Bueno, este es mi primer regalo, que se subio en el foro MK/DC Fansub el dia 2 de diciembre. No lo entendereis muy bien si no habeis leido mi fic, "A pesar de todo". Os dejo el link para que, si gustais, lo podais leer. Disfrutad!

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Solo quizas

La miraba con disimulo, desde el asiento asignado para él. Como de costumbre, llevaba una sudadera con una capucha de color azul marino, pero aunque todo parecia igual, ya no era lo mismo.

Ya no irradiaba aquella tristeza, y sabía por qué se debía, o al menos se hacia una gran idea.

Era la noticia de la semana, tal vez del mes. El reputado inspector de la división de robos de la policía metropolitana, había fallecido en un acto heroico, salvando a un niño de seis años que tenían de rehén para salir bien librados de un robo a un banco.

El policía se había abalanzado sin chaleco anti-balas, pues se lo había quitado por petición del delicuente para que dejarán libres a los demás rehenes, contra el ladron, haciendo que este soltara al chiquillo instintivamente para disparar al hombre, que murió en el acto.

Aquella distracción dio pie a los demás oficiales, quienes tras unos momentos de conmoción, se apresuraron a reducir al delicuente y su banda.

Si eran ciertas sus sospechas o no, sólo Aoko lo sabía. No había querido tocar el tema, quería que ella se lo contase cuando se sintiera segura. Los hechos habían pasado recientemente, las marcas no se irían tan fácilmente y tardaría en asimilar la información.

Sin embargo, si se había mostrado más alegre, había hablado mucho con él y su amistad se había fortalecido.

Habría descubierto que tenía una risa como los angeles. Sonaba tan bien, tan hermoso... La primera vez que la había escuchado, se había quedado admirado. Era un sonido tan hechizante que era incapaz de dejar de oirlo.

Definitivamente, era una de las mejores cosas que en su vida había oído. Pensar que había sido privado de aquello todo ese tiempo, por culpa de aquel tipo, le hacia hervir la sangre.

"Héroe" Así era como calificaban a aquel hombre. Desgraciado, había aparentado ser alguien respetable hasta el último momento. No tendría pruebas, y cualquiera le acusaría de querer manchar la memoria de un respetado y valeroso inspector, pero él no tenía duda.

Había visto las marcas en varios de los brazos de la joven, incluso uno en el vientre, pues un día de bastante viento, se le levantó la sudadera y la camisa, dejando al descubierto su estómago y una morada mancha, casi negra.

Por supuesto, le preguntó el origen de aquella herida pero ella no respondió con contundencia. Dijo que no era nada, que sólo había sido un accidente, pero él sabía que mentía.

Lo bueno era que ya no sufriría más. Jamás pensó alegrarse del fallecimiento de alguien, menos si se trataba de un agente de la ley, pero aquella muerte la hubiese festejado si hubiera podido.

-Kuroba, idiota, que te estoy llamando- Dijo una voz a su lado. Giró su cabeza para encontrarse con el uniforme de una estudiante.

Levantó la vista para encontrarse con unos orbes rosáceos.

Ni se había dado cuenta de que era la hora del recreo. La joven de ojos azules ya no se encontraba ahí, había salido con su amiga de coletas castañas, pero él, ensimismado como estaba, no se había percatado.

-¿Qué quieres Koizumi?- Cuestionó irritado, pues había sido sacado de su ensoñación.

Porque lo que más le gustaba era admirarla aunque fuera a la distancia, era una práctica que había adquirido con el paso de los días.

-¿Te has declarado a Nakamori ya?- Preguntó como quien habla del tiempo.

El mago se sonrojo al instante, y rojo cual tomate, se levantó de la silla, tirándola atrás en el proceso y poniendo sus manos encima de la mesa. La miró profundamente avergonzado, cosa que la hechicera notó con una sonrisa.

-¡Que estupideces dices bruja! ¿De donde sacas semejante cosa?- No podía hacer nada más que indignarse, aunque en el fondo sabía que nunca reuniria el valor para declarar sus sentimientos a la joven de ojos azules.

-Lo digo porque su aura ha cambiado. Ahora es más azul... pero no como debería.

