Muchas gracias a quienes han leido esta serie de precuelas de Avatar: el último maestro aire. Empezamos con la ultima parte, el libro de Fuego. Como lo dice el título este se centrará más en la nación del fuego, aunque desde el principio senti predilección por los personajes de esta nación. Espero que disfruten leyendo!
Disclaimer: Los personajes y escenarios que se presentan no son míos, pero igual los quiero mucho.
Capitulo 1: TODO
Era un terreno arenoso, el sol sobre sus cabezas, el calor sofocante. Frente a ellas una enorme cueva. Entraron, la penumbra suplanto al sol y frente a sus ojos ya ni siquiera estaban sus manos. Caminaron tanteando la tierra; excepto una. La hija de las diosas iba al frente, segura de sus pasos, dirigiendo. Se detuvo en seco. Escucharon un ruido, sintieron el movimiento de algo que se movía a su alrededor.
Llegamos a una cámara muy grande – grito Toph- Hay algo, algo que nunca había visto. Parece un animal. El piso, es peligroso, parece que hay barrancos muy profundos.
Las gitanas siguieron en medio de la obscuridad, sobresaltadas por cada movimiento que oían.
- No se ve nada – gimió Suki-
- Dejen de tratar de ver – exclamó Toph- la tierra bajo sus pies es lo único que existe ahora.
En medio de la obscuridad cerraron sus ojos.
Las palpitaciones de la Tierra. El enorme animal que se movía.
- ¿Lo sienten? – Preguntó Toph- Parece que es un animal amable. Las que crean que puedan seguirme háganlo, las que no sientan la tierra no se arriesguen, volveré por quien se quede, creo que nuestro objetivo está más adelante.
Toph camino sin prisa ni cuidado por las finas laderas, se oyeron pasos que la siguieron, pasos más lentos.
Suki se quedo de pie, en medio de la obscuridad, sin sentir más que sus pies contra el suelo, estiro su mano para llegar hasta una de sus gitanas; pero no sintió nada, llamo a alguien, pero nadie contesto. Camino entre la obscuridad y sintió el filo de un barranco, se detuvo después de un grito. Trato de retroceder, pero algo lo detuvo. Se sentía felpudo, se movía, era inmenso. El animal encontró la cara de la guerrera y empezó a lamerla con su enorme lengua. El miedo de Suki desapareció y empezó a reír. Sin saber cómo, el animal la subió a lo que parecía su lomo, instintivamente ella se sujeto de su pelaje mientras la extraña bestia se movía y saltaba. Suki vio luz al final.
La habitación era inmensa. La luz llegaba desde el techo, una manada de unos 7 animales peludos estaban alrededor de la luz, impidiendo que Suki viera lo que alumbraba el sol. Toph y las demás gitanas ya estaban ahí. Suki se bajo del animal que la había conducido hasta ahí. Un cuadrúpedo de cara alargada, enormes garras, de color amarilloso y completamente ciego.
- ¿Son estas las criaturas? – Preguntó Suki a Toph-
- Si – respondió la niña- son iguales a mí, parecen ciegas, pero ven la tierra.
La manada de tejones topo se desplego por la habitación, como si estuvieran esperando a que Suki llegara. En el centro de la habitación, justo donde la luz del sol reflejaba un círculo perfecto sobre el centro de un pedestal cuadrado de piedra estaba un bebé.
Suki se acercó, lo dudo un momento.
- No creo que se necesiten muchas pruebas, son las exactas instrucciones de mi madre – dijo Toph con vehemencia mientras levanta su mano en lo alto para llamar la atención – ¡Gitanas! ¡He ahí a nuestro rey!
- Si tenemos un rey entonces ya no seremos gitanas – corrigió Suki mientras se inclinaba a recoger al pequeño soberano – un rey no necesita eso. Desde hoy seremos guerreras y todo pueblo que gobierne este rey será llamado reino Tierra.
Suki levanto al bebe en brazos, tanto Toph como las guerreras se inclinaron, las bestias que las rodeaban las imitaron. Él bebe se reía, era un verdadero enviado de los dioses, cuidar de él y velar por su bienestar sería su misión de ahora en adelante.
Y todo prospero.
Todo.
Todo el reino Tierra.
Por qué había una gran diferencia.
Suki mecía al rey. Se veía elegante, una túnica verde larga y un bebé que estaba casi por dormirse; por más que lo veía parecía un bebé ordinario, un varón risueño que solo comía y dormía, bien podría ser el hijo de cualquier campesina, tal parecía que ni siquiera era un maestro. Y ahora dormía, plácidamente. El bebé abrió los ojos y miro a Suki con atención, ella se sobresalto por el gesto tan extraño. Se abrieron las puertas de la habitación del trono. Suki levanto la vista.
- Creí que ya te abrías marchado- dijo ella sin extrañarse-
Zuko estaba de pie frente a ella, vestido con una túnica verde obscura muy simple, larga y con una capucha, un saco negro en su mano y su expresión de ira contenida.
- Estaba por irme – respondió el chico, pero titubeo un momento – yo solo quería…
- No tienes que agradecernos el haberte perdonado – interrumpió Suki – desde el principio tú planeabas traicionar a tu hermana.
