Disclaimer: Todos los personajes de la saga Twilight / Crepúsculo pertenecen a la increíble Stephenie Meyer.


¿Crees en la vida después del amor?

Después de que han pisoteado tu orgullo y tus sentimientos, tu seguridad como persona… es difícil creer que puedes volver a ser alguien.

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Yo lo amaba, más que a nadie, y a él no le importó.

Tiró a la basura una relación de tantos años, tan perfecta, tan bella, por una simple aventura. Dejó de lado el compromiso con la que se convertiría en su esposa por una mujer cualquiera.

Y si no los hubiera descubierto… ¿Habría vivido engañada?... Si, seguramente.

Faltaban solo cinco meses para mi boda cuando decidí darle una sorpresa a mi prometido. Iría a su oficina para invitarlo a cenar y después…

Cuando llegué, su secretaria no estaba en su puesto y no había nadie más en la sala de espera, así que decidí entrar sin anunciarme.

Al entrar comprendí por qué la secretaria no estaba atendiendo su trabajo: él, mi prometido, el hombre que juraba amarme solo a mí, estaba haciéndole el amor justo sobre su escritorio de respetable abogado.

Jacob…

Salí huyendo de ahí antes de que siquiera se pudiera volver a subir los pantalones. Conduje durante varias horas, sin pensar, solo sintiendo, recordando, llorando.

Al final regresé a mi departamento, pero al llegar lo vi recargado contra el marco de la puerta y quise volver por donde había venido.

Esta vez estaba vestido, así que no le costó mucho trabajo alcanzarme y sujetarme para que no pudiera irme.

- ¡Bella escúchame! Sé que debes estar odiándome pero por favor escúchame…

Le grité que me soltara, y al no hacerlo lo abofeteé una, dos, tres veces, pero de nada sirvió; lo único que hizo fue sujetarme el brazo libre para que no pudiera seguir golpeándolo. Tuve el impulso de lanzar mi rodilla contra su entrepierna, pero sentía las piernas como si fueran de plomo. De pronto me di cuenta de que estaba muy cansada; él noto mi rendición y me soltó. Me recargué en la pared para no caerme: no quería regresar a mi departamento arrastrándome por el suelo.

Jacob me siguió de vuelta los pocos metros que había avanzado. Entré a mi departamento y dejé la puerta abierta. Escuché el suave sonido cuando él la cerró e inmediatamente después un suspiro, al parecer, desesperado; rodé los ojos y fui directamente al refrigerador, saqué una botella de vodka nueva y empecé a beber directo de ella. Después fui a la sala para sentarme, dispuesta a escuchar a mi… a Jacob.

Él no hizo nada por ocultar la sorpresa que le producía el verme reclinada en el sofá, con la ropa desaliñada, las piernas arriba, sin zapatos y con la botella abierta entre las manos. Era comprensible, jamás me hubiera comportado de esa manera antes, pero ahora poco me importaba. Esa tarde había muerto una parte de la Bella siempre correcta, educada, amable y comprensiva; ahora lo que mas quería - además de desaparecer a Jacob de la faz de la Tierra - era hacer lo que nadie esperaba de mí.

Desde mi posición lo miré con frialdad, ocultando todos mis sentimientos lo mejor que podía, e indicándole con un ademán duro, ya que no quería hablar para mantenerme tranquila, que comenzara con sus excusas.

Sin dejar de mirarme tomó el taburete de la sala y lo colocó frente al sofá donde yo estaba, a tan solo un metro de distancia.

- Bella… iba a decírtelo… - en contra de todos mis pronósticos, y a pesar de haberme prometido que guardaría la compostura, no pude hacerlo; esa estúpida primera frase me hizo estallar:

- ¡¿Cuándo Jacob? ¡¿Cuándo me lo ibas a decir? - él se quedó boquiabierto y abrió unos ojos como platos al escuchar mi tono de voz: fuerte, duro, irónico y, asombrosamente, sin rastro de dolor, solo decepción, - ¿planeabas hacerlo en nuestra noche de bodas, o en nuestro primer aniversario? ¿O quizá lo harías cuando quedara embarazada? O espera, algo mejor: lo harías una hora antes de la boda para añadirle dramatismo ¿cierto?