Lo había supuesto, sin tener total certeza pues él no podía contemplar aquellas auras en las personas. Aquello solo confirmaba sus sospechas aún más, pero algo en las palabras de la pelirroja no acababa de gustarle.

-¿Cómo que no está como debería?- Preguntó extrañado. ¿Acaso le ocurría algo más?

-No es completamente celeste- Anunció la muchacha, confirmando al mago su temor- Algo le falta para que este perfecta... Y creo que sé lo que es.

Aquello solo provocó la curiosidad del joven ladron.

-¿Qué es?- Preguntó ansioso, a lo que Akako respondió con una pequeña risa burlona- Habla Koizumi.

-Hm... Está bien...- Se hizo la interesante, agotando la poca paciencia del mago- Solo es que está enamorada y parece que no le corresponde... O eso cree

Aquello cayó como un balde de agua fría sobre Kaito. Pero en ningún momento se le ocurrió pensar en que él pudiera ser el afortunado.

La imagen del joven detective del este apareció instantáneamente en su mente. Así que al final era verdad... Se había enamorado de él... ¡Se había enamorado de aquel detective! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¿¡Por qué entonces se había hecho ilusiones?!

Akako vio el repentino cambio en el aura del muchacho, alertada. Decidió ver que pasaba por su mente, tocándole la frente con un dedo sin que el mago, en su enfado interno, se percatara de ello.

En cuanto observo lo que ocurría ahí, decidió hacerle entrar en razón. No podía afirmar ni desmentir las sospechas del muchacho, pues le era imposible entrar en la mente de Aoko, pero por la forma que lo miraba y como se azulaba su aura cuando estaba junto a él, no tenía duda de que era el chico que le gustaba.

Y había descubierto que, el que Kaito amara a Aoko, no le había dolido tanto como pensaba.

-Se lo que estás pensando, imbécil- Le insulto, para que le hiciera caso. Lo consiguio- No es lo que te crees. ¿Es que no has pensado ni un pequeño instante que podrías ser tú perfectamente?

El chico esbozó una amarga sonrisa. ¿Él? ¿Ser correspondido? ¿Que Aoko se hubiera fijado en él?

"En tus sueños, Kuroba. En tus mejores sueños" Se dijo.

No tenía ninguna cualidad especial, tan sólo sabía hacer magia y reírse de la vida. Además, era un ladrón que había cumplido su venganza y, aunque no volveria a robar, era el más buscado por la policía japonesa.

No era ni mucho menos un romántico empedernido. No sabía tratar con mujeres, y siempre acababa metiendo la pata.

Aoko merecía mucho más que eso. Muchísimo más.

-Koizumi... No mientas...- Murmuró, sus ojos azulados con un reflejo de tristeza- Es imposible y lo sabes. Sabes que tengo razón.

Aquello enfadó a la bruja de sobremanera. Le tomó del cuello de la camisa y lo zarandeo.

-¡Imbécil! ¡Si tan seguro estás pues confirmalo! ¡Que te lo diga ella!- Exclamó, y luego le solto dando gracias de que eran los únicos que quedaban en el aula.

Había sido un impulso muy impropio de ella, pero le cabreaba que se pensara que tenía razón cuando no era así. Que echara por la borda su felicidad tan solo por una tonta idea.

El joven mago pareció reaccionar ante ello, pues Akako tenia razón y lo sabía. Si tenía esperanza o no, solo Aoko podía confirmarlo o desmentirlo.

A punto estuvo de seguir el consejo de la pelirroja, pero el tiempo se había agotado. La campana del instituto hizo que el muchacho no pudiera acudir al encuentro de la chica.

Desde ahi, se paso todas las demas clases pensando miles y millones de maneras sobre como podría declararse. No sabía que hacer, que decir, y mucho menos como reaccionaria ella.

Y ahí era donde entraban en juego las dudas. ¿Y si Akako estaba equivocada? ¿Y si no era correspondido? ¿Y si le miraba raro? ¿Y si le decía que quedaran como amigos? ¿Valía la pena arriesgar su amistad?

Estaba hecho todo un lío. Idealizaba en su mente distintas ideas, reacciones de ella, en como seria si fuese correspondido, en lo que pasaría si sus ilusiones eran en vano...