- ¡Ya he agradecido eso! – Interrumpió esta vez el príncipe elevando la voz- Yo sé muy bien que merezco.
Suki se sorprendió de su actitud, como si no estuviera acostumbrada a verlo así.
- Entonces… ¿Quieres despedirte? – respondió ella con franqueza -
- Quería despedirme de alguien – respondió Zuko – pero tus guerreras me han dicho que no puedo, que solo tú tienes la llave.
El semblante de Suki cambio, se levanto con enfado del trono sin siquiera hablarle al príncipe, salió al balcón, miró por él, reconoció a una guerrera que aguardaba debajo del balcón con un arco y flechas, sin soltar al bebé se desocupo una mano, saco de su túnica una llave que llevaba colgada al cuello y se la arrojo a la guerrera debajo del balcón.
- Dile que me la devuelvan cuando termines – le dijo Suki a Zuko mientras se daba la vuelta y regresaba a la habitación real-
Zuko no bajo las escaleras, salto por el balcón hasta la tierra firme y siguió de cerca a la guerrera que traía la llave. Juntos pasaron la zona de las prisiones y llegaron a la zona más obscura y lejana del castillo. Ahí había una puerta grande, pesada, de metal, con una cadena gruesa, con dos guardias robustos a cada lado y no menos de tres vigías observándola desde las torres. La guerrera tomo la llave y abrió el cerrojo, se escucharon moverse los candados, uno, dos, tres seguros se retiraron de la puerta. La chica saco la llave y se hizo para atrás. Entonces los dos sujetos tomaron la cadena y la jalaron con todas sus fuerzas para mover la pesada puerta. Atrás de esta, había un muro de piedra. La guerrera separo sus pies y estiro sus manos, las bajo con firmeza y el muro bajo. Una escalera.
- No estamos exagerando – dijo la guerrera al notar la cara de enfado de Zuko-
Zuko no respondió, entro por la puerta, tomo una antorcha de la pared y bajo los primeros dos escalones.
- ¿No se supone que debo bajar con una escolta? – pregunto el muchacho al notar que nadie lo seguía-
- Se supone que debo esperar aquí – respondió la chica levantando su arco y flecha y apuntándolo hacia él- si escucho más de unas pisadas debo disparar.
Zuko no cambio la expresión de su rostro, se dio media vuelta y bajo los escalones.
Estaba frio y húmedo, la antorcha alumbraba un poco, sus ojos se acostumbraron pronto a la falta de luz. Llego al fondo, estaba angosto. Frente a él había una celda. Una típica celda de barrotes de metal y piso llano. Olía mal. Solo la flama de la antorcha se movía.
- Vine a despedirme – dijo el muchacho con voz firme, tratando de que no se quebrara- Iré a buscar a mamá y al tío Iroh. Los encontraré.
No hubo respuesta.
Solo Zuko de pie sin distinguir ni siquiera sombras moviéndose, ni llantos entrecortados, ni suplicas, ni gritos, ni planes. Cerró los ojos y se quedo quieto, esperando, respirando, sentía como si estuviera solo en esa obscuridad; pero siempre, siempre que estaba por sobrecogerlo ese sentimiento de soledad, de aislamiento, siempre había sentido esa mirada sobre él, ese aliento que se acercaba y esa mano que casi lo tocaba. Y durante las ultimas noches, durante los últimos días, esa sensación había desaparecido, ya no había nadie más a su alrededor, solo él.
Fue entonces que noto que estaba agitado.
- ¿Entonces se terminara así? – Reto el muchacho – ¿nadie me explicara nada? ¿Me iré para siempre sabiendo que van a ejecutarlas? ¿Sin que nadie me diga por que me traicionaste?
Zuko reconoció la sombra de una mano que se levantaba y, con gesto grosero, levantaba un dedo.
Zuko reconoció el sarcasmo de su hermana. Se dio la vuelta y camino de regreso.
- Nuestra ejecución – dijo la voz que Zuko esperaba oír – será el acto de justicia mas perfecto que presencie el reino Tierra.
Zuko no se dio la vuelta para hablar más con ella. Siguió su camino hasta las escaleras y las subió. Aguardo un momento antes de volver a salir la luz, tan solo el tiempo suficiente para que allá afuera nadie pudiera notar que estaba llorando.
- No sabía que fueran a ejecutarnos – dijo Ty lee desde la sombras con voz temblorosa, como si hubiera llorado mucho tiempo – creía que nos dejarían morir de hambre.
- Si quisieran eso no nos darían de comer una vez al día – respondió Azula sin levantarse del suelo- ¿Y qué hay de ti Mai? No hablas durante días y de repente le dices algo sin sentido a mi traidor hermano. ¿Qué fue eso? ¿De verdad quiere que creamos que esta preocupado por nosotras?
- Él no está preocupado – respondió Mai – él sabe que yo estuve en una prisión mucho más horrible que esta.
- Nos ejecutaran – interrumpió Ty lee, como si ese fuera un punto que no le asustara a nadie más que a ella-
- Cometerán un error – respondió Mai – la princesa ganara al final, lo sé.
Azula se mantenía ahí, sucia, al límite de sus fuerzas, encerrada; pero viva y todo lo que se había hecho era por eso.
