Le Renouveau

Capítulo 1:

Ser abogado había resultado un empleo próspero para el joven Milo, tanto como para dejarlo vivir en un departamento que para él era sumamente cómodo. Porque claro, no tenía una familia que mantener, ni siquiera una simple mascota. Vivía completamente solo y eso le permitía darse ciertos lujos con el dinero que ganaba. No podía negar que vivía plácidamente en la ciudad de Atenas, a pesar de que su trabajo podía llegar a ser sumamente estresante a veces, pero tampoco lograba afirmar que estaba conforme con su situación actual. El griego de cabellera azulada estaba bastante cansado de su rutina: Despertar por la mañana y después de desayunar dirigirse al bufete donde trabajaba. Si bien sus casos eran siempre distintos, hacía tiempo que había perdido la gracia, y no porque no disfrutara lo que hacía, a Milo le encantaba ser abogado, pero era el conjunto de los días monótonos lo que le hacía perder los estribos y volverse un pesimista. Odiaba pensar en sí mismo como un muchacho amargado, pero si alguna cura tenía era pisar el suelo de su restaurante favorito.
Le Renouveau era un no muy grande pero elegante restaurante francés ubicado a unas calles de su casa. Lo había descubierto hacía tiempo atrás y desde entonces Milo frecuentaba el lugar varias veces por semana, a veces para la cena, y otras ocasiones en la merienda. Por algún motivo que desconocía totalmente, la comida preparada en ese lugar y el ambiente le llenaban el corazón de calidez, era la única parte de su rutina que amaba y no deseaba modificar jamás. La música suave y agradable, la comida caliente y exquisita, un lugar junto al gran ventanal de vidrio impecable, y la sonrisa del mesero que amablemente atendía su mesa y que ya lo conocía debido a su frecuente asistencia. Eso era lo que Milo necesitaba para relajarse después de cualquier cosa que le pasara. Siempre, pero sobre todo en los días lluviosos y grises, le gustaba pedir una humeante taza de café acompañada de un trozo de tarta de manzana: En ese lugar la preparaban como en ningún otro, y es que había probado en muchos otros sitios, pero solo esa le traía confortables recuerdos de su niñez. Dulce y apetitosa, el joven griego se tomaba su tiempo para degustar esa pieza de postre que consideraba traída desde el Olimpo. Se sentía suertudo pues, pensaba que algo tan increíble en la antigüedad probablemente sería reservado únicamente para los dioses.
Ese día se había quedado después de hora en el trabajo por un exceso de quehacer, una llovizna ligera humedecía el asfalto cuando el muchacho de ojos turquesa pensó en ir lo más rápido posible a su casa para descansar. Sin embargo, al pasar por la puerta del restaurante y envidiar a los clientes que disfrutaban de la deliciosa comida, Milo decidió entrar con la idea de que estaría mejor allí que en su casa.
Las mesas junto a la ventana estaban ocupadas esa noche, pero logró conseguir una cercana y en cuestión de un rato, el mesero acudió a saludarlo.

-Buenas noches –Dijo con voz amable al tiempo que le extendía una de las cartas.

-¿Cómo va todo, Mu?

Le sonrió de forma amistosa. Después de tantas visitas al establecimiento y de ser atendido por el mismo mesero, Milo sentía la confianza suficiente como para llamar por su nombre al empleado de largos cabellos lila. De vez en cuando entablaba conversaciones con él, Mu había empezado a trabajar allí tan solo un mes antes de que Milo empezara a frecuentar el lugar, eso lo convertía en el empleado más reciente, pero no había duda alguna de que el joven se esforzaba para ir a la par de sus compañeros más experimentados.

-Hoy no hay muchos clientes. –Le sonrió y eso quería decir que el trabajo iba bastante pacífico hasta el momento. –Solo los más flojos salen a comer debajo de la lluvia.

Milo alzó las cejas a punto de reclamar pero la risa calmada de Mu lo detuvo.