Jacob no dijo nada, se limitó a seguir mirándome, ahora apesadumbradamente, con culpa. Me hubiera echado a reír si no hubiera estado tan fuera de mis cabales, en vez de eso seguí sacando toda la ira acumulada.

- ¡Dímelo de una maldita vez Jacob! ¡¿Cuándo diablos pensabas decirme que te estabas tirando a la golfa de tu secretaria?... ¡¿Por qué no hablas? ¡Eres un mentiroso Jacob, no me lo ibas a decir! ¡Eres un hipócrita y un falso! ¡Eres la peor escoria del mundo!

Para ese momento ya me había levantado y había dado muchas vueltas alrededor de la habitación y, gracias a mis ademanes bruscos, había derramado un poco de licor sobre el piso. Me quedé de espaldas a él, mirando fijamente un pequeño charco de vodka brillando a contra luz sobre las suaves vetas del piso de madera; derramé unas cuantas lagrimas, me sentía patética.

Recompuse mi voz y mi expresión antes de volverme hacia él. Cuando lo hice, Jacob me estaba mirando fijamente de nuevo, ahora su mirada mostraba resolución y calma. Estaba segura de que la mía denotaba lo mismo.

- ¿Desde cuándo? - pregunté serenamente. En realidad no me importaba mucho, solo sentía que debía preguntarlo. Grave error.

- Un mes después de que nos comprometiéramos - ¡El muy imbécil me había estado engañando por más de medio año! ¡Medio año! Y durante todo ese tiempo siguió diciéndome que me amaba, y que siempre estaríamos juntos, pasara lo que pasara. Ahora me daba cuenta de que esa frase tenía más de un significado.

Me di la vuelta de nuevo, lentamente, apretando fuerte entre las manos la botella de vidrio, hasta que se me entumieron los dedos. Cuando estuve segura de que no le rompería la botella en la cabeza, aflojé el agarre y con una sola mano me la llevé a los labios y la incliné; con movimientos lentos y calculados bebí tres largos tragos, acompasando la respiración que por momentos se aceleraba. Seguía degustando el delicado sabor y aroma del vodka natural cuando escuché su voz de nuevo, con un tono ligeramente urgente y nervioso.

- ¡No lo buscaba Bella, yo era feliz contigo! No quería nada más… y entonces… el bufete la contrato para sustituir a la persona que acababa de renunciar - recordé vagamente el momento en que él me había comentado que se había quedado sin secretaria, y como necesitaba otra urgentemente para hacerse cargo de la agenda, etc. Habló de nuevo, ahora su voz se escuchaba apagada, como si hablara en susurros, y al mismo tiempo temblorosa, como si estuviera reprimiendo alguna emoción.

- No tuve elección Bella, el final de nuestra relación se escribió en cuanto la vi, no puedo explicarlo, solo se que hasta ese momento me di cuenta de que me faltaba un gran pedazo de alma, y presentí que solo ella podría llenar ese espacio vacío -. Suerte que aun estaba de espaldas, así Jacob no pudo ver las lágrimas que resbalaban por mi rostro ni como me mordía el labio inferior para contener los sollozos. Amor; eso era lo que trataba de ocultar en su voz, un amor más fuerte que el que hubiera podido sentir por mí en toda la vida. Por un fugaz instante, pensé en que tal vez no era solo una simple aventura por lo que había desechado lo nuestro.

- Nessie y yo queríamos…

- ¿Cómo? - lo interrumpí bruscamente. ¿Realmente esperaba una buena reacción ante la mención explícita de esa mujerzuela? ¿Se había vuelto loco?

