Wowowolaaas!! Je, quizá os sorprenda verme otra vez por aquí, con un fic que no tiene nada que ver con mi otra serie. Pero es que nunca he escrito algo de romance y últimamente estoy inspirada para estos temas (creo ^^'). La idea me vino a la cabeza de repente... ¡y había que aprovecharla! Además, me apetecía escribir algo divertido que se saliera un poco de la línea de misterio (puede que algo haya también XD). Este fic será mucho más corto que los otros, de eso estoy segura.
En fin, ya sabéis, esto es un D/H, no porque sea mi pareja favorita, sino porque me pareció la más apropiada para el caso (y tenía ganas de centrarme en Draco, por una vez ¬¬). ¡Ale! Espero que os guste y tal...
Problemas de química
1. Ése condenado dinero
Hermione corrió por el largísimo pasillo de recepción del Ministerio de Magia, con un portafolios abultado debajo del brazo. Estuvo a punto de resbalar con la alfombra, pero recobró el equilibrio y siguió corriendo. Estaba empapada de sudor, pero no se debía precisamente al cansancio. No se lo podía creer. Al fin había encontrado lo que buscaba, después de tanto tiempo. Investigación. Adoraba la investigación. ¿Por qué entonces se había metido de profesora en Hogwarts? De profesora de estudios muggles, si ya nos poníamos a redondear la jugada. Odiaba su trabajo. No, no os equivoquéis. Le encantaba Hogwarts, su mágico ambiente, los estudiantes, los profesores... pero ella sabía que podía hacer mucho más. Sabía que su vocación se encontraba mucho más allá de los muros de Hogwarts. Y que lo que ella había deseado hacer toda su vida no se encontraba entre una pizarra y un borrador. ¿Por qué era profesora entonces? Ya, claro, necesitaba dinero. Dinero para comer, para comprarse su propia casa, para mantenerla... y para encontrar otro trabajo. Quizá se había independizado demasiado pronto, pero sus padres no parecían dispuestos a tratar con sus asuntos en el mundo mágico. Nunca le habían puesto pegas, pero de ahí a asegurarle un puesto en el ministerio... Así que se había buscado la vida sola. Y hasta el momento, desde hacía cuatro años, había sido profesora al tiempo que estudiaba alquimia en un curso por las tardes. La alquimia era la ciencia mágica más importante y un excelente camino para meterse en investigación. Ella había ideado ya bastantes proyectos que de alguna manera le habían ayudado económicamente, pero no lo bastante como para librarse de su puesto de profesora. Ni siquiera los había puesto ella en marcha. Ahora tenía uno verdaderamente bueno, que pretendía dirigir por sí misma, pero también muy arriesgado. Y claro, necesitaba dinero... demonios.
—¡Disculpe! —gritó sin parar de correr.
El mago contra el que había chocado se levantó del suelo mascullando palabras mal sonantes mientras dirigía una mirada punzante sobre Hermione. Pero esta ni se percató. Se abalanzó de un salto sobre la puerta del ascensor mágico que había al final del pasillo justo en el momento en que se cerraba. Metió el brazo en el hueco que dejaban las dos láminas de la puerta automática antes de que se juntaran. Consiguió coger el ascensor por los pelos. El resto de ocupantes la miraron molestos.
—¡Disculpen! —jadeó la chica, apoyándose en una de las paredes de la cabina. Se enjugó el sudor de la frente.
Se percató de la mirada desdeñosa que le lanzaba un mago adulto bajito y con gafas de montura cuadrada situado en frente de ella. Hermione le dedicó una débil sonrisa cargada de la más falsa inocencia. El mago congeló aún más su expresión y salió un momento después, cuando el ascensor se paró en el tercer piso.
—Imbécil... —murmuró la chica a sus espaldas mientras salía. El mago se dio la vuelta, pero las puertas ya se cerraban. Hermione le sonrió de nuevo, dejándolo profundamente contrariado.
