Disclaimer: los personajes no me pertenecen, pero la trama si.
Lo que está escrito "entre comillas" son los pensamientos de la gente.
Lo que está escrito en cursiva son conversaciones en la distancia o por teléfono.
La historia está escrita desde el punto de vista de Rosalie.
Los personajes de esta historia son HUMANOS.
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1.
Otra semana empiezaba. Como llegaba a odiar los lunes aunque, en el fondo, el lunes solo era un día más.
El despertador sonaba como las campanas suenan en día de boda. Cada vez oía el despertador a más volumen, como si estuviera cada vez más cerca. Estiré el brazo para pararlo, pero en mi mesita de noche no había nada, salvo mis gafas de leer y mi móvil.
- Pero donde diablos… - abrí los ojos y me encontré con la última persona que deseaba ver a mi lado. Tenía mi despertador en sus manos. – Emmett McCarty, eres un idiota!
- Arriba, hermanita! – exclamó, empezando a reír.
Echó a correr en el momento en que le lanzaba una de las dos almohadas con las que solía dormir. Cogí mi móvil de la mesita de noche y vi que solo eran las siete. El muy idiota me había despertado casi una hora y media antes de mi hora habitual.
Él sabía perfectamente que los lunes empezaba la universidad a las nueve. Solo me había despertado tan temprano para fastidiarme. Volví a tumbarme en la cama, pero no me dormí.
- ¿Rosie? – mi padre asomó la cabeza y, después de que le hiciera un gesto para que pasara, entró en mi dormitorio. – Ya estás despierta? - preguntó extrañado.
- Si. - bufé.
- Creía que hoy empezabas a la nueve.
- Así es. – dije en un suspiro, sentándome en la cama.
- Pero son las siete. ¿Como es que ya estás despierta? – se sentó en la cama y se me quedó mirando.
- Emmett. – gruñí, haciendo que mi padre se pusiera a reír. – no te rías de mí! ya tengo bastante con que se ría de mí ese idiota.
- Cariño, estoy seguro de que no lo ha hecho con mala intención.
- Lleva seis meses viviendo en esta casa. Sabe de sobras que los lunes me levanto a las ocho y veinte. – me levanté de la cama y fui a buscar la almohada que le había lanzado al idiota, y que seguía en el suelo. – Me levanto, me visto y me voy. Todos los lunes sigo la misma rutina.
- Vale.
- Solo lo hace para fastidiar.
- Aun así. Solo te pido que no os peléis.
Me di la vuelta y me quedé mirando a mi padre. Parecía afectado.
- Alexandra y yo sufrimos mucho cuando os vemos discutir. – se puso de pie y pasó por mi lado, de camino a la puerta.
Me partía el corazón verle así. Dejé la almohada encima de la cama y fui a abrazarle.
- Lo siento mucho, papá.
- Ya lo se.
- Te prometo que me morderé la lengua antes de volver a insultarle. – mi padre soltó una risita y empezó a acariciar mi espalda. – Bueno, almenos lo intentaré.
- Es lo mínimo que pido.
- Bueno, ya que estoy despierta… ¿quieres que desayunemos juntos? – dije yendo hacia la cama.
- Hoy no puedo. Me voy ahora al despacho, para repasar los detalles del viaje.
- De acuerdo. Pues… voy a hacer la cama y luego me iré a la universidad dando un paseo. – empecé a hacer la cama, que estaba con las sábanas por el suelo, hechas una pelota. – ¿Nos veremos a la hora de comer?
- Claro que si. Hasta la hora de comer.
Mi padre salió del dormitorio y fui a cerrar la puerta con llave. Terminé de hacer la cama y fui hacia mi armario. Cogí unos vaqueros negros, una blusa de color rosa pálido y unos tacones del mismo color que la blusa. Me planché un poco el pelo y lo dejé suelto. Me maquillé un poco, aunque no mucho, cogí mi bolso, en el que llevaba mis apuntes y abrí la puerta de mi dormitorio. La casa estaba en silencio. Bajé a la cocina y, para mi desgracia, allí estaba el idiota.
- Buenos días. – murmuré por simple cortesía. Solía hablar con él lo menos posible.
No me respondió, aunque tampoco esperaba que lo hiciera. Cogí un mini brick de zumo de la nevera y salí de la cocina. La universidad estaba a poco más de media hora de mi casa, pero no me importaba. Caminar me relajaba mucho.
- ¿A donde vas? – dijo la voz del idiota a mis espaldas cuando salí al porche. No me volví para mirarle. No quería verle.
- A clase.
- Son las siete y media.
- Y?
- Que tú los lunes no empiezas hasta las nueve.
- Y?
- ¿Que vas a hacer hasta las nueve?
- Lo que a mí me de la gana.
