No es plagio. Esta historia es de mi completa autoría y pueden hallarla también en FanficsLandia y Archive of Our Own, bajo el mismo título y con mis seudónimos correspondientes (niña Elric y Sypre_Elric, respectivamente)

Fullmetal Alchemist no me pertenece ni gano nada escribiendo sobre él.

Galletas caseras

Capítulo 1: tentación

―No lo sé, hermano ―murmuró inseguro un pequeño niño de apenas cinco años a su hermano mayor, observando desde la puerta de la cocina cómo éste se adentraba en la habitación―. Mamá dijo que…

―¡Vamos, Al! ―interrumpió Ed, girando los ojos con gesto aburrido―. Sólo serán dos galletas. Mamá no lo sabrá.

Lentamente, y con mucho cuidado de no hacer el menor ruido que pudiera llegar a delatarlo, comenzó a empujar de una de las sillas hacia el aparador. Justamente en el lugar donde se encontraba la ansiada charola de galletas que su madre acababa de hornear.

―¿Pero cómo piensas tomarlas? Están muy alto, ¡incluso para ti! No podrás alcanzarlas…

―Al, ¿¡me estás llamando tan enano que ni siquiera puede llegar al nivel del piso!? ―explotó como era habitual en Edward ante la leve mención de su baja estatura.

―¡Yo no dije eso! ―se excusó el castaño, elevando también el tono de voz.

En ese momento, el sonido de unos pasos detuvo su discusión, paralizándolos. Rápidamente, Ed corrió descuidadamente la silla hacia la mesa para luego ocultarse bajo esta junto a su hermano. Segundos después, Trisha Elric entraba en la cocina.

La mujer caminó suavemente hacia el fregadero y se sirvió un vaso de agua, bebiéndolo con calma. Ed y Al observaban cuidadosamente desde su escondite, pero, para su alivio, su madre no parecía haberse dado cuenta de sus presencias intrusas. Es más, a la castaña le resultaba considerablemente extraño que la casa se hallase tan silenciosa, mas supuso que sus niños estarían afuera jugando.

Cuando los pasos de su madre ya no fueron audibles, Ed salió de debajo de la mesa para regresar a lo suyo. Nuevamente tiró de la silla hacia la alacena.

―Tú vigilas, ¿de acuerdo, Al?

El menor, ya de pie, frunció el ceño en una clara muestra de inconformismo, pero se limitó a obedecer aunque fuera de mala gana. Y mientras él vigilaba, su hermano ya se encontraba encaramado con éxito en el mueble. Con una sonrisa que denotaba su satisfacción, extendió su mano derecha hacia la charola a fin de sacar su dulce premio, pero no llegó. Es más, sus dedos ni siquiera alcanzaban a rozar la superficie metálica de la bandeja. Y lo que era peor, Alphonse tenía razón.

Están muy alto, ¡incluso para ti!

―¡Ya verás que no! ―gruño enfadado el rubio, ganándose una mirada confusa del menor que hacía de campana. Recordando una vez más aquellas palabras, Edward se impulsó hacia arriba logrando esta vez tomar la fuente con ambas manos, pero olvidando de que al menos necesitaba de una para continuar sosteniéndose desde esa altura.

Inevitablemente cayó junto a las sabrosas galletas que quedaron reducidas en su mayoría a simples migajas sobre el piso de la cocina y entre su cabello dorado.

―Te lo dije ―expresó Al con reproche, corriendo hasta su hermano.

―¡Cállate! ¡Que no soy enano!