Bueno… no os haré summary… pero esta historia es ORIGINAL mía, excepto los pj que son de los creadores de cada una de las series, en este caso Death Note (si fuesen míos… el detective ojeroso y loquito no viviría en un hotel solo… viviría conmigo ;) )

Así que dejando claro esto…

Summary: "No podrás ir al cielo o al infierno" le dijo Ryuk a Light. Pero no era por que hubiese tocado la death note, sino porque ninguno de los dos lugares existían.

Las reglas de la muerte

Regla número uno: Una vez muerto, no hay regreso a tu anterior vida.

Las palabras resonaban en las orejas de Elle. No sabía cuánto tiempo llevaba ya en aquel lugar. Recordaba vagamente haberse levantado, haber observado su cuerpo sin vida, y haber comenzado a caminar hacia ninguna parte.

Justo después de haber empezado a caminar, se había juntado de golpe con un millar de personas más. Las que cada día perecían. Y él no era diferente. Su aspecto continuaba siendo desgarbado, estaba perdido como todas aquellas personas. Diferentes personas. Blancas, de color, algunas trajeadas, otras pobres vagabundos… Todos por igual. Y todas las personas caminaban hacia ninguna parte en particular. Cuando se dio cuenta, en lo que parecía un cruce de caminos, había un par de criaturas escalofriantes.

"Shinigamis" se dijo a si mismo. Y continuó como si no pasase nada, andando entre la gente, perdido como el resto. Un Shinigami había acabado con su vida. Pero aquellos parecían distintos. No estaban podridos, parecerían humanos, exceptuando las alas a su espalda, y el tono de colores de sus pieles.

Ellos le habían indicado por donde tenía que pasar. Le habían desviado por un camino con poca gente. Ellos clasificaban a la gente, las ponían hacia distintas partes, aunque no parecía haber mucha selectividad, pues ricos y pobres se mezclaban en diversos caminos. La niebla era alta, por lo que no se distinguía más que el propio camino, que le llevó a una puerta. Sus dotes de detective le habían hecho mirar al lado. No había pared. ¿Una puerta en medio del camino?

La abrió y atravesó la puerta.

Y ahora estaba en una sala de espera. Si, de esas que tanto odiaba. En una sala de espera, blanca, sin apenas sombras. Estaba muy confuso. Había un par de personas más solamente en aquel lugar. Nadie le llamaba la atención, exceptuando, tal vez, a una chica con un aspecto tan desgarbado como el suyo. En vez de caminar como el resto de gente, la chica estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, mirándolo todo con curiosidad y parecía analizar cada cosa en cuestión. Llevaba unos calcetines de rallas, de colores vivos, y bastante altos, aunque no se veían por que la chica en cuestión llevaba unos pantalones un tanto anchos, y una camiseta de alguna marca que el chico no conocía. Iba despeinada, con el pelo rizado alborotado tras una diadema blanca, a diferencia de la camiseta negra.

Ella no le había mirado. Pero a L no le importaba, estaba acostumbrado a pasar desapercibido, por que anteriormente odiaba la compañía, pero ahora notaba la necesidad de un amigo. Tragó saliva. Se sorprendió de poder hacer ese gesto, al fin y al cabo estaba muerto. Y comenzó a caminar hacia la chica.

Se había plantado delante de ella, con las ojeras tan grandes que no se disimulaban en nada y la camiseta blanca por encima de las rodillas. Los pantalones de mezclilla igual que hacía… ¿Horas? ¿Minutos? ¿Segundos? No lo sabía, en aquel lugar el tiempo pasaba de forma extraña.

Ella parecía no mirar a nadie, solo silbar de vez en cuando o ponerse a cantar en voz baja. Se agachó hasta sentarse en su acostumbrada posición. Y se quedó mirándola, con el pulgar en los labios, como cuando pensaba. Al fin, el detective se dignó a hablar.