- Pero…
- Mira, idiota. Digo, Emmett. Ya que estoy levantada, gracias a cierto indeseable, me voy a ir a la universidad, a desayunar con mi mejor amiga, que tiene una hora libre a las ocho. ¿Contento con la explicación? Pues adiós. – dije empezando a caminar, sin darle tiempo a responder.
Ese día, hacía un día bastante claro, y tuve que ponerme las gafas de sol. Emprendí el camino hacia la universidad y, en veinticinco minutos, llegué a una de las cafeterías, en la que solía estar Alice en sus horas libres, pero ese día no estaba, lo que me extrañó mucho. Fui a por un café y me senté en mi mesa habitual, pensando.
Mi padre había conocido a la madre del idiota hacía ya un año y medio, durante una conferencia a la que asistió en Nueva York y, hacía solo seis meses, se habían casado y ella y su hijo, que tenía mi edad, vinieron a Santa Mónica, a vivir a nuestra casa.
Mi padre era muy feliz y Alexandra era una mujer estupenda: simpática, inteligente y graciosa. Pero su hijo… él era peor que una plaga. Y por si no fuera suficientemente malo vivir bajo el mismo techo que él, también estudiábamos en la misma universidad.
- Rosalie! Preciosa! – exclamó la voz de mi amiga, que estaba a mi lado y ni me había dado cuenta. "Mira que llega a ser escandalosa." – Que haces aquí tan temprano? Solo son las ocho.
- No me digas. – dije sin poder evitar ser sarcástica, mirando de reojo al chico que acababa de entrar en la cafetería. – me desperté un poco temprano.
- Ya… bueno… yo me voy a por unos bocatas. – besó mi mejilla y se fue hacia la barra.
Se puso al lado del idiota y empezó a hablar con él, aunque parecía que estuviera tirándole los tejos. No dejaba de acariciar su musculoso brazo, aunque ella solía ser cariñosa con todo el mundo. En el fondo… bueno, no tan en el fondo, me daba mucha rabia que Alice se llevara tan bien con el idiota, pero yo no era nadie para prohibirle que fuera también amiga suya. Me limitaba a respirar hondo e intentaba no pensar en ello, aunque a veces se me hacía muy difícil.
Al cabo de unos diez minutos, Alice le dio un beso en la mejilla y volvió a la mesa con dos enormes bocadillos y un par de refrescos.
- Quieres que comamos juntas hoy? – dijo sentándose delante de mí, dándome uno de los bocadillos.
- He quedado para comer con mi padre. Se va mañana a Nueva York dos semanas y…
- A mi no tienes porque darme explicaciones. Ya comeremos juntas el miércoles. – dijo acariciando mi mano. – ¿se va Alexandra con tu padre?
- No lo se. Creo que no. No lo tenía muy claro.
- Bueno y, si se va, te quedas en mi casa, no?
- No se…
- Venga Rose.
- No. Prefiero quedarme en casa y, si me quedara en tu casa, estoy segura de que haremos de todo menos estudiar. – dije, y se puso a reír al momento.
- En eso tienes razón, lo reconozco. Pero el viernes si, no?
- Si. – dije tragando el trozo de bocadillo que tenía en la boca, y me puse a reír al momento.
Todos los viernes, Alice daba una fiesta en su casa de la playa. Solían ser fiestas un poco… salvajes, por decirlo de forma suave.
- Va a ser genial.
- Como siempre.
- Y he invitado a Emmett.
- Pues entonces no voy a ir. – dije empezando a recoger mis cosas.
- Pero, a donde vas? – exclamó, claramente sorprendida por mi reacción.
- A la biblioteca.
- Pero…
- Ya nos veremos, Alice.
Cogí mi bolso y me fui a toda prisa. Aun me quedaba media hora para que empezara mi primera clase de ese día, pero no podía seguir en la cafetería. "Porque Alice se empeña tanto en llevar a Emmett a donde estamos nosotros? Porque tiene que ser amiga suya? Te odio, Emmett McCarty."
- Hola Rose.
- Eh? Hola Jacob.
Jacob estaba al lado de la puerta de la cafetería. Cuando pasé por su lado, me cogió de la mano y, sin decirme nada más, tiró de mí hacia la biblioteca. Fuimos hacia el último pasillo, donde nadie podría vernos. Cogió mi bolso y lo dejó en el suelo, al igual que había echo con su mochila, y empezamos a besarnos.
- Van a pillarnos. – dije sin abandonar sus labios.
- Y qué?
- Nada.
- Bien, porque no pienso parar.
Apoyó mi espalda contra una de los archivadores, llevando su mano a mi cintura, empezando a acariciar mi espalda por debajo de la blusa.
Jacob y yo llevábamos juntos casi nueve meses. El estar con él era lo único que me mantenía cuerda, con todo lo que tenía en casa y eso. Nos habíamos conocido en una de las fiestas de Alice. Una en la que jugamos a un juego un poco… picante. Jacob era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo.
