Capítulo 1° "Broken"

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El cielo está llorando, estoy viendo la captura de lágrimas en mis manos.

Sólo en silencio, ya que es interminable.

Como nunca tuve una oportunidad…

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Caminabas con la cabeza gacha mientras los que pasan a tu lado no te volteaban a ver y algunas veces te empujaban mientras ríen divertidos. Tu solo suspirabas con cansancio, ya te habías acostumbrado a las burlas de todos, al igual que las de tu hermano. Ese era tu infierno personal. Aparentabas que nada de lo que decían te dolía un ni un poco. Todo estaba oculto bajo esa máscara tranquila y tímida.

Tu vida no era la mejor aunque tuvieras todo lo que desearas con solo pedirlo. Tu madre te amaba pero nunca te dirigía la palabra más de lo necesario y tu padre, vamos, no te pongas triste; porque él simplemente te ignora como si no existieras y sabes la razón. Tú hermano; atractivo, inteligente, simpático y bueno en absolutamente todo. Él mejor. Tú siempre viviendo tras su sombra, escondiendote. Te enfadas, lo sé, pero no puedes hacer más y eso lo entienden todos. Pero no te decepciones de ti mismo, vales más que cualquier otra persona, ya que el físico no lo es todo y eso deberían de comprender muchos.

Siempre utilizas esos anteojos que te tapan casi todo el rostro y ni hablar de esos sweateres que usas sin importar lo que digan, son anticuados, pero qué más da. Eres el mejor de la clase ¿o de deria decir el mejor de tu generación? Tu inteligencia supera a muchos y eso será su perdición, pero tú, aún no te das cuenta. Ni decir del acné y barros que están por todo tu rostro ¿no deberías utilizar una barra de jabón?

Llegaste y te sentaste al lado de tu mejor amiga que al verte de sonrió sonrojada, tú le respondiste de la misma manera.

— ¿C-como pa-pasaste tu fin de se-semana? — pregunto la chica de ojos perla y cabello negro. Era hermosa, pero su timidez era un gran problema. Su figura era bastante esbelta; cadera ancha, cintura pequeña, busto bien proporcionado — mucho más de las chicas promedio — y por eso ella lo escondía bajo esos sweateres tres tallas más grandes que la suya, y no le importaba en lo más mínimo, si de esa manera no llamaba la atención de esos idiotas; para ella más que bien.

— Como siempre — pronunciaste con aburrimiento mirando sus aperlados ojos.

La Hyuuga negó molesta.

— ¿I-Itachi te sigue golpeando? — pregunto triste por ti, ya que había visto cómo te trataba y nadie hacia nada, ni siquiera tú que lo podías hacer, pero vamos, habías intentado muchas veces y siempre terminabas con un ojo morado y tu labio partido en dos e hinchado, si te iba bien.

— No importa lo que haga, no dejara de hacerlo, Hina. — pronunciaste encogiéndote de hombros, restándole importancia mientras por dentro tenías ganas de gritar y si era necesario; pedir ayuda.

— Lo sé. — murmuró apretando los puños impotente. Se te rompía el corazón cuando veías eso cada día.

— No pasa nada — la observaste con una sonrisa tratando de apaciguarla pero a cambio recibiste una mirada afligida y consternada. — No es tu culpa y lo sabes — tocaste su mano envolviendo su puño con la tuya que era mucho más grande que la de ella. Se sonrojó hasta la médula y empezó a hiperventilar mientras mantiene aun su mirada en ti, descolocada. Tú sonreíste mientras alejas tu mano y tratas de tranquilizarla.

— Hola — saludó una voz suave y, de inmediato, intuiste de quien se trataba. Volteaste a verla y ella te sonrió con picardía y diversión; te sonrojaste y bajaste la cabeza. Ahí al frente tuyo se encontraba Sakura; la cual te traía en las nubes desde que entraste a la secundaria, eso la chica lo sabía mejor que nadie, y vamos, acéptalo, lo aprovechaba sacándote la tarea y las respuestas en los exámenes.