Disculpa… ¿Qué hacemos aquí?—le preguntó, como si nada.

La chica de piel bronceada y ojos grandes y color miel, le miró. Su cabello moreno se movió cuando ella levantó la cabeza. Se mordió el labio inferior mientras, sin sonreír, se disponía a pensar una respuesta.

¿No es demasiado obvio?—le preguntó ella. L quería contestar que no lo era, que no recordaba haber sufrido nada, como para estar allá.—Estamos muertos.—añadió ella, antes de volver a su ardua tarea de mirar los azulejos del suelo y silbar.

L se sorprendió, era la primera chica que no se le quedaba mirando como a un chico. La chica, ahora que se fijaba, tenía unas gafas en el bolsillo, pero tenían un cristal roto. La camiseta de ella estaba hecha un asco, arrugada y rota. Como sus pantalones. ¿De qué macabra manera habría muerto ella?

L se quedó callado. Más valía no forzar las cosas. En la misma sala había un extraño niño pequeño. Hubiera ido a ayudarle, pero el niño pequeño no necesitaba ayuda para nada. Pues estaba sentado al lado de una persona mayor, un anciano con pinta de haber muerto en paz. ¿Y el? Si. Un shinigami lo había asesinado y Light era Kira. Ahora se sentía vencedor, pero de algún modo… no lo era.

Se fijó en que había un par de ventanillas de esas como las del cine en la otra punta de la sala. Iba a ir, pero la chica interrumpió sus pensamientos y cavilaciones.

No vale la pena que vayas. Apuesto a que tu muerte no ha sido natural, ni tampoco un asesinato. Te llamarán cuando sepan a donde puedes ir… Puede que no te llamen nunca, o puede que te llamen pronto—le dijo la chica. L la miró, ella ni siquiera le miraba cuando le hablaba. Parecía perdida en su propio mundo.

¿Cuánto tiempo llevas aquí?—preguntó L.

La chica esta vez levantó la mirada. —Aquí no existe el tiempo, esto es el limbo—le corrigió.—Pero si de verdad quieres saberlo, te diré que creo que llevo un par de años humanos aquí.—le respondió. L se sorprendió. ¿¡Dos años esperando?! Y aún no la habían cogido, para lo que fuese que iban a hacer.—Pero no tengas prisa… Ellas te acabarán llamando, además, tu ya llevas un año aquí.—agregó, en un intento de calmar al poco calmado detective. Esto era demasiado para él.

¿¡Quienes son ellas?!—preguntó, medio a gritos.

La chica de unos quince años, se encogió de hombros.—Las damas de la noche, por supuesto… ¿Quiénes iban a ser?—preguntó, sin comprender.—Ah, claro… Tu vienes de el mundo humano…—se dijo ella para si misma.

Pues claro, no podría venir de otra parte…—Se quejó L, con incertidumbre.

Tal vez del lugar de donde ese niño viene.—dijo la chica, señalando al pequeño. Ahora que caía L, el chico tenía un tono azulado en la piel.—Yo por mi parte, vengo de el mundo humano también.—aclaró, sin darle importancia.—De donde yo vengo, todo es bastante caótico…—dijo con pesar.—Tengo una idea, como tenemos para rato, hagamos un trato. Te cuento mi historia y me cuentas la tuya. Esto es aburrido, hace tiempo que no escucho una buena historia.—propuso, como si nada.

L asintió, intentando esbozar una sonrisa. Seguramente le iría bien desahogarse con alguien.

Bueno, yo era una chica muy normal. Ya sabes, instituto y esas cosas. Estaba bastante interesada en cosas como los comics y las películas, vamos lo que a mi edad se considera ser un freak. Pero lo que no sabía nadie es que yo extraía fragmentos de diálogos de dichas series y los analizaba. Al final, después de ver tantas veces series como "Criminal minds" e incluso "The simpson" comencé a crear perfiles psicológicos con los que se identifican muchos de los criminales de el mundo actual.

