Hola, hola :D

Aquí trayendo otro Mimato pero con un toque diferente. Salí un poco de mi zona de confort al tratarse de temas que no manejo demasiado, pero la idea era genial y la persona quien me reto se merece esto y mucho más :3


Para mi querida Bau (LaBauhaus), que me ha retado a escribir éste pequeño trabajo bajo las siguientes características:

Pairing: MIMATO

Características: Todos los digielegidos están en una fiesta (puede ser de algún casamiento o algo por el estilo), los quiero a TODOS bien rotos, bien en cualquiera (hasta a Jou y Kou y Sora, nada de responsables que cuidan al resto), algunos hasta pueden están drogados, están de fiesta alegre. Sin saber cómo, Mimi y Yamato terminan solos por su cuenta y terminan en más cualquiera (if you know what I mean)

Género: Hazlo como quieras.


Así pues, les dejo la lectura, esperando que les guste, principalmente a ti, Bau :3


Prólogo:

«¿Cómo llegamos aquí?»


22 de Junio – 10:58 hs.


Adormecida o entumecida. Mareada o confundida. Agitada o agobiada. Malestar o… Culpa.

Estiró las piernas lo más que podía y un gruñido salió de sus labios, comenzando a ser consciente de la calidez de las sábanas. Estiró los brazos entonces y como solía hacerlo siempre, uno iba bajo la almohada (donde encontraba la frescura que en toda el área ocupada por su cuerpo, no hallaba) y la otra mano siempre chocaba con la espalda de Wallace. Al segundo de ser consciente de su piel, sonreía y pasaba con sutileza sus uñas sobre su superficie, recibiendo un gruñido por parte de su novio.

El sonido ronco de su voz adormilada la hizo abrir los ojos de a poco y un segundo se arrepintió de ello, pues una terrible punzada ubicada en el centro mismo de su cabeza, azotó. Volvió a cerrar los ojos con fuerza mientras se llevaba ambas manos a las cuencas de sus ojos, presionándoselos. Un zumbido horrible invadió su interior; no estaba segura si repentinamente o lo venía escuchando desde que comenzó a despertar.

El dolor de cabeza aumentó como nunca antes sintió. O quizá sí, pero hacía tiempo que no lo sentía con ésa magnitud. Recordó sus años en la Universidad y de las fiestas salvajes que hacían y de lo destruidos que acababan tras éstas. Dios, podía jurar que volvió en el tiempo y que acababa de despertar de la peor fiesta de todas.

―Maldición… ―Se quejó sosteniéndose la cabeza otra vez. Giró su rostro hacia su costado y abrió un ojo caramelo, iba acostumbrándose de a poco a lo que veía.

Todo le daba vueltas, por favor. Abrió otro ojo y sintió como si estuviese pegada al techo a punto de caer contra el suelo. Volvió a cerrar los ojos y por tercera vez, se tomó la cabeza. Maldita sea, estaba más que destruida.

―Wall… ―Susurró el nombre de su novio y hundió su rostro en la espalda de éste, logrando que la presión del macizo cuerpo del Borton contra su rostro, amortiguara el martilleo que en su cabeza había. Lloriqueó un poco, aunque consiguiendo que el dolor aumentara. ―Honey… ―Nombró. Más por capricho que por necesidad.

Debía rendirse. Wallace Borton dormía como tronco.

Aspiró el aroma de su piel y a pesar del dolor, una sonrisa se formó en sus labios carnosos. Amaba la mezcla que desprendía su piel: el aroma del jabón que usaba, su colonia y el de su propia esencia; fue consciente de que el aroma de su piel se sentía un poco más dura, más fuerte y pensó en la esencia a la madera. No pensó en otra cosa más que le gustaba lo que olía.

Se separó un poco de él para abrir los ojos y tener la imagen de su espalda: perfecto triángulo, macizo y suave a la vez. Le gustaba admirarlo y despertarlo con besos. Iba a hacerlo de hecho hasta percatarse de las líneas rojizas que descansaban en su piel, precisamente en los límites laterales de su perfecta espalda. Sonrió con malicia.

No recordaba nada de la noche anterior pero a juzgar por los rasguños, se podría decir que lo pasaron muy bien. Y no era solamente él; si se ponía a analizarse a sí misma, las piernas estaban aún entumecidas y el delicioso dolor ubicado en su zona baja le habló de una noche sin sueño gracias al lívido de su novio.

