Burbuja de Hielo.
La boca de Karin cayó abierta mientras bajaba de su tigresa al vislumbrar a lo lejos lo que tanto había buscado por meses. Un palacio de hielo cubierto por altos y puntiagudos muros que para quien no mirara con atención pasarían como montañas.
-¡Lo logre!- sonrió con lágrimas en sus ojos grises.
Venia del pequeño pueblo de Karakura, cuya población hace 30 años que se veía afectada por una terrible tormenta de nieve que a veces era suave y otras veces errática, pero nunca se detenía.
La ciudad antes vivía de la agricultura y ganadería, pero ahora dependían completamente de la pesca congelada, la caza y el comercio con otras ciudades. La hambruna había empeorado en los últimos años y la gente estaba pensando seriamente abandonar el pueblo en donde nacieron.
Cuando creyeron que todo estaba perdido, una leyenda comenzó a esparcirse por las calles.
La misteriosa tormenta de nieve había comenzado cuando por una guerra en el reino llamado Seireitei al otro lado del río un dragón de hielo encerró al príncipe, congelo el reino y maldijo a todos los pueblos cercanos con feroces o tristes nevadas.
Nadie sabía si ese gran reino era real o no. Pero la leyenda contaba que si se liberaba al príncipe de su prisión de hielo este sería capaz de detener las tormentas de nieve.
Con pocas opciones entre los ciudadanos, se decidió que enviarían algunas expediciones para encontrar el misterioso reino congelado. Sin embargo, a las pocas semanas todas las expediciones regresaban con un par de miembros menos y muertos de frío. Decían que era imposible pasar el río y que mejor se dieran por vencidos.
Karin, una joven de dieciséis años, creía firmemente en que la leyenda era cierta, más por la rareza climatóloga, tormentas así por tantos años no tenían sentido si no eran una maldición. Ella, como hija de una hechicera, bien lo sabía.
Tenía cierta habilidad de poder envolver sus manos en llamas con forma de garras pues según su madre el suyo era un espíritu guerrero. A Karin le gustaba la nieve, sin embargo. Le parecía hermosa y elegante, le gustaba recostarse en ella o derretirla con sus poderes.
Para su familia era muy importante permanecer en Karakura. Algo en este pueblo le daba fuerza y vida a su madre, siempre que salía de allí se debilitaba y enfermaba. Por eso la familia Kurosaki estaba en contra de que la población abandonara la ciudad.
Después de mucho pensarlo, su hermano y ella decidieron que tomarían el asunto en sus propias manos e irían de expedición para encontrar el reino congelado. Sus padres y hermana se quedarían para darles tiempo impidiendo que abandonaran el pueblo hasta su regreso.
Ella y su hermano mayor Ichigo llegaron sin mucho problema luego de unas semanas al río de rápidas corrientes con grandes trozos de hielo junto con el caballo de él y la tigresa que Karin había criado desde bebé después de rescatarla de unos malvados cirqueros.
No tenían idea de cómo cruzar un río así con sus animales y sus provisiones, pero entonces Karin decidió usar sus poderes para arrancar el trozo de hielo sobre el que estaban parados en la orilla y así empezaron a ser arrastrados por la corriente hasta que su hermano logro cortar una gran rama de árbol que les sirvió como remo para comenzar a dirigirse al otro lado del río.
El río era enorme tanto en largo como ancho, así que pasaron varias horas hasta que vislumbraron la orilla, pero entonces vislumbraron otra cosa: una mujer siendo arrastrada por la corriente, inconsciente.
Ellos ni lo pensaron, cambiaron el curso para dirigirse hacia la mujer pues con el toque de magia en su sangre podían sentir que estaba viva.
Pasaron muchas cosas y Karin no estaba realmente segura de cómo ocurrió, pero el pedazo de hielo flotante en el que estaban se quebró primero a la mitad separándola de su hermano con la mujer recién rescatada y luego comenzó a resquebrajarse. Ella estaba yendo en dirección a la orilla, así que se agarró al cuello de su tigresa y la hizo saltar, de modo que apenas lograron cruzar. El trozo de su hermano también se estaba rompiendo, habían perdido la rama y él estaba desesperado por salvar a su caballo y la mujer.
Ella, desesperada, no se le ocurrió nada mejor que cortar otro gran trozo de hielo y lanzarlo en su dirección con una fuerte patada. Por fortuna, él con la chica en brazos y su caballo lograron saltar al nuevo trozo, pero por desgracia, este iba en dirección a la orilla de donde venían.
