I- Una Salida

Zelena los había engañado a todos. Jugó a la perfección la carta de madre amorosa que cambiaría por el bien de su hijo. No solo puso a todos de su lado, logró meterse en la relación de Regina y Robin. Así que no solo había logrado su "redención", también había logrado su único propósito de vida: arruinar la felicidad de su media hermana. Estaba en las nubes. Tenía un hijo precioso, que era solo de ella, y las atenciones de Robin Hood. No podía pedir más. Solo que nada era suficiente para ella.

Regina sabía que algo se traía. A pesar que quería creer su hermana realmente había cambiado, no podía. Se encargó de vigilarla de cerca. Cada movimiento. Pero la Bruja Malvada no daba ni un solo paso en falso. Eran una madre adorable con su niño y con Roland también. Aunque él corría a abrazar a Regina cada vez que la cruzaba. No era la única que desconfiaba. Emma y Henry también la apoyaban. La Salvadora insistía en que su "superpoder" de detector de mentiras nunca fallaba y que Zelena definitivamente estaba mintiendo sobre algo. Pero ella era tan convincente en su papel, que no lograban que nadie más desconfiara. Tenían que encontrar alguna prueba de que Zelena no había cambiado y que seguía siendo la misma bruja de siempre.


VEINTE AÑOS MÁS ADELANTE...

Tenía que hallar la manera de salir de esa, de salvar a sus padres, a sus amigos, a su familia. Sabía que nadie más podía hacer nada. Él la quería a ella. Si podía también arruinaría a su madre y hermanos, pero su principal objetivo era ella. Volvió a subir e intentó inútilmente abrir las puertas. Su madre la había dejado encerrada. Gritó, frustrada, y bajo de nuevo. Allí había montones de libros, alguno tenía que decirle cómo salir de allí. La única manera de que él se detuviera era teniéndola frente a frente. Ella estaba dispuesta a enfrentarlo, por eso su madre la encerró allí, para que no "corriera ningún peligro".

- Te espero a las siete, aquí mismo. Por cada hora que te retraces, mataré a alguien de este mugroso pueblo - le había anunciado el día anterior.

Miró su reloj de pulsera, eran las cuatro. Tenía tres horas para encontrar una forma de escaparse. Intentó con cada hechizo que se sabía, pero nada funcionó. Se suponía que era muy poderosa ¿por qué rayos no podía romper lo que fuera que hubiera hecho su madre? Revisó los libros, todos, por enésima vez. Nada. Bueno, había mucho, pero nada útil en ese momento.

Caminó hacia la otra punta de la habitación y gritó, otra vez. Nada. Pateó el suelo molesta y se dio cuenta que allí había un libro más. Seguramente lo hubiese revoleado en un ataque de frustración por no encontrar nada. Para no hacerlo menos, volvió a revisarlo. Ya en la primera hoja se dio cuenta por qué lo había arrojado y casi lo vuelve a hacer a un lado. Era magia muy avanzada, "incluso para mi", diría su madre. Jamás podría hacer un hechizo o una poción de esas, sin morir o quedar en coma en el intento. Igualmente siguió hojeándolo, hasta que se topo con uno que la hizo detenerse. Había escuchado sobre él. Lo releyó y se dio cuenta que debía ser una variante, porque en la historia que ella conocía se necesitaban ciertos materiales que en ese libro no nombraban. De repente tuvo una idea.

Se sentó en las escaleras, con el libro en su regazo. Era demasiado arriesgado, no solo podía morir, podía cambiar absolutamente todo el mundo como lo conocía. Tampoco se creía posible de hacer aquel hechizo, se debía de necesitar tanto poder como el que ella no tenía. Era magia muy oscura. Las lecciones de su madre eran tan lejanas a eso que podría ser un hada. Por otro lado, quisiera o no, de cierta manera, era magia oscura la que le corría por las venas. Y, si lo lograba, podría llegar a convertir a ese monstruo en lo que siempre había sido, su medio hermano.

Releyó lo que necesitaba: un espejo. Miro a ambas puntas de la habitación, había dos espejos allí. Un reloj. En su cumpleaños número dieciséis, Gold, le había hecho elegir lo que quisiera de su tienda, y ella escogió el reloj que llevada a diario en su muñeca. Una llave. Subió corriendo las escaleras, su madre se había dejado puesta la llave de la bóveda del lado de adentro. La hoja en la que estaba escrito el hechizo. Que con gusto arrancó. Y, por último y lo más difícil, un corazón. Cuando tuvo la idea supo de dónde lo tomaría. Si había algo de oscuridad en ella, ese era el momento perfecto de aparecer. Cerró los ojos. No era la primera vez que lo hacia, una vez lo había hecho con un gato, sin querer. Metió la mano en su pecho y lo sacó. Por un momento sintió que no podía respirar, hasta que vio a su corazón latir sobre la palma de su mano. Ahora sí, lo tenía todo.

Haría lo que la bruja madre de su medio hermano había intentado:viajaría en el tiempo. Iría hasta donde él fuera un bebe, no pensaba evitar que naciera. Quería evitar que se convierta en aquello de lo que su madre siempre trato de escapar: un villano