Hola. Este el comienzo de una nueva etapa para esta cuenta (lo explico en el profile). Y para mí.
No, no soy Morgan, yo soy Vix.
Iba a hacer un song-fic primero, después pensé en un one shot. Al final salió esto.
Como sea, el punto es que ya lo escribí, y como ahora voy a publicar aquí puro SasuHina habrá de todo. ¿Por que no este tópico?
Espero les guste.
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La mañana siguiente siempre era un tormento, un dolor de cabeza, y un puñetazo en la boca del estómago.
Estaba acostumbrado. Esa era su vida. No era nada nuevo.
Se encontraba semidesnudo cuando se sentó llevándose una mano a la cabeza revolviendo su cabello. Sus dedos en el puente de sus ojos lo hacían resentir el no haberse drogado más. Solo la luz de la ventana lo hizo recordar en donde estaba. El suelo no estaba del todo frío pero era duro e incómodo.
El malestar lo sobrellevaba. No era nada nuevo.
Nada excepto ella.
Así fue como empezó todo. Con un crimen que no podía ser considerado como tal si se consentía en hacerlo. Un encuentro. Un desliz. Y otro día cualquiera.
Miró por todas partes y no la encontró. Sonrió con ironía.
-Estúpida niña…- se subió el cierre acomodándose la ropa y recogiendo la camisa negra tirada a un lado. Recogió la botella que la noche anterior había llevado arriba y notando que aún quedaba un trago no dudó en empinarla para acabarse su contenido, sintiendo la garganta quemársele y reaccionar algo mal en su estómago al ser lo primero que cayera al ácido sin tratarse de comida; nada que no fuera solo una brisa leve para él.
Sí, una estúpida niña. Una que no esperaba se moviera como lo había hecho.
¿Qué tanto podría hacer si la educaba bien?
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. o*) º (*o .
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º
. o* :o: )º( :o: LaYinG UndeRGRoUnd :o: )º( :o: *o .
º
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. o*) º (*o .
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Las imágenes eran diversas. El aire era espeso, y su voz apenas la reconocía.
¿Cómo llegó ahí?
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Ah, claro.
Ya recordaba.
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Las bocinas no daban de sí. Un sillón salió por la ventana rompiéndola y varios lo celebraron levantando sus tragos mientras otros se arrojaban a la piscina.
-¡Fiesta!- gritó una chica quitándose la ropa y lanzándose al agua.
Después de ver lo de allá abajo nadie compartiría con el su mismo gusto musical. Qué situación más incómoda. Solo quedaban para entretenerlo mujeres y alcohol. ¿Dónde quedaba la piedra o mínimo la hierba? Algunos lo estaban haciendo bien, pero otros creían que mezclar las aspirinas y el jarabe para la tos del baño servirían. Soberana estupidez.
¿Qué eran niños?
¿Él único que lo tomaba en serio era él?
Por supuesto que sí. Tenía que ser él.
Una manzana podrida.
Y eso que lo que llevaba no era nada. Sí las chicas de ahí no iban a resistir no necesitaba de nadie más para hacerlo. Aún con el factor éxtasis vacuo lo haría.
-¿Qué estás haciendo aquí?- entró por la desvencijada puerta del desván rechinando la madera bajo sus pies y arrastrando el paso indefinidamente. Llevaba una botella de licor en la mano y el cabello enredado cubriéndole la cara. Medio mareado. Furioso. Cansado.
Necesitaba estar solo, ¿por qué había alguien más ahí?
-¿Uchiha… Sasuke?- se levanto una mediana sombra de entre la penumbra acercándose a la luz para que pudiera identificarla. Su voz era suave y liviana, era solo aquella chica torpe, por lo que deducía de su comportamiento siempre.
Más que nada en el mundo quería estar solo en esos momentos. Tiempo que solo se dedicaba a él y al enervante que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Era una noche absurda.
Tenía que irse.
-Vete- ordenó su turbia voz, tan densa como la propia aura de oscuridad que siempre le rodeaba.
