1._ Fin

Fue bastante repentino, incluso para el mismo Ike. Cierto día los reunió a todos para confesarles que se marcharía de Tellius. Por supuesto a aquellas palabras les siguieron una gama completa de reacciones, pero por mucho que algunos protestaron, Ike no cedió. No se podía decir que no fuera obstinado.

-¿Podrías al menos decirnos por qué?- alegó Soren, cuando logró que los demás se callaran.

-Eso estaba esperando- continuó el comandante- como bien todos saben, en Tellius reina la paz. Claro que hay una que otra banda de ladrones y bárbaros por aquí y por allá, pero comparado con antes no son nada. Elincia, Micaiah y Sanaki están llevando los reinos beorc a una era de paz que no se había visto antes, lo mismo con los reyes laguz.

Soren y Titania asintieron. Eran ellos quienes habían estado platicando esto largo y tendido con Ike, o más bien, eran quienes le informaban sobre el estado de las naciones.

Los demás hicieron un silencio al comprender a dónde se dirigía. Si todos estaban en paz, solo había un destino para una pandilla de mercenarios como ellos.

Ike suspiró.

-Últimamente nos ha costado mucho mantenernos a flote. Creo que mi padre fundó los mercenarios de Greil para ayudar a la gente, además de ganarse la vida. Pero el mundo cambia, y nosotros nos estamos quedando atrás. Los mercenarios de Greil se están quedando obsoletos, y por eso, solo me queda…

-¡No!- rugió Titania.

Todos levantaron la mirada hacia ella. Su cara, siempre tan serena, parecía la de un conejo malherido al que están por darle el golpe definitivo.

-Titania, sé que es difícil, pero hay que…

-¡No, no te lo permitiré!- volvió a alegar, esta vez con más fuerza.

No dijo más, pero Ike pudo imaginarse sus razones para oponerse de esa manera bastante bien; la compañía que había fundado Greil, la familia a la que había servido y cuidado tanto tiempo, desmantelada por el capricho de un chiquillo que solo llevaba en el mando cuatro años.

Miró a Soren, un poco esperando su respuesta. Él siempre contestaba a las cálidas palabras de Titania con su fría visión de la realidad. Si había alguien que podía hacerla entrar en razón, era él. Sin embargo, para la sorpresa del comandante, su estratega parecía más interesado en la inusual expresión de su compañera que en sus palabras irracionales.

Ike tragó saliva. Estaba solo.

-¿Y qué podría hacer?- preguntó al fin- ¿Qué quieres que haga?- la miró a los ojos, rezando por no tener aquella expresión agresiva en su cara de la que tanto le habían hablado los demás- Esto es más grande que tú o yo. Me gustaría liderar la compañía hasta el día en que ya no pueda levantar una espada… pero no puedo.

Entonces Titania se levantó. Parecía que quería darle un golpe a Ike para hacerlo entender, cuando en realidad intentaba dar con una solución que juntara todo; algo que hiciera quedarse a Ike, algo que evitara que la compañía colapsara, algo para que vivieran todos juntos y felices… pero no había nada tan fuerte como eso. Ike tenía razón: el problema era más grande que cualquiera de ellos.

Y sin embargo, no iba a dejar que el nombre de los mercenarios de Greil se perdiera en el tiempo como algo pasajero, como un juego de niños. No, no podía. Titania se aferró a eso como pudo, y solo su desesperación le hizo soltar las palabras que pronunció en ese momento.

-Entonces…- masculló, con un puchero- dame la compañía.

Los demás abrieron los ojos como platos. Ike no fue la excepción.

-Titania, entiende; la compañía no sobrevivirá.

-¡Entonces colapsará conmigo!- rugió- ¡Vete si quieres, está bien! Pero no me quites esto…- se volvió a sentar, y en eso su voz regresó a un tono moderado- no me lo quites, es todo lo que tengo…

Después de eso se produjo un tenso silencio entre los mercenarios. Nadie había visto a Titania tan destrozada, ni siquiera pensaron que fuera posible, a excepción del comandante.

Ike recordó cierta vez, luego de que su padre muriera. Entre los bosques la había encontrado llorando, alejada de todos para que no la vieran.

Solo después de casi dos minutos de silencio, el comandante se encogió de hombros.

-Como quieras.

Titania bajó su cabeza. Estaba agradecida, pero emocionalmente agotada. No podía fingir una sonrisa en ese momento, así que decidió no mirarlo.

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Soren tampoco se había tomado el asunto de Ike muy bien. Era su único amigo, el único en el mundo. Si Ike no estaba ahí ¿Quién se preocuparía de él?

Mientras meditaba sobre lo ocurrido en su habitación, se dio cuenta que dependía completamente de él. Desde el momento en que su amigo se fuera, Soren ya no tendría propósito en la vida.

Se sentó en su cama, aterrado por la idea. Hasta el momento, servir a Greil y a Ike había sido todo para él. Su meta era mantener a la compañía a flote. Él no tenía propósito alguno, siempre había estado contento obedeciendo órdenes y cuidando a sus jefes.

¿Entonces tendría que evitar que Ike se fuera?