-¡Karin!- gritó él preocupado mientras se alejaba de ella y la orilla que llevaba al reino congelado.
-¡Está bien, Ichi-nii! ¡Lleva a esa mujer al pueblo y has que nuestro padre la atienda! ¡Sálvala, yo encontrare el reino perdido! ¡Confía en mí!- le gritó con lágrimas en los ojos temiendo que esa pudiera ser la última vez que pudiera verlo.
-¡Karin…!...-
Él siguió gritando que se cuidara y que volvería por ella hasta que lo perdió de vista. Desde entonces, continuó con la misión sola, cazando con ayuda de su tigresa Mei, pescando con los suministros que había traído y obteniendo agua con facilidad al derretir el hielo.
Llevaba un buen conteo de los días y sabía que había pasado tres meses desde que salió de casa y dos desde que estaba sola con Mei.
Hace un par de días encontró que el suelo había dejado de ser nieve para pasar a ser una gran extensión de hielo puro y algo le dijo que estaba cerca. Se cargó de suministros, se montó en su animal y empezaron a correr en dirección a unas extrañas montañas de hielo. Y ahora, finalmente había llegado a su destino.
Sonrió mientras caminaba tranquilamente al palacio. Haciendo cuentas mentales, se dio cuenta de que estaba muy cerca de navidad sí su calendario mental no se equivocaba. Tal vez pudiera regalarles a todos una navidad sin nieve sí lograba liberar al príncipe ese de su prisión en pocos días.
Acarició con cariño el pelaje de Mei al notarla cansada después de tanto tiempo cargándola para acercarse a los muros que parecían montañas, sin dudas ella quería descansar pero primero debían entrar a ese palacio, luego vendrían los tiempos de paz y tomarían ambas una larga siesta sin ninguna preocupación.
Los muros de hielo eran muy altos y parecía que no había forma de cruzarlos. Los estuvieron rodando por un rato hasta que finalmente Karin encontró una pequeña grieta con un agujero de tamaño significativo, solo tenía que terminar de romperlo un poco más y ella y Mei serían capaces de pasar al otro lado por fin, no era mucho problema debido a su poder de fuego. Le tomó un tiempo, pero finalmente lo hizo del tamaño adecuado y se puso de cuclillas para entrar ordenándole a Mei seguirla, derritiendo las capas de hielo que le faltaba a medida que se adentraba hasta que de una vez por todas vio la luz y lograron traspasar hasta el otro lado.
Jadeó sorprendida al ver de cerca el enorme palacio recubierto de hielo, era incluso más grande que el que vio en la capital que mandaba a Karakura. Y era mucho más hermoso que cualquier otra construcción que alguna vez haya podido soñar. No había rastros de una entrada principal cerca, así que tendrían que volver a rodear hasta encontrar un modo de entrar.
El sol ya estaba comenzando a ponerse cuando finalmente encontró una puerta que afortunadamente estaba abierta, no quisiera tocar esas perillas cubiertas de picos puntiagudos. Entró junto con su tigresa en el suelo cubierto de nieve y se sorprendió de que hiciera incluso más frío allí dentro que afuera y aun con techo y todo seguía nevando. Creyó que sería difícil encontrar al príncipe de la leyenda, pero apenas cruzar la entrada se dio cuenta de algo muy llamativo en medio del recibidor de aquel palacio.
Un enorme dragón de hielo estaba envuelto en un círculo casi perfecto alrededor de una esfera de hielo recubierta de escarcha.
Su boca cayó abierta a la par que sus ojos se ampliaban. Miró a Mei, notando que incluso la tigresa se notaba sorprendida (y no es que se hubiera vuelto loca después de dos meses estando lejos de otros humanos). Acarició su pelaje y le indicó que ya podía ir a dormir asegurándole que la despertaría sí llegaba a necesitarla, a lo que de inmediato acató sus órdenes.
Comenzó a caminar a paso dubitativo hacia la esfera congelada, preguntándose qué haría para liberar al príncipe sí estaba rodeado de ese majestuoso dragón. Había pensado derretir el hielo pero sería una pena destruir tan hermosa escultura. ¿Siquiera era eso? ¿O era el dragón de la leyenda? ¿Despertaría y la congelaría también sí trataba de liberar al príncipe?
Una vez estuvo a un solo paso de la esfera, alzó una mano y la posó en el poco espacio que el dragón no cubría con su cuerpo. Movió su mano lentamente, apartando la escarcha que cubría la esfera y no pudo evitar jadear al ver unos preciosos ojos turquesas devolverle la mirada desde dentro de aquella prisión congelada.
