Disclaimer El universo Harry Potter no me pertenece
Argumento Fic. con acertijos y mensajes ocultos. En la Biblioteca hay un tesoro superior a todas las riquezas del mundo juntas. Oculto ha estado por siglos en lo más recóndito de...
Nº de capítulos 8
Personajes Voldemort, y el resto
Advertencia Hay un asesinato (es un fic. de misterio).
Dedicatoria Quisiera dedicarlo a todas las personas que me han mandado algún comentario antes. Y en especial a Ana María, a la que pedí un favor, y lo cumplió sin apenas conocerme. Gracias.


EN LO MÁS RECÓNDITO DE

1

La Guardiana de las Llaves

Hacia mediados del siglo XX...

Muerte. La guardiana de las llaves presintió su muerte un momento antes. Llevaba un año intentando aceptar el fatal destino que le habían predicho en San Mungo, y sabía que de un momento a otro su fatigado corazón dejaría de latir, pero esa noche su alma había experimentado la sensación de miedo, no a una muerte natural, sino a la acontecida por esa parte oscura que no vemos, pero intuimos; algo que la mayoría de la gente no conoce, pero que sabemos que está ahí. Su alma había presentido el mal.
Como un espectro salido de la nada, el mal encarnado en una figura negra, miraba a la anciana bibliotecaria enmarcado por las jambas del pórtico de piedra que daba acceso a la sección prohibida asechando amenazador. Tenía experiencia en la tarea que iba a realizar esa noche, sabía que la paciencia era su virtud, y que hasta que su presa no estuviese cerca, no debía actuar.
La anciana comenzó a cerrar las puertas de las distintas secciones de la Biblioteca, bajo la atenta mirada del que iba a ser su asesino. Cuando llegó a la de la sección prohibida, algo le llamó la atención. Se detuvo intentando reconocer la sombra que tenía delante.
Pero no pudo ver gran cosa. Lo único que distinguió con claridad fueron unos ojos. Unos ojos en los que leyó que ese sería su último día de vida.
La anciana Madam Campbell, fue encontrada al día siguiente sin vida en ese mismo sitio, y nadie imaginó nunca que lo que había ocurrido esa noche podía tratarse de un crimen.


Diez meses antes...

Margaret Pince había terminado sus estudios en Hogwarts ese mismo año, con brillantes calificaciones. Siendo la mejor de su promoción era curioso que no supiese que era lo que quería hacer con el resto de su vida, y esto era algo que la angustiaba. Para casi todo el mundo el fin de los estudios era el principio de una nueva vida, cosa que sucedía sobretodo a los alumnos de internados que durante siete años no habían conocido otra vida, y deseaban descubrir experiencias nuevas.
Margaret que estaba sentada en el porche de su casa junto a su hermana, añoraba los muros de Hogwarts. Le aterrorizaban los espacios abiertos, y esa idílica casita al lado de un lago que sus padres habían alquilado para pasar el verano, no la hacía sentir mejor.
El sol de la tarde caía de lleno en el porche orientado al oeste con espléndidas vistas al lago. El calor era sofocante, pero aún así, Margaret no complacía a su hermana menor, la pequeña y querida Lydia, que la instaba una y otra vez a bañarse con ella en el lago. En cambio prefirió entrar de nuevo en la casa que en esos momentos estaba completamente sola, ya que los señores Pince había ido a la ciudad a hacer unas compras.
Hacía calor dentro, pero menos que fuera. Las ventanas de la salita estaban abiertas y por ellas entraba todo el bochorno de la tarde. Sin ningún interés, más bien por hacer alguna cosa y no quedarse pensando en su incierto futuro, cogió un librito que estaba leyendo Lydia de una de las hermanas Bronte.
Pero no había leído ni un párrafo cuando por una de los ventanales entró una lechuza con una carta para ella. Era de Hogwarts, su amado colegio. Mientras la abría presintió que esa carta le iba a cambiar la vida.