No tuvo que esperar mucho más a que el ascensor parara en su piso. Salió despidiendo al resto de ocupantes con un gesto de la barbilla. Volvió a enfilar el pasillo de la planta dedicada a medimagia e investigación. Caminó sumida en sus pensamientos y atravesó la sección de medimagia para pasar al área inmediata de investigación, donde se hallaba el despacho del profesor Whitemann. El doctor Gneus E. Whitemann era un excelente medimago dedicado a la investigación, y también especializado en alquimia. Daba clases a la joven de vez en cuando. Era el profesor favorito de Hermione, y la chica sabía que este sentía un cierto afecto por ella. Un afecto de absoluto carácter paternal, por supuesto.
Hermione atravesó por fin la sala y llegó a la puerta que daba al área de investigación. La abrió distraída y se dispuso a cruzarla sin mirar por donde iba. El resultado fue bastante aparatoso. Chocó contra alguien que salía en ese preciso instante y se le cayó el portafolios al suelo. Por suerte, iba bien cerrado. Hermione se agachó fastidiada y se volvió a levantar para irse sin prestar la más mínima atención al otro.
—Disculpe —repitió por enésima vez en diez minutos mientras lo rodeaba y cruzaba la puerta por fin.
—¡Señorita Granger! Sabía que era usted una orgullosa aprendiz de alquimista con expectativas un tanto ambiciosas. ¡Pero no me imaginaba que sus modales dejaran tanto que desear!
Hermione se puso lívida al escuchar esa voz por detrás de ella. Se dio la vuelta y se encontró cara a cara con un mago de unos cuarenta años, alto, con una gran mata de pelo rubio que parecía electrificada, una barba no demasiado poblada y dos ojos castaños que la observaban burlones tras unas gafas de montura redonda. Era Gneus Whitemann.
—¡Profesor Whitemann! —exclamó Hermione, avergonzada—. Lo siento mucho, de verdad... es que llevo una mañana...
—¿Dura?
—No, más bien irritante.
Whitemann rió con esa carcajada franca y sonora que tanto le gustaba a Hermione. Se acercó a la chica y le pasó un brazo por los hombros para guiarla por el área de investigación.
—Imagino que ha venido usted para tratar ese asuntillo del que me habló, ¿no? —preguntó el doctor, mientras echaban a andar.
—Sí, precisamente le venía buscando... ¡he redactado el informe que me dijo! En qué cosiste el proyecto, lo que necesitaré... creo que está todo. ¿Cree que puedo tener posibilidades? —preguntó Hermione, algo nerviosa.
—Todo depende de su propuesta. Porque capacidad, no dudo que tenga —Whitemann le guiñó un ojo, amistoso. Hermione sonrió.
—Espero que ellos opinen lo mismo que usted.
Cruzaron el amplio pabellón de investigación y se detuvieron ante una puerta bastante amplia. Un letrero a su lado anunciaba: reuniones. Hermione tragó saliva. Había esperado ese día durante mucho tiempo. Ahora que por fin (gracias al profesor Whitemann) le habían concedido una audiencia, apenas sabía qué hacer. Ni siquiera le parecía estar de pie sobre el suelo. Whitemann abrió y la invitó a pasar.
Hermione entró en la sala un tanto cohibida. Se encontró dentro de una habitación bastante amplia y muy bien iluminada, en el centro de la cual había una gran mesa redonda. Sentadas alrededor de esta se hallaban cuatro personas. Dos hombres y dos mujeres, de diversas edades que le lanzaron una mirada analítica. Los más altos cargos del comité de investigación. Hermione sonrió avergonzada y entró hecha un manojo de nervios.
El profesor Whitemann le indicó que se sentara y él hizo lo propio a su lado. Se encargó también de romper el hielo.
—Buenos días a todos, señores —esperó a que los toros le devolvieran el saludo con un estirado movimiento de cabeza—. Como ya saben, el motivo de mi visita es presentarles a una de mis alumnas, que desde siempre ha mostrado un gran interés hacia el campo de la investigación, si bien trabaja como profesora en Hogwarts. Lleva cuatro años sacándose la carrera de alquimia y debo decir que es una alumna modelo. Ahora, apenas le queda acabar su último curso y según tengo entendido, desea entrar en departamento de investigación referente a alquimia, y si es posible colaborar en proyectos para la medimagia, ¿no es así?
