Suponiendo que todos tuviéramos un día negro en la vida, creo que el mío habría sido aquel en que mi padre me mandó una carta con el nombre de mi prometida. Yo tenía diecisiete años y estaba enamorado de Ginny Weasley.
Pansy era la elegida. En principio me alegré, era la única Slytherin que no se tiraba a todo cuanto se movía y, en ciertos aspectos, era inteligente. Podía ser una niñita de mamá, sí, pero tampoco era tan diferente a como era yo.
Para la tarde todos lo sabía ya: profesores, alumnos de todas las casas. No lo desmentí, pero tampoco lo afirmé. Me retiré a ayudar a Snape con unos alumnos muy torpes y me desquité con Dennis Creevey, hermano de un amigo de ella.
No la vi a la hora de cenar, ni tampoco estaba en el sitio dónde siempre nos veíamos. En su lugar, reconocí el colgante que le había dado unos meses antes. En ese momento supe que la había perdido para siempre.