Supo que la hora de la verdad había llegado en cuanto escuchó el sonido que anunciaba el final del día lectivo. Recogió sus cosas con asombrosa rapidez y salió antes que la chica.

Tenía que relajarse un poco, respirar hondo e intentar tomar el valor para decirle aquello que había estado en su interior tanto tiempo.

La esperó en el parque por el cual sabía que ella siempre pasaba para ir a su casa. Sonrio, se notaba que no podia dejar de observarla, se sabia todas sus rutinas. ¿De verdad se habia quedado tan enganchado por aquella muchacha?

Cuando vio su melena castaña alborotada, trató de reunir toda su valía y la interceptó en el camino, tomándola por sorpresa.

-¡Kaito! ¡Me has asustado!- Exclamó. Ya habían tomado la confianza suficiente para llamarse por sus nombres, pero a él eso no le bastaba- ¿Qué ocurre?

El mago se sonrojo, sabiendo la razón por la que se encontraba ahí. Ella ni se lo imaginaba, de eso estaba seguro.

-Yo... Bueno...- Intentó, pero no le salían las palabras.

No comprendía por qué el decir tres simples cosas, una corta oración, podía hacerle tartamudear de aquella manera.

-¿Estás bien?- Preguntó, preocupada al ver el color rojizo de su rostro. Le puso una mano en la frente, haciendo que el joven se ruborice aún más- No parece que tengas fiebre, pero estás bastante rojo.

-Es- Estoy bien...- Dijo muy avergonzado. Estaba bien, pero como siguiera así terminaría con un paro cardíaco. Ya notaba a su corazón latir frenético.

Para su alivio y tristeza, la muchacha se separó.

-¿Y qué querías?- Preguntó curiosa. El joven mago ya parecía un tomate maduro.

-Yo... es que... Yo...- Nada, no había manera de hablar. Se le atacaban las palabras, no podía formularlas- Tu... ¿Quisieras salir mañana conmigo? Ya sabes, a dar una vuelta...

Aoko no se lo creía. Enarco una ceja, incrédula.

-¿Tanto drama para eso, Kaito?- Preguntó sinceramente asombrada. Llego a pensar que pasaba algo de más gravedad.

- ¿Querrías?- Insistió, esperando una respuesta. Vio como la chica asentía, aun sorprendida- Perfecto. ¿Te parece si quedamos frente a la torre del reloj a las... cuatro?

-Esta bien Kaito, estas muy extraño hoy- Declaro la chica, algo resignada y bastante contenta.

El sonrió y se despidió, dándole un beso en la mejilla que la dejo sonrojada y fue corriendo hacia su casa, huyendo de la vergüenza que le daba aquel pequeño acto.

No alcanzó a ver la alegre sonrisa que instantes después la joven le dedicó, tocándose la mejilla con suavidad.

El mago ya casi llegaba a su hogar, ahora ya caminando, cuando una extraña e invisible fuerza le retuvo en contra de su voluntad. Frente a él, por arte de magia, apareció una joven pelirroja que conocía muy bien y que parecía molesta.

-¿Qué ha sido eso, Kuroba?- Preguntó irritada, confundiendo al chico.

-¿A qué te refieres, Koizumi?

-"¿Quisieras salir mañana conmigo?"- Imitó de mala manera- "Ya sabes, a dar una vuelta" ¿Qué demonios es eso?

Kaito la fulminó con sus orbes azules.

- ¿Cómo sabes tu eso?- Preguntó, dándose cuenta de la tontería que acababa de decir. Estaba paralizado literalmente y ella había aparecido de la nada. ¿Y se ponía a preguntar eso?- ¿Me estabas espiando?

-No exactamente- Respondió, tras su mirada incredula ante la pregunta anteriormente formulada- Solo estaba viendo la burrada que dijiste. ¿Qué clase de declaracion es esa?

Lo dijo con una impasibilidad que a el le avergonzo de sobremanera. ¿En serio que estaban hablando de eso como si se tratase del tiempo?

-Mira Koizumi. No tengo por que darte explicaciones- Dijo cortante. Poco tiempo despues, sonrio al ver por detrás de la muchacha- Pero si tanto quieres hablar de relaciones y declaraciones, por ahí viene tu Romeo.