- Te noto un poco ausente. – dijo dejando de besarme, recorriendo mi espalda con un dedo. – te ocurre algo?
- No es nada. – dije abrazándole por la cintura, pegando más su cuerpo al mío.
- ¿De verdad?
- Contigo aquí, estoy perfectamente.
- ¿Vamos a ir el viernes a la fiesta de Alice?
- No puedo. - mentí. No quería encontrarme allí con mi hermanastro.
- ¿Por qué?
- El lunes tengo un examen importante. – me aparté de Jacob y me agaché para coger mi bolso del suelo. – Tengo que empollar. Es un examen muy importante. – repetí.
- Lo se. Yo tengo el mismo examen. Vamos a las mismas clases.
- Ya… pero… - no sabía que decir. Jacob sabía que solo estaba poniendo excusas.
- Rosalie, cariño. ¿Porque no me dices la razón por la que no quieres ir a casa de Alice el viernes?
- Porque este viernes es el día de los intercambios a ciegas.
- Pero…
- Además, va a ir el idiota de mi hermanastro! – exclamé, harta, saliendo de la biblioteca. – bastante tengo con verle en casa todos los días.
- Rose, Rose. – exclamó, corriendo detrás de mí. – Venga, Rose. No te enfades conmigo. – dijo cogiéndome de la mano.
- No me enfado.
- Cariño, no hace falta que vayamos a la fiesta. Podemos ir al cine o a tomar algo, solos tú y yo.
- No es por la fiesta. – recorrimos los pasillos y Jacob me abrazó cuando llegamos a la puerta de nuestra clase.
- Ya lo se. Ese tío te tiene atacada de los nervios.
- Si. – reconocí. Era obvio.
- Pero en la fiesta, podrás relajarte. Y cuando termine, iremos a emborracharnos a mi casa, o donde tú quieras.
Esa era una de las muchas cosas que me gustaban de Jacob. Era muy liberal y hacía todo cuanto estuviera en su mano para hacerme feliz, aunque fuera ir a un intercambio de parejas de diez minutos, que era lo que duraban los encuentros en las fiestas de Alice. Aunque no solo lo hacía por mí, él también disfrutaba lo suyo y, curiosamente, yo no sentía celos de ningún tipo.
- Pero nos emborracharemos de verdad, vale? – dije dándole un breve beso en los labios.
- Hasta que perdamos el sentido.
En ese momento dieron las nueve, así que volvimos a besarnos, nos cogimos de la mano y entramos juntos a clase. Él fue a sentarse al lado de sus amigos, mientras que yo fui a sentarme al lado de mi amiga Ángela.
- Como ha ido el fin de semana? – dijo en un susurro.
- Bien. Ayudando a mi padre con algunas cosas de la oficina.
- Y?
- Y ya está. Y tú?
- He pasado el fin de semana con Ben en su casa de la playa. A solas. – añadió, sonriendo.
- Ya era hora.
- Si…
- Señoritas, presten atención. – dijo el maestro. – les recuerdo que el lunes tenemos un examen.
- Lo sentimos, señor. – dije. Miré a Jacob y me guiñó un ojo mientras sonreía burlonamente.
- Muy bien. Empecemos.
La clase fue de lo más entretenida y productiva. Es que me encantaba todo lo que tenía que ver con la arquitectura, que era la carrera que llevaba más de dos años estudiando.
Cuando terminó la clase de hora y media, fui con Ángela hacia la siguiente clase, en la que nos pusieron un video de obras arquitectónicas de varios países europeos. Otra hora más. Cuando salimos del aula, Jacob vino a buscarme y fuimos juntos a la tercera clase pero, en la puerta, encontramos un papel pegado. Al parecer, la maestra estaba enferma y no había podido ir a dar la clase.
- Pues parece que las clases han terminado por hoy. – dijo cogiéndome de la mano, y fuimos hacia la salida. – Quieres que comamos juntos?
- No puedo. – dije cuando llegamos a su coche.
- Es verdad! Tu padre se va mañana a Nueva York.
- Si.-
- Entonces comemos juntos mañana, no? – me cogió por la cintura y me sentó en el capó de su coche, empezando a besar mi cuello.
- Mañana me parece perfecto.
- Quieres que te lleve a casa, preciosa?
En ese momento, una ruidosa moto se paró a nuestro lado.
- Nos vamos a casa, hermanita?
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Hola! Que os ha parecido?
Lo se, lo se. Os ha sorprendido que el novio de Rosalie sea Jacob?
Ya sabéis que me gusta sorprender con los roles de los personajes, pero tranquilas, esto es solo el principio. Las cosas irán cambiando conforme vaya pasando el tiempo.
Me gustaría mucho conocer vuestra opinión al respecto.
Un besito.
