—¡Boruto!

Todo había sucedido tan rápido.

Aquella mañana había pasado como ninguna otra, completamente normal, de no ser por la presencia de una Uchiha algo desanimada. Su padre, nuevamente, se encontraba en una misión. Se acababa de ir, y tanto ella como su madre habían permanecido con una falsa sonrisa y un hueco en el estómago.

De cualquier forma, estaba acostumbrada a eso; estar distanciada de su padre. Desde que había vuelto an tener una estancia permanente en la aldea, había tomado a Boruto como su pupilo, con la razón de: "Ese chico se parece mucho a mí en mi pasado... No quiero que cometa mis mismos errores."

Claro, como si eso fuese razón suficiente para dejarla de lado. Pero estaba decidida a ser fuerte y entrenar sin su ayuda, para ser una gran kunoichi que todos admiraran: una futura Hokage. Ya incluso, a tan corta edad, había logrado empezar a reunir chakra en su frente. Aunque aún le faltaban unos tres años, además que aún no podía hacerlo dormida.

Pero era un comienzo.

Sin embargo, en su interior aún había una necesidad de conocer a su joven padre, a una versión de él mucho más jovial, y con esperanza, más abierto y compasivo. Todo eso le ofreció Boruto al robar un pergamino de un jutsu prohibido de espacio-tiempo, para el desfortunio del atolondrado Séptimo Hokage.

En un principio viajarían en el tiempo solo ella, Mitsuki y Boruto. Luego el Equipo Ino-Shika-Cho se les habían unido, y después Midori Inuzuka —hija de Kiba, un amigo de sus padres— quién cuidaba de Himawari Uzumaki y Metal Lee por gusto propio, también se había sumado.

—Nee, ¡Suena arriesgado! Me gusta —exclamó la Inuzuka, con su ninken, Shiromaru, tendido en su cabeza.

Sarada le dirigió una mirada a Midori, para luego chasquear la lengua. Estaba algo fastidiada por el hecho de viajar con tantas personas, pero daba igual. No era como si fuesen a intervenir en su propósito. Podían hacer lo que quisieran, mientras la dejaran tranquila.

Se encontraban en un campo de entrenamiento relativamente alejado de las pobladas calles de una modernizada Konoha. Boruto había tendido el pergamino en el suelo, mordiéndose la lengua para concentrarse, algo que últimamente se le dificultaba.

—Tiene muchos sellos... —jadeó Boruto, con algo de sudor bajándole de la frente.

Shikadai se había sentado en cuclillas a su lado, con sus ojos verdes fijos en los sellos que les mostraba el pergamino. Nada que ver con los jutsus modernos que poseían sellos casi nulos.

—No es tan difícil —musitó Mitsuki, mirándoles desde atrás—. Solo debemos concentrarnos... Aunque a Metal y Hima puede serles complicado.

—¡Yo soy muy fuerte! —gruñó la pequeña Uzumaki, alzando su puño con el ceño fruncido.

A Boruto le corrió un escalofrío por la nuca, recordando el día en que su viejo se volvió Hokage. Su compañera de equipo no pasó eso desapercibido, por lo que alzó una ceja con una sonrisa torcida y burlona.

—¡Eso es! No hace falta habernos graduado como ustedes para tener la llama de la juventud viva en nosotros —exclamó el hijo de la Bestia Verde.

La mayoría rodó los ojos, y se posicionaron en un círculo perfecto. La serie de sellos, en realidad, no era tan complicada. Solo era algo tediosa por lo larga. Pero eso no detuvo a los pequeños herederos de los grandes shinobis de Konoha.

Sus manos se movieron rápidamente con la serie de sellos, para después exclamar el jutsu al mismo tiempo.

—Jikan no Jutsu.

Sin embargo, los resultados no se dieron de inmediato. Los genin y los dos pequeños estudiantes que los acompañaban se miraron entre sí, con la duda plasmada en sus joviales rostros. Quizás era un jutsu obsoleto y fallido.

La desesperanza pasó por el rostro de la Uchiha, cuyos ojos, tan similares a los de su tío y ascendientes, se fijaron en el suelo, llenos de frustración. Realmente había esperado que funcionara, y pudiese conocer a sus padres del pasado. Quizás habían cosas que debían dejarse intactas, para su desfortunio.

—Bah, ¿Por esto dejé de gastar mi cupón en Narook's? —bufó la Akimichi.

Inojin le miró de forma inexpresiva, suspirando.

—¿Cuándo dejas de pensar en comida? Por eso estás gorda.