Dio un paso atrás, intimidada, pero luego apretó los puños con determinación y volvió a adelantarse, esta vez posando ambas manos en la superficie helada comenzando a apartar toda la escarcha posible, vislumbrando poco a poco cabello blanco, un kimono negro, una espada y una mueca de tristeza. Era un chico que no tenía ni un pelo más de dieciocho años, sus ojos turquesas estaban abiertos pero realmente no la miraban, estaba completamente congelado.
Pero él era tan… él era tan…
-Hermoso…- no pudo evitar mirarlo hipnotizada, inclinándose más sobre la esfera de hielo hasta posar su frente con sus dos manos a los costados de donde se veía el rostro del chico. Pero, había algo que Karin no lograba entender por más que no dejara de mirarlo. -¿Por qué… te ves tan triste?- susurró cerrando los ojos con pesar. Cuando los abrió, encontró frente a ella una inmensa llanura de hielo con una tranquila brisa agitando la coleta que amarraba su cabello negro largo hasta la cintura. -¿Pero qué diablos…?...- su mandíbula casi se desencaja.
Miró en todas direcciones, alarmándose al no ver a su tigresa por ninguna parte. Sin dudas ahora estaba en un lugar diferente, pero no lograba entender dónde o por qué. ¿Tal vez se había desmayado por el cansancio y ahora mismo tenía un sueño muy raro? Sí, eso debía ser.
-Oye.- brincó en su lugar al escuchar una profunda voz masculina. Volteó lentamente, casi gritando al ver al chico congelado de pie detrás de ella cruzado de brazos como sí nada. -¿Cómo llegaste aquí, a mi mundo interior? ¿Eres una bruja que trata de ver en mi mente?- entrecerró sus bonitos ojos.
-N-no… yo…- ¿su mundo interior, de qué hablaba? –Mi madre es una hechicera pero mi padre es humano, así que no soy una bruja, al menos no por completo.- se encogió de hombros incómodamente. –Y no sé cómo llegue aquí. Acababa de entrar al palacio congelado, luego me acerque a la esfera de hielo donde tú estabas encerrado por un dragón. Entonces cerré los ojos y cuando los abrí aquí estaba.- frunció el ceño. -¿Tú sabes qué pasa?- lo miró curiosamente.
-Tsk. Suenas como una mentirosa muy hábil o niña inocente muy tonta.- rodó los ojos. –No hay tal cosa como un palacio congelado, ni esferas de hielo y ciertamente yo no estoy encerrado por ningún dragón. Así que habla y dime porque entraste aquí, no trates de engañarme.- la miró mal.
Karin amplió los ojos, dándose cuenta de que este chico no tenía ni idea de lo que estaba pasando afuera. Esto parecía ser un sueño suyo o algo así, algún lugar de su mente en el que debió estar encerrado los últimos treinta años. Pero esto era terrible. Sí él no sabía qué pasaba en su propia mente ¿cómo podría saberlo ella?
-Escucha, sé que esto será difícil de creer pero tienes que escuchar y creer lo que estoy a punto de decirte ahora.- lo miró seriamente, viéndolo devolverle la mirada con una desconfiada. –La vida de mucha gente incluyendo mi madre está en juego aquí, así que escucha, idiota.- gruñó comenzando a perder la paciencia. Él pareció sorprendido, pero asintió levemente. –No sé cómo me metí en tu mente o lo que sea que sea esto, pero vine en una expedición para buscarte y casi muero varias veces por eso. Igual mi hermano arriesgo su vida, y la de su caballo, y también mi pobre Mei, que es una tigresa que rescate de bebé, arriesgo su vida muchas veces para que yo llegue hasta aquí. Esperó que me creas aunque suene loco, pero en mi pueblo hace treinta años que una tormenta de nieve cambió la forma de vida de las personas, no te daré detalles porque no quiero que te sientas mal.- no le hablaría de las muertes ocasionadas por el frío. –Estábamos perdiendo la esperanza de continuar viviendo allí hasta que se hizo famosa la leyenda de que en un reino llamado Seireitei debido a una guerra un dragón de hielo encerró al príncipe, congeló el reino y maldijo a los pueblos cercanos con tormentas.- pudo notar sus ojos ampliarse incrédulos. –Mi pueblo mandó algunas expediciones, pero ninguna logró cruzar el río. Como tengo ciertas habilidades de fuego, mi hermano planeaba llevarme hasta aquí, pero nos separamos al cruzar el río, y llevó dos meses buscando este palacio completamente sola con Mei con la esperanza de poder encontrarte y que detengas las tormentas pero ahora me enteró de que tú…- sus ojos se aguaron. –Tú ni siquiera sabes qué pasa en el exterior de tu burbuja de hielo.- bajó la mirada.