Sonrió con más soltura, comenzando a recordar la placentera sensación que una noche interminable de sexo le había brindado. Y bien merecido, pues su vida amorosa comenzaba a tambalearse; así que ―y por más que no lo recordara perfectamente―, habrán arreglado las cosas.

―Wallace… Honey… ―Susurró contra la piel de su novio, comenzando a hacer círculos con su índice, allí donde uno de los rasguños más notorios estaba.

Pero entonces miró con mayor detenimiento donde estaba jugando su índice, percatándose de un bonito lunar que anteriormente no había notado. Entrecerró los ojos para verlo mejor; la verdad era que en ese estado de resaca que se debatía su cuerpo y mente, podría haberse olvidado de la existencia de aquel lunar.

Llevó su mano al cabello rubio de Wallace y comenzó a acariciarlo con cariño. Era suave, liso y fino. Oyó otro gruñido saliendo de su novio, pero se oía más como uno de placer al recibir tales caricias. Su sonrisa no se borró, por supuesto.

Besó la nuca de éste y mordió ligeramente la piel de su hombro. Otro gruñido y comenzó a removerse. Lo sentía espabilándose y no podía esperar a besarlo. Su mano rodeó el torso del rubio y sus dedos sintieron con deleite sus abdominales.

Good morning, Darling… ―Susurró ella y lo escuchó quejándose mientras se sostenía la cabeza. Lo sabía, no era la única con resaca.

―¿Dónde estoy? ―Escuchó la ronca y masculina voz, comenzando a tratar de reincorporarse, mirando a su alrededor como si en verdad no supiese donde estaba. Mimi no comprendió por qué la voz de su novio sonaba más ronca de lo normal o por qué parecía tan perdido, mirando a su alrededor. Fue cuando el rostro del hombre le fue dirigido y toda gracia se convirtió en una horrible broma.

El sonido mudo de la confusión se cimentó en ambos, surgiendo entonces un bramido por parte de los dos protagonistas en aquella cama.

―¡¿Qué mierda haces en mi cama?! ―Fue lo que ambos gritaron al darse cuenta que ninguno era quien creía ser. Los dos se separaron de la cama como si el contacto con el otro fuese lava hirviendo y se miraban como si fuesen la peor abominación de todas.

Y en parte, era cierto.

Mimi se cubrió con la sábana mientras pateaba a su invitado desconocido fuera de la cama.

―¡Te hice una pregunta, Yamato! ―Rugió nuevamente Mimi y ambos hicieron una mueca de dolor, sosteniéndose la cabeza con las manos. ―¡¿Qué haces desnudo en mi cama?!

Yamato Ishida acabó fuera de la cama con el trasero contra el suelo mientras una almohada cubría su hombría. Estaba con la misma confusión y la misma histeria que su acompañante.

―¡No, ¿qué haces tú en mi cama, Mimi?! ―Maldijo por lo bajo como la castaña que seguía en la cama. ―Maldita sea… Me siento horrible…

―Deja de hablar, idiota… ―Se quejó también ella, intentando no cerrar los ojos por el dolor. ―; siento como si…

―¿…Todo diese vueltas? ―Completó él. Ella asintió y otra vez se observaron, observaron su desnudez y observaron el desastre de la habitación que los cobijó. ―Tienes que estar bromeando… ―Comenzó a reincorporarse con pesadez, maldiciendo cada dos segundos.

Mimi no sabía qué era peor: el despertar con otro hombre que no era su novio o darse cuenta que se acostó con un amigo suyo y no recordaba nada. Miró también la habitación y se tapó la boca con las manos.

Definitivamente, debía añadir a la lista el hecho de haber destrozado una habitación que no era suya, vaya a saber Dios, cómo. Miraba horrorizada como las cortinas estaban rasgadas y las ropas de ambos desperdigadas por toda la habitación. Las alfombras estaban tiradas y manchadas con… ¡Ni siquiera sabía con qué!

Cerró los ojos, lloriqueando, hundiendo su cabeza en el colchón.

―Ya, deja de hacer eso ―La voz de Yamato intensificó su llanto. Él gruñó― ¡Deja de llorar, maldita sea, mi cabeza va a explotar!

―¡Pues me alegro! ―Bramó ella, mirándolo por fin con el ceño fruncido y las lágrimas corriendo por sus comisuras― ¡¿Cómo se te ocurre hacer esto?!

Él la miró como si fuese que le estuviese hablando en un idioma extraño, pero enseguida su voz se escuchó con aire cínico.