Tres días después, Margaret Pince volvía a Hogwarts dónde acababa de terminar sus estudios, y dónde le ofrecían un puesto de trabajo en el sitio dónde más feliz había sido en su vida: la Gran Biblioteca.
Recorrió la larga galería que conducía a la puerta. Ésta de roble, sin ornato alguno estaba enmarcada por tres arcos de medio punto de piedra gris lisa, apoyada sobre dos columnas achatadas que Margaret conocía muy bien. Sencilla puerta a la vista que no proclamaba el grandioso tesoro que estaba guardando al otro lado.
Entreabrió la puerta y asomó la cabeza para mirar el interior. No vio a nadie, aún así entró porque estaba citada a esa hora con la bibliotecaria actual Madam Campbell. Avanzó unos pasos mirando a su alrededor como si fuera la primera vez que lo hacía. La grandiosa sala circular, con estantes en sus paredes tan altos como tres pisos, llenos de los libros que más frecuentemente podían precisar los alumnos, y que eran accesibles por unas escalerillas móviles. Contempló la cúpula semicircular que era el techo de la sala, decorada con esmerados dibujos de seres mitológicos que parecía observarlos desde las alturas. Inmóviles. La biblioteca era el único sitio de Hogwarts en dónde las pinturas no se movían.
Margaret bajó la vista de las alturas y se sorprendió al ver la enorme cantidad de mesas de estudio colocadas perfectamente transversales a la puerta de entrada, y todas ellas vigiladas por el estratégicamente colocado escritorio de la bibliotecaria. Éste al estar un poco más elevado que los demás, permitía una visión espléndida de todos los libros de acceso directo a los alumnos, y sobre las puertas que daban acceso a las distintas secciones de la biblioteca: Defensa Contra las Artes Oscuras, Pociones, Astronomía... en total siete, número mágico por excelencia que muy probablemente no pasaron por alto los constructores de tan espléndido edificio.
Éstas puertas eran similares a la de entrada en todo, salvo por los letreros que tenían escrito sobre sus dinteles en dónde indicaban la rama de la magia a la que daban acceso.
Ensimismada miraba Margaret todo aquello cuando llegó Madam Campbell entrando en el Gran Salón de estudio, como llamaban a la sala circular, desde la sección de Aritmancia

.- Hola Margaret. ¡Cuánto me alegro de verte¿Cómo estás mi niña? - La pequeña y regordeta anciana bibliotecaria trataba a Margaret Pince con el cariño y la familiaridad con que la había tratado durante esos últimos siete años, máxime porque Margaret había pasado más horas en la biblioteca que cualquier otro alumno de su promoción.

.- Bien, Madam Campbell, un poco sorprendida por lo del trabajo

.- No debes sorprenderte, mi niña - decía la anciana mientras seguía sonriendo afablemente - aparte de mí, nadie ha pasado más tiempo en ésta biblioteca, y es lógico que seas tú mi sucesora. Yo tengo un sexto sentido para éstas cosas, a decir verdad, todos los bibliotecarios hemos visto un poco más allá de lo que tenemos frente a las narices, viene con nuestro oficio. Y por eso sé que tú estás destinada a ser la siguiente. ¿Es que acaso tú no lo deseas?

.- Sí... - desde que tuvo la carta en sus manos, supo que ese era su destino - ...la verdad es que no imagino nada mejor a lo que dedicarme. Siempre me gustó éste lugar, desde la primera vez que entré.

.- Mi querida niña, sé muy bien a lo que te refieres. Conozco tu interés por los libros, he visto muchas veces como miras con admiración los estantes decidiendo cual de todos los libros escoger, te he visto leerlos por el simple placer de leer, y te he visto acariciarlos cuando te despides de ellos para colocarlos en sus sitios. Conozco esa sensación que tienes de sentir que ésta es tu casa... Pero quiero que sepas que éste no es un trabajo sencillo. Requiere muchos sacrificios. Los libros han sido tus mejores amigos durante años, y siempre lo serán y nunca te abandonarán, pero son unos amigos muy egoístas. Te absorben por completo hasta llevarte a su mundo aislándote del mundo que existe por detrás de estos muros. – Margaret se fijó en que Madam Campbell no la miraba a ella, parecía tener fijos los ojos en un lugar indefinido entre la vida real, y su propia realidad - Al pensar en ti como mi sustituta, te estoy dando acceso a un gran conocimiento, extraordinario sin duda, pero también a muchas cargas. Intenta comprender... - Madam Campbell tomó a Margaret de las manos y la miró ésta vez directamente a los ojos. - ...querida niña, que si aceptas esto, tendrás que llevar a cuesta muchos secretos de los que tú serás custodia, lo mismo que yo lo soy ahora, y solo podrás compartirlos con tus libros. - Volvió a preguntar la anciana haciendo énfasis en cada palabra - ¿Estás segura que esto es lo que quieres mi niña?

