Del futbol y otros amores
Disclaimer:
Captain Tsubasa no me pertenece. Únicamente uso sus personajes y parte de historia para entretenimiento. Créditos a su creador Yoichi Takahashi, el maestro que nos enseñó que el futbol es más que un simple deporte.
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Advertencia:
Puede haber algo de OCC.
Estos son una seria de oneshots independientes uno del otro, pero de alguna manera, relacionados entre sí. No siguen una secuencia temporal exacta, cada uno se lleva a cabo en distintos tiempos, y cada capítulo representa el punto de vista de algún personaje.
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Capítulo 1
Eres lento
Nakazawa Sanae
¿Cuánto tiempo había pasado? Un año, dos, cinco, siete…
Había pasado mucho tiempo desde que se vieron por primera vez, mucho tiempo era al que habían pasado juntos, lado a lado. Y no se arrepentía de nada.
Al verlo por primera vez, supo que todo sería diferente. Pero claro que se había enojado por hacer que Manabu perdiera el equilibrio, pues era un inconsciente al ir corriendo por la calle con su balón, sin embargo, a sus ojos fue obvio que este chico traería nuevas sorpresas…
Y en el reto que hizo contra Wakabayashi lo confirmó. Decir que este chico era un genio, quedaba muy corto; tenía un don innato para jugar al futbol. Era lo que el Nankatsu necesitaba en ese momento, y se convertiría en el pilar de sus compañeros toda la vida.
Y no sólo en el de ellos.
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—Sanae, ya es hora—. Escuchó la voz de Yukari por detrás de la puerta.
—Ya voy, — le dijo antes de echarse una última mirada en el espejo y salir de su cuarto.
Iban rumbo al estadio.
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Ozora Tsubasa. Su nombre, salido de un sueño, un sueño sin límites. Donde sentía que podía volar muy alto hacia el cielo, extendiendo sus alas, en todo su esplendor…
Él había cambiado bastante, mejorado aún más, para ser exactos. Pero ella no se quedaba atrás. Ya no era la misma chica prepotente y orgullosa que animaba al equipo, y todos sabían, estaba completamente enamorada del ahora capitán de la selección. No, ahora era mucho más femenina y había adoptado una conducta de completa amabilidad (salvo cuando Ishizaki la molestaba a propósito), meditaba mejor las cosas, y sabía que quería para su vida. Lo único que permanecía intocable, era su amor por el capitán y su apoyo incondicional al equipo.
Lo amaba, no era un secreto para nadie, ni siquiera para él mismo.
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Miraba la cancha desde la tribuna, el partido estaba por iniciar. Analizaba a cada uno de los jugadores y detuvo su vista en Wakabayashi.
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Wakabayashi Genzo había sido el primer rival de Tsubasa y uno de sus más grandes amigos. El portero tenía grandes expectativas de él y siempre creyó que un día, los dos estarían defendiendo al equipo de su nación, elevando el futbol japonés. Hoy era ese día.
Sonrió al recordar el primer encuentro oficial que tuvieron entre los dos. El partido Nankatsu vs Shutetsu, había sido especial; Tsubasa había mostrado su potencial y ella lo estuvo apoyando todo en tiempo con esa bandera «vamos Tsubasa». Al finalizar el partido, el pequeño había ido a agradecerle su apoyo. Ese simple gesto, en ese entonces, conmovió su corazón. Y desde ese momento supo que jamás se cansaría de apoyarlo.
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Sonó el silbato anunciando el inicio del partido. Sin pensarlo mucho desplegó la bandera que llevaba en brazos.
—¡Vamos Tsubasa! — Gritó mientras empezaba a agitar la bandera. Sus amigos se sorprendieron. Todos llevaban camisas similares, pues eran los animadores no oficiales de la selección nipona.
—¿Esa bandera es…? — Escuchó por el fondo a Manabu, pero no le tomó importancia ya, sino que se concentró en apoyar al equipo y a su capitán. Porque sí, era la misma bandera que había utilizado hace años.
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Es cierto que Tsubasa era un genio, rápido en aprender jugadas y tácticas. Pero realmente era lento, muy lento en cuestiones de amor.
Ella no lo culpaba, la vida del capitán era el futbol, lo demás era secundario, y no por eso lo dejaría de amar, al contrario; la vida de Sanae estaba dedicada ahora al futbol, al futbol de él.