No era propio de él ir en contra de un deseo tan egoísta de Ike. Casi siempre que le reprochaba, era para alcanzar de mejor manera su objetivo, no impedírselo. No, tenía que haber otra forma.

¿Y si iba con él?

Lo pensó detenidamente, y por más que quiso evitarlo, su aguda mente pronto dio con un severo problema; Ike podría descubrir que él era un estigmatizado. Por supuesto, quizás no fuera conocimiento común en Tellius, pero no podía estar seguro de tierras de las que nunca había oído. Quizás los lugareños lo reconocían de inmediato, y lo linchaban junto con Ike por acompañarlo.

Temía la ausencia de Ike, pero más que eso temía su desprecio. Meditó largo y tendido sobre hacia qué decisión tendría que inclinarse, pero no pudo dar con ninguno esa noche, ni la noche siguiente.

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El tiempo pasó, Ike no necesitó prepararse mucho, por lo que en menos de una semana ya estaba listo. Mist y Titania lloraron mucho, y aunque quisieron ocultarlo, Boyd y Rolf también. Shinon y Gatrie bromearon un poco, con todo el asunto, asegurándole que si quería volver, los encontraría a ellos dos como reyes del continente entero. Mia se mostró bastante molesta, y alegó que el comandante estaba huyendo del duelo en que ella le ganaría. A todos les pareció que bromeaba, pero ella nunca sonrió con eso. Oscar lo abrazó y le dijo que siempre lo recordaría como el mejor comandante. Rhys le dio varias pociones y le agradeció por todo.

Finalmente, y para sorpresa de todos, Soren se le dirigió una sonrisa cordial.

-¿Estás bien?- le preguntó Ike, al acercársele.

-Estoy contento de que quieras expandir tus horizontes- se defendió, sin abandonar su sonrisa- viajar te ha hecho crecer mucho en los últimos años, y sin duda te hará un mejor hombre en los próximos.

Ike lo miró raro, sin entender qué razón impulsaba a Soren a sonreír. Si lo estuviera viendo por primera vez, habría pensado que era un joven feliz y sin preocupaciones, pero precisamente porque era Soren, esa expresión no encajaba.

El mago, adivinando los pensamientos de su comandante, posó una mano sobre su hombro, un gesto inusitado de su parte. Soren aborrecía el contacto físico, Ike lo sabía bien, por lo que no dejó de extrañarse.

-Has sido un comandante sin par. Gracias por dejarme ser tu estratega, Ike. Gracias a ti he aprendido mucho.

El aludido no pudo más que resignarse. Soren era inteligente, estaría bien sin él. Finalmente le revolvió el pelo negro con una mano pesada.

-No, gracias a ti. Has sido un buen amigo.

Luego comenzó a marchar. Al principio caminó hacia atrás, sin dejar de mirar las caras de sus antiguos compañeros, pero luego de unos diez metros, tuvo que girar su torso hacia adelante para no tropezar, y luego de unos cuantos pasos más, dejó de echar vistazos hacia atrás. Ike se perdió en el horizonte, mientras el sol comenzaba a iluminar la tierra, en el comienzo de un nuevo día.

Titania, secándose las lágrimas, le dirigió un vistazo de preocupación a Soren. Este la notó, por lo que buscó algo para excusarse.

-Tengo que ir al pueblo, faltan papas y cebollas. También tengo que enviar unas cuantas cartas, así que no me esperen para el almuerzo.

Y sin más, dio media vuelta y comenzó a andar hacia el pueblo. Mist se dio cuenta que había olvidado de buscar dinero en las arcas del fuerte, y estuvo por mencionarlo, pero Titania la detuvo con una mano en el hombro. Mist la miró, y ella negó con la cabeza. No necesitaban papas ni cebolla, ni enviar cartas a nadie.

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Después de eso, les fue difícil a los mercenarios verse las caras. Intentaban no mencionar a Ike en sus conversaciones, pero todos lo tenían demasiado presente, así que evitaban hablar del todo.

Soren no volvió, y aunque lo buscaron por todos lados, no apareció. Tampoco nadie lo había visto, como si se lo hubiera tragado la tierra en el momento en que lo perdieron de vista.

Shinon y Gatrie no tardaron en marcharse, como se esperaba. No tenían nada contra Titania, pero tal y como había dicho Ike, ya no podían ganarse la vida así.

Luego Mia, aburrida, decidió partir una mañana al alba sin decirle a nadie. Solo dejó una nota en la cocina, quizás porque no podía despedirse en persona, quizás porque estaba muy impaciente por encontrar aventuras y peleas.

Rhys decidió partir después, pues había estado hablando desde antes de Ike sobre su partida. Tenía intenciones de integrarse en un templo, y quizás, si se lo podía permitir, abrir una capilla él mismo.

Cierto día apareció un soldado de Crimea, ofreciéndole empleo a Titania y Oscar, aunque solo este último aceptó la oferta. Rolf y Boyd lo siguieron, pues no querían separarse, y junto a Boyd, se fue Mist. Ella le cedió el fuerte a Titania, y le deseó la mejor de las suertes.

Y en el transcurso de unos cuantos meses, Titania se había quedado sola.