Su cabello era rosa pálido; sedoso y brillante, lo tenía hasta la mitad de su espalda y sus labios carnosos y pequeños que eran de un rojo intenso. Sus ojos de un hermoso verde jade, que creías inexistente hasta que lo veías en tan linda chica. Su cintura era pequeña, su trasero bien formado, pero su busto no era tan grande como el de tu mejor amiga, mas si sobrepasaba a lo normal, por muy poco. Era una de las chicas más bonitas y codiciadas de todo el colegio y tú tenías la suerte de llamarla novia desde dos meses atrás.

— Hola, S-Sakura. — pronuncias mientras tu cara esta tan roja como un tomate y ella suelta una risita divertida. Se sienta en tu rebasó provocando que ahora tu color pase de rojo intenso a escarlata y tu respiración se vuelve más rápida y profunda. Ella ríe todavía aún más alto. Te da un beso en la mejilla y se marcha dejandote de lado al ser llamada por una chica rubia.

— En serio, no sé por qué te gusta — hablo con molestia tu adorada amiga y tú que estabas en las nubes te bajaste enseguida al ver la mueca enfadada que ponía. Te molestas con ella por el comentario, que para ti, era hiriente y Sakura nunca se había metido con ella. Que equivocado estabas — Es tan superficial... — murmura por lo bajo, no lo suficiente como para que no le escucharas.

— No empieces, Hina, no es como que fueras perfecta para criticar y hablar de los demás — la miras enfadado y ella solo agacha su rostro dolida, te sientes culpable, pero recuerdas lo que dijo de tu amada así que no dices nada.

Justo cuando estabas por hablar de nuevo, el timbre suena y él maestro de matemáticas entraba sonriéndole a todos los presentes en el aula.

Tú atención no estuvo en la clase en ningún momento. Nada inusual desde hace dos meses y sabes la razón al igual que todos los demás. Tu mirada se miraba soñadora, alegre, y eso provocaba burlas de parte de tus compañeros, mas no las tomabas en cuenta mientras, Hinata, solo decía que eso no estaba bien, pero tú te encargabas de ignorarla, a ella eso le lastimaba, pero no lograbas verlo por estar en tu ensoñación.

Saliste de la clase sin esperar a tu amiga y caminaste por los pasillos hasta llegar a la siguiente y así fue el resto de tu mañana hasta que la llegada del receso fue inevitable. Saliste para pasar al patio trasero de la instalación y sentarte bajo un árbol de cerezos; el cual te gustaba mucho porque siempre estaba solo y te recordaba a cierta persona de cabellera rosa.

— ¡Sora! — grita Sakura mientras llegaba al lado tuyo y una sonrisa bobalicona se apodera de ti. Ella sonreía burlona. No lo logras ver. — ¿Me podrías dar las respuestas del examen de mañana? — te sonrió con "amor" y parpadeo tal cual niña pequeña mientras se acercaba ti lentamente, sin apartar su mirada de tu persona y dandote un beso en tu mejilla para después pasar a tus labios. Te sientes en cualquier otra parte, sus labios te hacían ir y ver las mismas estrellas por ti mismo. La besas con ternura y, con ese beso demostraste todo lo que sentías por ella o una pequeña parte de ese gran sentimiento que todo llamaban amor, pero Sakura, en cambio, se sentía asqueada y estaba pensando en salir corriendo, ya que le eras demasiado desagradable a la vista. Se separó de ti y te sonrió algo forzada.

— C-claro. — tartamudeaste mientras te acercas nuevamente para probar de nuevo sus labios y ella, sin previo aviso, se alejó corriendo sin decir nada más

Y no notaste el fastidio en sus ojos ni sus puños cerrados y mucho menos esa mueca de repugnancia que hizo en cuanto se separó de ti.

Y así fueron pasando los días; tú molestandote con Hinata por sus comentarios hacia Sakura y Sakura burlándose de ti a escondidas junto a su mejor amiga, Ino. Ella ya no te volvió a besar durante el resto de la semana, pero no te importo. Y así pasaron los días hasta que llegó el viernes.

Caminabas al lado de Hinata que ya no decía nada de Sakura porque sabía bien que te enfadabas rápidamente al tocar ese tema.

