Pequeño amor (AU)

HakuMor

Siempre la observaba con admiración. Tan fuerte, tan bella, tan grácil a moverse. No podía evitar ponerse celoso cada que ella sonreía para alguien más. La amaba, deseaba ser el dueño de cada una de sus sonrisas, de cada uno de sus suspiros.

Esa tarde se había armado de valor, ignorando el hecho que se encontraba acompañada por ese pequeño de cabellos azules y ese muchacho rubio, había caminado hacia ella y le había preguntado si deseaba salir con él. Ella titubeo bastante tiempo, dirigiendo una mirada a sus amigos que parecieron sonreírle.

–Claro. –Había sido la respuesta. Hakuryuu tardo en procesar la respuesta, sin poder creerlo.

–El viernes en la noche, frente a la entrada del museo Sindria…Espero verla allí.

Las ansias por verla le hacían apretar el ramo entre sus manos, se sentía como un chiquillo. Se miro nuevamente en el reflejo de aquella edificación, arreglando su cabellera oscura, encontrándose con aquella cicatriz que tan poco le gustaba. La cubrió, deseando que no fuera esa la razón por la que Morgiana posiblemente le rechazara. Tan horrible, recordándole su pasado. Arruinándole su futuro.

Sacudió su cabeza, alejando cualquier tipo de pensamiento de ese tipo y se dispuso a esperar a esa muchacha de roja cabellera, que desde un principio le había robado el sueño. La gente cree que el amor a primera vista es una idiotez, más Hakuryuu estaba seguro que Morgiana era el amor de su vida. Que le importaba si la gente decía que era una ridiculez, que era demasiado joven para pensar en eso. Además de que, alguien con la clase social del muchacho, no podría estar nunca con una muchacha de clase baja.

Más a Hakuryuu nada le importaba.

Morgiana era la dueña de sus suspiros y de sus sueños. La mujer con la que deseaba formar una familia.

Se sonrojo solo de pensar en eso.

Un suave carraspeo le saco de sus pensamientos, encontrándose con la de orbes rubí, tan bella. Con el cabello suelto, un vestido de color blanco hasta las rodillas y unas zapatillas de igual color. Él le sonrió y ella correspondió al gesto.

–Se ve hermosa, Morgiana –le alago, extendiendo el ramo de flores a la muchacha: Doce claveles de color blanco. –Se que le gustan mucho.

Morgiana observo fijamente las flores, sonrojándose ligeramente ante el gesto tan caballeroso de Hakuryuu. La hacía sentir tan especial, tan amada. Tan única.

–Muchas gracias…

Caminaron lentamente, admirándose ante todas las bellezas que el museo tenía que ofrecer. Hakuryuu se esforzaba, trataba de hacer reír a Morgiana, le lanzaba piropos que la apenaban.

En uno de los pasillos, en donde se hallaba un pequeño jardín botánico, Hakuryuu volvió a armarse de valor, mirando fijamente hacia otro lugar, con lentitud entrelazo su mano con la de Morgiana, enredando sus dedos con pena, pidiendo que la chica no rechazara el contacto…pero no lo hizo.

Caminaron con sus manos entrelazadas, sin mirarse al rostro hasta que llegaron a la salida del lugar. Hakuryuu se despidió, agradeciendo a la chica el haber pasado tiempo con él, y entonces, la muchacha le miró con un brillo especial. E hizo algo que Hakuryuu jamás imagino.

Morgiana se puso ligeramente de puntillas, juntando sus labios en un corto beso que dejo a Hakuryuu paralizado. Ella se separo rápidamente y se despidió, huyendo de escena.

Y él…él simplemente sonrío, pues eso le hacía saber que tenía una oportunidad.