L parpadeó, esa historia era diferente a cualquiera otra, se sentó, indicándole que siguiese hablando. Ella asintió y continuó contando su historia.

Veamos… ¿Por dónde continuar? Ah sí. Vivía en Kansas, con mi madre que estaba divorciada de mi padre. Entre tanto que asistía a clases, comencé a interesarme por otro tipo de cosas. Todo comenzó durante el secuestro de una de mis mejores amigas. Me preocupé mucho cuando no vino a clase, la llamé a su casa. No respondía. Fui a la comisaría más cercana. ¿Qué encontré? A su madre. Yo tenía trece años, así que de forma inconsciente, pregunté allá. Me ignoraron soberanamente. Así que decidí tomarme todo aquello por mi mano. Le sustraje el teléfono a la madre de Chelsea, mi amiga, y me fui. Al cabo de unas horas, llamaron. Contesté: era el secuestrador. Después de redactar el perfil sobre el secuestrador a partir de sus expresiones, me fui, no a la policía, sino al FBI. No fue difícil, al fin y al cabo su sede era grande. No me dejaban pasar, yo era una enana. Fingí irme, pero cuando lo logré entré como si nada pasase, vestida con ropa que había "tomado prestada" de uno de los lavabos, supongo que la mujer que se la iba a poner, se disgustó, pero no llegué a verla. Entré a las oficinas centrales, en medio de una reunión. Planté la carpeta de todo el perfil psicológico del secuestrador de mi amiga. Me sacaban los de seguridad cuando el que lo estaba leyendo les dijo que no lo hiciesen. Me dejaron sentar en la mesa, y dejar que me explicase.

Elle, se quedó sorprendido. Le sonaba mucho esa pequeña historia.

Me preguntaron sobre los métodos que había usado. Yo no soy superdotada, pero les expliqué los patrones de conducta del secuestrador. En treinta y seis minutos, Chelsea volvía a estar en casa. Supongo que me consideraron valiosa o algo por el estilo, pues me dieron placa identificativa del FBI y me dieron títulos honoríficos. Por supuesto, no se hizo público mi logro, sino que permanecí en el anonimato. Después de eso, durante dos años, me vi involucrada en varios casos. Resolvía patrones psicológicos solo con escuchar la voz del criminal, y en más de una ocasión tuve que ir a resolver cosas personalmente, sin pistola, por la ilegalidad en menores… Y nadie sospechaba nunca de una adolescente freak con un par de videojuegos en las manos. Se complicó un poco con un caso que sucedió cuando yo apenas tenía catorce años y medio. En Inglaterra, creo… Un asesino loco se dedicaba a llamar la atención de un detective mundialmente famoso al que nadie había visto. Escogieron a gente de dentro del FBI. Y aunque yo solo formaba parte de oculta, me escogieron especialmente para el caso, mi primer caso a lo grande. Fui para Londres. Pero una vez allí, no me dejaron ir a formar parte oficialmente de todo aquello, tenía que permanecer las veinticuatro horas del día en un hotel, mientras que otros arriesgaban su vida por el caso de BB. Sin embargo, al parecer fui útil, creé el perfil psicológico del asesino solo con ver las huellas que dejaba, los patrones de los asesinatos, y se los entregaron a L por mi. Pero en Londres no todo era bonito. Me intentaron violar, y si no hubiese aparecido Misora Naomi, lo hubiesen logrado. Sin embargo, después de aquello, decidí que Londres apestaba y me largué de allá, de vuelta al país natal de mi mamá, España. En España se respiraba buen aire. Entonces llegado mi último año de vida, un tal Kira se había alzado. Yo ya no podía vivir con mi tía en ese país tranquilo. Me escapé de nuestra casa de verano, y emprendí el vuelo a Tokyo de nuevo. Donde había pasado toda mi vida, junto a mi padre, que estaba divorciado de mi madre. En Tokyo me dediqué a escuchar las noticias, a analizar las causas y a determinar el patrón psicológico de ese asesino. Logré crearlo. El asesino era un chico de unos dieciséis o diecisiete años, que vivía cómodamente en una casa, debía tener un hermano o hermana menor, era un buen actor, y le iban bien los estudios. Misora me llamó un día, diciéndome que se iba a casar con Raye. Le di todas mis felicitaciones, ellos dos eran mayores que yo, pero me caían muy bien. Prometí asistir a su boda. Entonces entré en google. El mejor estudiante del país, tenía que ser Kira. Supe que Kira era Light Yagami. Entonces me dediqué a buscarle. No podía entrar a su universidad, era menor. Pero su hermana tenía mi edad. Y de pronto supe que iba a tener que hacer una amiga. Sayu y yo nos comenzamos a llevar bien. Y en más de una ocasión, sorprendí a su hermano hablando solo. Estaba segura de que era él. Sayu y yo un día íbamos a salir de noche, y su hermano se ofreció a ir al súper en vez de ir nosotras. Vi a Raye siguiéndole. No me preocupé, sabía que los del FBI habían llegado a mis conclusiones. O tal vez no. No podía seguir así. Cinco o seis días después, me dirigía hacia el lugar donde seguro que encontraría a Watari, el viejo Watari, y le daría el sobre, sabría quién era Kira, y entonces L podría detenerle, pues yo tenía pruebas, como un trozo de la libreta que utilizaba Kira para matar. Nunca llegué a mi destino. De pronto sentí unas ganas irremediables de dejarlo todo de lado. Suicidarme. Fui a un lugar apartado, un lugar cerca de una curva y esperé a que viniese un camión. Me tiré delante de el. El camión no me mató, pero me rompió varios huesos. Caí por la pendiente, muriendo en el camino. Y el sobre con videos y el papel se perdió para siempre. Desde entonces que estoy aquí.—explicó la chica.