No recibió respuesta, eso le molestó. La música de la fiesta allá abajo en el primer piso lo estaba volviendo loco. Tres pisos arriba y por donde pisaba seguía temblando. Y luego ella.
-No puedo…- se escuchó de su parte ¿Qué quería que la sacara a golpes o qué?
-No me importan tus razones. Solo vete.- La tomó de los hombros sin su consentimiento dispuesto a cargarla para sacarla de ahí, pero no tenía la fuerza suficiente, no alcoholizado. Mucho menos sin las ganas.
-No quiero…- Volvió a tumbarlo su delgada voz.
Era infernal. Sonaba molesta y decidida, eso era peor. ¿No se suponía que era una chica tranquila, débil y sumisa?
-No voy a volver allá abajo. No puedes obligarme.- se lo quitó de encima para recargarse en la pared. Cansada. Harta por alguna razón desconocida. La conocía, de lejos. Por mínimo sabía su nombre, pero solo eso.
Eran dos desconocidos. Dos seres opuestos, cada uno con sus propios asuntos.
Y esa noche tenían que cruzarse sus caminos a donde sus pies los llevaron.
Ninguno lo planeó así, pero ese fue el comienzo de lo que para ambos fue un sendero sin retorno.
Una risa. Una carcajada del destino.
-No necesito de nadie estorbándome…- caminó de largo de donde ella se dejo caer al suelo, sentada como una niña abandonada que abrazaba sus rodillas insegura y triste. –Pero hagas lo que hagas si te llega a molestar algo de lo que vaya a hacer será mejor que te largues…- se sentó a metros de aquella molesta chica para sentarse de espaldas a la ventana sacando un cigarro y encendedor de sus ropas.
Pasó un rato. Instantes en los que la música los alcanzaba en medio de la vaga soledad importunada solo por el otro en la misma habitación.
El de oscuros pozos por ojos llevaba una camisa negra abierta de los botones de arriba hasta el estómago, y un pantalón probablemente muy costoso al igual que el calzado. Tatuajes de serpientes, espinas y lenguas antiguas alcanzaban a descubrirse por su piel. No se había fijado en lo que llevaba puesto, apenas si se vistió. Él tenía mejores cosas en que ocuparse que decidir si se vería mejor con camisa o playera, con tenis o botas. Era ropa, solo necesitaba usarla si salía a la calle. Más ¿Qué importaba?
El solo se desvanecía.
La pelinegra no había reparado en él sino hasta que el aroma se hizo imposible de ignorar. Lo que la llevara al primer suspiro.
Se llevó la mano a la nariz sin poder retener ese reflejo. Solo por ello desenterró la cabeza de entre sus rodillas.
-¿Pero qué…?- volteó a ver al otro ser humano ahí. Lo que estaba fumando no era tabaco…
Aquella escrutadora mirada empezó a atravesarlo. Por eso se había largado de la parte de abajo, para buscar soledad. En el segundo piso se había encontrado a varias parejas disfrutando de las libertades que la casa del anfitrión permitía. Había ido con una chica, y en medio de la borrachera descubrió que no le había aguantado el paso con la bebida y prefirió dejarla viendo que otras se le insinuaban. Acabó besándose con varias de ellas en uno de los baños, pero justo cuando por fin se animó a hacer algo con la que más le gustó, está volteó a la bañera y volvió el estómago antes de perder el conocimiento sobre su propia gracia.
Más de lo que podía soportar.
No supo cómo llegó ahí, normalmente adonde solía acudir el aire retumbaba a metal revolviendo las partículas del aire con un clásico y viejo olor a cannabis mientras sus venas y cerebro ansiaban algo más acompañado.
Ahora con la música tecno donde varios cuerpos se movían ansiosos disque bailando y tirando cerveza por donde pasaban, comprendía que no había sido una buena idea asistir. Su supuesto compañero de la infancia, el que lo había invitado y preparado todo, era uno más del montón. ¿Reencuentro? Aquel rubio seguía actuando como todo un idiota, y acudiendo a la universidad se había vuelto más aún por lo que veía. Fiesta cada viernes o cuando se le ocurriera, siendo un dolor de cabeza para sus padres y gastando a diestra y siniestras el dinero que no era suyo.
