Just is Sex
Él se perdía, se hundía cada vez más y más. Tomaba sus piernas como apoyo para no caer, pero no podía evitarlo. Estar dentro de ella era majestuoso.
Su canal lo encerraba y se contraía a su alrededor magnificando las sensaciones que enloquecían su cabeza.
[Era sexo. Sexo. Sexo]
Sin embargo su mente embotada no lo admitía. Era amor, aunque su razón se negara a admitirlo. Levantó las blancas piernas de ella y las subió sobre sus hombros para penetrarla más profundamente, cambiando el angulo, dándole lo que quería. Oía, sí oía, sus sollozos mezclados con los gemidos de delicia. Era brusco y salvaje, y no podía detenerse.
[Sexo. Era solo sexo. Buen sexo. Ella lo usaba, él la usaba]
Enredo su cabello anaranjado en su puño y no le importó tirar de él, hasta que el rostro extasiado estuvo frente al suyo y se moría por devorar esa boca. Aspirar su aliento, dejarle sin aire por culpa de un beso. Pero no. Se había prohibido hacerlo. No iba a besarla nunca más. Los besos desembocaban en sentimientos. Él no sentía absolutamente nada.
[Solo
era
sexo]
Y mientras siguiera repitiéndoselo, lo creería. Porque no había otra cosa que quisiera de ella que solo su cuerpo perfecto y hermoso. Porque solo quería morderla y marcarla por todas partes para que fuera solo de su exclusividad. Porque era lo que merecía.
-Asuna... -gimió su orgasmo gatillando, soltando su esencia vital en el interior de esa mujer.
Entonces la sintió temblar, sus piernas se estremecieron y toda ella se levantó. Su boca lo atrapó antes de que se alejara y se permitió tontamente seguirle el juego. Pero sus labios estaban tan desesperados de ella que el beso se convirtió en una agonía de la que se declaró perdedor.
[Era sexo. Buen sexo]
Pero sus labios sabían bien. Eran miel y limón. Algo dulce y amargo.
[Dulce como su piel, como sus ojos. Como el amor que decía tenerle.
Amargo como sus besos mentirosos, como su manera de gemir. Como la traición de la que fue objeto]
Esa que nunca perdonó y que a pesar de buscarla y saciarse de su cuerpo, jamás volvió a verla con los mismos ojos pese a que sus entrañas se escocían cuando la veía. Y la usaba, y ella lo usaba a él como un titiritero maneja los hilos de una marioneta.
No la amaba. Ya no la amaba.
-Kazuto...- ella respiro su nombre con esa melodiosa voz que usaba. Voz que le sabía cruel y ridicula.
No la amaba. Sin embargo no podía dejar de usarla, de marcarla, morderla, lamerla, hundirse en su interior y reclamarla como suya. Porque contra viento y marea Asuna era suya.
No la amaba. Jamás volvería a amarla.
[Es sexo. Solo buen sexo]