Ozora Tsubasa. Verlo hoy correr detrás del balón, seguían siendo tan satisfactorio como las primeras veces.
Todos sabían lo especial de su relación. Lo sabían y casi nadie comentaba nada.
Yukari era quien siempre la apoyaba e Ishizaki quien siempre la molestaba. Pero eran sus mejores amigos, por eso podía decir, eran quienes mejor la comprendían.
Y hablando de comprensión, también estaban las mujeres que le dieron la vida, tanto a ella como a Tsubasa.
La señora Ozora, siempre tan amable y gentil, parecía contenta por el interés que había mostrado hacia su hijo, y el apego que parecía tener éste con la ahora manager, era tanto, que le había mostrado uno de los «secretos» más preciados del capitán, su «mayor tesoro»: el closet lleno de balones usados, «inservibles» para cualquiera, no para él ¿Quién desecharía a su mejor amigo?
Su madre, por su parte, la apoyaba y comprendía: «la juventud es juventud y se vive una sola vez». Era esperarse de quien se le declaró a su padre, creyendo fielmente en el amor. Así que con paciencia y cariño la apoyaba para que hiciese lo propio con el dueño de su corazón. Pero Sanae no se creía tan temeraria como su madre, para ser ella quien se le declarara a Tsubasa; prefería esperar. Al tiempo, su tiempo.
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Pero, ahora mismo, conforme lo veía correr por la cancha, pensaba que tal vez y solo tal vez, había sido algo lento.
Nadie dudaba del amor de ella por él, pero ¿Él sentía lo mismo que ella? Es verdad que cuando todo el equipo lo molestaba, él solo se apenaba y les restaba importancia, nunca lo negaba, así que simplemente todos asumían que él sí le correspondía… ¿Era verdad eso?
Sanae sabía que sí. Porque simplemente lo sabía, no podía explicar cómo, pero lo sabía, por eso siempre lo siguió apoyando. Aunque ella sufriera de por medio. Por eso nunca lo contradijo y siempre confió en él.
A pesar de ver su hombro mal herido o su pierna destrozada. A pesar de cambiar su vendaje todo ensangrentado, o verlo caer en la inconsciencia a media cancha durante el partido. A pesar de observar cómo era sacado en camilla del terreno de juego. Bastaba esa simple mirada de Tsubasa, tan significativa… aquella que solo le dedicaba a ella, para que aún, con todo el dolor de su corazón y muchas veces con lágrimas, lo dejara ir nuevamente a la cancha y confiara en él.
La tensión se sentía en la cancha. Japón se las estaba viendo muy difícil, era de esperarse, su rival no era para tomarse a la ligera. Había dejado de agitar la bandera, mientras analizaban el partido.
Manabu explicaba lo complicado de la situación y cómo le recordaba al partido Shutetsu-Nankatsu, pues las situaciones eran similares: Sanae apoyando con la misma bandera y Tsubasa en terreno defensivo, esperando el final del primer tiempo.
Todos comentaban que Japón no podría conseguir oportunidad de anotar en el segundo tiempo, era casi imposible, estaban agotados. Y ella también recordó algo importante.
—En ese partido amistoso, Misaki entró en el alargue… — su comentario sorprendió a todos.
—Misa… Misaki… — escuchó exclamar a algunos. Pero sí, era posible, ella tenía la certeza y ahora más que nunca debían animar al equipo.
Y su pensamiento no se quedó solo en eso.
Para la desgracia del equipo nipón, Brasil acababa de abrir el marcador a los 14 minutos del segundo tiempo. Wakabayashi estaba indignado por dejar pasar ese tiro, y los demás tampoco estaban de ánimos.
—Terminamos recibiendo uno…
—Ni con Tsubasa que defendía se pudo hacer algo… — los animadores también estaban empezando a decaer, pero ella no lo pensaba permitir.
—Sí, nuestros jugadores… Japón hizo todo; — dejó que todos miraran la determinación que ahora tenía; —ningún equipo hasta aquí, ha podido hacer frente tanto tiempo al temible Brasil, es por eso… que ¡ahora debemos alentar al equipo como nunca!
No se hicieron esperar los gritos de apoyo hacia la selección nipona. Y fue aún mayor, cuando Misaki entró al terreno de juego.
