El principio

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Mis pasos resonaban en la penumbra de un callejón. La luz de la luna se colaba por los espacios entre los edificios. Estaba distraída y pisé un charco de agua. Maldije por lo bajo pensando que nadie me escucharía.

Era el colmo. Se suponía que en mi estado no tendría que comportarme así.

Mi cuerpo estaba lleno de adrenalina al saber que soy… no, nadie me creería si se lo contaba a alguien. O quizá me mantendrían encerrada para que no haga daño a nadie.

La vibración de unos pasos me distrajo. Todavía no me acostumbraba a mi oído desarrollado.

Volteé rápidamente. No tenía miedo, nadie podía lastimarme lo suficiente para dañarme. Por lo menos no un mortal.

Lo primero que vi fueron unos ojos rojos que resaltaban en la oscuridad. Me acorraló contra la pared.

Mi cuerpo no me respondía. ¿Qué era lo que me pasaba? Su sola presencia me descolocaba totalmente.

Su aliento chocaba contra el mío. Su cercanía me agobiaba. Quería probar sus labios, pero eso no era lo que él buscaba de mí.

¿Por qué no estaba asustada? No era normal ver unos ojos de ese color, de seguro mi vista me traicionaba o él solo usaba lentes de contacto.

Podía escuchar con claridad los latidos acelerados de mi corazón. Es que él era un hombre normal y nunca le importaría un monstruo como yo.

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Su aroma me embriagaba. Todo mi ser deseaba beber su sangre. Estaba seguro que en el mundo no habría líquido más exquisito. Una parte de mí no me dejaba hacerlo, si lo hacía la perdería para siempre.

¿Por qué una simple mujer me hace sentir eso? Ni siquiera es como yo.

Mi rostro chocaba contra su blanco y suave cuello. Estaba degustando la cercanía que tenía con su yugular. Tan solo una mordida y ahí acababa todo para los dos. Sabía que no me podría detener hasta quitarle la última gota de sangre. Definitivamente, ella no sobreviviría y yo… yo me iría con ella. ¿Qué es lo que tiene esa simple mortal?

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Tal vez morir allí sería lo mejor, pero lastimosamente eso no era posible. Aun recordaba cómo había empezado todo. Extrañamente en una situación similar. Todo empezó el día que simplemente…morí.

::::::2 meses atrás:::::

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La vida me sonreía en todas partes. Estaba segura de que era muy afortunada por eso. Llevaba tres años en mi trabajo. ¿Cuál era? Pues yo era la directora de uno de los hoteles más prestigiosos del país.

Me había ganado el puesto gracias a mi potencial. Y es que era muy estricta conmigo misma. No me permitía equivocarme.

Mi mejor amiga se llamaba Ino Yamanaka, una chica rubia con la cual compartía departamento. Ella se caracterizaba por ser muy alocada.

Mis padres habían muerto en un accidente cuando tenía siete años, desde entonces he estado a cargo de mi tía Tsunade. La veía como a mi madre, siempre estaba allí para mí.

Cuando cumplí la mayoría de edad quise emprender mi camino sola y buscar un lugar donde vivir. En ese momento se ofreció Ino, mi ex-compañera del colegio. Ahora compartíamos todos los gastos del departamento.

–Tierra llamando a Sakura –dijo Tenten con tono de burla, sacándome de mis pensamientos.

–¿Qué es lo que quieres?

–Te estaba preguntando si estás de acuerdo conmigo.

–¿De acuerdo con qué?

–Con salir esta noche para celebrar nuestros aumentos Sakura –parecía estar muy emocionada.

–No tengo planeado gastar todo mi dinero en una sola salida –dije divertida.

–Yo no dije eso, además tú no necesitas el dinero, tienes demasiado.

–Eso no es cierto –cuestioné– no tengo mucho dinero, solo he ahorrado un poco.

–¿Un poco? –soltó una carcajada–bueno ¿vamos o no? Es que quiero aprovechar para ir con Neji.

–Me suena a que me quieres usar de excusa para salir con tu novio –lo pensé un momento – está bien vamos a salir.

Se acercó para darme un abrazo– Y claro que se lo puedes decir a Ino, ella me cae muy bien. Y así aprovechamos y le hacemos el enganche con Sai.

Simplemente asentí con una sonrisa. A la noche siempre estaba libre. Este era un hotel muy peculiar, solo había movimiento a la mañana y por las noche…nada.

–Ino, ¿estás en casa? –pregunté al llegar, cerrando la puerta tras de mí.

Sin respuesta.

Caminé hasta la puerta de su habitación. Golpeé la puerta tres veces.

Nuevamente sin respuesta.

Abrí la puerta lentamente… mis ojos se abrieron desmesuradamente ante lo que veía.