- Bueno, en realidad su nombre es Vanessa pero yo…

- ¡No quiero que me hables de tu amante Jacob! - pues loco tal vez no, pero definitivamente se había vuelto muy estúpido. Me contuve para no darle la patada que se merecía, golpearlo hasta cansarme no me regresaría a mi amor.

Suspiró cansadamente, otra vez; su actitud era desesperante, como si fuera yo la que estuviera explicando torpemente cómo y por qué lo había engañado con cualquier tipo que se hubiera cruzado en mi camino.

- A pesar de lo que ha pasado, sigues siendo mi mejor amiga Bella, aun te amo, aunque no de la misma forma, y toda esta situación me duele demasiado. No sabes lo que daría para poder evitarte este sufrimiento, debe ser muy duro para ti que...

Le crucé la cara de una bofetada, con la mano helada por tanto tiempo sujetando la botella casi congelada. Ya me había hartado de escucharlo, no quería que sintiera lastima por mi, y no quería que me considerara su amiga. Ya no quería nada de Jacob Black, excepto que desapareciera de mi vista.

- ¡Fuera de aquí! ¡Lárgate! ¡No quiero saber nada de ti nunca más! - comencé a empujarlo hasta la puerta, aunque él se soltaba de mi agarre una y otra vez.

- ¡Bella esto no tiene por que ser así!

Harta, cansada y furiosa, deje de empujarlo, y me dirigí yo sola hasta la puerta de mi departamento, la abrí y la mantuve abierta con una mano, haciéndome a un lado, en una clara señalización para que se retirara. Entonces me di cuenta de lo que aun llevaba en la mano izquierda.

Con deliberada lentitud, para que él pudiera apreciar bien los movimientos, me quité el anillo de compromiso que él mismo había escogido para mi, hacía tanto tiempo, una eternidad; de pronto, el tiempo que había pasado a su lado comenzó a pesarme como nunca antes.

Sostuve el anillo unos momentos sobre la palma abierta. Me sorprendió darme cuenta de que un objeto que antes me había parecido tan hermoso, ahora solo me producía repugnancia. Mirando fijamente a Jacob, y con una evidente mueca de desprecio, lancé el anillo fuera de mi departamento, y aterrizó en el corredor con un molesto sonido tintineante.

Él miro fijamente hacia la puerta abierta, y luego sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Vete de mi casa Jacob. No se movió ni un centímetro.

- ¡Ya!

Dio un respingo al escuchar mi tono alto. Después, aun titubeante, se encaminó hacia la puerta, arrastrando los pies. En cuanto atravesó el umbral, cerré dando un portazo y puse el cerrojo y la cadena, sin ningún cuidado, para que él pudiera escucharlo.

Me quedé inmóvil, con las manos y la frente apoyadas contra la suave madera de la puerta durante varios minutos. Finalmente escuché como sus pasos se alejaban por el corredor hacia la salida.

Hasta nunca Jacob Black.

Entonces me derrumbé y me eche a llorar.

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La soledad es el peor de todos los castigos que el hombre invento para sí.

Si el destino te la impusiera, solo para cumplir con él mismo, podrías encontrar en la resignación la aceptación de la soledad como tu camino. Pero si la escoges como compañera de vida, aun teniendo otras alternativas, entonces sería una tortura, sabiendo que puedes ser feliz de una u otra manera, pero que no tienes las fuerzas ni la capacidad para buscar esa felicidad.

Aunque existan personas que digan lo contrario, la verdad es que nadie en este mundo quiere estar solo. Y los que piensan que si es porque, ellos mismos o alguien mas, han matado sus esperanzas y sueños, y sienten que no hay nada más que pueda valer la pena.

Eso exactamente me pasó. Aquella noche en que Jacob se fue definitivamente, tal como ye se lo había pedido, significó el fin de mi vida, no así de mi existencia, porque aun no había muerto, o al menos no físicamente.

