DISCLAMER: Nada me pertenece…etc. etc. etc.…todo por obra y gracia de Jk…etc. etc. etc.…


Nunca le había gustado el mundo muggle. Le ponían enfermo los coches. El ruido. La contaminación. Pero sobretodo, le recordaba demasiado a ella. Ella que había estado con él desde siempre. Ella que jamás lo había abandonado y le había servido de paño de lágrimas en muchas ocasiones. Ella que lo quería. La única. Y ahora se había ido. Ya no volvería.

No iba a llorar más. No delante de asquerosos muggles. Pero eran como ella. No. Ella era distinta. Ella era preciosa. Era una entre un millón. Nadie como ella.

En cambio, él era rastrero. Era asqueroso. Un chaquetero de poca monta. Se había dejado engañar por falsas promesas y solo había conseguido que ella, ¡ELLA!, desapareciera.

La rabia corría por sus venas. Sed de venganza. Matarle. Hacerle pedazos. Que no molestase. Que se consumiese lentamente en su propio infierno. Y asesinarlo una y otra vez con sus manos. Que conociese el dolor. Que lo sintiese en carne viva.

Pero de nada servían estos pensamientos. No si ella no regresaba. Daría su vida porque ella regresara. Incluso había pensado la posibilidad de marcharse con ella. De huir de todo. De volar a su lado. De retenerla en sus brazos para siempre y no dejarla escapar jamás. Pero enseguida desechó la posibilidad. No era un cobarde. Aguantaría hasta el final. O por lo menos todo lo que pudiera. Todo por ella.

Y ahora caminaba por el conocido Londres de su infancia. Silencioso. Vestido completamente de negro. Una costumbre ya. Empezaba a llover. No llevaba paraguas. Tampoco le importaba. Ya poco, es más, nada importaba ya. Lo había perdido todo.

Se dirigía a la iglesia. Nunca creyó en Dios ni lo iba a hacer. Pero tenía la leve sospecha de que ella sí. Rezaría por ella. No sabía muy bien como, pero lo haría.

Era una misa. Organizada por su familia. Estaría la señora Evans. Aquella mujer de agradable rostro. Pelirroja también. Pero de ojos marrones. Esa que tantas veces le había ofrecido meriendas, cenas y aperitivos. Zumo de piña. En Hogwarts no se servía. Era el favorito de Lilly. Y el suyo también. ¿Estaría también Petunia? La irritable hermana de Lilly. Seguro seguiría siendo la cotilla y la estúpida que fue. No tenía ganas de cruzarse con ella. En realidad con nadie. Solo observaría. Escucharía. Rezaría. Por ella.

Había parado de llover. Le daba igual.

A su derecha, según iba caminado, se encontraba un pequeño parque infantil. Qué recuerdos. Era el mismo parque donde la había visto por primera vez. Balanceándose sobre el columpio. Tan grácil. Tan bella. Y cómo había saltado desde lo alto hacia el suelo. Suavemente. Como un ángel caído del cielo. Todo para él.

El destino es cruel, pensó. A veces lo tenemos todo. Y según sopla el viento, ese todo se va, vuelve, se vuelve a ir, y si tienes suerte regresa. Solo si tienes suerte. Él no, desde luego.

Sigue caminando. Ha vuelto a llover. Está acostumbrado. Recuerda cuando jugaban juntos y empezaba a llover. Se cobijaban en cualquier lado. Abrazados. Riéndose de todo. Bromeando. Felices. Ahora ya no son felices. Él no.

Podían haber seguido siendo felices. Pero como siempre, él lo estropeó todo. Y se fue. Y a su paso destruyó todo lo que le importaba. Y se fue para no volver.

Desde lejos se divisaba la pequeña capilla. Se dio ánimos. Era por ella. ¿Qué no hizo por ella? ¿Qué no haría por ella? Nada.

Entró. Ya había comenzado la misa. Decidió sentarse en la última fila. Ser un desconocido para todos y para nadie. Menos para ella.

-Lilly, ya estoy aquí. He venido por ti. ¿Te acuerdas de mí? ¿Podrás perdonarme?


Uff..deja un poco frío el cuerpo no? Bueno, es lo que tienen estas cosas. Espero que os guste.

Besos

EmoOciion