"Aún recuerdo su rubia cabellera que siempre tenía las puntas de un extraño color. Sus ojos marrones y profundos. Aquella sonrisa que dejaba a la vista sus hoyuelos. Aún recuerdo su voz diciendo mi nombre, diciendo que me quería, y que estaríamos juntos hasta el final de los días. Recuerdo la felicidad de encontrarme a su lado, y de saber que todo iba bien. Ahora solo puedo sentir el temor de saber que estoy solo, que no hay nadie a mi lado, que la vida sin nada me ha dejado..."

—Atención a todos los pasajeros: Estamos comenzando el descenso, por favor permanezcan en sus asientos y abrochen sus cinturones— Unos niños pasan corriendo por los pasillos para sentarse juntos en dos asientos que estaban vacíos. Atrás sus padres les piden que se sienten y que guarden silencio. Los dos asientos eran los primeros contando desde el pasillo, en el tercero se encontraba un joven con un buzo de algodón y unos grandes lentes cuadrados, que apenas indicaron el descenso, se aproximo mas a la ventana para poder observar la ciudad, su nueva ciudad. Un poco de turbulencia en el avión hicieron que se de la cabeza contra el vidrio y el joven sacudió sus cabellos marrones haciendo una mueca. Los niños a su lado se ríen y él les devuelve una sonrisa, pero la alegría no llega a sus ojos color avellana, que aún mostraban rastros de las lágrimas que había dejado caer por la noche. Su nombre era Miles Everrett. Un poco mas de movimientos bruscos y al avión aterriza, todos aplauden y el joven se desabrocha rápido el cinturón, sintiendo que va a vomitar. Cuando lo niños se mueven toma su mochila del portaequipaje del avión y sale por el pasillo. No llevaba maleta, por lo que fue uno de los primeros en salir, su vista rodó por todos los carteles que tenían nombre, y al no notar el suyo busco alguien que levante el brazo indicando que era la persona que lo venía a buscar, como eso no paso, paso entre la multitud con la cabeza gacha.

—Lo siento— Se disculpo cuando tropezó con alguien y a ese alguien se le cayeron las cosas que llevaba encima. Se agacho por instinto y recogió el primer libro que estaba mas a mano. Se lo tendió con una sonrisa.

—Como sea idiota— Murmuro la mujer a la que no llego a ver su rostro, pues casi arranco el libro de su mano y salió disparada en alguna dirección dejando al joven observando su cabellera rubia que ondeaba con cada paso feroz que daba.

—Es un buen libro— Dice para si mismo. Al joven le gustaba leer. Leer era una de las cosas favoritas que hacía en esos días. Siempre leía con su hermana, pero ahora que ya no estaba, no tenía a nadie a quien leerle libros. Se sentó en uno de los asientos, y tomo el teléfono. Sus dedos marcaron enseguida el numero de Juliet su hermana, y tras varios pitidos atendió la contestadora. «¡Hola! ¡Soy Jules! Deja un mensaje y te atenderé cuando pueda... ¡Max sal de ahí!» —Hola Jules, soy yo, otra vez. Se que no vas a recibir nunca esto, pero solo quería decirte que llegué bien, no había nadie esperando, pero se que vendrán por mi pronto. Me gustaría que estuviera aquí para tomar las iniciativas, pero tendré que acostumbrarme a hacer eso por mi cuenta. No te echo la culpa... siempre quisiste enseñarme y nunca quise. En fin, tenía pensado que podía aprender a manejar, quizá comience un curso, pero antes quiero adaptarme a la ciudad. Un beso. Te quiero—