A partir de aquella noche, estuve llorando, gritando, rompiendo cosas y odiando mi vida durante una semana exactamente. Lo supe porque, en el octavo día, me desperté en el sofá de mi sala con el sol directamente en la cara, la boca seca y un terrible dolor de cabeza. Estaba desorientada y lo primero que hice fue mirar el calendario; entonces el tiempo adquirió significado: una semana había estado ausente del mundo desde aquella noche.

Lo recordaba todo vagamente, y me sorprendía que siguiera viva, porque no recordaba, ni siquiera vagamente, el haber comido o bebido nada desde aquel día. La única señal de algo "comestible" en la mesa de la cocina eran algunas botellas de licor y latas de cerveza vacías. Tampoco recordaba haber ido a comprar todo eso, pero por lo menos eso explicaba la deshidratación y la jaqueca. Genial. Ahora era una soltera alcohólica y con resaca. Lo que me faltaba.

Sentí un asco inexplicable solo de pensarlo y con alivio me di cuenta de que no volvería a probar una gota de cualquier tipo de alcohol en mucho, mucho tiempo.

Salí de la cocina dispuesta a ir al cuarto de baño, pero al pasar por la sala vi la luz parpadeante del contestador automático, dudé un poco pero al final revisé el mensaje que tenía, como si me importara un poco cualquier tipo de mensaje.

Reconocí la voz al instante, una bella, segura y elegante voz de mujer:

Isabella Marie Swan se que estas en casa, levanta el teléfono ahora… - un silencio prolongado - de acuerdo, ya se que eres testaruda no se porque sigo sin entenderlo. Como sea, no es mi intención arruinarte la fiesta pero es mi deber recordarte que ya se te acabaron tus vacaciones, lástima, el trabajo es trabajo. Estoy dispuesta a ignorar tu retraso de casi tres horas, y contando, si te dignas a aparecer por la oficina antes de la hora de la comida OK? - otro silencio - Bella tenemos que hablar, no tengo idea de lo que te pasa, me preocupas. Recuerda que antes que nada somos amigas. Te quiero - un silencio breve y después añadió con voz enérgica - ¡Venga niña, esos pedidos no se van a hacer solos!

Casi me reí… casi.

Tanya Alessandra Imperato Denali, más conocida simplemente por Tanya Imperato, era una impresionante mujer de origen ítaloamericano que había heredado el físico de su padre estadounidense y la sagacidad e inteligencia de su madre italiana. Hermosa e imponente, alta, rubia y de vivaces ojos azulados era, junto con su hermana menor, la diseñadora, creadora y directora de una de las más importantes cadenas de tiendas departamentales especializadas de Estados Unidos: Imperato Stile.

Y también, mi mejor amiga y mi principal apoyo en incontables ocasiones. La necesitaba más que nunca.

Recordé que al día siguiente del "fin de mi vida" la telefonee a su línea directa para avisarle que me tomaría mi semana de vacaciones semestral a partir de ese momento, y que no me llamara por ningún motivo. Mi querida jefa se había quedado intranquila porque no le daba razones, pero yo no tenía ganas de decir nada más. Me despedí prometiendo que nos veríamos en pocos días y colgué sin darle tiempo a replicar.

Necesitaba ver a mi amiga, y sin duda necesitaba seguir trabajando, pero no podía encontrar voluntad para dar un paso más. Estaba harta de todo, solo quería meterme en mi cama y no levantarme ya.

Aun así, me obligué a moverme hasta el baño, logré desvestirme y meterme en la ducha. Me quedé quieta bajo el chorro de agua caliente, llorando para variar. Estuve tanto tiempo ahí que el agua comenzó a ponerse fría, hasta entonces comencé a bañarme realmente. Salí de la regadera castañeteando los dientes por el frío, pero con la cabeza un poco, solo un poco, mas despejada. Ya en mi habitación, abrí de par en par las puertas del armario, y me senté frente a él en la orilla de la cama.