L no se lo podía creer. ¿Podría ella ser la chica que había colaborado entregando el perfil de Beyond en Londres? ¿Podía ella haber encontrado pruebas de que Light era culpable? Y lo peor es que a ella la había asesinado Kira.

Por cierto, mi nombre es Maki Shouko.—añadió, como si nada. (N/A: Maki Shouko es el nombre falso que da Misora a Light en el capítulo 12, a la que ordena suicidarse y que no la encuentren.)—Pero todos me dicen Nana por nacer el siete de Julio—añadió, como un dato vital, o uno sin importancia.—Me encontré a Misora hace… Medio año? Dos años? No lo sé, aquí el tiempo es extraño… Misora se disculpó de todo corazón. Ella también sabía que Light era Kira, y lamentó en el alma haber dado mi nombre como nombre falso. Pero Misora ya cruzó la puerta al otro lado. Espero que no sufra mucho por ello, al fin y al cabo me gusta pensar que mi sacrificio valió para algo…

¿A Misora la asesinó Kira?—se preguntó el detective pensativo, ahora encajaban varias cosas. Con que esa chica, Española por parte de madre y Japonesa por parte de padre, era una de las perfiladoras más importantes, de forma oculta, al igual que el perfilador Arima Kinomoto. Le tendió la mano a la chica.—Yo soy L.—le dijo como si nada. Con eso explicaba toda su historia.

A Maki se le abrieron los ojos de par en par. ¡Él era L! ¡Su ídolo! ¡Aquél que había acabado con innumerables asesinos, criminales y resuelto muchos misterios. Y desde luego, L en verdad aunque fuese desgarbado, era muy guapo.

Y entonces… ¿Qué es este sitio? ¿Acaso nos hacen pruebas para ir al cielo o al infierno?—preguntó L. Era listo, superdotado, pero sobre aquel lugar no sabía nada. En cambio Maki al haber sido una freak total en sus tiempos y haber tenido amigas góticas, entendía del tema. Rió, como si todo aquello fuese de lo más divertido que hubiese visto en su muerte.