-¿Pides lo de siempre?

-Apuesto a que soy la única persona que cena tarta de manzana. –Comentó burlón mientras le devolvía la carta que no necesitaba.

-Por lo menos en este restaurante, sí. –Afirmó el chico de cabello lila mientras tomaba el objeto amablemente.

-De todas formas, hoy quiero algo diferente. Quiero el pollo con salsa de hongos.

-Ah, al chef le gusta mucho preparar ese plato.

-Entonces está de suerte.

Su plato no se hizo esperar demasiado, en parte por la poca clientela de esa noche, y en parte por el buen servicio. Todo estuvo tan sabroso como esperaba, y decidió quedarse un momento más a pesar de ya haber terminado e incluso pagado la cuenta. Cada vez disfrutaba más comer en ese lugar y desde hacía algunas visitas se le había ocurrido una idea que consideraba un poco descabellada, pero que estaba decidido a llevar a cabo algún día: Y por qué no, ese día.

-¿Se te ofrece algo más?

Escuchó aproximarse al camarero y distinguió curiosidad en los ojos verdes de Mu, después de todo no era habitual que los clientes se quedaran en la mesa aún después de pagar la cuenta.

-Sí, de hecho. –Sonrió el joven de cabello azul. –Me gustaría hablar con el chef.

El otro muchacho se vio totalmente desconcertado, incluso temeroso.

-¿Hay… Algún problema? –Balbuceó.

-No. –Se puso de pie. –En absoluto. Disfruto mucho este lugar, como sabrás, y me gustaría conocer a la persona que prepara todo esto para agradecerle.

-No sé si Camus esté de acuerdo con eso, pero le puedo preguntar.

Milo alzó una ceja, así que aquel artista de la cocina se apellidaba Camus. Probablemente sería Francés, igual que el restaurante. Seriamente pensó en retractarse y volver a casa como todos los días, pero Mu ya había ido hacia la cocina, y después de todo solo sería darle unas palabras de agradecimiento a quien probablemente era un viejo gordo con una, en su opinión, insuperable mano para la cocina.
Al cabo de un rato, su mesero salió para indicarle con una seña que se aproximara.

-A Camus no le gusta mucho dejar su puesto durante el trabajo, pero logré convencerlo de algún modo.

-Vaya que es fanático el señor.

-Bastante. Pasa por aquí Milo, -Indicó. –Y por favor no te extiendas demasiado.

El griego caminó hacia donde el otro hombre le había propuesto y finalmente se detuvo ante la figura impecable del cocinero. No pudo evitar lucir totalmente sorprendido: Su delantal blanco denotaba pulcritud, pero eso no era lo más llamativo, el joven, porque en lugar de un viejo gordo resultó ser alguien más o menos de su edad, lucía tan perfecto que se preguntó en silencio si no estaría soñando. Su cuerpo era grácil y delgado, sus ojos de un tranquilizante color violeta azulado, y sobre todo un hermoso cabello aguamarina que llevaba recogido y medio cubierto por un pañuelo blanco, probablemente por normas de higiene. El cocinero arqueó una ceja impaciente al ver que su cliente solo se había quedado parado viéndolo.

-¿Eres el chef? –Preguntó indeciso Milo, después de un rato.

El otro lo miró incrédulo.

-No, soy astronauta. —Contestó sin inmutarse en absoluto y con una mirada gélida.

Un incómodo silencio se produjo al instante y de no ser porque Milo se lo pensó dos veces, le hubiese dado al menos una patada por tal falta de respeto.

-Lo siento. –Expresó el cocinero. –No quería ofenderte.

-Me pareció exactamente lo contrario.

De todos modos, el griego se sintió más relajado de no tener que perder totalmente la esperanza en aquel hombre, era algo bueno que pudiese pedir disculpas tan rápido. Sin embargo, Camus lucía por demás distraído y tenía más su vista en la puerta metálica de la cocina que en el cliente que lo felicitaba.