—Así es, profesor —respondió Hermione, procurando parecer seria y formal.
—Bien, tal como venía diciendo, desea entrar en nuestro departamento, y le consta que para ello debe presentar un proyecto propio. Según me ha dicho tiene en mente un interesante proyecto para el cual necesita cierta financiaciación, ¿no es eso?
—Sí, es eso exactamente —replicó Hermione.
Una de las mujeres, bastante mayor con el pelo grisáceo y mirada severa clavó sus agudísimos ojos directamente sobre los de la nerviosa Hermione. Hermione aguantó su mirada, incómoda.
—Si no me equivoco usted es la señorita Hermione Granger —observó la mujer, sorprendiendo bastante a Hermione.
—Sí, me llamo así —dijo la chica, contrariada—. ¿Me conoce?
—Conozco algunas de sus ideas. No está mal para alguien tan joven. ¿Qué edad tiene exactamente?
—Veintiuno.
La mujer asintió lentamente y no añadió nada más. Otro hombre de unos cincuenta años situado a su lado tomó la palabra.
—Dígame, señorita Granger, ¿qué le impulsa a llevar a cabo este proyecto, si puede saberse?
—Ya... ya se lo ha dicho el doctor Whitemann —respondió Hermione, insegura—. Sólo quiero entrar en este departamento definitivamente.
—Pero tengo entendido que trabaja usted como profesora en Hogwarts.
—Sí, es cierto —admitió Hermione—. Pero es porque necesito dinero para pagar mis cursos, la casa... ya saben. Mi idea es poner en marcha un proyecto que me permita afianzarme como investigadora en alquimia perpetuamente. Si es posible, también me interesaría la medimagia.
El hombre también asintió en silencio, gesto que, por otra parte, empezaba a fastidiar a Hermione. Miró a Whitemann que le sonrió tranquilizador. No surtió ningún efecto.
—Muy bien, señorita Granger. Esperamos que nos ponga al corriente de su idea. Pero antes convendría esperar al doctor Marcus Aureum. Es él quien dirige las finaciaciones en el comité.
Hermione asintió a la mujer que acababa de hablar, que era la más joven de todos sus interlocutores. No debía de sobrepasar la treintena. Y además de inspirarle simpatía, parecía ser la única capaz de hablar sin estirar la columna. Inconscientemente puso sus esperanzas en ella.
Esperaron durante unos embarazosos minutos a que llegara el tal doctor Aureum. Por fin, cuando ya Hermione empezaba a impacientarse, oyeron cómo la puerta se abría y entraba un hombre bajito, con escaso pelo color zanahoria y gafas de montura cuadrada. Tras saludar secamente se acercó al puesto vacío en la mesa, justo enfrente de Hermione y se sentó.
—Buenas tardes, doctor Aureum —saludó uno de los hombres, el que no había hablado aún.
—Buenas tardes —el doctor miró momentáneamente a su colega y casi de inmediato fijó sus claros ojos sobre Hermione. Una sonrisa antipática se dibujó en sus facciones. Hermione deseó que se la tragara la tierra en ése mismo momento.
—¡Vaya, pero si es la señorita del ascensor! —dijo Aureum con envidiable tono satírico—. Nos volvemos a encontrar.
Hermione estaba más que lívida. Ese era el hombre que le había mirado con desprecio en el ascensor, el mismo al que ella había calificado de imbécil... ¡el mismo maldito imbécil que tenía en sus manos la financiación que ella necesitaba! Oh, Dios...
—Dime, Gneus, ¿es esta tu pupila? —preguntó Aureum, mirando al profesor Whitemann.
—Así es, doctor —asintió Whitemann, percibiendo una cierta tensión en el ambiente.
—Muy bien. No perdamos tiempo. Póngame al corriente de su proyecto —instó Aureum manteniendo la asquerosa sonrisa. Hermione se dio por aludida.