Con un esfuerzo sobrehumano, le indico que mirara para atrás, pues no se podia mover debido al hechizo. La hechicera le hizo caso y volteo su cabeza ligeramente, viendo a un chico rubio-castaño que pasaba con aire desinteresado y que se aproximaba lentamente.

Volvio a mirar al mago rapidamente, algo colorada. El chico alargo su sonrisa al ver como el conjuro se desvanecia sin que ella se diese cuenta. Retomo su camino, pasando al lado del detective, que le dedico una mirada desconfiada.

Con un pequeño juego de manos, hizo aparecer una rosa blanca y la metio en el bolsillo del ingles sin que este se percatase. Giro en la esquina para ver como el joven sacaba sorprendido la flor y se la entregaba torpemente a la pelirroja, quien la acepto con una sonrisa y ambos se fueron juntos charlando alegremente sobre alguna cosa que no alcanzaba a oir mientras se cogian timidamente de la mano.

Sonrio y se dirigio nuevamente a casa. Sabia que en el fondo Akako tenia buen corazon y que Saguru, por muy pomposo que fuera, la queria bastante y se le notaba.

Una vez en su casa, se centro en hacer de todo para despejarse, sin mucho éxito.

Intento hacer los deberes, concentrarse en hacer trucos de magia, e incluso se puso a estudiar ¡El! ¡Estudiar!. Trato de hacer todo lo que se le pasaba por la mente pero no habia manera de dejar de darle vueltas a la cuestion de como decirle a la muchacha de ojos azules sus sentimientos.

-No puedo hacerlo. No puedo- Se dijo, mirando el techo de su habitacion. Es que las palabras con ella no le salian, se quedaban atascadas. Era consciente de que tendria que decirselo de manera clara, directa... Pero es que no sabia como... ¡No sabia que decir ni que hacer ni que nada!

Se levanto y se asomo a la ventana, mirando la luna que estaba en cuarto menguante e imaginando el rostro de aquella joven que le habia conquistado en las estrellas que iluminaban el firmamento.

¿Cuándo se había hecho de noche? ¿Cómo pasaba el tiempo tan rápido?

No lo sabía, pero si podía ver la ironía de la situación en la que se encontraba. El, siendo uno de los ladrones mas buscados del pais, le habian robado el corazon sin pretenderlo, por accidente. Jamas imagino sentirse tan atado a una chica, y poca cosa podia decir sobre el amor, pero si eso no lo era, es que no sabia encontrar la definicion a aquel sentimiento que ella le provocaba.

Quizas no necesitaba pensarlo tanto, nunca habia sido un romantico, quizas saldria solo... Solo quizas...

Se quedó admirando la noche, o tal vez contemplando el infinito, volviendo a pensar de nuevo en ella.

Al dia siguiente, estaba que no paraba quieto. De aquí para alla y de alla para aquí. Menos mal que era sabado , no sabia si soportaria estar sentado toda la jornada lectiva.

Su madre le había preguntado la razón de su nerviosismo, pues era demasiado evidente que su tranquilidad era nula.

Le respondió con escasez, argumentando que no estaba nervioso, con voz bastante

alterada y mirando el reloj cada dos por tres, como si así consiguiera que el tiempo pasase más deprisa. Irónico, ayer pensaba que no pasaba despacio.

No supo si para su alivio o su tensión, el reloj marco las cuatro menos cinco, hora perfecta para salir de casa sin llegar tarde pero tampoco parecer demasiado puntual.

Debía mantener las apariencias, después de todo, aunque los pensamientos seguían flotando en su mente.

Cuando le ofreció aquella salida, que bien se podría denominar "cita", pensó que así se aclararia un poco las ideas. Ahora se daba cuenta de que había cometido un error, pues el tiempo dio pie a su imaginación.

Y por consecuencia, ahora estaba más confuso que al principio.

La vio sentada en un banco cercano, no demasiado elegante pero tampoco muy casual. Una camisa manga larga de color gris, unos vaqueros azules y unas zapatillas blancas. Todo con una chaqueta abierta de color marrón claro, con un gorro de lana y un pequeño bolso del mismo color que el abrigo.

Aunque para él siempre estaba hermosa, brillaba con luz propia, se pusiese lo que se pusiese.