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Misaki Taro, el mejor amigo de Tsubasa. Juntos, la Golden Combi Japonesa. El chico despistado podía entender eso, pero en temas románticos seguía siendo algo lento…
No lo culpaba, tenía la firme idea de que la relación que había entre ellos era especial, y por eso mismo las palabras sobraban.
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Gracias a la intervención de Misaki, la audacia de Wakabayashi, y el apoyo de todo el equipo, habían podido empatar el partido. Las cosas iban mejorando, y el siguiente gol, que anotaron en conjunto Misaki y Tsubasa, lo comprobó.
Quedaba poco para que ganaran. La afición, ellos incluidos, hacían cuenta regresiva para el final del partido. Todos estaban eufóricos, y nadie previó lo que pasó a continuación.
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Como Tsubasa tenía metas, ella tenía las propias, las cuales por supuesto, iban dirigidas a él mismo. Había aprendido portugués: con el dinero que ganó en su trabajo se había pagado las clases, además de saber inglés y estaba preparada para aprender más idiomas si fuese necesario.
El partido se había complicado. En tiempo de descuento, Natureza había empatado en cuestión de segundos; una buena estrategia por parte del entrenador Roberto. Wakabayashi ahora sí debía de estar destrozado. Su leyenda de no encajar un gol fuera del área penal, fue deshecha en cuestión de segundos, pero eso no había sido lo peor.
Natureza había roto anímicamente al equipo; Ishizaki quiso detener un tiro con su Ganmen Block y acabó completamente lesionado. Wakabayashi al querer demostrar su orgullo como portero, también terminó lesionado.
El tiempo se había terminado y ahora iría a gol de oro.
Kumi hablaba incoherencias sobre las predicciones de su abuela y Yukari explotó de repente.
—Es suficiente Kumi-chan… ¡Basta de tus predicciones! — Sanae se preocupó por ella, pero decidió escucharla hasta el final; —¡No tienen ningún vínculo con Ishizaki y Wakabayashi que actuaron de plena voluntad! Defendieron de plena conciencia al arco de Japón… es por eso que son lesionados con honor. ¡Basta de hablar de fatalidades, de decir que todo está escrito desde antes!
—Yukari… — no pudo terminar de hablarle, pues ésta ya se había ido.
—¡¿A dónde vas Yukari?! — Gritó Manabu, pero la mencionada los ignoró.
Kumi se quedó reflexionando sobre lo que le dijo Yukari. Y ella solo recordaba.
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Ishizaki fue sin duda, el primer amigo de Tsubasa cuando este llegó a la ciudad de Nanakatsu, y seguiría siendo por mucho, quien más confianza tuviera en su capitán, quien lo comprendía como ningún otro. Lo sabía porque, después de todo, Ishizaki y ella tenían mucho en común.
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El tiempo extra decidiría todo. Pero ahora más que nunca, Sanae confiaba en el capitán.
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Confiaría en ese chico, aquel que era rápido para aprender futbol, pero lento para otros temas de la vida.
Quien, a pesar de ser lento, la había defendido de Kanda, aquel chico que la acosaba.
Quien había rechazado anteriormente a Kumi, sin que Sanae lo supiera, diciéndole que ya amaba a otra persona.
Quien había ido en su auxilio, aceptando un reto, que significaría dimitir del equipo de futbol de la secundaria Nankatsu.
Quien se había enfrentado al líder del club de boxeo y con una única patada lo había dejado inmóvil, aquella patada con la que había conquistado el torneo mundial juvenil.
Quien tras la retirada de Kanda, le había confesado por fin, con palabras, y después de cuatro años de estar juntos, su amor. Que él la amaba a ella.
Quien se fue a Brasil a cumplir su sueño, no sin antes despedirse de ella, regalándole su balón favorito.
Quien había logrado uno de tantos sueños, y ahora estaba cumpliendo otro.
Aquel chico que, en estos precisos momentos, acababa de anotar el gol de oro…
¡Es el gol de oro! ¡Ganamos! El campeón del mundo es… ¡Japón!
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El grito del comentarista fue opacado, por la celebración de la afición. Sanae saltó de felicidad y sonrió a aquel jugador al que le pertenecía su corazón.