-En fin, no pretendo quitarte tu tiempo. –Advirtió al darse cuenta de que muy difícilmente el cocinero tendría la mente en otro lado que no fuese la cocina durante su servicio. –Solo vengo con la intención de agradecerte y felicitarte. Yo siempre como aquí y la verdad es que muchas veces hasta me niego a comer en otros lugares. –Confesó esperando que no se le notara demasiado avergonzado. –Tu comida es lo más delicioso que he probado.

A pesar de su actitud mayormente estoica, Camus sí pudo mostrar sorpresa ante esas palabras, sus labios se entreabrieron ligeramente y sus ojos con un tinte de ilusión le dieron una apariencia mucho más dócil, imagen que el griego quiso por algún motivo guardar en su memoria.

-Es… -Carraspeó con un nerviosismo apenas perceptible. -Somos un equipo de personas trabajando, no me corresponde solo a mí el mérito.

Milo apretó los labios: ¿A caso era tan complejo aceptar un cumplido? Justo cuando creyó que podría empezar a tener una conversación normal.

-Pero gracias, jamás había recibido un comentario así.

-Eso me extraña. –Afirmó. -¿Cómo es tu nombre?

-Camus. –Dijo y el de cabello azul se sintió un poco decepcionado de que volviera a aquella forma de hablar tan monótona.

-Eso lo sé. –Sonrió. –Pero me refería a tu nombre de pila.

El de ojos violáceos guardó silencio unos segundos sin cambiar su expresión en absoluto, y finalmente volvió a repetir:

-…Camus.

El griego se rascó la nuca con nerviosismo, acababa de descubrir que al parecer Camus no era solo un apellido. Para su pesar, sabía de sobra que los nervios no lo llevaban a dar la mejor impresión de su persona, sobre todo porque se le escapaban los peores chistes cuando eso ocurría.

-Perdona, creí que Camus solo era un apellido, ¿Te imaginas que tu nombre sea Camus, y tu apellido también?

Justo después de involuntariamente decir tal estupidez, Milo se mordió la lengua para no continuar, mientras su acompañante simplemente optó por mirarlo fríamente unos segundos más.

-Si me disculpa, debo volver a mi trabajo. –Declaró lo más cordial que podía después de haber escuchado aquel chiste que le había resultado entre extraño y ofensivo.

–Lamento eso, Camus, no soy bueno entablando conversaciones, solo debí decirte a lo que vine y luego retirarme. –Aunque si lo pensaba un momento, el chiste de Camus sobre ser astronauta había sido infinitamente más ofensivo que el suyo, pero Milo no estaba allí para pelearse con su chef predilecto.

-Aprecio tu comentario sobre mi cocina. –Hizo una muy pequeña reverencia, pero el griego deseó que al menos hubiese ofrecido una sonrisa leve, como para creer que lo que decía era verdad y que no estaba allí simplemente fastidiando a ese cocinero que acababa de conocer. –Y espero que siga siendo el lugar que eliges para comer.

Milo únicamente asintió con la cabeza, después de haber comprobado que hablar no era su fuerte y tampoco el del otro sujeto, supuso que con un gesto era suficiente, y lo siguiente que vio fue a Camus volver a su puesto de trabajo en la cocina.
Llenó sus pulmones de aire y la soltó pesadamente en un suspiro para finalmente regresar por donde había venido. Antes de retirarse del establecimiento se cruzó con la curiosa mirada de Mu a quien no dudó en sonreírle.

-Me debiste decir que tu chef era un hombre con corazón de acero.

-Bueno, te dije que no le gusta dejar su puesto durante el trabajo. –Se encogió de hombros. –Ojalá no te haya asustado lo suficiente como para no volver.

-Estaré bien si logro borrar la imagen de su mirada cruel tratando de pulverizarme. –Rió.