Permanecieron en silencio mientras él la miraba con esos preciosos ojos llenos de sorpresa, confusión e incredulidad. Ella solo trataba con la confusión de su situación y la decepción de que probablemente este chico no pueda hacer nada para salvar a su madre.
-Esa leyenda… es falsa.- alzó la mirada al escucharlo hablar, dándose cuenta de cómo apretaba los puños contemplándola con tristeza. Así que… no había remedio. Todos en el pueblo se irían y su familia quedaría sola en Karakura como ermitaños aislados que perecerían sin dejar rastro. –Yo no soy ningún príncipe.- lo miró de reojo cuando continuó hablando. –Soy un soldado del rey.- ¿qué? –Y este reino no estaba en guerra, simplemente no me quería.-
-N-no entiendo…- pestañeó, sin saber a dónde quería llegar.
-Tú ya hablaste. Permíteme tener mi turno de hablar.- suspiró. –Así como tú dijiste que rescataste a una tigresa, yo también rescate una criatura, solo que esta era un dragón.- ella lo miró atenta. –Era un simple plebeyo de siete años que se metió al lugar equivocado. Vi a unos soldados torturar a esa hermosa criatura de hielo en una jaula, y al ver sus alas solo pensé que debería ser libre y volar.- alzó la vista. –Esperé a que los soldados se cayeran de borrachos, les robe las llaves y liberé al dragón, que me tomó en sus garras y emprendió vuelo.- sonrió levemente. –Estaba asustado al principio, pero pronto me relaje. Entonces él me bajó y me dijo su nombre. Hyorinmaru.- murmuró con cariño. –Después de eso, me subí en su nuca y me llevó lo más cerca posible de mi casa. Iniciamos una amistad a partir de ese momento. Me visitaba muy seguido, a veces para hablar, otras veces para volar. Éramos buenos amigos.- suspiró. –Me uní al ejército a los nueve años. A los diez, me convertí en un oficial. A los doce, quedó un puesto vacante y me ascendieron a capitán por mis habilidades excepcionales.- la boca de la pelinegra cayó. –Todo estaba bien, Hyorinmaru me visitaba, yo podía mantener a mi familia y me sentía cómodo con mi escuadrón.- apretó los labios. –Pero entonces… alguien me vio con Hyorinmaru, y por desgracia me delató con las personas equivocadas. Los que habían tenido cautivo al dragón iniciaron un complot para que perdiera mi prestigio como capitán. Pusieron a mi propia hermana en mi contra, ella me delató y me encarcelaron porque no fui capaz de probar mi inocencia. Desde ahí adentro ensuciaron más mi imagen. Todo el reino me odio y se pidió mi ejecución por voto popular, ellos querían capturar de nuevo al dragón cuando fuera a visitar mi tumba, eso me dijeron un día antes de mi ejecución.- apretó los puños. Iban a cortar mi cabeza en los jardines del palacio, todo el pueblo estaba celebrando por ello, creían que yo era un monstruo.- sonrió amargamente. –Mi abuela murió por la tristeza y mi hermana enloqueció, no me quedaba nada, excepto Hyorinmaru. Cuando estaba a punto de salir del palacio puesto que antes había estado encerrado en las mazmorras de este, Hyorinmaru destrozó el techo y entró rugiendo con furia y tristeza. Todos los presentes huyeron despavoridos, pero los que querían capturar a Hyorinmaru se abalanzaron sobre mí queriendo matarme, entonces él voló hacia mí y me envolvió protectoramente en su hielo.- frunció el ceño. –Sentí que liberó mucha energía, escuche gritos y feroces vientos por un segundo, pero luego solo desperté aquí. Pensé que solo pasaron un par de días y comencé a preguntarme cuándo Hyorinmaru me liberaría, pero ahora vienes tú y me dices… que pasaron treinta años.- sacudió la cabeza. –No sé qué creer.-
Karin se quedó muy quieta, tratando de asimilar toda la información que había recibido. Toda esa historia era desgarradoramente triste e injusta. Él solo fue un niño que hizo una buena acción pero a cambio recibió que unos idiotas arruinaran su vida, que su familia se arruine y aparte ganarse el odio injustificado de todo su pueblo, solo por unos malos hombres inmundos y despiadados.