Los largos años recluida en Hogwarts, y en especial en su biblioteca habían conseguido hacer de Margaret una mujer insegura ante la gente. El único sitio dónde era ella misma era esa biblioteca, así que no tardó un instante en contestar.

.- Para mí, no es solo un trabajo. Ahora sé que vivir rodeada de los libros que tanto amo es la única manera en la que concibo vivir mi vida.

Madam Campbell sonrió de nuevo con dulzura. ¡Cómo le recordaba a ella cuando era joven!

.- Estupendo mi niña. Serás la próxima Guardiana de las llaves.

.- ¿Guardiana de las llaves?

.- Sí. Ese es mi título. Yo no soy la típica bibliotecaria que registra entradas y salidas de libros. Yo, y cuando tú seas la bibliotecaria también lo harás, debo proteger éste lugar con mi vida, como si fuera mi casa, y los libros mi familia. - los ojitos de la anciana brillaron extrañamente, con una mezcla de orgullo y recelo, mientras decía: - Guardo tesoros muy antiguos y valiosos que tú ni sospechas que existen.

.- Me muero de curiosidad.

.- Todo lo sabrás a su tiempo. Durante éste año tú aprenderás de mí. Serás mi ayudante, y el año que viene cuando me retire, te harás cargo de todo. - Mientras hablaba Madam Campbell, se dirigía hacia el centro de la biblioteca, justo debajo de la gran lámpara repleta de velas que iluminaba el Gran Salón. - Ahora empecemos por enseñarte un poquito de historia de la Biblioteca. Como sabrás es anterior al colegio. Los fundadores pensaron, y creo que fue una buena idea, crear una escuela de alta magia en el mismo sitio dónde estaba la mayor biblioteca de magia que existía en el mundo, aunque entonces no era tan importante como ahora. - la anciana reflejaba orgullo en sus palabras - Después de los tiempos oscuros no quedaban muchos magos instruidos, y la mayoría de los manuscritos mágicos desaparecieron. Por eso al crear Hogwarts nuestros fundadores resolvieron dos problemas a la vez: Asegurar el futuro de la magia con el aprendizaje, y salvaguardar los conocimientos mágicos que todavía quedaban después del oscurantismo. A ver Margaret, ilumina mi memoria ¿Cuántas asignaturas se imparten en Hogwarts?

.- Pues... alrededor de quince, no sé exactamente.

.- Son 14 - dijo riendo la anciana - y ¿sabes por qué solo hay siete secciones en la biblioteca?

.- Eh... sí, - dijo intentando impresionar a Madam Campbell - Por que cuando se creó la biblioteca solo se impartían siete materias en Hogwarts.

.- ¡Muy bien! Los libros de las asignaturas nuevas están en éste Salón, pero los libros de las asignaturas antiguas están ubicados cada uno en su propia habitación o sección. Defensa, Encantamientos, Transformaciones, Pociones, Astrología, Historia y Magias prohibidas, que es justo la puerta que está detrás de mi escritorio para poder vigilar que nadie se cuele allí.

...Aprendiendo los entresijos del oficio Margaret pasó toda el día...


El curso comenzó y con Margaret Pince como ayudante, Madam Campbell pudo delegar gran cantidad de trabajo que por su edad ya no era capaz de abarcar. A comienzos de año Margaret era la que permanecía todo el día al frente de la Biblioteca. Se encargaba de todas las funciones, exceptuando el abrirla a las ocho de la mañana y cerrarla a las nueve de la noche, que hacía puntualmente Madam Campbell con cada vez más dificultad debido al empeoramiento de sus achaques.

A comienzos del mes de abril, casi terminado el curso escolar, Margaret Pince se encontraba en el escritorio de Madam Campbell poniendo al día el registro de unos volúmenes recientemente adquiridos por la biblioteca, mientras observaba a los estudiantes que ocupaban todas las mesas del Gran Salón, sin dejar un sitio libre, normal porque se aproximaban los exámenes.