Antes de que la disputa entre ambos compañeros de equipo se llevara a cabo, la tierra alrededor de ellos comenzó a temblar, y el suelo a agrietarse, formando en unos dos minutos un gran y profundo hoyo negro en el suelo.

Parecía sacado de ese juego de terror que Shikadai, Inojin y Boruto disfrutaban tanto. ¿Corpse Party? Le sonaba un poco.

Pero no hubo tiempo de pensarlo mucho. Entre gritos, los nueve niños fueron tragados por el vórtice.

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Su cabeza palpitaba a una velocidad incalculable, haciendo que se apretara la sien con una mueca de dolor. Pero no era la única, puesto que todos sus compañeros estaban en el mismo estado.

Era casi imposible aclarar la visión y definir dónde diablos se encontraban. Cansados, uno tras de otro y ayudándose, se pusieron de pie, buscando calmar esas náuseas que se les había pegado en el estómago.

—Oniichan... Me siento mal —balbuceó Himawari, pegándosele a su hermano con un diminuto mohín.

'Por favor... Es demasiado infantil. Tiene nueve años ya,' bufó la Uchiha en sus adentros, aunque luego se arrepintió. No debía dirigir su molestia a la hermana menor de su mejor amigo.

—Oi, no creo que esto sea el pasado —musitó Inojin, señalando el monte de los Hokage—. Hay nueve caras en esa cosa.

La mirada de los nueve ninjas se dirigió a donde el chico señalaba, pero era imposible definir las caras de los dos nuevos, debido a que estaban llenas de pintura; vandalismo en su máxima expresión.

—Les juro que yo no fui-ttebasa —se defendió Boruto, haciendo que todos rodaran los ojos.

—O sea que... Esto es el futuro... Estamos en el futuro —musitó Mitsuki, enarcando ambas cejas—. Asombroso.

—¿No estás llegando muy rápido a esa conclusión? —bufó la Akimichi, cruzándose de brazos—. Esto podría ser un genjutsu o algo. El pergamino era para viajar al pasado, y hasta donde sepa, solo hay siete Hokages.

Boruto carraspeó, rascándose su nuca con una mueca. Sarada tenía un mal presentimiento sobre esas actitudes del rubio, quien usualmente se veía más decidido que eso.

—Je... En realidad... El pergamino no afirmaba si era al pasado o al futuro... Etto...

—¡Boruto!

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Llevaban caminando hacia la Torre Hokage alrededor de unos... ¿Quince minutos? Las calles se veían más extensas y modernas. Definitivamente, habían viajado al futuro, para el desfortunio de los planes de la Uchiha.

Al menos no había atraído miradas, eso era lo importante. Solo una que otra los miraba como si fuesen fantasmas. Pero no le dieron importancia, así era mejor.

Rápidamente llegaron a la torre, pero esta, obviamente, tenía guardias resguardándola, quienes al verlos, parpadearon varias veces.

—Necesitamos hablar con el Hokage-ttebasa —exclamó el rubio d rojos azules, rectificando al recibir un codazo de su compañera de equipo—. O la Hokage.

—¿K-Kyūdaime-sama?

—Demonios... —musitó una voz detrás de ellos, la cual sonaba muy parecida a la de alguien que no podían recordar.

Los nueve se giraron al mismo tiempo, de una forma casi cómica, de no ser por la naturaleza de la situación.

Frente a ellos estaba un hombre de fuerte mandíbula, alto, con el cabello recogido hacia atrás, oscuro como el de Sarada, y ojos verdes y brillantes. Se notaba sorprendido y pálida.

—Esto es muy problemático...

—¿¡Shikadai? —exclamaron Boruto, Chōchō e Himawari al mismo tiempo.

El nombrado, o al menos el menor, se acercó al hombre que estabs frente a ellos, con el ceño fruncido.

—Tú eres yo...

—Tú también eres yo...

—Esto es muy problemático —concluyeron ambos al mismo tiempo.

Todos rodaron los ojos, pero la Uchiha no se quedó atrás y saltó hacia la versión mayor de su amigo, con el ceño fruncido al igual que él.

—Necesitamos hablar con el, o la, Hokage, ya —'Y espero ser yo, shānnarō.'

—Tsk... Creo que no está. Aún así, vengan conmigo.

Himawari se apresuró a tomar su mano, sacándole una sonrisa torcida al hombre, quien se parecía demasiado al Shikamaru de su tiempo, de no ser por los ojos verdes y la falta de barba.

Mitsuki caminó detrás de ellos, lanzándole una inquietante sonrisa zorruna a los guardias que los veían traumatizados, despidiéndoles con la mano.