-Supongo que ahora lo entiendo.- sonrió tristemente. Él la miró confundido. –Entiendo… porque tenías esa expresión tan triste en tu rostro cuando te vi en tu burbuja de hielo.- él se sorprendió, antes de bajar la mirada viéndose profundamente afectado.
-Cuando iban a ejecutarme… estaban a pocos días de mi cumpleaños, yo tenía la impresión de que hoy era ese día.- murmuró de repente. –Pero pasaron treinta años… creo que ya me perdí demasiados veintes de diciembres.- soltó una corta y seca carcajada.
-En realidad… hoy mismo es veinte de diciembre.- o al menos lo era si su calendario mental no le fallaba. Pero sus preciosos ojos brillaron tanto al escucharla que deseó con todas sus fuerzas no estarse equivocando. –Feliz cumpleaños… ehh… ¿Cómo te llamas?-
-Hitsugaya Toshiro.- le sonrió levemente. –Gracias… ¿Cómo es tu nombre?-
-Kurosaki Karin.- informó con una risa. –Toshiro, ¿crees…?...- se mordió el labio. -¿Crees que puedes lograr que Hyorinmaru acabe con las tormentas y te libere? Sé que debe estar molesto por todo lo que les pasó a ambos, pero la nieve está arruinando muchas vidas en los pueblos cercanos y yo…- tomó aire. –Sé que no tengo derecho a pedirles nada, pero les agradecería mucho que acabaran con esta maldición.- juntó las manos suplicante.
-¡Q-quiero deshacerla!- aseguró de inmediato, viéndose ofendido de que creyera lo contrario. –Es solo que no estoy seguro de sí podré. Además… cuando Hyorinmaru descongele a este reino que me odia y me saque de esta burbuja… ¿A dónde iré?- susurró.
-Puedes venir conmigo.- propuso antes de siquiera pensarlo, mordiéndose la lengua al segundo siguiente. –S-si quieres, claro…-
Toshiro la miró con sus hermosos ojos turquesas sorprendidos, para luego regalarle una hermosa y sincera sonrisa que hizo temblar sus piernas a la par que enrojecía sus mejillas. ¿Qué demonios estaba haciendo este chico con su traicionero cuerpo estúpido?
-Quisiera eso.- le aseguró manteniendo esa preciosa sonrisa por un segundo más antes de diluirla con un gesto serio. –Pero primero, tenemos que salir de aquí.-
-¿Pero cómo…?...- en lo que empezaba a indagar eso, parpadeó, y al volver de ese pequeño parpadeo de encontró de nuevo en el recibidor del palacio congelado frente a la esfera de hielo resguardada por el enorme dragón. Mei estaba sentada a su lado mirándola atentamente y el sol a sus espaldas estaba comenzando a salir para iluminar un nuevo día. ¿Cuánto tiempo pasó, exactamente? -¡Ah, Toshiro!- volteó hacia la esfera nuevamente, encontrándose con unos ojos rojos mirándola directamente.
El dragón de hielo se había desenroscado del capullo con el que protegía a su amigo y la miraba fijamente, casi como evaluándola. Mei soltó un pequeño rugido que sonó más intrigado que amenazante, recibiendo un pequeño gruñido ¿tranquilizador? a cambio de parte de la majestuosa criatura que la miró por un segundo antes de volver a centrarse en ella.
"Niña…" jadeó al oír la voz en su cabeza. "Cuida de él. Confiaré en ti y lo dejaré a tu cargo. No me decepciones." ¿Era Hyorinmaru quien le hablaba? Algo le decía que sí, por lo que apretó los puños y asintió con determinación al dragón que la miraba expectante.
Sin más que hacer o decir, la criatura helada desplegó sus alas y voló destrozando el techo, perdiéndose en el cielo que lentamente comenzaba a despejarse de las nubes que lo habían cubierto los últimos treinta años.
Apenas el dragón se perdió de vista, la esfera en la que el chico había permanecido encerrado se quebró en millones de fragmentos que volaron directo al piso, dejando libre al albino que se desplomó en el suelo como sí de otro fragmento se tratase, con los ojos cerrados y la respiración agitada. Ella se apresuró en ir hacia él, arrodillándose a su lado para colocar su cabeza en su regazo.