-No es tan malo. –Contrarió el mesero. –Camus es una gran persona una vez que lo conoces bien, pero ni te imaginas la presión que hay al trabajar en una cocina.

Milo alzó una ceja pero prefirió no discutir, cuando pidió hablar con el chef del restaurante en su cabeza la escena había sido totalmente distinta. No le había dicho a Camus su nombre, ni siquiera había podido ofrecer un amistoso apretón de manos debido a la barrera gélida que había puesto el cocinero con su mirada poco divertida. Sin mucho más que hacer, se despidió del otro chico y se marchó hacia su hogar.
Lo cierto y, aunque no quisiera admitirlo, es que durante todo el trayecto hasta su casa, y aún después de tumbarse en la cama, lo único que el griego podía pensar era en lo muy estúpido que se había visto por su nerviosismo, pero sobre todo, en lo increíblemente bello y talentoso que le había parecido Camus. Por supuesto que parte de la belleza se esfumó cuando el francés abrió la boca y demostró ser demasiado hostil, pero esa sensación extraña seguía en su cabeza, y aunque su atracción por los hombres ya no era una sorpresa para él, tampoco lo sería el que Camus no aceptara un simple coqueteo y un par de noches apasionadas para satisfacerlo. Y es que Milo no estaba para otra cosa, enamorarse y tener además que ganar el amor de otra persona era demasiado trabajo para al final separarse y darse cuenta de que había tirado todo ese tiempo a la basura, y no habría llegado a esa conclusión de no trabajar diariamente en divorcios y parejas que empezaban diciéndose el uno para el otro y acababan arrojándose sus pertenencias por la cabeza y luchando por quién se quedaba con cuál hijo. Le resultaba difícil creer en un amor duradero, y consideraba una tontería invertir esfuerzo en algo que no duraría tanto como se llega a soñar en los primeros meses de una relación. Aquel cocinero se veía sobre todo inalcanzable, y por lo tanto representaba una pérdida de energía innecesaria. Amaba su comida y seguiría pasando mucho tiempo en su restaurante, pero en cuanto a la persona, probablemente la mejor decisión era fingir que jamás lo había conocido.
Y a pesar de eso, al pegar la oreja en la almohada y cerrar los ojos, Milo solo pudo seguir pensando en Camus hasta quedarse dormido. Tal vez era una especie de embrujo, tal vez el destino lo odiaba.

-¡Maldición!

Fue lo primero que gritó al despertar y darse cuenta de que había pasado demasiado tiempo dándole vueltas al mismo asunto durante la noche. Gracias a eso estaba llegando tarde, y no precisamente al trabajo, ese día lo tendría libre, pero si existía algo peor que hacer esperar a un jefe, eso era hacer esperar a un amigo malhumorado y con un hilo de paciencia. En otras palabras, hacer esperar a Shaka.

-La próxima vez voy a venir una hora más tarde de lo que acordamos, así no tendré que esperarte cada vez que nos reunimos.

Comentó puñetero el rubio mientras veía de reojo la figura de su amigo agitado por el apuro.

-Hola Shaka, ¿Cómo estás? ¿Alguna vez te enseñaron algo de educación?

-Porque para ti es de muy buena educación llegar tarde a todos nuestros encuentros, ¿No?

Milo solo frunció el ceño para no discutir más: Shaka era mucho mejor amigo de lo que parecía, y es que había sido el único amigo que logró conservar de la escuela secundaria. Era un malhumorado de primera, pero de alguna forma el rubio siempre se había mostrado interesado, a su manera, de conservar la amistad a pesar de que sus carreras y caminos fuesen distintos. Milo a su vez se sentía cómodo con el otro hombre y por eso en sus días libres solían reunirse y deshacerse un poco de sus apretadas agendas.
Fue en medio de una conversación cualquiera con su compañero que el griego tuvo, a su parecer, el plan más oportuno de todos:

-Shaka, ¿Alguna vez te he mencionado mi restaurante favorito?

