1era Aclaración:
2da Aclaración: Este fic ya lo había publicado en , pero como la página borró mi cuenta (y la de cientos de personas) decidí publicarla nuevamente aquí. A veces tardaré en publicar, ya que le estoy haciendo unos cuantos cambios, sin embargo trataré de no tardarme.
Para las palabras o letras:
-Si están así serán los pensamientos de los personajes.
-Si están así es para resaltar.
-Si está "así" son llamadas telefónicas.
-Si está "así" es sarcasmo.
Bueno creo que eso es lo más importante, disfruten el capi n.n
El misterioso ángel de las alas negras
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La casa de mi abuelo
Era un típico día nublado y lluvioso en la ciudad de Konoha, de hecho me sorprendía que mi madre pudiese conducir sin tantas dificultades, aunque bueno, esta carretera prácticamente se la sabía de memoria, después de todo no era la primera vez que nos dirigíamos a la casa del abuelo.
Yo también conocía la carretera y la rutina. Dentro de cinco minutos, vería a mi lado derecho una granja color roja con una vaca comiendo césped; dentro de media hora, vería a mi lado izquierdo una casa blanca con techos verdosos; dentro de dos horas, nos encontraríamos con un semáforo que se quedaba en rojo como por doce eternos minutos; y en dos horas estaríamos frente al hogar de mi abuelo.
Mientras tanto mi madre me lanzaba el mismo discurso de siempre: Pórtate bien…obedece al abuelo…no toques algo si él no te da el permiso…no entres a una habitación que no sea la tuya o la cocina…etc.
Pero como niña buena solo podía contestarle el típico Sí mamá.
Estaba aburrida de que esto ocurriera TODOS los años. Y no es que fuera una tradición familiar o que estuviera de vacaciones. NO. Esto sucedía porque todos los años mis padres tienen uno que otro… "desacuerdo".
-Sakura, recuerda que si el abuelo te prohíbe decir o hacer algo tú…-ahí estaba de nuevo, dejando la frase inconclusa para ver si yo le seguía la corriente.
-Le hago caso –contesté.
Bueno, no me he presentado, mi nombre es Sakura Haruno y tengo 7 años de edad, soy hija de Joel y Shiro Haruno, grandes dueños de una cadena de hoteles lujosos.
Mi padre es muy simpático y amable, él siempre me sonríe, juega conmigo, me lee cuentos antes de dormir, en otras palabras es mi mejor amigo. Tiene el cabello rojizo y unos ojos jades como los míos, piel blanca y de muy alta estatura. Según él, era muy deseado entre las mujeres, yo no ponía eso en duda, él es muy guapo.
Mi mamá es totalmente opuesta a papá, ella es demasiado refinada y seria, casi nunca la veo sonreír, sólo me dirige la palabra para darme ordenes. Cuando me voy a dormir solo me dice Descansa de forma fría. Ella y yo somos unas completas desconocidas. Sus cabellos son largos y blancos, su piel es del mismo color que el papel y sus ojos son color celeste hielo.
Me imagino que se preguntará a quién me parezco más, todos dicen que soy idéntica a mi padre, excepto porque mi cabello es color rosa, es raro pero ¿qué más obtienes al mezclar rojo con blanco?
Desde que nací me han dicho que soy muy inteligente, de hecho mi padre me contó una vez que aprendí a sonreír más rápido de lo que lo hace un bebé normal y eso era un signo de un alto intelecto.
Eso explica por qué aprendí a hablar, escribir y leer tan rápido. Estoy en una escuela para niños especiales'' como yo. Tengo siete años y ya estoy estudiando química y física, la verdad no creo que eso sea normal.
Casi siempre veo en los parques a niños de mi edad jugando con sus padres o con sus amigos, yo en cambio jamás he tenido la oportunidad de hacer amigos, ni siquiera en la escuela.
-Ya llegamos –anunció mi madre con voz de militar- bájate rápido y toma tu equipaje, no nos hagas perder tiempo a tu abuelo y a mí.
-Sí mamá –contesté como siempre, sin vida alguna.
Tomé mi maleta, que era pequeña, y mi mochila donde estaban mis juguetes, mis cuadernos de dibujo y mis lápices de colores.