El camino a la oficina fue algo... Molesto para todos. Shikadai no pronunciaba palabra alguna, y el joven Shikadai seguía preguntándose internamente cómo sería su vida en el futuro.

—Esto es tu culpa, dobe —bufó la Uchiha, apretando los puños.

—¡Tú querías viajar al pasado-ttebasa!

—Exacto, al pasado, idiota intento de ser humano. Eres tan... Tú, que no sabes leer y deducir que nos traería al futuro —masculló con molestia, apretando los dientes—. Tarado.

—Déjame en paz, tema —bufó el Uzumaki—. No fue culpa mía. Ya deja de quejarte por todo-ttebasa.

—Si me dieran un ryo por cada vez que pelean, sería millonaria —se quejó Midori Inuzuka, y Shiromaru emitió un quejido desde su cabeza para darle la razón.

Antes de que pudiese dirigirle otra palabra viperina a ambos, la puerta de la oficina fue abierta por el viejo Shikadai, revelando un gran desorden.

Aunque no le dieron mucha importancia luego de ver a la mujer que se encontraba allí de pie.

Esta vestía una holgada musculosa roja, encima de otra musculosa negra ceñida al cuerpo. Mangas externas negras, un short negro bastante corto, y cinturones de armas cubriendo sus piernas.

Era alta y pálida, con un cuerpo bien formado y atlético, con pequeñas cicatrices en sus brazos y piernas si se miraban bien, de ojos negros ónix cubiertos por la montura de unos lentes rojos algo cuadrados. Su cabello caía lacio hasta casi la parte baja de su espalda, con su flequillo hacia el lado izquierdo de su rostro, casi tapando el Byakugō que estaba en su frente.

Esta tenía unos papeles en mano y una ceja enarcada, algo sorprendida.

Todos los pequeños estaban de acuerdo en que se trataba de la malhumorada y fría Sarada Uchiha, solo que mucho mayor. O quizás no tanto.

—¿Shikadai? ¿Qué significa esto? —inquirió en un tono de voz algo molesto, y su ceño fruncido lo certificaba.

El corazón de la joven Sarada latía a millón por hora, con sus labios entreabiertos. No era posible. Una cosa era pensar en que vería su futuro, y otra muy distinta era realmente verlo con sus propios ojos.

Pero no era la única en ese estado. El corazón de Boruto también se hallaba acelerado. 'Se ve... Hermosa... Quién diría que esa busu amargada y mandona podía verse bien.'

—Sarada —respondió Shikadai, con un tono de sorpresa—, llegaste antes de lo esperado. ¿Tienes los resultados?

—Hn —masculló, lanzando los papeles al escritorio—. Fue un dolor en el trasero, pero eso ninjas de Iwa no nos joderán más por un tiempo, si saben lo que els conviene —le respondió con un tono algo agrio, cruzándose de brazos, mientras inspeccionaba la habitación—. Boruto debería echarle un arreglo a esta oficina. Apesta a rata muerta.

—Sabes que ese idiota no es capaz de limpiar ni su propio trasero —fue la corta respuesta del Nara, quién devolvió su atención al grupo de pequeños gēnin y estudiantes—. En fin... Tenemos un problema con estos niños.

La mirada oscura de la mujer los inspeccionó, pero estaban demasiado petrificados como para hablar.

—Uhum... Digan su nombre y apellido, ya.

—Shikadai Nara —masculló este de una vez, cruzándose de brazos.

—Chōchō Akimichi.

—Inojin Yamanaka.

—Midori Inuzuka, y el es Shiromaru, señora.

—¡Metal Lee, joven señora!

—H-Himawari Uzumaki.

—Mitsuki, Sarada-chan —tentó este con una sonrisa.

—Boruto... Boruto Uzumaki —balbuceó el pequeño rubio, tragando en seco.

—Yo... Sarada Uchiha.

La mirada de la joven Uchiha se plantó en el suelo. Era demasiada información para procesar. Sin embargo, la mayor solo pudo apretar la mandíbula, suspirando mientras activaba su sharingan, con tres aspas perfectas.

—No es un genjutsu, aunque hubiese deseado que lo fuera.

—Problemático —masculló el Nara mayor, apoyándose contra el marco de la puerta—. ¿Deberíamos interrogarlos de cómo viajaron al futuro? Inojin no está en ninguna misión y estaría gustoso de ayudar.

Sarada, la del futuro, asintió.

—Hai. Pero antes, debemos ir con Boruto. Es el Hokage, después de todo.