Me quede viendo la ropa un largo rato, había prendas, sobre todo vestidos, que me recordaban momentos especiales que había pasado con Jacob: aniversarios, cumpleaños, navidad, san Valentín o citas casuales y románticas. Las lágrimas se desbordaron otra vez. Ya estaba cansada de llorar, pero no podía dejar de hacerlo, me dolía demasiado.

Cada movimiento me pesaba como si mis huesos fueran de gelatina. Tardé casi una hora en vestirme y peinarme, de manera más o menos decente. No lograba imaginar como sería capaz de encender el auto y conducir al trabajo. Aun así tomé las llaves y la cartera y salí hacia el estacionamiento. Por primera vez, al ver a mi querido Audi A4 plateado, en vez de sentir ganas irrefrenables de conducirlo hasta no poder más, sentí que si me montaba en él acabaría volcándolo y muriendo en el proceso. Me sentía incapaz de hacer algo tan simple como conducir mi auto.

Resignada di la vuelta y me dispuse a tomar un taxi. Al llegar al edificio de oficinas de Imperato Stile subí directamente a la penúltima planta donde se encontraba el despacho de Tanya. Al entrar la escuché hablando por teléfono en francés de manera enérgica; al verme abrió unos ojos como platos y se levantó de su silla de un salto. Le hice un ademán despreocupado y después me senté en su sofá mirando distraídamente por el ventanal; ella se apresuró a terminar su llamada.

- Oui, parfait. Merci beaucoup madame. À bientôt… - colgó y cruzó la habitación hasta donde yo estaba con una expresión de angustia y temor, se sentó junto a mi y tomo mis manos entre las suyas, apretándolas cariñosamente. Me sentí reconfortada. Sentí que alguien me quería.

- ¿Bella que te ha pasado? ¿Por qué tienes esa cara? Dime.

¿Tan mal me veía? Intente sonreír para que Tanya no se preocupara de mas, pero no lo logré. Las comisuras quedaron elevadas apenas unos segundos, y después me temblaron los labios y las dejé caer, apretando con fuerza los dientes para no ponerme a llorar otra vez. Presentía que no lo soportaría por mucho tiempo.

- Tanya… Jacob y yo… terminamos - la voz se me quebró en la última palabra. Escuché un jadeo incrédulo de parte de Tanya y sus manos se tensaron.

- ¿Pero cómo es eso posible Bella?

- Él me… me engañó con su secretaria - no aguanté más; solté las manos de Tanya para cubrirme la cara e intentar, aun, controlar los sollozos. Era inútil. Levante la cara empapada para verla, y pude notar que tenia los puños crispados y una expresión fúrica.

- ¡Lo voy a matar!... ¡Te juro que lo voy a matar!

Ella comenzó a levantarse del sofá, pero yo la tome por los antebrazos, con una fuerza insospechada, y la mantuve quieta. Ella me miró incrédula. Yo no podía parar de llorar.

- Tanya por favor… por favor… abrázame…

No esperé a que reaccionara y me dejé caer sobre su regazo, sollozando fuerte e incontrolablemente. Casi de inmediato sentí sus largos cabellos rubios cayendo por mi rostro y su cabeza apoyada contra la mía. Su mano, tierna y dulce, acariciaba mi espalda una y otra vez, haciéndome sentir su apoyo y su cariño incondicionales.

Después de un largo rato y de haber dejado empapada la falda de Tanya, me incorporé, y pude ver que por sus aterciopeladas mejillas se resbalaban un par de lágrimas. Tenía los ojos cristalinos. Tanya es una mujer muy fuerte, y verla así me rompió el corazón.

- Tanya yo…

- No digas "lo lamento", porque soy capaz de jalarte una oreja como si fuera tu madre. Nada de esto es tu culpa Bella.

- Pero…

- Pero nada, ¿Café?

Ella se levanto de inmediato para servir dos tazas, después regreso con eso y además una caja de kleenex.

- ¿Quieres hablar de ello?