—Como seguramente sabrá, doctor Aureum, yo estoy particularmente interesada en la alquimia. Llevo mucho tiempo estudiando por mi cuenta las similitudes entre la alquimia y la química muggle moderna, y he llegado a la conclusión de que ambas se pueden compaginar de una manera más o menos beneficiosa para nuestras ciencias. Creo que sería un gran avance conseguir una absoluta compenetración entre estas dos ciencias tan diferentes pero que, en el fondo, son lo mismo.
—Todo eso es muy bonito, señorita Granger, pero aún no me ha hablado de su proyecto.
Esta frase pronunciada con otra expresión y otra modulación diferentes a las de Marcus Aureum podría haber resultado incluso amable. En este caso, Hermione no salió muy bien librada.
—Cierto, pero pensé que sería oportuno hacer una introducción —replicó Hermione amablemente sin dejarse intimidar—. Mi proyecto se basa en estas ideas. Quiero centrarme en la alquimia que trata los elementos de la tabla periódica. Propongo utilizar la capacidad transmutadota de la alquimia para manipular elementos químicos de nuestro cuerpo y subsanar así, cierto tipo de enfermedades hasta el momento incurables. Como algunas herencias o mutaciones genéticas.
Aureum soltó una carcajada desagradable.
—¡Se nota que es usted una gran profesora de estudios muggles!
Hermione se indignó mentalmente. Encima de ser más estirado que un palo de escoba, tenía prejuicios
—Me esfuerzo por hacer bien mi trabajo —replicó Hermione fríamente.
—Lo celebro —se notaba a las claras que mentía—. ¿Y a qué suma asciende su petición?
Hermione miró al profesor Whitemann, dudosa.
—¿A... a qué suma? —preguntó, no muy segura.
—¡Sí! ¿Cuánto dinero necesita para ese condenado proyecto?
Hermione se quedó parada, pensando cuánto podría necesitar exactamente. Whitemann le dio un codazo para que reaccionara.
—Pues... unos... unos 150.000 galeones, como poco.
La expresión que se plasmó en los redondeados rasgos de Marcus Aureum no le gustó nada.
* * *
Hermione se hallaba sentada en la escalinata que daba, desde el vestíbulo del ministerio al pasillo de recepción vía-polvos flu. Nunca en su vida se había sentido tan deprimida. La negativa de Aureum había sido inmediata y rotunda. No era justo. Su proyecto era bueno, y ella sabía que podría sacar interesantes descubrimientos de él. Avances para la magia muy importantes. Pero Marcus Aureum, además de ser un mago acérrimo con ideas atrasadas respecto a los muggles, era un rencoroso de mierda. Total, ella no podía saberlo, y el tipo le había resultado de lo más desagradable. Cualquiera en su lugar lo habría llamado imbécil.
Ensimismada y depre como estaba, no se dio ni cuenta de que alguien se le acercaba por detrás llamándola por su nombre. Sólo se percató cuando notó unos golpecitos en el hombro. Se dio la vuelta alarmada para ver cómo Gneus Whitemann le dedicaba una mirada seria.
—Ah, profesor Whitemann —saludó Hermione con poco entusiasmo—. Me alegro de verle.
Whitemann se sentó a su lado en la escalinata, viendo que Hermione no daba muestras de querer levantarse. Como la chica no añadió nada más, Whitemann decidió tomar la iniciativa.
—¿Es verdad lo que me ha dicho Marcus? ¿Le insultaste antes de la audiencia? —preguntó, severo, a pesar de eliminar el tratamiento formal.
Hermione chasqueó la lengua.
—¡No tuve la culpa! Si viera la mirada que me lanzó en el ascensor... y ni siquiera se lo dije a la cara. Lo oyó por casualidad. ¡Porque tengo una suerte horrible! ¡Por eso!
Hermione estaba realmente frustrada. Todavía no se podía creer que hubiera perdido una gran oportunidad como esa de una manera tan tonta.
—Qué poco tacto, Hermione. Nunca faltes al respeto a un desconocido antes de una reunión importante... ¡si ése desconocido trabaja en el mismo edificio en el cual se celebra! Una estupidez por tu parte.
—No me está ayudando —gimió Hermione—. ¿Qué puedo hacer ahora? Con un proyecto más simple no ganaré lo suficiente como para dejar estudios muggles, y si presento alguno caro, Aureum no me lo aceptará. ¡Y desde luego, el que tenía en mente ha pasado a la historia!