Pero, ¿Cómo hablar mal de él si su situación estaba igual o peor? Semanas sin ir a una mísera clase, dejándose consumir por todo lo que se metiera y con la contestadora de su habitación llena ya por tantos mensajes.
Acabó arrancando el cable de teléfono de la pared y comprándose otro celular. No quería que lo localizaran.
No quería hablar con nadie. No quería ver a nadie.
No quería volver a salir al mundo.
Tenía una razón. Una razón que solo él sabía, lamentablemente. Y lo torturaba.
-¿Marihuana?-
Una cara perpleja adelante lo acosaba con esa pregunta.
Que fastidio.
-Te dije que te largaras…- le recordó dejando que el humo saliera de su boca como si nada.
-No, no es eso. No es que me moleste…- trató de reponer lo que había dicho. –Es solo que no sabía que tú te drogabas. No les había creído cuando lo escuché…-
-Hasta ahora…- sonrió estúpidamente sin tener nada más que decir al respecto. -¿Por qué estás aquí? ¿Acaso viniste sola y te espantaste por lo que viste allá abajo…?- la atormentó más con su conversación. Ella era menor, ¿Para qué había ido? Mejor que lo dejara solo.
-No... vine con mi nov…- paró. No, ya no lo podría llamar así. –Pasó algo…-
Daba risa.
Sabía el motivo de antemano. Todos ahí lo sabían. Era su burla y su alfiletero. Adelante, inserten el alfiler de su comentario. No duele. No se siente nada.
-¿Y por qué no estás en casa? Tus padres deben estar preguntándose donde podría estar su pobrecita hija a estas horas de la noche-
-Eso no te importa…- se paró en las rodillas mirándolo tajante. Una actitud muy contraria a como acostumbraba verla. Una tímida y callada niña aborrecible.
-Vaya, así que la gatita sí tiene garras…- dio otra calada y rió con mesura.
-No me llames así. Además, ¿Qué tu no estabas aquí con tu chica?-
-¿Mi chica?- arqueó una ceja disgustado. – ¿Esa zorra cualquiera? Por favor, no te equivoques conmigo, jamás podría verme atado a una sola mujer. A ella solo la recogí unas calles antes-
-De todas formas, estabas con ella. ¿Qué le paso?- inquirió, y siguió hablando en vez de callar como tantas otras veces se dedicaba a hacer. Esa vez estaba demasiado acelerada. Había terminado con su novio abajo después de lo que quería obligar a hacer. Era un patán. Y ella se sentía aún más estúpida por haberle seguido la corriente. Tantas peleas con su padre por que salía con él, y al final, tenía razón.
No, más que llorar estaba furiosa. Quería deshacerle la cara a puñetazos. Había dejado de ser sumisa mucho atrás, ahora sin ser así de mojigata podía sentirse como un dejo de amargura andante. Había visto lo que la dejó marcada, y no, no se trataba de su "novio"; ahora para ella solo había un camino…
Un desperdicio con pies deslizándose por las calles de la ciudad por aquella cara bonita de piel blanca y ojos cristalinos.
Una belleza que buscaba hundirse en el fango.
Le perdonó la primera vez que la engañó. Creyó que lo amaba, pero ahora se daba cuenta que en vez de amor era solo atracción por querer salir de su casa, romper las reglas, cortar con lo cotidiano y el aburrimiento. Y luego desesperación.
Si esa era su razón verdadera, ¿para qué engañarse?
Lo dejo todo atrás y busco donde dedicarse a pensar un rato. Y luego ese tipo llegó, al que ahora, sin saber por qué le estaba haciendo plática.
-No aguantó el régimen… eso es lo que pasó. Se perdió en uno de los baños del segundo piso.- respondió.