Asentí lentamente. Sabía que me dolería, pero necesitaba hablarlo con alguien. Sabía también que no podría decírselo a nadie mas excepto a Tanya. Ella era mi mejor amiga, mi alma gemela. Si ella hubiera sido "él" jamás me hubiera fijado en Jacob. Eso era gracioso y doloroso al mismo tiempo. Si Tanya hubiera sido "él" yo hubiera tenido a mi lado a un hombre maravilloso, pero al mismo tiempo me hubiera perdido del privilegio de poder llamar amiga a esta mujer excepcional.

Suspiré largamente y después comencé a contarle a Tanya todo, desde el momento en que entré en el bufete hasta que escuche su mensaje. Al principio, por la manera en que mantenía los puños apretados sobre los muslos, me pude dar cuenta de que estaba conteniendo su enojo, pero cuando ella se percató del dolor que teñía mi voz relajó la postura y solo le quedó la tristeza en la expresión.

Tal como esperaba, me dejó desahogarme, despotricar y maldecir a Jacob cuantas veces quise, me pasaba pañuelo tras pañuelo cuando veía que no podía contener el llanto e incluso lo maldecía en mi lugar cuando me faltaba el aliento; aunque no era que le costara mucho trabajo hacerlo.

A duras penas avanzaba con mi relato, ya que el llanto, el enorme nudo que tenia en la garganta y la resequedad que sentía en la boca no me permitían hablar con fluidez. Cuando terminé, Tanya solo se quedó mirándome con ojos dulces pero cautelosos. No era algo frecuente que ella se quedara sin palabras, y por su expresión adiviné que estaba pensando en la mejor manera de decirme lo que fuera que se estuviera fraguando en su mente. Se levantó del sofá con elegancia y después de un rato en silencio y de un largo suspiro, ella finalmente habló con una voz delicada y tenue, pero que no por eso dejaba de ser dura e investida de autoridad.

- Es obvio que sabes que él es un perfecto imbécil por pensar que puede prescindir de ti como si fueras una camisa que de pronto decidió empacar. Y el hecho de que no vale un centavo como ser humano por haberte engañado tanto tiempo… estoy segura de que eso también ya lo sabes. - se me quedó viendo como si esperara una respuesta por mi parte, yo solo asentí una vez con lentitud - Así que teniendo esas dos premisas claras, lo único que me queda por decirte es que te prohíbo expresamente que te dejes vencer por esta situación. ¿Me entendiste Bella? No te permito que pienses en ningún momento que Jacob hizo lo que hizo por tu culpa, ni que te sientas inferior, o peor aun, que te convenzas a ti misma de que Jacob es el único hombre al que podrías amar, ¿De acuerdo?

Yo entendía por qué Tanya me estaba dando esa "orden". No era por querer sentirse muy sabia, experimentada o influyente - que si lo era -, sino porque me conocía como a la palma de su mano, y sabía lo vulnerable y débil que podía llegar a ser en el aspecto emocional. Me sentí orgullosa y llena de gratitud por poder contar con Tanya en estos momentos tan duros. Asentí de nuevo, esta vez con más firmeza.

- No te digo que no llores o que ignores el dolor, eso es imposible, - su voz se había suavizado y ahora me hablaba con dulzura - pero ten presente que esto es sólo una etapa de tu vida. Y una etapa que superarás muy pronto. La vida sigue y no puedes quedarte parada. ¿Me prometes que seguirás adelante Bella?

- Lo prometo. Y entonces yo también me levanté y la abrace, parándome un poco de puntillas para estar a su altura. Ella correspondió a mi abrazo y me susurró suavemente:

- Recuerda que no estás sola. Yo estoy contigo.

- Gracias - le respondí con un murmullo inaudible.


Hola ^^

Decidí dividir los capítulos porque se me hizo algo largo subir en uno solo, espero que los que ya la estén siguiendo no se molesten mucho (eso es por ti lizitablackswan ^^). Repito: será una historia muy corta.

Por favor, déjenme sus comentarios, sugerencias, críticas etc.

Espero que les guste.