Mi mamá lo único que cargaba era su bolso súper caro color plateado y la jaula donde estaba mi gatita Tigresa. Si la veías bien parecía un tigre blanco, pero como era muy pequeña sabías que solo era una gata común y corriente. Mi padre me la regaló el año pasado para mi cumpleaños.
De pronto escuché el sonido de una puerta abriéndose a mis espaldas.
Era el abuelo, con esa cara igual de seria que la de mi madre, me sorprende que sean parientes políticos, me parece imposible que él pueda ser el padre de mi padre.
Cuando me miró puso cara de disgusto, odiaba que hiciera eso, me daban ganas de decirle: Créeme yo tampoco quiero estar aquí, pero no hay más opciones.
-Gracias por dejar que se quede aquí padre –dijo mi madre después de hacer una reverencia muy formal- sé que es mucha molestia, pero verás que ni la notaras.
-Eso espero, tengo demasiado trabajo que hacer… ¿Y ese gato?
-Joel se lo regaló e insistió en que Sakura se lo lleve.
-Mi hijo es incorregible, pero no importa. Vamos Sakura, hay que te instalarte.
-Sí abuelo –contesté- adiós mami.
-Adiós –dijo simple y rápidamente, se volteó en dirección al auto, se subió en él y sin más condujo de vuelta a casa para que mi padre y ella "arreglen" sus diferencias.
Normalmente eso tomaba tres semanas o un mes.
-Apresúrate, tengo cosas más importantes qué hacer.
-Sí señor.
Lo seguí hasta la casa. Creo que mansión le queda mejor si nos fijamos en el significado de la palabra.
Como sea lo seguí mientras él me decía qué podía tocar y qué no podía tocar aunque me costara la vida. Me mostró las habitaciones que estaban vetadas para mí y las accesibles.
-Pero de todas las habitaciones esta es la que nunca mirarás, esta está definitivamente fuera de tu alcance, ni siquiera puedes tocar la puerta ¿me he hecho entender? –dijo mientras señalaba una puerta que parecía demasiado pesada, era muy oscura la madera y además que tenía un olor muy extraño, era algo entre agradable y desagradable.
Yo simplemente asentí, esa rutina de Sí señor me estaba aburriendo, demasiada monotonía.
Seguimos avanzando por un largo pasillo, sin embargo no podía evitar mirar de vez en cuando atrás para apreciar esa puerta tan enigmática.
No perderé mucho tiempo en descripciones sobre la mansión, simplemente les diré que tiene muchos adornos en las paredes, cuadros de pintores antiguos y modernos, armas de distintos lugares y otras cosas relacionadas con diversas religiones.
Para resumirlo, el abuelo era un coleccionista de reliquias y obras de arte con demasiado dinero para derrochar.
Las paredes eran blancas y todas las puertas eran de madera clara, excepto la que me prohibieron con definitivas.
Al fin me dejaron en mi habitación, esta la decoró mi padre porque antes era muy aburrida y simple, decidió pintarla de rosa, con flores moradas. Me compró un cubre cama blanco con muchos cerezos y con mi nombre bordado, un escritorio, estantes para los libros y un ropero.
Todo seguía igual, él no había movido nada.
-Quédate aquí y no me molestes.
Ni le contesté, simplemente me senté en mi cama.
Empecé sacando mis cuadernos y colores, después de todo eran las cosas que más amaba en mi vida.
Como si leyera mi mente Tigresa soltó un maullido de queja, quería salir de esa jaula.
-Ya voy –le dije después de reírme un poco- a mí tampoco me gustaría estar encerrada de esa forma.
La liberé y ella empezó a estirarse, se subió a mi cama para acurrucarse y dormir.
-Perezosa –le dije, ella solo hizo un ronroneo que parecía decir: Demándame, soy un gato, ¿qué más voy a hacer?-Bueno, descansa gata sin oficio.
Ella resopló.
Empecé a desempacar mis prendas de vestir para dejarlas en mi ropero, puse los libros en los estantes (no lo llené, solo había traído los que más me gustaban).
Y todo eso me llevó como cinco horas, oigan todavía soy pequeña ¿Qué esperaban?
Decidí leer un libro, uno que me haga sentir en casa, uno que me haya regalado mi padre, uno que siempre leo y jamás me aburro, ese era…
-El Reino de los Ángeles –dije en voz baja.
