"Acércate y tócame"
Piensa en su mente cuando ve a Hotaru a una distancia prudente de él. Lejos de él, cuando él solo quiere que esté más cerca.
Sabe que si se lo pide a Hotaru no lo hará, aunque él tampoco se lo pedirá. Solo puede conformarse al ver como sus manos se rozan en el reflejo del agua o por medio de las sombras. Sin saber cómo se sentiría hacerlo realmente.
"Acércate"
Le puede decir, pero tócame, eso no.
Gin puede tocarla, pero no se atreve porque sabe que si lo hace será la primera y última vez que lo podrá hacer. No quiere eso. No así, no de esa manera.
No obstante, si lo hace primero Hotaru sería diferente, porque no habría tiempo para arrepentimientos. Simplemente no habría vuelta atrás. Estará hecho y al fin podrá tocarla, sintiendo su piel –seguramente– suave como también sintiendo su calidez.
Es por eso que Gin desea que Hotaru lo toque, aún si fuera accidental, quiere tocarla.
Luego de un tiempo, Gin lo había decidido. Tocarla.
El cuál era el día que se festejaba el festival de verano de monstruos, donde quería pasar su última vez junto a Hotaru.
Todo lo que duraba el festival quería pasarlo con ella. Y en este momento donde los dos estaban atados de la muñeca con una cinta. Unidos y separados por unos centímetros y Gin le confesaba lo que sentía en su interior de no poder esperar el próximo verano para volverla a ver. En ese instante él ansiaba tocarla, pero para desviar los sentimientos. Se sacó la máscara y la apoyo en el rostro de Hotaru, donde deposito un casto beso.
"¿Te das cuenta lo que siento por ti?"
Se preguntó en su mente mirando como ella se había quedado estática llevando puesta su máscara, la cual desde ahora podía conservar.
"¿Por qué no puedo permanecer contigo?" "¿Por qué no puedo estar siempre contigo?"
Quiero tocarte. Siempre quiero eso.
Se contestó el mismo, pero antes de que pudiera hacerlo por sus propios medios. Un niño se había tropezado y antes de que se cayera lo había agarrado. Era humano para su sorpresa.
Ya no había vuelta atrás.
Por lo tanto Gin estaba brillando. Estaba desapareciendo.
— ¡Ven, Hotaru! —La llamo Gin con una sonrisa enorme. De esas que se ocultaba detrás de la máscara cada vez que veía a Hotaru— ¡Al fin puedo tocarte! —Exclamo abriendo enormemente los brazos.
Y cuando ella corrió hacia él, arrojando la máscara en el proceso, donde Hotaru se abalanzo hacia Gin, él al fin pudo tocarla, sentir su calor, su delicioso aroma que te percatabas solamente si te encontrabas muy cerca de ella. Su roce tan suave, sus manos apretujando su espalda. Al estar unido en ese abrazo.
No obstante esa sensación era efímera. Tan fugaz.
—Te amo —Susurro Gin antes de desaparecer en un haz de luz.
Por esa razón quería tocarla y a la vez no.
Desapareció, pero cumpliendo su deseo. Poder tocar humanos y los espíritus sabían que al haber tocado a la persona que amaba se había ido feliz.