-Hola... Aoko- Saludo cuando se había acercado lo suficiente. Ella le sonrió con aquella sonrisa que a él le derretia el corazón.

Era tan bonita... parecía casi divina, como toda ella.

-Hola Kaito- La muchacha se levantó, con las mejillas algo rojas debido al frío.

O eso pensaba él.

El mago respiró hondo y, haciendo gala de sus facultades para la magia, hizo aparecer una flor roja, regalándosela. Ella la aceptó encantada y le volvió a sonreír, haciendo que se sonrojase y los nervios reaparecieran.

Bien, había empezado con buen pie. Ahora solo quedaba lo que tenía que decirle. ¿Sería capaz de lograrlo?

No perdía nada por intentarlo.

-Aoko... Yo... Te quería decir una cosa...- No sabía para donde mirar. Izquierda, derecha, arriba, abajo... Movía su cabeza para todos los lados posibles, evitando mirar aquellos orbes celestes que lo hipnotizaban.

-Dime Kaito- Dijo simplemente, esperando pacientemente a que el chico se tranquilizara.

Aunque no parecía tener intenciones de hacerlo. Así pues, guardo la flor en su bolso con delicadeza y tomo el rostro del muchacho con ambas manos, obligándole a mirarla.

-Aoko...yo...- No podía, simplemente las palabras no le salían. Eran solo tres simples palabras ¡No era posible que no pudiese pronunciarlas! ¡Era inaudito!

El contacto tampoco contribuía mucho a la causa, pues sólo hacia que se pusiese más nervioso y no pudiera mirar a otro lado que no fueran aquellos labios que ansiaba probar.

Quizás debería pasar primero a la acción y después ya vendría el diálogo.

Cerró los ojos y no lo pensó más, seguramente hubiese dudado. La tomó de la cintura y la besó, tomándola por sorpresa.

Aoko disfruto de aquellos minutos como nunca antes. Al principio, debido a la repentina acción del joven, no pudo corresponderle pero en cuanto se hizo a la espléndida idea, se dejó llevar por aquel dulce momento.

Se separaron cuando ya no podían más. Habrían pasado unos minutos, pero para ellos era como si hubiera transcurrido un segundo. ¿Tan rápido podía pasar el tiempo?

Kaito ya no lo comprendía. ¡Si hacia unos momentos pensaba que los segundos eran interminables!

Ambos se miraron a los ojos, chocando azul con azul, y el rubor no tardó en acudir de nuevo a sus rostros. No sabían que decir, las palabras no eran suficientes para describir sus sentimientos, sus sensaciones, aquellas ganas tremendas de repetir aquel instante en el que ambos se sintieron en el mismo paraíso.

-Yo...-Empezó Kaito, dispuesto a todo. Ya no tenía nada que perder, y aunque se moría por volver a besarla, podía guardar el recuerdo en su memoria- Te amo.

Ya está, lo había dicho. Si, se había sonrojado, no podía evitarlo, pero al final había dicho aquellas tres palabras que tanto le había costado pronunciar.

No obtuvo respuesta. La joven de ojos zafireos estaba mirándole sin decir nada, tratando de ordenar la información.

Con una triste sonrisa, se dispuso a irse cuando ella le retuvo, tomándole del brazo en cuanto vio sus intenciones de marcharse.

-Kaito, yo...- Tartamudeo, con un rubor en sus mejillas que a él le pareció adorable- Yo te... ¡Yo te amo!

Terminó con los ojos cerrados y muy roja, pero al mago le encantó aquello. Porque sabía que lo decía sinceramente, y no por no herirlo.

La volvió a besar, más apasionadamente. De haber sabido el resultado, se hubiera arriesgado desde el primer momento. Pero no importaba, porque ahora sentía que estaba en su plenitud.

No sabía que con tan sólo tres simples palabras, todo su mundo cambiaría de color, y más si ella las pronunciaba.

"Yo te amo..."

Desearía escucharlas siempre. Ahora que la pesadilla había terminado, que ella le correspondía, era seguro que lo haría.

O quizás no. Quizás aquello que pensaba que seria eterno tan sólo era la calma antes de la tormenta...

Sólo quizás.