No existe ni el cielo ni el infierno… Ahora estamos en una realidad paralela común, donde el tiempo no tiene sentido, es en cierto modo como la casa de los foryx1 pero a lo grande, he calculado unos trescientos mil millones de puertas como la que hemos cruzado. Aquí venimos todos, seamos de la realidad de la que seamos. Incluso los shinigamis vienen. Pero no hay cielo ni infierno, lo que hacen es darnos a escoger un mundo y una forma y reubicarnos, dependiendo si lo merecemos o no. Normalmente no reubican a casi nadie, exceptuando a gente escogida al azar, sino que los mandan a un lugar custodiado por las Arpías. No sé nada sobre ese sitio, por mucho que lo he intentado. Es algo parecido a un infierno. Me querían mandar ahí, pero me negué. No me da la gana que me manden a un lugar tétrico. Hace un rato… Un año creo. Revolucioné esto, y a todos los que hubiéramos muerto por causa de la death note y que realmente merezcamos una reubicación… nos enviarán a algún lugar tranquilo. —le contestó Maki. Maki al parecer se había informado sobre ello, en lugar de vagar sin rumbo como L. Y pensar que Maki había muerto por error, que su muerte no estaba escrita en ninguna parte.—Y por cierto, aquí te llamarán por tu nombre verdadero, independiente de cómo te hayan llamado tus padres. Puede que en la death note necesiten tu nombre bautismal, pero a partir de la muerte, nos llaman por almas, y no por nombres terrenales.

El hombre que había en la ventanilla, de pronto pasó por otra puerta, feliz de ser como fuese. La mujer de blanco tras la ventana se les quedó mirando.—Lynn y Ankhiara?—preguntó, mirando directamente a Maki y a L.

Elle Lawliet se sobresaltó, pensaba que su nombre era tal y como siempre. Al parecer su alma se llamaba Lynn y no Elle. Maki se limitó a asentir y a levantarse del suelo. Fueron caminando hacia la ventanilla, donde la mujer les miraba. Desconfiada hacia Maki. A saber qué habría hecho la chica como para que no confiasen en ella. Parecía mostrar respeto, pero L supuso que mostrar respeto era algo normal, ya que todos estaban muertos.

Bien, contadme… Habéis muerto por una death note de algún shinigami aburrido… pero os ha matado un humano… Por la causa, os reubicaremos bajo la forma de un niño pequeño… un recién nacido…—comenzó. Maki dio un puñetazo al cristal, y en ese momento L vio una cadena con un cristal azul en la punta. Brillaba, pero al instante siguiente, no lo vio.

Quiero rellenarlo yo.—exigió Maki. L cada vez estaba más alucinado. Pero es que el no quería ser un bebé de nuevo, y no acordarse de haber sido lo que era ahora. Maki comenzó a rellenarlo, tomando también el de L, sin preguntar siquiera si el chico quería ser reubicado en vez de morir.

Nombre: Ankhiara y Lynn

Edad en la reubicación: Dieciséis años

Sexo en la reubicación: anterior

Características de memoria: Conservar

Características de físico: Conservar

Año de reubicación: 2010

Lugar: Mundo humano

Se lo entregó a la mujer. A la dama no le pareció demasiado bien, pero se volvió a repetir a si misma que esa chica era más de lo que parecía. Maki sin embargo sonrió, abrió la puerta al lado de la ventanilla de la mujer. Una luz cegadora salía de ahí. Iba a dar el paso, pero vio a L ahí parado.—Oh vamos, acabo de enfrentar a una dama blanca así que ven antes de que se arrepienta.—soltó, le cogió de la mano y estiró de el.

Excepción a la primera regla de la muerte: La excepción son las almas elementales.


Si no dejais reviews... mataré a un gatito con mi death note ¬¬ xDD