-¿Y tú?-
Estaba respondiéndole, no podía quejarse de que aquello no era un diálogo.
Podría tornarse… interesante…
¿Acaso para hacerlo hacía falta conocer su nombre?
-No me agrada tanto estar envuelto con esa clase de sujetos como puedes ver, así que solo vine aquí por esto y después me iré…- encendió otro cigarro y cerró los ojos ignorándola.
Un largo silencio entre los dos invadió la habitación compitiendo con el aroma y el ruido de abajo, pero aún así no espero mucho para volver a escuchar la voz de aquella molesta chica.
Pensamientos. Imágenes. Preguntas. Inquietudes.
Tal vez algo más…
-¿Qué se siente…?- lo miró fijo.
Basura. Para el de ojos negros esa situación era basura. Y no pudo contener la risa por ello, así fuere una pequeña, malhumorada, siniestra y casi moribunda, pero risa al fin y al cabo. El jalón ya lo tenía comiéndolo como si el predador estuviera alimentándose de la carne de la presa caída y las aves de rapiña disfrutaran del resto. Todos en un festín, devorando sus entrañas, desgarrando su piel, con sangre en el hocico, relamiéndose por la comida…
Y se sentía tan bien…
Se sentía excelso que lo devoraran…
-¿Me lo preguntas a mí?- se señaló, riendo. –No podría describírtelo. A puesto que si lo comparo con alguna otra cosa ni siquiera podrías saber de lo otro… Eres, ¿como decirlo? una niña bien.-
Negras palabras de una oscura personalidad.
Una atracción espantosa por su arrogancia.
Un odio innegable.
Un deseo irrefrenable.
No se lo esperó. Al último momento ella ya estaba arriba de él quitándole el cigarro de la boca con la lengua, como si estuviera acostumbrada. Como ansiosa. Como experimentando.
Inquietudes. Pensamientos. Ideas vagas que se materializaban.
Fantasías de azúcar. Pudor corrompido.
-No me conoces lo suficiente para decir eso.- le dio una calada sin problema alguno para respirar o con el extraño humo que empezaría a surgir efecto poco después.
Su cabello se movía conforme a sus movimientos. Por primera vez el azabache se percató de toda ella. Sus mejillas y toda su cara parecían haber salido de porcelana fina, delicadas, suaves por la textura que podía adivinar. Unos gruesos y largos abanicos de pestañas decoraban los brillantes y delicados ojos que tenía. Inteligentes, infantiles, aunque misteriosamente sagaces en ese momento. Livianos, insistentes. Con un gesto desconocido de parte del Uchiha en un rostro tan infantil como ese: Seguridad y altivez.
Algo pasaba. Algo que no podía describir. Una calidez surgiendo del centro de su ser avivando una llama que creyó no reanimaría otra vez esa noche. Y ella entraría al mismo estado en el que él estaba.
¿Suerte? ó,… ¿Destino?
-No sabía lo que te guardabas Hyuuga…- se reincorporó con ella abierta de piernas sobre su cuerpo. Y como único gesto de bondad quiso quitarle el cigarro de entre los dedos. –Esto no es para ti. No te dejes llevar por la situación, no es lo tuyo…- aparentó ser razonable, quizás lo era de verdad, pero ella se vio decidida. Lo apartó con la mano y siguió manteniendo el humo en su sistema por el mayor tiempo que le era posible. Parecía tratar de disfrutarlo. No estaba en sus cabales.
Sintiendo.
Experimentando…
-No te estoy pidiendo permiso. Y tampoco te pediré perdón…- quiso pararse, pero de la nada sintió el efecto de lo que hacía, así que el azabache debajo de ella la haló hacia sí con otro cigarro en la boca para sostener su cara con una mano y encender el suyo con el que ella llevaba entre los labios.
La tomó de improviso y no supo cómo reaccionar a eso. Más se hizo a la idea.
Los dos sentían una extraña tranquilidad. Una sonrisa los hizo darse cuenta de lo ridículo del asunto. Empezaba algo parecido a la felicidad.
