Dos caras de la misma moneda

Sinopsis: Camelot aún no estaba preparado para perder a tan gran rey, por eso, y tal vez porque Merlin tampoco lo estaba, decidió romper las barreras del tiempo y del espacio. Porque las consecuencias que trajera alterar el pasado no se comparaban con perder a tu rey a manos del niño que un día cuidaste.

Disclaimer: ni Merlin, ni Arturo, ni la leyenda me pertenecen. Tan solo busco entretener sin ánimo de lucro.

Advertencias: ninguna por ahora.

Capítulos: fanfic abierto.


Dos caras de la misma moneda

1. La muerte de Arturo.

Lluvia

La escena se congeló. Las pequeñas gotitas de lluvia que caían pararon su trayectoria, tal vez por magia, por una milésima de segundo que podría haber sido desapercibida para cualquiera.

El aire abandonó su cuerpo. Algo estaba mal, y Merlin lo sabía.

Por eso corrió, corrió por el campo de batalla sin importan cuantos o quienes estuvieran de por medio. Solo corrió. Oyó el rugido del ya no tan pequeño dragón blanco, Aithusa, y vio su sombra que le cubría. Supo que él también lo había sentido. Corrió y corrió.

Corrió lo más rápido que sus piernas le permitían, pero aun así él sabía que no iba a ser suficiente. El miedo lo paralizó al llegar a aquel lugar.

Mordred. Sabía que tenía que ocurrir, así lo predijeron hace mucho tiempo. Era el destino de ambos. El de Mordred y el de Arturo. Pero aun así, no estaba preparado para verlo con sus propios ojos.

Excalibur yacía en el frío barro cuando el rey se derrumbó bajo la sonrisa del que algún día fue un niño druida. Arturo clavó su mirada azulina en la del que fue su sirviente.

No.

No.

No.

Merlín gritó en su interior.

Las pequeñas gotitas de agua seguían cayendo. Llovía.

El día en el que el rey Arturo murió llovía.


Lágrimas

Tal y como se esperaba, el funeral del rey fue elegante, bello y armonioso.

Todo su pueblo lloraba al observar como las vivas llamas de color rojizo se apoderaban del cuerpo del joven rey.

La reina, Guinivere vertía sus lágrimas en silencio. Lancelot sostenía su mano inspirándole apoyo. Ya no tendrían por qué fingir. Aunque en realidad todos los supieran.

Los caballeros le rendían homenaje alzando sus espadas al cielo.

Todos, entristecidos, lloraban por su rey. Un rey demasiado joven para tan trágico destino.

Mas Merlin no lloraba.

Observaba como el que fue su mejor amigo desaparecía entre las llamas.

No lloraba.

No le quedaban lágrimas.


Decisión

Merlin estaba decidido.

Lo había estado desde el momento en el que vio los ojos azulinos de su rey. Haría lo fuera por él. Y haría lo que fuera para mantenerlo con vida.

Fue por eso que cuando el dragón susurró, en un tono casi inaudible, que había otra opción, Merlin ni siquiera pensó en sus consecuencias. Solo quería traerlo con vida de nuevo. Porque la muerte de Arturo nunca fue una opción.

Camelot aún no estaba preparado para perder a tan gran rey, por eso, y tal vez porque Merlin tampoco lo estaba, escuchó con atención las palabras del Gran Dragón.

— Tienes mucho que perder —le había dicho el Gran Dragón con aquella voz que transmitía cientos de años de experiencia—, y poco que ganar.

— El destino ya estaba pactado… pero, ¿y si pudiera cambiarlo? ¿Y si estuviera en mis manos?

El dragón enmudeció.

— Tal vez, entonces, la vida de Arturo también estará en tus manos —susurró.

Estaba decidido, y el dragón lo sabía. Merlín rompería las barreras del espacio y del tiempo, aunque esto supusiera unas consecuencias nefastas.

Porque las consecuencias que trajera alterar el pasado no se comparaban con perder a su rey. Con perder a Arturo.


Mirada

Quién sabe dónde y cuándo aparecerás, solo la Antigua Religión lo sabe, había dicho el dragón.

Merlín recordaba sus palabras jugueteando con los pequeños peces de colores que nadaban animadamente en la fuente. Debía de estar en ese lugar por algún motivo, pero este le era desconocido.

Observó al anterior rey de Camelot, un Uther mucho más joven, acercarse a aquella ventana.

Si te ven con tu verdadera apariencia antes del momento justo acarrearía cambios nefastos en el futuro.

Volvió su mirada al agua cristalina de nuevo para cerciorarse de su falsa apariencia. Una chica de cabellos castaños, complexión fina y ojos celestes se reflejó de forma difuminada en la fuente.

Siguió con su actividad, jugando con los pececitos, por quién sabe cuánto tiempo, hasta que algo lo interrumpió. Un grito.

Se incorporó y corrió por la plaza, cruzando las puertas de aquel gigantesco castillo que tan bien conocía, avanzando por cada uno de los pasillos hasta que una imagen que no esperaba se formó.

La reina, Igraine, sollozaba en mitad del pasillo sujetando con una mano su abultado vientre. Merlin respiró.

— ¡Tú! —le llamó una voz misteriosamente familiar— ¡Ayúdanos!

Merlín se apresuró agarrando a la reina de forma no muy elegante por su brazo mientras seguía observando a la chica que lo había llamado.

Más joven, pero era ella. Nimueh.

Acompañaron a la reina hasta una sala cercana, guiándola hasta la cama.

Merlin aguardó entre los gritos de la mujer y la angustia de Nimueh, esperó hasta que ella hablara.

— Acércame esas mantas —dijo, y Merlin obedeció.

Las horas pasaban. La reina ya no gritaba. Nimueh respiraba de forma entrecortada. Uther aguardaba por noticias en la sala contigua. Y Merlin, para su desgracia, ya conocía el final de la historia.

De pie, junto a la cama, Merlin observaba impotente la situación. Hasta que un llanto de bebé lo despertó de sus ensoñaciones.

Nimueh, con el bebé en sus brazos llamó a Igraine, no queriendo asimilar que esta ya estaba demasiado lejos. En un intento por despertarla le tendió el bebé a Merlin, el cual lo acunó gustoso entre sus brazos.

Merlin sabía que si alguna vez alguien le preguntara que sintió al tener a Arturo entre sus brazos, que sintió al verlo nacer, él no sabría que responderle. Porque Merlin sentía muchas cosas.

Felicidad.

Ilusión.

Amor.

Cariño.

Ternura.

Y fue cuando el pequeño bebé abrió sus ojos, que el mago lo supo.

Al ver por primera vez sus brillantes ojos de un azul tan claro como el cielo.

Supo que no todo estaba perdido.

Y Merlin se permitió llorar.


Tenía ganas de hacer un fanfic larguito de Merlin, ¡y más viendo la cuarta temporada! Tengo en mente otro pero será más comico...

Espero que os haya gustado el primer capítulo, y que me sigais tambien en esta historia. Como siempre digo, si has llegado hasta aquí, dejame un review, aunque sea de dos palabritas. Los reviews me motivan a escribir, y si no hay reviews pues no hay motivación xDD

¡Estaré gustosa de responderos a todos!

Por otro lado, pido perdón a las personas que siguen otros de mis fanfics ya que estoy tardando más de lo normal en continuarlos. No los abandonaré ni mucho menos, solo me tomo mi tiempo para haceros llegar algo de calidad.

¡Muchas gracias!