-Oye, Karin…- entreabrió un ojo extravagante para mirarla. –Eres más bonita con la luz del amanecer…-
-Estás delirando, cállate.- todo su rostro ardió con sus palabras. –Todo aquí se está descongelando, y ahora que lo nieve empezó a derretirse se desenterraron muchas esculturas que se ven sospechosamente como personas.- entrecerró los ojos. –Quiero creer que tu Hyorinmaru no mató a nadie, solo los congeló. Y sí dijiste que todo este pueblo te odia, entonces tenemos que sacarte de aquí lo más pronto posible.- comenzó a tironear de sus brazos tratando de levantarlo. -¡Vamos, estás pesado, levántate!- exigió.
-Estuve treinta años atrapado en hielo, bien podrías tener un poco de consideración, Kurosaki.- gruñó abriendo ambos ojos, finalmente pareciendo más lúcido que cuando dijo la tontería de que ella era bonita. -¿Dijiste que vienes de Karakura, no? Hay un camino que lleva allá a pie más fácil que cruzar el río.- dijo mientras se ponía de pie estirando los músculos.
-¡¿Ahh?! ¡¿Y por qué demonios nadie me dijo eso antes?!- pisoteó. -¡Casi morimos cruzando ese río infernal!-
-No es muy conocido, como fui capitán del ejército conozco bien la zona.- comenzó a caminar un poco tambaleante, pero rechazó su ayuda cuando quiso tomar su brazo. –Descuida, tengo que acostumbrarme a moverme por mi cuenta lo más rápido posible, y no creo que sea fácil para tu tigre llevarme.-
-Es una tigresa y se llama Mei.- le sacó la lengua infantilmente mientras salían del palacio. Al alzar la vista hacia arriba, se sorprendió al ver un cielo completamente despejado, sin ni una nube. –Wow… Desde que nací, nunca había visto tanto azul.- sus ojos brillaron mientras miraba el cielo.
A veces, durante los treinta años de tormentas, las nubes se despejaban un poco para que pudiera ver retazos del sol y el cielo azul, pero nunca antes había tenido un cielo completamente despejado, ni siquiera cuando fue a visitar la capital porque justo en aquel momento estaba lloviendo. Pero ver este cielo ahora, y saber que era gracias a que cumplió su misión, era muy gratificante.
-Nos tomara un mes regresar a Karakura incluso con mis conocimientos sobre el camino.- la informó él sacándola de sus pensamientos. –Espero que estés lista para pasar tiempo de calidad conmigo.- murmuró sarcástico mientras se dirigía a un establo que recién acababa de descongelarse y tiraba de las riendas de un caballo convertido en escultura de hielo. –Debemos salir de Seireitei y esperar a que este caballo se descongele para que podamos ir a la par pues como te dije tu Mei no podría llevarme.-
-La subestimas.- gruñó al mismo tiempo que su tigresa. –Pero seguiré tu plan de todos modos.- se encogió de hombros. No le dijo que podría haber descongelado a su caballo con sus poderes de fuego, era más divertido ver como lo arrastraba.
Los muros de hielo que parecían montañas altas y fuertes antes ahora se habían hecho pedazos dejando unos simples muros de piedra blanca ni por asomo tan altos y asombrosos como los creados por el dragón de hielo. El reino de hielo se convirtió en un reino de piedra blanca con apariencia anticuada mientras ellos se alejaban de ahí.
-Por cierto…- lo miró curiosa al escucharlo hablar mientras arrastraba a su caballo congelado hasta el bosque. –Sí estaba delirando, cuando te dije que te eras más bonita con la luz del amanecer.- ella lo fulminó con la mirada por sus palabras crueles, tratando de convencerse de que no le importaba en absoluto. –Porque, definitivamente eres más bonita con la luz del día.- Karin se congeló en su lugar, con los ojos muy abiertos mientras él seguía avanzando como si nada jalando del gran pedazo de hielo con forma de caballo.
-T-t-tú…- apretó los puños mientras sentía todo su rostro enrojecer. -¡Me gustabas más cuando estabas encerrado en tu burbuja de hielo!- chilló mortificada pisoteando para alcanzarlo, odiándolo más cuando lo escuchó sofocar una risa burlona.
Este mes que pasaría a su lado hasta llegar a Karakura sería un verdadero infierno. De eso no tenía dudas.
Fin.
Holaaaa! :D
Aquí otro fic del face xD
De este creo que comence a escribir las primeras mil palabras en mi celular, algo poco comun en mí porq odio escribir en el celu, y al final no fue lo q espere en un principio... pero ñeh, creo q está bien :P
Ojala les haya gustado, los personajes de Tite!
COMENTEN! *o*
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