–Ino –susurré– pero… ¿qué has hecho?

La rubia se volteó hacia mí.

–Sakura, no creerás lo que me pasó.

–¿Robaste un banco? –fue lo primero que se me ocurrió.

En su cama estaba acomodada una pila de billetes verdes. Muchos billetes verdes.

–No, claro que no –se volvió hacia su cama– Me saqué la lotería amiga –dijo con un tono serio.

–Pero si tú no juegas eso –le cuestioné.

–No, eso lo sé. Es solo que ayer encontré un billete de lotería en la calle y se me ocurrió controlar los resultados. Te imaginaras lo que hice cuando supe que tenía el billete ganador.

–Saliste corriendo a buscar al dueño

–¿Quién crees que soy? Claro que salí corriendo, pero a cobrar el dinero –dijo sonriendo.

–Creo que te golpeaste la cabeza, esta vez muy fuerte –dije entre risas– ¿y qué es lo que harás con tanto dinero?

–Aun no lo he decidido. He pensado en comprar de una vez por todas, este departamento, ya estoy harta de pagar la renta –en eso estaba de acuerdo, el departamento era muy acogedor. Además la ubicación es perfecta, en un barrio cerrado –¿Quieres decirme algo? –ella me conocía muy bien.

–Sí, esta noche saldremos a festejar mi aumento con Tenten. Me preguntaba si quieres venir con nosotras. Claro si es que no te vas a quedar a contar tu fortuna personal.

–JA… claro que voy, hoy más que nunca quiero divertirme –dijo entusiasmada.

–Entonces vamos a prepararnos.

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Mi mirada se perdía en el techo de mi habitación. Quería saber que se sentía poder dormir. Esa sensación que solo sentiría el día que le diera fin a mi existencia. Hasta ahora solo podía quedarme con la mente en blanco y dejar que mi cuerpo descansara.

Mi oído captó los pasos apresurados de una persona que distinguía bien por el olor que su sangre despedía.

–Teme –dijo irrumpiendo en la habitación.

–¿Qué es lo que quieres? –pregunté enojado.

–Tienes que prepararte, recuerda lo que tienes que hacer hoy –dijo ese molesto rubio.

–Naruto, no pienso ir –le dejé claro.

–Tienes que ir –insistió– Debes ir a donar sangre, los ciudadanos tienen que ver que tú, el dueño de la cadena más prestigiosa de hoteles del Paraguay, sabe dar el ejemplo.

En serio que ese dobe era fastidioso.

–No voy a dejar que me quiten la sangre, soy un vampiro –enfaticé la última palabra.

Él era el único mortal que lo sabía. Aun no sé porqué simplemente no me deshacía de él.

–Eso ya lo sé –esbozó una sonrisa– lo tengo todo arreglado, vamos a cambiar la bolsa de sangre –aseguró.

–Hmp

–Entonces cámbiate –salió corriendo no sé a dónde.

No era uno de mis mejores días. Tenía mucha sed, quería beber sangre humana. Pero no podía.

Como se imaginan, mi familia estaba compuesta por vampiros. Todos sangre pura. Ellos habían hallado la forma de no matar más personas, para no levantar sospechas. Solo por eso, la verdad era que ellos odiaban a los humanos. Consumía capsulas de sangre de animales que hasta ahora me mantienen con vida. Claro que de vez en cuando podía probar un poco de sangre humana.

Es como tener enfrente de ti un gran banquete y conformarte con comer la comida que sobró de la semana pasada. El banquete son las personas que pasan delante de mí y, la comida echada a perder son las cápsulas.

Me cambié de ropa rápidamente, quería que todo el asunto terminara rápido.

Bajé por las escaleras de mi gran casa (nada extravagante) y vi que mi amigo me esperaba sentado en el sillón. Al verme se paró y se me quedó viendo.

–Bueno Teme, la limusina nos espera, recuerda que habrá mucha gente en el lugar, intenta controlarte.

Avancé unos pasos y él me detuvo cuando iba a abrir la puerta.

–¿Y ahora qué? –pregunté secamente.

–Tus ojos están de color rojo, ¿no pensarás revelar tu secreto a todos o sí? –frunció el ceño –Creí que ya estabas satisfecho.

–En primera sabes que las cápsulas no me satisfacen completamente y… no tengo la culpa de que ya sea de noche. No puedo evitar revelar mi verdadero yo – cuando el sol se escondía y estaba preparado para cazar mis ojos se volvían rojos.

–Puedes contenerte –es que ya conocía demasiado de mí.

–Hmp –cerré mis ojos y sentí la transformación del color de mis ojos.

–Ahora sí –dijo abriendo la puerta.