.- Hola Margaret. Te devuelvo el libro. - Margaret no necesitaba mirarlo. Sabía perfectamente a quién pertenecía esa voz que le hacía estremecer, cambiar de temperatura corporal y colorear sus mejillas de un ruborizado rojo. Intentó alzar la cabeza y mirarlo directamente a los ojos, mientras él seguía hablando: - Ahora quiero que busques "La magia en el oscurantismo". No lo encuentro en su sitio. Pero cuando puedas, no se nos vaya a cansar nuestra nueva bibliotecaria.

.- Tom Riddle se recostó sobre el escritorio acercándose a la sonrojada muchacha que era incapaz de articular palabra. Al final Margaret le contestó

.- Puede que el último alumno que lo ha cogido, lo haya colocado en otro sitio. Tendré que buscarlo.

.- Si me hicieras el favor, te estaría muy agradecido

.- Mañana lo tienes a primera hora. Yo te lo guardo.

.- Gracias Margaret. - Era el único que la llamaba aún por el nombre de pila. Todos los demás alumnos la conocían ya por Madam Pince, incluso los de su casa que la habían conocido mejor, no la llamaban Margaret. El único que lo hacía era ese chico de séptimo con el que había hablado por primera vez ese mismo año. - Mañana estaré aquí para verte y para recoger el libro. Y por cierto, no sé si te lo ha dicho alguien, pero lo estás haciendo muy bien en tu trabajo. Sigue así. - Y dicho esto Tom volvió a su asiento.

Madam Campbell llegó un instante después al escritorio diciéndole:

.- Querida. Deja lo que estés haciendo que ya es hora de cerrar. Hay que echar de aquí a todos estos alumnos. Encárgate.

.- Sí Madam Campbell, pero primero voy a buscar un libro que me han pedido.

.- Hazlo mañana

.- No, no puedo. Es importante. - y corrió en busca del libro que le había pedido él. Para cuando encontró el libro, ya no quedaba ningún alumno rezagado en el Salón, y las puertas de las otras secciones habían sido cerradas por la anciana, que aguardaba en la puerta para cerrar la de la sección en la que había entrado Margaret

Cerraron la puerta de la sección y salieron de la Biblioteca juntas.
Madam Campbell cerró la puerta de la Biblioteca con sus seis candados. Estos correspondían a seis de las llaves que colgaban del llavero que pendía del cinturón de Madam Campbell. Siempre lo llevaba consigo. Pero esto no le extrañaba a Margaret. Lo que sí la extrañaba era que de ese llavero, pendía otra llave de la que todavía no sabía que abría,por que la anciana bibliotecaria aún no le había contado nada. Una vez se lo hizo notar pero como respuesta obtuvo un "Ya te lo diré a su tiempo" de Madam Campbell que dejó aún más intrigada a Margaret.

.- Querida. Apártate que voy a decir el encantamiento de cierre y no debes conocerlo aún. - Eso sí que la fastidiaba muchísimo. No comprendía toda esa falta de confianza en ella a esas alturas, que llevaba meses haciendo todo lo que le pedían. Pero no se quejó. Avanzó un poco hacia el fondo del pasillo y esperó que Madam Campbell se reuniera con ella. Desde su posición podía ver a la anciana diciendo algunas palabras acompañadas de un grácil movimiento de la varita.
Cuando terminó de decirlas se reunieron y giraron por el pasillo de la derecha, que conduce a las cocinas, que es donde solían cenar puesto que el comedor ya estaba cerrado.

.- Hola Margaret ¿tienes el libro que te pedí? - dijo Tom Riddle al día siguiente poco antes de cerrar la Biblioteca.

.- Sí claro Tom. Aquí está - Margaret le dio el libro respondiendo con todas sus ganas a la sonrisa que él le dedicaba, y adquiriendo su tono rosa que siempre le provocaba él.

.- Te lo agradezco mucho - Tom lo cogió de las manos de ella rozando intencionadamente sus dedos con los de Margaret para observar la reacción de ella. Margaret no apartó sus manos durante ese instante que para cualquiera que estuviera mirando la escena, tuvo que ser imperceptible en el tiempo, pero para ellos dos no. Porque fue el tiempo suficiente para decirse todo lo que había que decir con los ojos. No hizo falta ninguna palabra.