Colores. Nubes.
Paz.
Sin embargo el de cabello oscuro no quiso dejarlo solo así.
-Podrías pagármelo…- sonrió después de hacer lo suyo con ojos afilados. Seguía con ella arriba de él.
Aquel lapso podía tornarse interesante si tan solo la chamarra que llevaba puesta pegada al cuerpo se abriera para que pudiera disfrutar de la vista que su pronunciado escote gustaba. No iba vestida para la ocasión según el lugar al que había ido, más daba lo mismo. Ya estaba ahí. Y la tenía arriba de su cuerpo.
¿Por qué no?
Esa era la pregunta.
-Ni sueñes…- pareció burlarse, pero para su estoico rostro no pudo asegurarlo. Había algo más con esa frase, podía presentirlo.
-¿Me golpearás por sugerirlo así como hiciste con tu novio allá abajo?-
Sus ojos se abrieron con estruendo. El aliento se le fue. Sintió tragarse el humo y empezó a toser. El supuesto cigarro ya casi completamente consumido acabó quien sabe por dónde, y la pelinegra de ojos violeta sobre aquel azabache parecía deshacerse por lo que acababa de decir.
El tiempo era cíclico.
Sí, estaba enterado. Y eso lo convertía de improviso en un enemigo. Era algo malo, en teoría.
Pestañeaba. Inhalaba. Pestañeaba. Exhalaba.
Sonreía.
…
¿Entonces por qué no se enojaba? ¿Por qué no podía contener la risa?
¿Por qué?
-Estas mal…-
-¿En serio?
-No me iba a acostar con su amigo solo para pagar una deuda, ¿Acaso estás loco tú también?-
Hacía más de una hora todos vieron a aquella chica de ropa casual –nada que se usara para una fiesta como aquella- abofetear a quien fuere su novio para después perderse entre la gente sin decir nada. Estaba rodeado de tres chicas en un sofá cuando ella llegó. Quiso hablar con él, este terminó contándole que necesitaba que le hiciera un favor, y luego ocurrió aquello. Una escena, pequeña para todo lo demás que no se dijo ni se notó, pero una de las escenas de la noche.
-No entiendo cómo te jaló a esto ese teme…- siguió riendo el azabache sin poder evitarlo.
-Él no lo hizo- se volvió hacia él. Riendo. El sufrimiento era dulce. La agonía era miel. –No me dijo nada, fui yo la que pasaba por aquí…-
No, no había sido invitada a esa fiesta. Su propio novio tres años mayor que ella no era lo que parecía. En realidad su relación con ella había sido solo una pantalla con sus padres. Él era otro muy distinto por mucho que quisiera taparle la boca a los demás con esa supuesta novia apropiada. Muy mustio cuando lo necesitaba.
Interés.
Emoción, surgida de ningún lado producto de la marihuana.
-Eso lo hace más patético ¿no?- le dio otra calada al cigarrillo de él quitándoselo y dificultosamente salió el humo de su boca por la mueca de su cara. Un extraño llanto la delató. Continuaba sonriente. Era el efecto hilarante de la droga.
Desquite. Relaciones por despecho.
Corriente de mares.
Corriente de aire.
Corriente eléctrica.
-Sí. Lo es. No me gustaría estar en tus zapatos- la tomó de los hombros. Su profunda voz la estaba envolviendo, como dejándose cubrir por una capa de soledad y tristeza, pero cálida en algún sentido.
Sus miradas se envainaban enredándose. Una mirada en busca de aventura, imprecisa, la otra en busca de distracción, declarativa. Su cabeza se inclinaba a un lado, después al otro. Sonreía. Se movía encima de él tentándolo sin siquiera notarlo, o quizás haciéndolo a propósito inconscientemente.
Una chica de preparatoria que quería sentir el vértigo de las alturas paseándose por estas como si fuera un juego. Un universitario con un secreto callado encerrado en su ser, dejando que lo acabara lentamente.