-No. –Declaró el hombre con poco interés. –Probablemente porque los restaurantes y sus dueños tiemblan ante mi presencia.

Milo lo miró extrañado: Sí, sabía que Shaka era un crítico gastronómico que trabajaba para una de las revistas más populares, y sabía también que era terriblemente despiadado con sus reseñas, sin embargo, imaginaba que cualquier cocinero debería tener la suficiente confianza en su buen trabajo como para mantener la compostura ante un crítico.

-¿Y si te llevo a comer ahí, harías luego una crítica sobre ese lugar?

Preguntó demasiado sonriente para el gusto de Shaka. A pesar de ser un hombre pesimista y mortalmente sincero, al rubio le resultaba complicado decirle que no a Milo cuando lo veía tan entusiasta.

-Primero debo proponerlo, ¿Pero a qué viene esto? ¿Crees que no tengo nada que hacer como para ir a lo que seguramente es algún nido de ratas donde tú comes hot dogs?

El otro frunció el ceño tan ofendido como si fuera él el dueño de Le Renouveau.

-Es el lugar más increíble del mundo, te lo puedo apostar, la razón es que quiero que sea muy exitoso, y si le das una buena crítica en la revista donde trabajas, se hará muy popular.

Aunque en realidad, la razón era que haber sido el de la idea de llevar al famoso crítico que lograría hacer próspero el negocio, probablemente lo acercaría un poco más a Camus. No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que su verdadero motivo era ese, y querer arrojarse a la avenida para que los transportes le pasaran por encima. Sabía por demás que el joven de cabellos aguamarina era un completo desconocido y no podría verlo como alguien capaz de alcanzar si ni siquiera tenía idea alguna de sus preferencias.

-¿Alguna vez leíste una de mis críticas? Soy muy exigente Milo, probablemente termines perjudicando ese lugar que tanto aprecias.

Shaka consiguió hacerlo dudar, había leído algunas de sus críticas y era verdad que su amigo no tenía piedad alguna ni reparo en decir cual cosa se le ocurriera, pero al mismo tiempo le resultaba inmensamente difícil pensar que Camus y su estupenda mano con la cocina fracasarían ante el reto, era arriesgado, pero intentarlo era la única opción.

-Estoy seguro de que le darás una buena calificación, solo tienes que ir, si lo haces te deberé un favor.

Shaka suspiró y rodó los ojos con cansancio.

-Solo recuerda que te lo advertí.

-Y yo te advierto que después de probarlo no querrás comer en otro lado.

El griego de ojos celestes decidió mantenerse seguro en su idea de que todo saldría de maravilla, aún si ese disparatado plan no le servía al final para acercarse al chef, de todas formas impulsar la carrera de Camus hacia la cima no sería poco. Por supuesto que decidió ignorar el hecho de que, dependiendo de la opinión de Shaka, había bastantes probabilidades de que todo terminara en un completo desastre.


Comentario de la autora:

¡No puedo creer el estár publicando este fic! ya llevo varios meses con esta historia y al fin me decidí a empezar a publicarla...
¡Espero que les guste y puedan dejarme sus opiniones!
Pobre Bichis, al parecer no va a poder hacer nada al respecto y terminará interesado en Camus de todas maneras (Como le pasaría a cualquiera) Ya veremos en el próximo capítulo si favorece al restaurante o si al final arruina todo (?)
En cuanto al título del fic, tuve conflictos porque está en francés, y me pareció que tal vez era confuso para la gente que no sabe mucho francés (yo por ejemplo(?) pero al final no he encontrado ningún título mejor. Soy pésima eligiendo títulos así que dejemoslo así.
Creo que publicaré una vez al mes, porque todavía sigo trabajando en capítulos futuros, ya veré si luego publico más seguido pero no les puedo prometer eso!

En fin, espero un montón sus opiniones y ojalá les guste esta nueva historia :D

PD: Shaka es Ego de Ratatouille (?)