Dis: "Todo Twilight pertenece a SM. La historia es producto mío".
[Narra Athenodora]
Una densa capa de nubes impedía el paso de los rayos del sol, algo poco inusual si vives en Volterra. Caminaba por las calles llenas de gente viendo como los extranjeros se hacían fotos en todos los sitios, como los mercados estaban repletos de mujeres que esperaban turno para comprar, como los niños jugaban, alegremente, en la plaza mientras me dirigía a la cafetería de siempre, a la cual iba todos los días a desayunar, cuando un chico rubio (que tendría mas o menos mi edad) captó mi atención. Estaba, tan solo, a varios metros de mi, a su lado había un chica rubia y al otro lado un chico moreno. Cada paso que él daba era seguido por otro de los dos chicos. Era como si lo estuvieran protegiendo de algo, era como si lo estuvieran escoltando.
Sus ojos rojos me cautivaron, perdiéndome en su mirada. Sentí un cosquilleo en mi estómago [i]¿Acaso me había enamorado?[/i] Noté como me ruborizada, le aguanté la mirada unos segundos más y después, muy a mi pesar, seguí mi camino.
[i]¿Qué acababa de pasar? ¡Había visto al ser más perfecto de todo el mundo! [/i] Una felicidad invadió mi cuerpo la cual tardó poco en irse cuando su cara se dibujó en mi mente. Aquel chico tenía el rostro severo, sin demostrar ninguna sonrisa, parecía enfadado.
Entre tantas cavilaciones llegué a la cafetería sin darme cuenta.
Me senté en un taburete de la barra.
—Aquí tienes, Athenodora
—Gracias, Trudy.
Trudy la propietaria de la cafetería me puso un Capuccino con galletas.
—De nada, cielo —me acarició la mejilla — que aproveché.
—Gracias —repetí mientras la regalaba una enorme sonrisa.
Trudy me conocía desde que era niña, ya que papa me llevaba con él a desayunar todos los domingos.
Mis padres murieron en un accidente de tráfico dejándome sola, sin ningún familiar, pero con una considerable herencia que cuidaba muy bien y no despilfarraba; desde entonces vengo todos los días a desayunar antes de irme a trabajar al hospital. Hoy como era sábado tenía decidido hacer algunas compras para llenar la despensa.
—Dos cafés con leche y uno solo —dijo un chico moreno a mi lado.
Tan sumida había estado en mis pensamientos que no me había dado cuenta que el chico rubio, seguido por los otros dos, había entrado a la cafetería y estaba a mi izquierda al otro lado del chico moreno.
—Aquí tienen —Trudy les puso sus cafés.
Esta se volvió a mí.
—¿Tienes el día libre, Athenodora?
—No, tengo turno de tarde y de noche —hice una mueca.
—Siempre estás trabajando, cariño.
Le sonreí.
—Francesca tenía boda y me preguntó si podía cambiarla la guardia de hoy —me encogí de hombros— así que hoy tengo doble turno.
Me sonrió.
—Por lo menos te gusta tú trabajo, ser médico y especializarte en ginecología y obstetricia no es algo que haga mucha gente.
—Trudy… —susurré en un tono de voz para que me escuchara.
—Si tú no fardas de tus especialidades lo haré yo, ya sabes que te considero como una hija —le sonreí—. Te lo preguntaba por que vamos a celebrar el cumpleaños de mi hija María esta noche, pero ya me has dicho que no puedes.
—¿Cuántos años hace María ya?
—Quince.
—Vaya si parece que fue ayer cuando era un bebé.
—Si —a Trudy se le iluminaron los ojos.
—Otro día me paso a darla el regalo.
—No te preocupes, cielo.
Miré el reloj.
—Trudy me tengo que ir, tengo que hacer unas compras antes de que comience mi turno.
—Claro, cielo.
Le pagué el desayuno y salí de la cafetería sin atreverme a mirar al chico rubio por quedarme prendida en su mirada, dejándolo allí, sin decirle nada.
[Narra Cayo]
Volterra se considera una ciudad escasa de nubes y lluvia, donde predomina un son abrasador durante todo el año. Por eso nosotros no podemos salir durante el día. Hoy el cielo estaba encapotado y era una oportunidad perfecta para salir a la calle y abandonar el castillo, donde vivía con mis hermanos, Aro y Marco, y con la guardia, por unas horas.
—Aro voy a salir
—Está bien, hermano, pero llévate a Jane y a Alec contigo.
Puse los ojos en blanco, era absurdo, no me hacían falta niñeros y menos siendo un vampiro.
—Ya sabes que es solo precaución.
—De acuerdo, hermano —acepté resignado— ¡Jane, Alec!
Los dos llegaron hasta mí en pocos segundos.
—¿Sí?, maestro —preguntaron al unísono.
—Saldréis conmigo, hoy.
No dijeron nada, solo asintieron.
Atravesé la gran sala, en donde me encontraba, hasta llegar a la segunda puerta que conducía a la calle.
El aire, cálido, rozó mi piel haciéndome sentir un Sueve escalofrío.
Caminaba por la avenida Grisford cuando la vi. Estaba, tan solo, a unos metros de mí. Morena, delgada, un poquito más baja que yo, sus ojos. Sus ojos marrones que me aguantaban la mirada lo mejor que podían ni siquiera pestañeaban. Poco a poco aquella chica empezó a ruborizarse y pude ver, gracias a mi aguda visión, como la sangre llegaba hasta sus mejillas y la teñían de rojo. Poco después apartó su vista y siguió con su camino. Mis pies, tomando vida propia, comenzaron a andar siguiendo a aquella muchacha que tanto me había fascinado.
El primer capitulo de la historia que subo aquí, espero que os guste.