Discordia. Silencio. Palabras. Humo. Júbilo.
Más palabras.
Su lengua midiendo la salinidad de su piel.
-¿Y tú por qué estás haciendo esto?-
-Tengo mis razones…- cortó todo intento por averiguar sobre si tomándola de la barbilla para que lo mirara. Por muy nublado que pretendiera estar su mente estaba clara sobre ese asunto a pesar de encontrarse en ese estado. La chica torpe de hacía un momento resultaba tener unas piernas preciosas.
-¿Es privado?- lo miró inquisitivamente.
-Sí-
-¿Qué tanto?-
-Mucho…- acercó su rostro al suyo para besarla sin importarle si ella se negó en un principio, pues sintiendo aquella lengua invadir sin más remedio su boca, se dedicó a batallar con él en medio del beso mientras sus manos la atraían hacía sí y empezaban a explorar y acariciarla tratando de encontrar su piel debajo de las prendas que llevaba puestas.
Sintió en medio de sus piernas el creciente interés del pelinegro por ella. Sentía su lengua pasearse por su cuello, bajando el cierre de su chamarra con sus manos tomándola por la cintura con fuerza.
Miedo. Nervios. Aunque todo difuso su pecho iba a estallar.
¿Qué estaba haciendo?
La atormentaba una espina. Daga al punto correcto.
Pero del otro lado la jalaba una cuerda prometiendo algo más entretenido en Wonderland.
¿Acaso no lo deseas?
¿Acaso no lo disfrutas?
Deja el miedo atrás.
Piérdete.
¿Por qué no?
Déjate llevar…
-¿Y cuál es tu razón para hacer esto otro?- lo sujeto del cuello con ambos brazos. Mezclándose.
Una pregunta.
-¿Cuál es tu razón para no hacerlo?-
Otra pregunta.
-Esa no es una respuesta-
Pegó su cara a su pecho, sonriendo. Pasando su lengua por el escote de la playera sin mangas que llevaba abajo como única prenda.
-¿Quieres que pare?-
Un instante de brillantez. Él único que tuvo antes de que el estupor la hundiera de nuevo. Y no le importó.
-No-.
¿Aprovecharlo? No claro, que no. Que el vértigo siguiera acariciándola. Que su temor y diversión se mezclaran.
Que todo se fuera por el caño, sus nervios, sus inquietudes, sus valores.
Que bailen los ángeles, que se crucifiquen los demonios. Y después se vuelvan amantes.
Que crucifiquen a los ángeles, que bailen los demonios.
Que hiciera lo que quisiera. Ella solo se dejaba llevar. No podía reprimirse. Ruido. Su aliento visible y caliente. Su respiración agitada y el ritmo acelerado de su corazón.
¿Por qué era todo eso tan placentero si pese a todo sentía miedo?
¿Por qué ya no le importaba?
Le arrancó la playera y se quitó también lo que llevaba puesto.
Acarició su espalda, marcando la hendidura de su espina con los dedos. Jugando con fuego. Ella, descubierta e inmóvil se dejo besar y acariciar de la forma que él quiso. Pareció entenderlo todo y lo apartó un momento.
Sensaciones no conocidas hasta ese momento. ¿Era la droga? No, no solo era eso.
No había cabida al pensamiento racional.
Sentía su cuerpo y el de él al rojo vivo.
Su acción lo despistó un poco, pero notó las manos de la chica pasar por el valle de sus senos hacia su vientre desabotonando los jeans que llevaba, bajándose el cierre. Con la vista perdida en algún lado, quizás en él, quizás no.
Nerviosa. Confusa. Perdida. Pero lo seguía haciendo.
¿Instinto? Ó… ¿desquite?
Le había preguntado si quería que parara. Ella quería detenerse, muy por dentro sabía que estaba mal, que se arrepentiría, que debía huir, pero no lo hacía.
Simplemente no lo hacía.
Su pecho le reclamaba parar, su cerebro no comprendía. Lo seguía haciendo. No razonaba.