Hermione enterró la cara entre las manos. Aquello era de lo más molesto. Whitemann se mesó la barba, pensativo.
—Puedo intentar convencer a Marcus, pero te aseguro que no será cosa fácil... el muy carca tiene las ideas bien asentadas —Hermione rió amargamente. Whitemann sonrió—. Mira, lo mejor que puedes hacer es irte a casa, tomarte una buena cerveza y pensar. Déjame que intente solucionar este entuerto... ¡Pero por Dios, lárgate antes de que alguien te vuelva a mirar mal, porque la habremos jodido del todo!
Hermione volvió a reír. Se puso en pie por fin y Whitemann la imitó.
—Gracias profesor Whitemann —dijo, con una media sonrisa—. Es usted muy amable... creo que le haré caso y me iré a casa.
—¿Ves? Es lo que más te conviene ahora —aseguró el hombre, dándole una palmadita en la espalda.
Hermione lo miró tristemente.
—Sí, pero en cuanto al proyecto no tiene por qué molestarse —Hermione levantó el portafolios y lo miró un momento antes de añadir—: puede quedarse el informe. El pergamino no es reciclable, pero por lo menos le servirá para encender la chimenea.
Y antes de que Whitemann pudiera añadir nada más, la joven se fue, dejando en manos de su profesor lo que podría haber sido la mejor oportunidad de su vida.
* * *
Hermione había decidido olvidarse de su proyecto definitivamente. Sólo de pensar que podía haber abandonado Hogwarts para dedicarse a la investigación y alcanzar sublimes descubrimientos se ponía enferma. Por eso pensó que lo mejor que podía hacer era olvidarse de ello. Dejaría los proyectos, al menos por unos años... al menos hasta que el estúpido de Aureum dejara su puesto en el ministerio. Cada vez que pensaba en él, ideas de lo más siniestras le venían a la cabeza. Maldades que, sobra decirlo, jamás se atrevería a poner en práctica. No tenía una mente lo bastante fría ni un corazón lo bastante ausente como para ello. De todas formas, contratar un asesino a sueldo hubiera estado bien... no, qué gilipollez, si ni siquiera tenía dinero para una escoba voladora nueva, ¿cómo coño iba a contratar un asesino a sueldo? Mejor dicho... ¿Cómo coño se iba a atrever? Qué tonterías imaginaba de vez en cuando...
La semana siguiente a su frustrado intento de extensión, intentó olvidar por fin el asunto. Iba, como siempre, a dar clases a Hogwarts, y por las tardes, en sus turnos libres se pasaba por la academia de alquimistas para continuar con su curso de alquimia. En realidad la carrera duraba cuatro años, pero ella había escogido también el quinto año opcional que constaba exclusivamente de prácticas. Por ello, estaba capacitada para entrar en el ministerio, ya que había cumplido con los cuatro años necesarios. El quinto año ni siquiera le robaba tiempo, puesto que tan sólo ocupaba dos tardes a la semana. De todas formas sus sueños de trabajo ministerial se habían ido al garete en una sola mañana. Qué depresión.
La tarde del viernes siguiente a su reunión en el ministerio, volvió a casa después de las pertinentes clases bastante agotada. Tras una semana de rutina y alguna que otra salida con algún que otro amigo, había conseguido alejar de su mente todo lo referente al proyecto y su fracaso. Ni siquiera pensaba en ello cuando sacó las llaves para abrir la puerta de su casita, en Hogsmeade. Al contrario que muchos otros profesores ella había preferido utilizar su propia casa para dormir en vez de permanecer en Hogwarts todo el año. El haber alquilado esa casa, en Hogsmeade, cerca del colegio, le daba mucha más libertad. De todas formas aún no tenía bastante dinero para una casa propia. La chica gruñó. Nunca tenía bastante dinero para nada. Como su asignatura era optativa y cobraba por horas...