Aunque adoraba los libros con muchas letras y pocos dibujos este era mi favorito, de las cien páginas que tenía el sesenta por ciento eran puras imágenes.
Los personajes eran muy atractivos, me encantaban esas enormes y blancas alas, esos ojos tan amables, todo eso me fascinaba.
No había historia, pero sí una clasificación de ellos, sus características más comunes, sus funciones y misiones. También habían reglamentos que ellos debían seguir al pie de la letra, una vez soñé con ser unos de ellos, cuando se lo dije a mi papá él me dijo:
-Tú ya eres mi angelito –después de eso me abrazó con ternura.
Recién llegaba y ya lo extrañaba muchísimo.
Escucho unos golpes en la puerta, de ahí ingresó mi abuelo con un teléfono en la mano.
-Tu padre está al teléfono.
¡Adorado sea el poder de la mente!
Me acerqué al teléfono rápidamente, quería oír su voz.
-¿Hola?
-"Hola mi amor, ¿cómo va la instalación?"
-Bien, ya terminé de desempacar todo, estaba leyendo el libro de los ángeles.
-"Me alegro, lamento que tengas que pasar por esto querida."
-No importa, mamá y tú necesitan hablar.
Lo pude oír suspirar con cansancio, significaba que mi madre ni siquiera le había dirigido una mísera mirada.
-"Y… ¿cómo está Tigresa?"
-Durmiendo como siempre.
-"Dile que si sigue durmiendo y comiendo terminará engordando" –bromeó.
-Se lo diré –informé después de reírme- Te extraño papi.
-"Yo también princesa, pero verás que pronto nos veremos, te quiero mucho".
-Igualmente, besos.
-"Descansa bien."
-Gracias.
Después de eso colgó.
El abuelo prácticamente me arrancó el teléfono, no me miró ni me dijo nada, solo se fue cerrando la puerta de manera muy fuerte que estoy segura que se escuchó por toda la mansión.
Pasó una semana completa, solo recibía llamadas de mi padre antes de irme a dormir, me la pasaba leyendo y dibujando.
La chica que limpiaba y cocinaba se llamaba Tenten, era amable y divertida, tenía el cabello castaño oscuro peinado en dos colitas estilo chino, vestía el típico uniforme de vestido negro con delantal blanco que usaban las mucamas francesas.
Le gustaban mis cuadros y dibujos, siempre hacía comentarios sobre ellos o me corregía algún error.
Me encantaría que mi madre fuese como ella, o que ella fuese mi madre.
A veces me prestaba unos libros, me decía que eran muy buenos, y tenía razón. La mayoría eran de detectives como Sherlock Holmes, también tenía unos que había guardado en su infancia.
La hora de la cena nunca ha sido mi favorita. Mi abuelo es vegetariano, así que durante las primeras visitas a su casa comía lo mismo que él, pero mi padre lo regañó diciéndole que a yo no seguía ese tipo de dieta, y era verdad, me parecía asquerosa. Con el tiempo mi abuelo se fue acostumbrando al hecho de que el refrigerador tenga carne, aunque obviamente no la comía.
Como sea, esta era mi segunda semana aquí, decidí hacer lo que nunca antes hice en mis otras visitas, explorar toda la mansión.
Eran como tres pisos, las habitaciones estaban en el tercero, en el segundo no tengo idea y en el primero, pues la sala, la cocina, el comedor etc.
Bajé las escaleras para llegar al segundo piso, pero no era diferente a los otros pisos. Lo típico, muchos adornos y puertas cerradas.
Ahora que lo pensaba, en este piso se encontraba la puerta que tenía estrictamente prohibida.
-Solo me tengo que alejar de ella –me recordé.
Miré las habitaciones que me eran permitidas, pero solo eran bibliotecas, salones de estudio, ¿una fotocopiadora? (¿A quién se le ocurre hacer una habitación tan grande solo para tener una fotocopiadora?)
-Le falta un pasatiempo…o un tornillo –me dije a mí misma.
Esta exploración no hizo más que aburrirme, así que decidí dejar de perder mi tiempo y subir a mi habitación que tenía más entretenimiento.