.- Te espero a las nueve en el puente de Rowena ¿Vendrás? - dijo Tom en un tono que a Margaret le hubiera sido imposible negarse. Pero no quería negarse.

.- Sí.

Puso como excusa para irse antes de su hora del puesto de trabajo, que quería ir a la enfermería por que le dolía la cabeza. La anciana Madam Campbell no puso ningún impedimento, porque eso lo permitiría cerrar las puertas sin tener que ofender a su aprendiz, como tantas veces había notado la anciana. Por eso Margaret Pince pudo estar en el lugar de su primera cita a la hora justa. Solo tuvo que esperar diez minutos a que llegara él.

.- Espero que no me hayas tenido que esperar mucho rato - dijo Tom nada más llegar mientras la miraba fijamente y le sonreía.

.- No, acabo de llegar - Margaret le devolvió la sonrisa, aunque con más candidez.

.- Temía que no pudieses salir antes de tu hora.

.- Sí. Bueno tuve que decir que iba a la enfermería. Es una pequeña mentira ¿no?

.- Chica lista

.- Además, lo único que queda por hacer a ésta hora es cerrar la Biblioteca con los candados, y decir el encantamiento de cierre. Y Madam Campbell todavía no me lo ha enseñado. – Margaret hizo una cómica mueca de fastidio.

.- ¿No confía en ti¡pobrecita! - dijo Tom mesando el pelo de Margaret que se quedó un poco cortada con el gesto.

.- Sí - dijo al final de un rato Margaret reponiéndose levemente de su rubor - pero al parecer me los enseñará el día que deje el cargo, y ya solo quedan dos meses.

.- Entonces tú no conoces el encantamiento para abrir la puerta... ¿Y nadie más conoces ese encantamiento?

.- No. Solo lo conoce Madam Campbell. Ni siquiera el director Dippet lo conoce.

A Margaret le pareció ver un leve cambio de expresión de Tom, pero fue tan ligero, que desechó preguntarle lo que le pasaba.

Margaret miró hacia el abismo que cruzaba ese puente demasiado ruborizada como para decir algo. Tom tampoco habló. No habló ninguno más esa noche, porque lo siguiente que pasó fue que Tom enredó una de sus manos en el pelo de ella atrayéndola hacia sí, y con la otra cogió el rostro de ella por el mentón acariciando sus labios con el pulgar. Mientras se acercaba para besarla, Margaret cerró los ojos. Con el paso de los años Madam Pince todavía recuerda como si estuviera ocurriendo que esos labios más que besarla quemaron su boca, y como al volver a abrir los ojos estaba convencida de que para ella siempre él sería su amor.

Durante un mes muy feliz, Margaret siguió citándose en el mismo sitio y a esa misma hora con su amor.

La primera noche de mayo, Tom tardaba en acudir a su cita. Siempre se retrasaba, pero a Margaret le pareció que estaba tardando más que de costumbre.Aunque estaban en primavera, la noche era muy fría. El viento se colaba por el ojo del puente provocando un sonido sobrenatural que helaba el alma de cualquiera que no supiera que era lo que lo producía. Margaret conocía ese sonido, lo había oído antes entre los brazos de Tom, pero ahora no estaba él y se sentía inquieta. Nubes oscuras empezaron a cubrir el cielo con una velocidad pasmosa ocultando tenebrosamente la plateada luz de la luna.
Alumbró con su varita. De pronto un rayo cayó en el bosque sobresaltando a Margaret. Se envolvió aún más en su capa. Comenzó a llover en abundancia. Sin viento no se hubiera mojado porque el puente estaba techado, pero hacía viento. Se agachó y se sentó en un lugar más cobijado apoyándose en uno de los pilares. Se sentía angustiada, por la oscuridad, por la tormenta, por el frío, por que Tom no venía, y por algo más que no supo que era, pero que le hacía temblar aún más que los elementos de la naturaleza. Así y todo, se durmió esperando a su amor.

