nuestra omnipotente Reina… en ese… ¡Arg! lugar y luego esas Sailor tan débiles querrán entrometerse" –cruzó sus brazos en canción de berrinche–
"Princesa, no estaremos solos –ignoró categóricamente a Reima, para ir al punto– El gran príncipe acepto la misión, estaremos en buenas manos sí unimos fuerzas.
"Hablas… de… el Príncipe… Lexus" –increíble, ilógico, insostenible… ese orgulloso, petulante, poderoso y ermitaño hombre, frenético tal vez, involucrándose en una batalla, aunque su potencial sobrepasaba los límites de la cordura, JAMÁS de los jamases iría en pos de una cruzada, a menos claro sostuviera el embate del cambio negativo universal. Fue hasta entonces que se detallo la verdadera condición de lo que enfrentaban, el caos total.
"Si ese mismo, –Eideard se postró en ademanes sumisos– Se que muchos le odian, muchos le temen y otros… otros tratan de ignorarlo, a tal grado que ha sido una de las fuertes razones por las que pocos en el consejo quisieron inmiscuirse en este asunto, pero en el fondo es un buen soberano. –entraño un hilo de recuerdos y remembranzas, solo para él, de los motivos que habían vuelto al príncipe Lexus de esa forma– No debemos permitir que el mal use a nuestra señora. Seremos pocos combatiendo, aseguro que en cuanto sepamos el paradero de ella… –fue interrumpido por la cálida voz de la dama–
"No pienso arriesgar a mis Senshis… pero Sailor Galaxia esta… en un profundo sueño y es inevitable no permitirlo" –el dejo de esperanzas del secreto guardado por años fue arrebatado por el hombre de dorado–
"Ya es hora de que él se entere que es príncipe del sol… y que dejen de espiarnos sus guerreras" –con su poder espiritual abrió el cerrojo y puso de par en par las puertas del enorme salón, levantándose, permitió a su capa dorada hacer ruidos que asimilaban la lluvia–
Las tres sailor estaban cabizbajas, era mucha su vergüenza, merodear tras la firme madera sin consentimiento de su soberana. Un acto de protección, pero también de desconfianza que las ataba ahora a la mudez combinada uniformemente a timidez y tensión.
"Por favor… No… no se lo digan" –reclamó, rogó, imploró de rodillas con lagrimas en los ojos a la tercia de hombres frente a ella, a sabiendas de que sería irrevocable–
"Como lo dijo Reime… el consejo ha hablado" –se puso de pie al igual que su colega, señalando a la mujer que estaba en medio de las otras, paradas y renuentes– Sailor Fighter, es como te hacen llamar. –apretó con fuerza su báculo para no declinar ante los sollozos y ruegos de la princesa– Tiempos aquellos cuando te traje, con el padre del príncipe Diamante, junto a tus hermanos a estas tierras y para protegerlos… Príncipe del sol central. Príncipe Arat. Así es como recuerdo que te nombró tu padre…"
Afonía.
Suspicacia.
Aprensión.
Ira.
Solo eso permaneció en la esfera…
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- ¿Qué ocurrirá ahora que el príncipe del Sol central ha sido reconocido?, ¿De qué señora, soberana o princesa universal hablan? ¿Quiénes son los enemigos?
Todo esto en próximos capítulos amigos.
