La casa junto al lago Ozark, Missouri, pertenecía a uno de los antiguos compañeros de John. Vieja. Destartalada. De maderas sueltas y junturas separadas. Con una de esas pasarelas de madera que se adentran el agua a pocos metros de la entrada principal. Sam tenía miedo aquella primera noche en la que toda la casa crujía con el mismo viento que agitaba la superficie del lago. Cuando Dean le explicó, metido con él en la cama, que si escuchaba muy atentamente se daría cuenta de que esos sonidos eran siempre los mimos (La forma en que el marco de la ventana de la derecha hacía "Crick-Crok" cuando el viento soplaba del norte. Los escalones que crujían solos en la escañera del porche. La puerta mosquitera que siempre vibraba cada casi exactamente cuatro minutos), dejó de tenerlo. Al final del verano, los mismos sonidos que no le dejaban dormir la primera noche casi hacían que le entrara sueño, y era capaz de descubrir nuevos patrones ocultos que respondían a las curvas y los silabeos del viento.

La quinta tarde de aquel verano el cielo se fundía azul con los bordes recortados de las copas de los árboles. Sam se las había apañado para escapársele, y estaba sentado al borde de la larga plataforma de listones de madera prácticamente blancos por el uso y por el desgaste. Tenía nueve años y no había forma humana de conseguir que esa tarde sacara los pies del agua.

"Está fresquita Dean"

Ponía esa cara de ojos canijos y conseguía que pareciesen enormes . Dean estaba seguro de que le hacía alguna cosa de hipnosis o algo, el muy mocoso, porque se ablandaba como flan y le costaba seguir razonando.

"Te vas a caer al agua Sam"

"Pues me sacas"

Y normal que le costara claro. Ganarle una pelea a Sam era tarea de valientes. Ni una sólo replica ante la que se pudiese, pues eso, replicar algo.

"No sé nadar"

"Si que sabes"

Sabía, pero podía haber tenido suerte y que lo hubiera olvidado.

"Escucha, si papá regresa y te pilla ahí, nos va a caer a los dos una buena bronca. Además, si sacas los pies del agua, te enseño a hacer barquitos"

"¿En serio?"

"En serio"

Sonrisa de crío consentido y a Dean ya no le quedaron dudas sobre lo de la hipnosis ni sobre que acaba de perder la pelea en vez de ganarla.

"Pero vas tú a por el papel"

"Vale"

Dos (¿Tres?) horas en el bode de la pasarela, tumbados bocabajo "¿Ves? Así seguro que no te caes" las manos mojadas, y toda una flota de barquitos de mil formas distintas esparcidos por el agua (Aquel que a Sam le salió bastante torcido se hundió hace un rato por la derecha. Ese al que llamaron Torpedo y que está más lejos que los demás, y arrastra una ramita). Pasaron aquella tarde (y el verano) inventando historias de batallas perdidas y ganadas, de héroes que se perdían en el horizonte con la proa cortando el mar en espuma, navegando hacia aventuras lejanas. Historias de embarcaciones hundidas, de galeones encallados.

El sol al ponerse les brillaba en el pelo, en las pestañas, y las horas, aunque se consumían, no lograban agotar aquel el verano, que se alarga eterno en el horizonte lleno de azul, de amarillo, del verde del agua y de barquitos que avanzaban blancos por un mar inventado hacia el sol que se fundía rojo en agua.