La luz primera de la mañana hizo a Margaret despertarse. Estaba echada en el frío suelo de piedra, envuelta en su capa. Había pasado toda la noche esperando a que él llegara. Pero nunca lo hizo. El frío que sentía no era nada comparado con el dolor de saber que todo había terminado, sin ninguna explicación por parte de él.
No sabía que hora era, debía ser muy temprano, por eso no fue al comedor que estaría cerrado, fue a la cocina a tomar algo que la reconfortara. En el pasillo de la cocina que cruza con el de la Biblioteca, Margaret miró hacia la puerta de la Biblioteca. Se veía cerrada, y por eso siguió avanzando un poco hacia la cocina. Solo dio un par de pasos, ya que una leve punzada en su corazón le dijo que algo no iba bien. Retrocedió por sus pasos y se dirigió a la Biblioteca. A primera vista todo era correcto en la puerta, pero fijándose un poco más vio que no estaban echados los cerrojos. Empujó la puerta y entró en el Gran Salón.
La luz celeste de la mañana coloreaba los muebles y los libros de un gris plateado que hacían a la Biblioteca irreconocible. Margaret miró hacia todos los lados: las puertas de las secciones más cercanas a la puerta de entrada estaban cerradas, pero el resto estaban abiertas. Margaret corrió hacia la puerta de la sección prohibida que está justo detrás del escritorio de la bibliotecaria. Cuando llegó vio que en el suelo, detrás de su escritorio, por eso no la había visto antes, estaba Madam Campbell echada boca arriba en el suelo, con los ojos muy abiertos. Margaret Pince se agachó y tocó su cuello buscando el pulso. No podía tener pulso porque estaba muy fría. Debía llevar horas muerta.


A primera hora de la mañana del día siguiente Margaret estaba frente al escritorio del director Dippet. Mientras éste hablaba, ella apenas escuchaba todo lo que le estaban diciendo:

.- Margaret. Tienes que sobreponerte. Madam Campbell era muy mayor, y estaba muy enferma del corazón. Todos sabíamos que iba a ocurrir... - Margaret no podía dejar de sentir remordimientos por lo ocurrido. Si ella hubiera estado allí la noche anterior, y no esperando inútilmente a Tom, quizá hubiera podido hacer algo para salvar su vida. Como respondiendo a sus pensamientos, el director Dippet le preguntó: - Ahora dime Margaret¿cómo es que no estabas con Madam Campbell?

.- Yo... Madam Campbell no quiso que yo supiese como se cerraba la Biblioteca hasta el último día de curso. Por eso me iba antes - No fue sincera del todo, y se escudó en aquella manía de Madam Campbell pensando que no tendría demasiada importancia, pero sin embargo, su respuesta hizo tanto efecto en Dippet, que le preguntó rápidamente:

.- ¿Quieres decir que no sabes como se cierra la Biblioteca?

,- No, pero tal vez esté escrito en algún sitio. Puede que esté en el acta de la fundación de la Biblioteca.

,- No. Ahí no hay nada. - Dijo Dippet con tono preocupado - Yo guardo una copia aquí en mi despacho, y lo único que hay escrito en ella, aparte de tecnicismos, es la fórmula para el juramento de lealtad del nuevo Guardián de las Llaves. No hay nada sobre procedimientos de cierre, ni nada parecido. Madam Campbell no fue muy previsora al no decírtelo antes - Dippet pareció pensar un momento el siguiente paso que iba a dar. Luego habló con otro tono más optimista para dar ánimos a Margaret, ya que otra cosa no podía hacer. - Margaret, ahora eres tú la bibliotecaria. Deberás asumir todas las funciones y todas las obligaciones. Si te parece, te nombraré ahora mismo.

Margaret hizo un gesto casi imperceptible de aceptación, aunque en el fondo de su alma estaba asustada. Dippet se levantó de su asiento y fue hacia un archivador de dónde sacó un pergamino antiguo que leyó. En él se relataban las funciones y obligaciones del Guardián de las Llaves, que Margaret oyó sin prestarle demasiada atención. Por último, Dippet le dio el pergamino a la chica para que leyera el juramento. Margaret lo tomó de sus manos y leyó:

"Es nuestro empeño la sabiduría esparcir
Para tu ignorancias mordaz omitir
Suministrar información guardada, nuestra obligación enseñar
Ser tesauro actualizado, libros aportar
Criptografía, lenguas antiguas, versado estar."


Gracias por haberlo leído. Manden su opinión por favor.

Y ya saben, si ven algo oculto, no es casualidad.

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