Pero de pronto me llegó otra vez ese extraño olor, aunque esta vez era más agradable, de hecho olía a pétalos de rosas, ese olor me encantaba.
Mi cuerpo se dejó llevar por él, parecía en medio de un trance, hasta que terminé frente a esa puerta oscura.
Una parte de mi mente decía: Ábrela, y la otra decía: Aléjate.
No supe a quién obedecer, pero no tuve tiempo de pensar en eso, porque escuché al abuelo llamándome.
-¡Sakura! ¡Tu padre está al teléfono!
-¡Ya voy! –contesté.
Miré por última vez esa puerta que me incitaba a descubrir su interior. Negué con la cabeza. Fui a contestar el teléfono, pues mi padre era más importante.
No sé por qué desperté esta mañana con ganas de dibujar, pero no cualquier cosa, quería dibujar esa puerta prohibida y misteriosa, quería tenerla en mi cuaderno.
Y así lo hice, cada detalle me salió perfecto, tenía muy buena memoria así que ¿qué importaba haberla visto solo dos veces?
-¿Qué opinas Tigresa?
La gata solo miró de forma superficial mi dibujo, luego bostezó aburrida para dormirse de nuevo.
-Oye, gracias por tu comentario "tan constructivo", cada opinión me sirve –le dije con sarcasmo-. Pero por lo menos yo no seré la que engorde por dormir y comer tanto.
Ella abrió los ojos y resopló molesta, se bajó de la cama para caminar un poco y llegar a su propia cama, me lanzó una mirada que parecía significar: Ahí lo tienes, sí hago algo de ejercicio.
-Ajá, sí claro, solo duérmete y ya.
No tuvo objeción en obedecer esa orden, como lo dije antes, era una perezosa profesional.
Deberían hacer premios con esa categoría, así se haría famosa mi gata.
Otra estrategia que se me ocurrió fue leer los libros de la biblioteca del abuelo, vi que eran muy pesados y grandes, los más grades estaban en los estantes más altos, así que me conformé con los que estaban a mi alcance.
Química, historia, física, álgebra, prácticamente eso era una escuela.
-Aburrido –susurré.
Decidí cerrar los ojos y dar un par de vueltas sobre mí misma, cuando me detuve levanté mi brazo para que señalara algún libro.
Al final terminé leyendo historia europea.
-Bueno, eso sí me gusta.
Me senté en uno de los sofás de la habitación y empecé a leer. Pronto los párpados empezaron a pesarme. No sé muy bien el motivo, pero estaba muy cansada. Decidí que lo mejor era echarme una pequeña siestita.
Soñé con esa puerta, estaba parada frente a ella y de nuevo ese olor me invadió, mejor dicho me hipnotizó, me hechizó por completo.
Sin embargo, lo que más me tentó a querer abrirla fue la voz que provino de la puerta.
-Ábrela –me decía, esa voz era seductora, suave, musical, seria y hermosa- ábrela –seguía insistiendo.
Mi mano se fue acercando al pomo de la puerta, pero algo me despertó.
Abrí lentamente los ojos notando que me estaba moviendo. Miré hacia abajo. El suelo se movía, y no precisamente porque estuviera caminando.
Cuando me despabilé por completo supe lo que sucedía. Tenten me estaba cargando en sus brazos como si fuese un bebé.
-Veo que por fin despiertas. Te estuve buscando todo este tiempo, me asustaste mucho cuando no te vi en tu cuarto.
-Lo siento.
-Ya no importa, pero la próxima vez avísame cuando estés en la biblioteca principal ¿entendido?
-Entendido…Tenten
-¿Sí?
-¿Qué hay detrás de la puerta negra?
-¿La puerta negra?...Oh esa puerta –dijo, ¿soy yo o se puso tensa?-no, no tengo ni idea, jamás he entrado a ese lugar.
-¿Segura?...pero si tu…
-Debes tener hambre –se apresuró a decir.
Me dejó en mi cuarto, después se fue diciéndome que me iba a subir la cena.
Algo estaba mal ahí, y mis siete años me hacían una niña muy curiosa, así que tenía que aprovechar ese tiempo para saber qué escondía mi abuelo y Tenten en la mansión, qué o quién estaba detrás de esa puerta.
Y tenía que saberlo rápido.