Guarda el móvil en unos de sus bolsillo y se queda observando uno de los cristales. Jules era su hermana, hace menos de dos meses había tenido un accidente con su madre. Ambas habían muerto. Desgraciadamente no eran su única familiar, su padre, William Everrett, aún estaba con vida, y como aún tenía menos de veintiún años, le correspondía la tenencia. Había vivido con William hasta los tres años, en realidad no lo recordaba en absoluto, solo recordaba a su madre y la sonrisa que siempre ofrecía, cuando había preguntado por él, la primera vez, su madre le dijo que era un hombre demasiado ocupado, con los pasos de los años, descubrió la verdad. William había engañado a Marie, la madre de Miles, y la mujer con la que la había engañado estaba embarazada. Marie sin ganas de seguir viviendo con aquel hombre al que no amaba se fugo con uno de sus mejores amigos, y con este habían tenido una hija, quien era ni mas ni menos que la hermana menor de Miles. Luego se divorciaron, y eso si era algo que Miles recordaba, tenía doce cuando paso, y nunca mas volvió a ver a George, fue una gran desilusión, era como su padre. No lo vio ni en el funeral de su madre y hermana, y espero que él llegara a buscarlo, pero nunca paso. Y ahora se encontraba allí, en la ciudad donde su padre vivía, donde tenía una hija a la que el joven debería llamar hermana. No quería saber nada con esa familia.

—¿Miles Everrett?— Pregunta una voz femenina y él chico alza la mirada. Sus ojos se cruzan con unos verdes, fríos y distantes. La joven no debía tener mas edad que él, pero tenía casi la misma altura. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta, y sus brazos cruzados no dejaban ver la estampa de su camiseta. Alza una ceja cuando el chico tarda en contestar y este asiente rápidamente para luego ponerse de pie, lo que genera que su mochila caiga al piso. Se agacha para tomarla, y cuando se vuelve a levantar observa que la chica mantenía la misma postura y la misma expresión. Su sorpresa fue reemplazada por molestia de que no haya sido cordial, pero la chica solo rodó los ojos al notarlo. —¿Sabes hablar o solo aprendiste a ser torpe?—

—Si, soy Miles, ¿Tu eres?— Responde serio y con cara de pocos amigos. La joven toma su mano y la aprieta una vez a modo de saludo.

—La que te viene a buscar— Lo dice de una manera tal que el joven la interpreta como burla, y solo hace que intensifique la cara de pocos amigos. —Soy Loreen, ahora muévete—

Al hacer una indicación su faltada negra ondea, y Miles se adelanta, pero sin saber a donde había que ir. La chica enseguida se pone a su lado y con pasos seguros lo guía hasta el estacionamiento. El auto era uno de los mas nuevos que había salido, pero no reconocía la marca, solo recordaba haberlo visto en los comerciales de la TV. Loreen se sienta en el asiento del conductor, y el morocho se dirige al baúl para dejar la mochila que estaba bastante pesada.

—Déjala en el asiento de atrás— Escucha luego del zumbido que indicaba que la ventanilla había bajado, al girarse observo poco de la cara de la rubia que apoyaba un brazo en el respaldo del copiloto para poder inclinarse hacia delante. —¿Siempre eres tan lento?—

Espera a que Miles se siente para hacer la pregunta, y el joven tira la mochila hacia los asientos de atrás.

—No, solo estoy acostumbrado a que cuando conoces a alguien por primera vez, es de buena educación mostrar modales—

—Bueno, no esperes eso de mi parte— Aquella respuesta hace que el chico frunza el ceño, pero la joven sonríe y pone música. En seguida comienza a reproducirse una de las canciones favoritas del muchacho.

¿Of Monsters and Men?— Pregunta con cierto tono de sorpresa, mientras observa como la joven se mete en la marea de autos, como si el auto fuera flexible y se moviera a su antojo.

—Es mi banda favorita, si no te gusta puedes irte caminando— Por primera vez el joven sonríe en presencia de la chica, mostrando sus dientes blancos que revelaban los buenos resultados de años de ortodoncia, y, a su vez, siente que es la primera vez que sonríe de verdad desde la muerte de su madre y hermana.

—Tranquila, también me gustan. ¿Y...?—

—¿Por qué vine a buscarte?— Se anticipa la rubia y Miles asiente lentamente, prestando atención. —Mi padre era el chófer de tu padre, digamos que cuando todos estuvieron demasiados ocupados cumpliendo los recados del señor Everrett me pidieron que venga por ti, dado que, como no soy empleada, no tenía deberes que cumplir—

-Era? -

—Murió hace tres años—

—Lo siento— Susurra al notar como el semblante de la joven se endurecía, pero esta sonríe de manera corta.

—No hay nada que sentir.—

Lo que sigue es un buen rato de silencio. La joven sale de la autopista, y se mete en una ruta que a medida que avanza parece mas desierta. Los edificios son reemplazados por árboles, y la civilización parece alejarse cada vez mas.