Entró por fin en su casa y se dirigió directamente a su habitación, para dejar la cartera llena de apuntes y trabajos por corregir. Luego se fue rápidamente al baño, tomó una ducha y se puso el pijama sin más. Prepararía alguna tontería de cena y se iría directa a la cama. Ése viernes no tenía ganas de juerga.
Fue a la cocina, y con dos toques de varita puso un huevo a freír, así como algunas patatas. En pocos minutos salía de la cocina con un plato de huevos y patatas fritos con salsa de tomate. Se sentó en el comedor, delante de la tele muggle que le habían prestado sus padres (la recepción desde Hogsmeade era penosa, incluso con la mini antena parabólica que se había instalado), sólo para darse cuenta de que se había olvidado la cerveza. Mascullando molesta se levantó para volver a la cocina. Fue entonces cuando algo llamó su atención encima de la mesa del comedor. Un sobre. Un sobre que, seguro, no estaba ahí antes.
Se acercó intrigada y lo examinó. Era un sobre como otro cualquiera, cuidadosamente precintado con un sello de cera, cuyo escudo no reconoció. Sin planteárselo demasiado, abrió el sobre inmediatamente, movida por la curiosidad. En su interior sólo había un pergamino, escrito a mano con portentosa caligrafía. Lo leyó.
Para la Sta. Hermione Granger:
Hemos sabido que recientemente ha recibido usted la licenciatura correspondiente a los cuatro años en la carrera referida a la alquimia. Conociendo de sus aptitudes, así como de su interés particular por la investigación, la empresa Magice's se pone en contacto con usted para hacerle una propuesta particular. Estamos dispuestos a financiar sus proyectos, así como poner a su alcance todo el material que requiera para sus expectativas. Por supuesto, nuestra oferta no está exenta de condiciones. Si desea ponerse en contacto con nosotros para conocer los detalles de nuestra propuesta estamos dispuestos a ofrecerle una entrevista privada con el director del centro. Puede pasar por la sede londinense de Magice's utilizando la red flu el lunes a las 11:30 de la mañana para entrevistarse con el director. En caso de no poder asistir, le agradeceríamos que nos lo notificara mediante correo a cualquier hora del día. Contamos con su asistencia.
Atentamente:
Donald Myst
Secretario del centro
Hermione dejó la carta profundamente impactada. Aquello era muy extraño. Cuando ya casi había abandonado su proyecto, aquella empresa... Magice's, le hacía una oferta muchísimo mejor que cualquier otra obtenida por el Ministerio. ¿Y qué interés podía tener en ella la empresa? Ni siquiera la conocían. Estaba claro que allí había algún misterio que se le escapaba. Oyó su propia voz, instándole en su cabeza.
Tu proyecto era bueno, estúpida. Ellos valoran lo bueno, cosa que ni siquiera tú te molestas en hacer.
Hermione se rascó la cabeza pensativa. Sí, su proyecto era bueno, lo sabía... pero había algo en todo aquel asunto que le olía mal.
Mi proyecto era bueno, pero...
Los de la empresa Magice's no tenían por qué saber nada sobre su idea. Todo era demasiado confuso.
Ve. ¿Qué pierdes por intentarlo? ¿Quieres hacer realidad el sueño de tu vida o no?
El sueño de su vida... Hermione movió la cabeza con pesadumbre. Se mantuvo quieta y pensativa un buen rato, antes de guardar la carta y subir a su habitación. Se durmió pensando en proyectos inalcanzables. La cena quedó olvidada sobre la mesita del comedor.
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Weno, esto ah sido el primer cap!! ya sé, se sale bastante de lo que es mi línea acostumbrada de fics, pero ¡hay que probar cosas nuevas! Jeh, me cae bien Gneus Whitemann... es un personaje que ha salido sobre la marcha, epro al final creo que me ha quedado bien XD. Supongo que odiaréis al capullo de Aureum... yo ya lo hago ¬_¬ Parece que la pobre Hermione no tiene una vida muy amena en mi fic ^^'
En fin, ya sé, ya sé, no ha salido Draco... ¡pero no os impacientéis! Ya saldrá (puede que tarde un proquito... ^^' Finses, un besazo a todos y por favor!!! Dejad reviews!!! Cómo adoro los reviews!!!!!