El chico que acababa de anotar el gol ganador del mundial sub 20 contra Brasil. Le acababa de ganar a Natureza y Santana; de ganar a Roberto, de ganar al mundo…
—Han ganado… — Yukari acababa de regresar de la enfermería; —tal y como dijeron Ishizaki y Wakabayashi… Tsubasa lo logró…
—Lo ha hecho, — respondió Sanae llena de orgullo.
En la cancha todo el equipo festejaba, agradeciéndole a su capitán.
«Felicitaciones… mis más sinceras felicitaciones… Tsubasa…». Pensó Sanae y conmovida por ese espectacular momento, lloró.
Había logrado uno de sus más grandes sueños y solamente eso la llenaba de felicidad.
Ese mismo chico, por el que ella había viajado a Brasil cuando tuvo la oportunidad. Con el que pasó grandes momentos y creo buenos recuerdos estando solamente esa tarde con él en un país extranjero.
Quien dio un discurso digno de un ganador, ante todo el mundo. Y encabezó la ceremonia de premiación.
El mismo, quien, durante la fiesta de celebración con amigos y familiares, se acercó a ella y le pidió un momento de su tiempo.
El mismo con el que ahora se encontraba, a solas, en el ahora vacío estadio, donde horas antes, habían jugado la final.
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Silencio, era todo lo que había en ese rumbo, pero no un silencio incómodo, sino reconfortante. Era maravilloso el cómo podían estar juntos sin necesidad de palabras, como si jamás se hubiesen separado.
Ahora cerca de la portería, Tsubasa detuvo su andar y la miró con seriedad y amabilidad. Sanae estaba expectante, pero fue ella quien rompió el silencio.
—Tsubasa, aquí te has proclamado campeón del mundo. Realizaste tu sueño de la infancia.
—Sí, pero mi sueño es más grande. Es el de ser campeón del mundo de mayores… mis sueños no tienen límites.
—Es verdad, — Sanae estaba convencida de que él lo lograría, algún día.
—Te agradezco habernos animado hoy, Sanae.
—Si… — antes ya había escuchado palabras de agradecimiento, pero hoy, sonaba diferente, por alguna razón.
—Tú me alentaste desde mi llegada a Nankatsu… cuando me fui a Brasil, nosotros nos separamos y sufriste seguramente, pero… yo continué… —con cada palabra de él, Sanae perdía el aliento; — …amándote—. Lo dejó seguir con su explicación, —cuando me encontré contigo por primera vez, eras la jefa de animadores y dijiste que te gustaba apoyar al que da todo por alcanzar su objetivo, — no podía estar más conmovida que ahora, el hecho de que Tsubasa recordara esas palabras ya significaba demasiado—. Voy a seguir dándolo todo. ¿Aceptarías tú apoyarme ahora, pero esta vez en todos lados? Si piensas que serás feliz así…
Tomó el balón que momentos antes tenían jugando en sus pies, y lo sostuvo sin perderla de vista. Ella no sabía qué decir.
—Tsubasa… — su voz era como un susurro.
—Esperaba que fuéramos campeones del mundo para ofrecerte esto, — de detrás del balón, le enseñó una pequeña caja ya abierta, y en su interior, un hermoso anillo; —espero que aceptes.
Dicho esto, prosiguió a colocarle el anillo en su dedo anular izquierdo. Ella puso esa mano a la altura de su corazón y no pudo evitar que las lágrimas surgieran.
—Estoy muy feliz… se dice que un primer amor no dura mucho y con todo… hoy para mí también… mi sueño se hace realidad.
Lloraba de felicidad. Ese era su momento.
—No, no eres lento—. Murmuró antes de que sus labios se juntaran en ese tan esperado beso.
Y era verdad. Realmente no era lento, pues lo suyo siempre fue especial. No necesitaron de palabras nunca, sus acciones lo decían todo: caminatas juntos, pequeños gestos, atentas miradas, todo por cuanto podían expresar sus sentimientos.
No tuvieron gran tiempo de noviazgo, como sería lo común, pero era como si hubieran estado juntos toda la eternidad. Así que nada más importaba.
Sus sentimientos siempre irían más allá de la comprensión de los demás.
No se arrepentía de nada. Ahora seguiría su andar donde quiera que él fuere, pero ahora no como Nakazawa Sanae. Sonrió, ahora sería:
Ozora Sanae.
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Hasta aquí el primer capítulo.
El siguiente hablará de Yayoi.