—Gracias— Susurra Miles tratando de buscar algún tema de conversación, sintiéndose incomodo ante el duradero silencio.

—No hay de que...— Loreen parecía ser de esas mujeres a las que no había que intentar pasarles por encima y a las cuales no se debía subestimar. Daba respuestas claras y concisas, no se demoraba demasiado, pero no dejaba espacio para mas conversaciones. Ese era el tercer intento de Miles de entablar una conversación. Se gira a la ventana al notar que no diría nada mas, y a lo lejos comienza a deslumbrar una casa que se abría paso entre los árboles, abre mucho los ojos, y se acerca mas al vidrio para poder observar mejor. —Creo que hay cosas que necesitas saber, se que no conoces a tu padre, pero no tardaras en hacerlo, es de la clase de personas que van al grano, no des vueltas y responde a sus preguntas rápido. El desayuno se sirve de ocho a nueve, el almuerzo de una a dos, y la cena de siete a ocho, si llegas tarde, comes a partir del plato que estén sirviendo en aquel momento. Cada personal tiene tareas asignadas que debe cumplir en un tiempo determinado, si necesitas algo, pregunta rápido, te responderán igual. Tu hermana, se encuentra en Sicilia, estará de viaje hasta finales del verano, volverá antes de que comience el semestre. De tus papeles ya se esta encargando alguien. Si quieres salir hay autos en el estacionamiento, las llaves siempre se encuentran en las guanteras, puedes tomar cualquiera, menos el Mercedes negro, ese es el de tu padre y tiene que estar siempre a disposición. Después, puedes hacer lo que tengas ganas. No molestes a nadie, y nadie te molestara. ¿Quedo claro?—

Las palabras de la joven captan su atención y asiente a cada información que le es dada, agradeciendo que alguien le hiciera un resumen. También le agrada saber que no tiene que conocer a toda la familia de entrada.

—Como el agua.— Se apresura a responder, dado que por su corta experiencia con esa joven, detestaba que tardaran en dar una respuesta simple. Se muerde el labio antes de preguntar otra cosa. —¿Tu...?—

—¿Yo qué?— Le apresura al notar que estaba tardando en preguntar, y cortando todo deseo de realizar una pregunta.

—¿Trabajas en la casa?—

—Te dije que no era empleada— Miles asiente, tenía razón, incluso lo recordaba, pero se preguntaba que hacía la joven. —Estoy en la cuarta habitación del tercer piso en el ala este. El señor Everrett me permitió quedarme allí y ha pagado mis estudios. Pero trato de ayudar siempre que pueda—

Asiente y ahora es él quien se queda en silencio por un rato.

—Tu madre... Ella también...— Titubea, él mismo no había tenido que enfrentarse a personas y decirles que su madre y hermana habían muerto, las personas con las que había hablado hasta el momento lo sabían, pero no estaba seguro de como reaccionaría Loreen ante la pregunta.

—No, sigue viva— Hay algo en el rostro de la joven que indica que no se lleva bien con su madre, algo en su voz que dice que había algo mas que quería decir, pero que no lo hacía. —Los rumores corren mas rápido que la ébola, ten cuidado con lo que haces, pero mas con lo que preguntas.—

Miles no llega a responder dado que en ese momento la joven da una última curva y entran por unos grandes portones negros adornados con un rosar que se entrelazaba entre los barrotes del mismo. No muy lejos se encontraba una fuente de piedra con un agua cristalina que resaltaba el rojo de las plantas que crecían en el agua. La casa parecía inmensa, de colores blancos y ventanas abiertas que dejaban salir las cortinas también blancas. No tenía comparación con el departamento en el piso doce que llevo la vida compartiendo con su madre y hermana, parecía todo blanco, cuidado y pulcro, todo parecía entrado en calma. Por un momento se pregunto quien era su padre, y entonces Loreen aparco en la entrada, y se lo quedo observando.

—Iré a estacionar el auto, siéntete como en casa— Miles sonrió ante el deje de ironía en el tono de la rubia, pero se estiro para tomar su mochila, y salio por las puertas del auto que arranco ni bien cerro la puerta. Espero a ver si Loreen miraba atrás, pero la joven solamente siguió el camino y el auto se perdió en una bajada.