Bajó los jeans hasta sus rodillas y se detuvo ahí cuando él se lanzó por ella para estrujarla entre sus brazos y volver a degustar su piel ensañándose con uno de sus pezones. Un quejido de parte de ella lo volvió a incitar, sus puños cerrados, sus sentidos crispados. Su vergüenza. Los latidos de su pecho llegaban hasta sus oídos. La sabía suya.
Adrenalina. Su sangre corriendo.
Le arrancó la poca ropa que le quedaba y pasó su mano por su entrada, subiendo, hasta su corazón.
Una corriente fría pasó por su cuerpo hasta sus hombros, expandiéndose hasta emerger con la más fuerte intensidad. Mirando el marcado cuerpo del azabache dibujaba con las pupilas las líneas de sus tatuajes.
Paso su lengua desde el ombligo hasta sus mejillas, masajeando sus pechos y disfrutando de sus reacciones.
-¿Quieres que me detenga?- volvió a preguntar. Ella cubrió su rostro con las manos, pero el Uchiha la obligó a mirarlo. Estaba a un solo movimiento de unirse con su cuerpo, Hinata lo sentía.
Quería detenerse. Quería parar. Pero no lo hacía.
¿En serio era solo efecto de la droga?
-¿Me detengo ahora?- inquirió otra vez. Tomando su rostro con una dulzura maligna. La sabía frágil. La sabía delicada. ¿Qué mejor que arrancar de un tajo los pétalos de una flor? -¿Quieres que lo haga?-
-No…- provocó que la besara.
-¿Qué dices?- pegó su oído a su boca y después lamió su lóbulo. Torturándola. –No te escucho Hyuuga…-
-No te detengas…- posó sus manos en la espalda del pelinegro, y con esto Sasuke entró en ella y sus uñas se enterraron en su piel.
Gritó. Fue brusco. Y lo sería aún más.
Comenzó otra canción en la fiesta de abajo. Seguía la algarabía. Y un cuerpo sobre otro salía del segundo para volver a entrar con frenesí.
La segunda estocada la consumió. La tragaba. Quería meterse debajo alguna piedra. Lo disfrutaba, le provocaba placer, pero dolía también. Avergonzada. Expuesta.
Despechada.
Solo por eso lo estaba haciendo. Cubrió su rostro con las manos y trató de callarse, más era peor no gritar, su respiración parecía consistir en gemir.
El azabache la veía, disfrutaba de su cuerpo. Sonreía. Lo recorría el embriaguez, aletargado.
Quiso verla completa. Tomó sus manos, entrelazó sus dedos y las llevó por su largo cabello, para que presionara con fuerza las suyas cada vez que entrara en ella. Para que le recordara con su voz, con su cuerpo, con su rostro desencajado que la estaba haciendo suya.
Tomó ritmo y la fricción se hizo electrizante. Ambos brazos del Uchiha se recargaban en la madera rodeando la cabeza de la chica debajo de él. Sus gemidos se mezclaban. Una chica no bien iniciada en el sexo estaba siendo tomada por él. Drogada, nublada, pero con iniciativa.
Entraba y salía de su cuerpo con intensidad, provocando que Hinata perdiera el control. Impulsos recorrían su espalda con histeria. Extasiada. Insegura, loca de placer pese a que el pudor la matara.
Su cuerpo tomado por aquel chico de cabellos oscuros que no conocía salvo por nombre. La hierba que los dos fumaron. La unión que ahora estaban teniendo.
El dolor.
El placer.
Desquiciado placer.
Luces de colores por el techo. Serpentinas bailando en el aire. Flores. Dulces.
Nada tenía sentido. Nada excepto la apariencia de felicidad de la droga y el sexo sin compromisos del que estaban disfrutando. Probablemente al día siguiente no la buscaría ni se preocuparía por buscarlo. Era solo el momento.
Solo el momento y nada más.
Quería olvidar. Lo estaba haciendo con cada gemido, cada vez que su espalda subía.