―¿Yo hice esto? No me vengas con esa historia, Mimi ―Dijo él caminando ―aún con la almohada cubriendo su virilidad― hasta sus ropas con toda intención de vestirse nuevamente. ―. «Eso» se hace entre dos, así que ambos somos culpables.

―¿Eso?

―Sí, «eso» ―Respondió y trató de que ella no notara su rostro rojo. Pero ¿cómo no estarlo? Si se despertó junto a su amiga, ambos completamente desnudos. De sólo pensarlo, moría de la vergüenza.

Mimi comenzó a reír entonces, a pesar de las lágrimas que seguían cayendo. Él la miró con una ceja enarcada. No recordaba haber dicho nada gracioso, de hecho, la situación no era para nada graciosa.

Ella se dio cuenta de su confusión y trató de parar pero su sonrisa y sus lágrimas se lo impidieron.

―¿Por qué no llamas las cosas por su nombre? Sexo, Yamato; tuvimos sexo ―Él enrojeció con furia y eso la hizo reír aún más.

―¡Deja de decirlo, tonta! ―Ella intensificó su risa y él sentía que moriría allí mismo.

―¡Por favor, dime que no te quité la virginidad! ―Siguió riendo Mimi ante el pudor de su amigo.

Pero entonces, el sonido de llaves intentando abrir la puerta de la habitación en la que estaban, los hizo darse cuenta en donde estaban. Una mirada fue compartida y enseguida, Yamato tomó la muñeca de Mimi para jalar de ella hasta el placar.

―¿Qué haces? ¡Suéltame! ―Exigió Mimi, pero Yamato ya la metió dentro del placar.

Encargadas de limpieza entraron a la habitación y el sonido de su sorpresa fue audible para los dos escondidos en el mueble. Una pequeña rendija les fue permitida a los prófugos, permitiendo observar un pedazo de habitación junto con la identidad de las dos mujeres vestidas en blanco y negro, cargando un carrito de limpieza.

―Ese carrito les quedará corto ―Susurró Mimi.

―Shh ―Calló él, poniendo su mano sobre la boca de su amiga.

Los dos siguieron observando a las mujeres y escucharon sus quejas al respecto.

―¿Quiénes durmieron aquí? Éste cuarto es un chiquero ―Se quejó una de las empleadas.

―Lo que menos hicieron fue dormir ―Apuntó la otra y tenía razón. Trataron de hacer contacto visual entre ellos, aunque el recordar que estaban en un placar estrecho y apretado, ambos desnudos, no les ayudaba en nada. ―. La señora Ichijouji armará un escándalo si sabe del estado de éste cuarto.

Tanto Mimi como Yamato se miraron y ante la simple mención, su memoria comenzó a hacer funcionamiento.

―Lo que más le molestará es saber que clientes entraron a un cuarto que estaba libre. ¿Cómo habrán conseguido la llave? Ésta suite estaba vacía; lo sé porque lo chequeé en el patrón ayer antes de retirarme.

―Ve a saber lo que ebrios hacen ―Apremió su compañera.

Mimi y Yamato tuvieron un cargo de consciencia horrible. No sólo tuvieron una aventura bajo los efectos del alcohol ―y vaya a saber uno si de algo más, porque el aroma del lugar era sospechoso―, sino que también robaron una habitación para hacerlo.

El tiempo de la limpieza comenzaba a llegar a su culmen, para alivio de los dos metidos en el placar; o eso fue por un segundo.

―Busca si en el placar hay almohadas de repuesto. Éstas están horribles.

Tanto Mimi como Yamato se tensaron en su lugar. Si una de las empleadas abría la puerta, no tendrían ninguna excusa válida, ya que ambos estaban desnudos y con el aspecto hecho un asco. Mimi comenzó a hiperventilar. La culpa y la vergüenza eran monstruos horribles que la estaban por matar por dentro.

Yamato le hizo un gesto con su índice para que guardara silencio. Mimi asintió, cerró los ojos y apoyó la frente contra el pecho desnudo de Yamato, tratando de contener las ganas de reír, llorar, gritar. Por su parte, el simple tacto de la mujer le sabía erróneo y estaba allí, tieso, conteniendo la respiración incluso.

Mientras una simple pregunta surcaba sus mentes: «¿Cómo llegamos aquí?»


¿Fin?

Sólo es un pequeño prólogo para abrirles el apetito ;)

¿Les gustó? ¿No? ¡Comenten y díganme qué les pareció! :D

Besitos a todos~