— C-Creo que es una tonteria — asentiste estando de acuerdo con ella, jovial.

La profesora de danza estaba empeñada en hacer bailar a Hinata con otra chico, claro que tú querida amiga no era de dar su brazo a torcer y continuaba recia a la idea. Te parecía divertido, más que nada, cosa que no le dirías, seguro se molestaba. Pero te aprecia tan absurdo, solo era un baile, ¿que podría suceder?

— ¿Ya en-entregaste la tarea de Hi-Historia? — te pregunto con tranquilidad mirandote de soslayó, cambiando el tema a sabiendas de lo que cruzaba por tu cabeza.

— No, se la di a Sakura — respondiste sin pensar y al terminar de decirlo te diste cuenta que habías hablado de más.

— ¡¿Qué hiciste qué?! — grito alterada y tú solo te encogiste de hombros.

— Vamos, no es para tanto, Hina. — trataste de tranquilizarla, pero sabías que era inútil. Aunque tu amiga fuera amable, tímida y alegre, también era terca y cuando osaban enojarla o fastidiarla; no sabían en la que se metían.

— ¿No es para tanto? ¡¿Cómo puedes permitir que te use así?! No puedo creer que seas tan ciego ¿de que te sirven esos anteojos? — grito enojada, frustrada y sobre todo, dolida, algo que no entendiste. Te enfadaste; esta vez se había pasado de la raya.

Sakura no te usaba, ella te amaba tanto como tú lo hacías ¿no? Esas miradas dulces, amables y lindas no eran mentira, no lo eran. Ella no podría utilizarte, además, te darias cuenta rápidamente, eras inteligente después de todo. Sus besos eran tan sinceros que no podrían ser un engaño.

La miraste y te diste media vuelta escuchando como te llamaba, tú solo le diste la espalda y de alejaste sin importarte sus sollozos. Te arrepentirás y lo sabes, aunque lamentablemente muy en el fondo de tu mente.

Saliste del colegio triste por lo de Hinata, pero feliz porque hoy era viernes y eso significaba que verías a Sakura en el café de siempre. Corriste cuando llegó el chofer por ti y subiste impaciente al auto.

Llegaste a tu hermosa mansión y bajaste sin siquiera pensarlo, entraste y mientras corrías a tu habitación saludaste a la servidumbre que encontraste en tu camino. Una vez en tu recamara entraste al baño y te duchaste con tranquilidad, para después salir y ponerte tu habitual sweater de cuadros y esos lentes que tapaban casi por completo tu rostro, a ti eso no te importaba.

Observaste la hora en tu pequeño reloj que marcaban las dos con treinta y cinco. Terminaste de cambiarte apresurado. Seguro que te reclamaría por tu impuntualidad, reiste un poco ante ese hecho.

Llegaste al café y miraste la hora en tu reloj — una vez más— ; marcaban las 3 con cinco. Entraste y volteaste para todas la mesas pensando en qué le dirías, mas te sorprendió al no verla. No lo tomaste en cuenta y te sentaste en una de las mesas vacía; pediste un café y un pastel de chocolate para ella, porque sabías que le encanta lo dulce y aún más el chocolate. Tu reloj marcó las tres con treinta. Tres con cuarenta. Tres cincuenta y cinco. Te levantas pensando lo peor, porque puede que haya sucedido algo y por eso no llegaba. No había otra respuesta, era seguro.

Sales del café y miras si ya se encuentra cerca. Pero no es así. Entras nuevamente y pagas ambas cosas.

Caminas cerca de la calle de su casa cuando recuerdas que a esa hora a ella le gustaba pasear por el parque, así que te desvías y llegas a dicho lugar.

Verde era lo primero que pensabas cuando lo mirabas; era muy hermoso y sus árboles grandes junto a las parejas de enamorados era una imagen preciosa y unica. Sonríes imaginándote a ti y a Sakura como uno de las tantas personas tomadas de las manos que caminaban dándose de vez en cuando un beso, dedicando uno al otro una sonrisa dulce. De golpe recuerdas porque te encuentras ahí así que nuevamente te diriges a su casa, más preocupado que antes, al no haberla visto.