¿Por qué no permitirse aún más si no volverían a verse?
-Más…- se abrieron sus labios como súplica con la voz en un hilo. Más hasta que doliera, hasta que la perdiera. Hasta que ya no pudiera. Que dejara su huella en ella.
El azabache sonrió.
Besos seductores, caricias incitantes, embestidas salvajes.
El dolor la partía, pero no quería que acabara.
-Más rápido…- volvió a salir de su boca otra petición. Al Uchiha parecía gustarle lo que escuchaba, tomó una de sus piernas y la acomodó en su hombro permitiéndose más libertad y fuerza para entrar en ella.
El dolor por el que la veía pasar lo tenía pasmado.
Disfrutaba. Sufría.
Volaba. Dolía.
Y en un arranqué la cargó hacia su pecho obligándola a descender sobre él.
-¿Por qué no te sirves tu misma?- le habló al oído con un control increíble.
Ella apenas si podía hablar.
Se acomodó con una pierna a cada lado y pegó sus pechos al abdomen del chico al que le había permitido tomarla. No había nada en que pensar. Algo la movía y no sabía qué. Quería gritar hasta desgarrarse. Subió y se obligó a presionar su propio cuerpo en su descenso. El azabache no supo que pensar de eso. Tomó su cintura y la incrustó de nuevo en él. Ella salía de su unión, él la retomaba con las manos en sus hombros con más fuerza.
Era una muñeca de trapo. Una exquisita muñeca. Angosta. Electrizante.
Sasuke sentía como su piel era tratada como acero hirviendo, contrayéndose, alargándose, presionándose. Era algo, algo de esa chica que sin saber nada de ella lo había atraído.
Un rostro nuevo, un cuerpo casi nuevo.
El mismo deseo, ¿Por qué no proceder?
Los dos se habían tocado con lo mismo, y después, sexo.
Gritando. Vueltos uno solo al llegar al orgasmo.
Explotando. Enterrándose en su ser. Escurriéndose en olas vida. Navegando aguas turbulentas con clima extremo.
Soñando.
Fantaseando.
Hirviendo.
Derritiéndose.
Sin compromisos. Dejando de lado tabús si la guiaba el mismo.
Como siempre, promiscuo.
Otra canción, otra estocada. Otro beso.
Otra canción, otro beso. Otra erección.
Otra canción, otra unión. Más hierva.
Ruido, sexo, droga, más sexo.
El estado salvaje de un animal copulando de la misma forma.
Riendo.
Gimiendo.
Gritando.
Partiéndola en dos.
Olvidándolo todo.
.
.
Sí los recuerdos eran borrosos, pero no tanto.
Un cuerpo estrecho y pequeño, deseable y una cara que nunca antes había visto en ella cuando apenas notaba su existencia.
Era algo interesante. Perturbador.
Una chica de familia perdiendo la cordura, deseando caminar entre serpientes. Deseando ser mordida por una. Enredándose en su cuerpo, quitándole el aliento.
Torturándola. Y después poseyéndola.
Sí. La noche no había sido en balde después de todo.
Salió de ahí con la botella vacía en la mano sin mirar que atrás quedaban los restos de los cigarros de hierba que habían fumado. No había llevado algo más fuerte, pero no estaba decepcionado.
Al final la fiesta había tenido un desenlace satisfactorio.
Muy satisfactorio.
Su objetivo había sido olvidar y disfrutar, y lo había hecho. Por lo visto para ella fue igual.
Cerró la puerta. Y con eso se selló el acto que muy despreocupadamente los dos compartieron.
Palabras.
Discordia. Silencio. Palabras. Humo. Júbilo.
Más palabras.
Sonrió de lado.
Dolor.
Placer.
Desquiciado placer.
Solo desquiciado placer.
.
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No se que más decir.
Comenten. Por algún lado me llegó la inspiración para querer que fuera algo más que un one-shot, por eso el título.
¿Debería continuarla?
Díganme lo que piensan.
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