Cuando llegaste te diste cuenta que no había nadie por el simple hecho que estaba desierto, por decirlo de alguna forma, pero, decidiste pasar brincándote la barda de la casi mansión de colores crema y de un café tostado. Al pasar todo el jardín, llegaste a la puerta estabas a punto de tocar y te diste cuenta que la puerta se encontraba abierta. No dudaste en pasar.

— ¡¿Hay alguien?! — gritaste mientras avanzabas. No te respondieron y tú decidiste marcharte, mas escuchaste ruidos extraños provenientes del segundo piso y sin pensarlo subis.

Al llegar al piso los ruidos se hacían cada vez más fuerte mientras caminabas por el largo pasillo y notaste que eso no eran ruidos que hubieras escuchado antes, no por lo menos fuera de la pantalla grande; eran gemidos y provenían de la recamara de Sakura. Pensaste que le sucedía algo, tal vez se había cortado o estaba lastimada por tal cosa.

Abriste un poco la puerta y asomaste tu cabeza. Lo que viste te dejó petrificado y con un creciente nudo en la garganta, totalmente helado y en shock. Un retortijón en el estomago y ganas de expulsar el almuerzo te invade.

Ahí, en la recámara de la mujer que creías el amor de tu vida, se encontraba efectivamente ella, pero para tu sorpresa no se encontraba sola, y para nada le estaba sucediendo lo que pensabas. Gemía y encima suyo, embistiendola, se encontraba nada más y nada menos que tú hermano. Itachi.

De pronto como si hubieras despertado de una pesadilla parpadeaste varias veces y saliste corriendo hacia el primer piso de aquella casa. Saliste, no logras resistir más y empiezas a vomitaste en la entrada.

¿Cómo pudieron hacerme esto?, pensabas una y otra vez. Tu corazón que palpitaba con rapidez y parecía querer salir de tu caja torácica en cualquier momento. El dolor se sentía casi físico, ficticio te atrevías a decir, era como si estuviera ahí y a la vez no; como pequeñas agujas enterrandose en tu piel e incitandote a llorar, como si estas pudieran hablar y se burlaran de ti sin piedad alguna. Esa imagen quedaría grabada en tu mente para siempre, como la cruel realidad de tu vida. Tus lágrimas bajaron por tus mejillas, mojandolas a su paso, sintiendo tu sufrimiento. ¿Que se suponía que debías hacer? ¿Subir hasta su habitación, gritarles por dañarte de esa manera que tan poca moral poseía o sólo debes marcharte y aparentar que nada había sucedido y seguir siendo el idiota que hacía la santa voluntad de ella? Ninguna de las dos opciones te gusta, pero, ¿que podrías pensar en ese momento? Todo te era tan confuso.

Comenzaste a ver borroso a causa de las lagrimas que salian de tus ojos sin parar. ¿Donde había quedado todo ese amor que juraba tenerte? Oh claro, era mentira, todo lo que había dicho y hecho lo era. Que estupido que fui, pensaste con amargura. Si tan solo hubieras visto todo antes, nada habría sucedido ¿Pero no dicen que el hubiera no existe? Que mala suerte que tienes ¿ah? Pero de pronto, entre dolor y arrepentimiento, juraste que te las pagaria todo aquel que te había dañado, comenzando por Sakura y tu querido hermano, te encargarias de hacerles sufrir aún más de lo que ellos te habian hecho a ti. Y tu siempre cumplias un juramento.

Sin saber cómo o de donde lograste sacar las fuerza suficientes como para enderezarte, sin dejar de llorar, y salir de aquella casa, dejando atrás tú corazón y esperanzas hechas pedazos.

Una vez que llegaste a tu hogar, pasando de las miradas confusas y algo curiosas de los que te observaban al pasar, subiste enseguida a tu habitacion y te encerraste dando un fuerte portazo. Dejándote caer en la cama y escondiendo tu rostro en una de las almohadas continuaste con tus sollozos interminables. No podrias hacer más, por ahora.

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Usted puede romper todo lo que soy; como si estuviera hecho de cristal.

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